Comandante
del blindado chileno Almirante Cochrane no quiso cumplir orden del Jefe de
Escuadra.
En julio
de 1879 estando en Antofagasta, el Capitán de Navío Enrique Simpson Baeza
comandante del blindado chileno Almirante Cochrane
recibió la orden de salir en persecución de las naves peruanas que habían sido
observadas a la altura de Caldera, Sur de Antofagasta.
El
comandante Simpson no pudo cumplir la comisión. No se puede establecer las razones,
se especula que bien pudo ser por temor a encontrarse con el Almirante Grau,
quien al mando del Monitor Huáscar patrullaba
esas aguas, y no tuvo mejor pretexto que justificar
su actitud, informando que el carbón de su nave se acabó faltando 40 millas
para llegar a su destino. El Ministerio de Marina chileno reprendió al
comandante de la Escuadra chilena y pidió explicaciones por el incumplimiento
de esta orden.
El
comandante de la nave Enrique Simpson informó a su comando que tres calderos
fallaron en su funcionamiento, disminuyendo la marcha de la nave, además, se había
consumido demasiado carbón debido a que
los calderos estaban sucios y el carbón que se encontraba al fondo de sus depósitos
estaba reducido a polvo, por lo tanto
inservible, por lo que tuvo que pedir al transporte Itata
la remolcara.
La
respuesta del Ministro de Guerra y
Marina chileno general Belisario Urrutia, no se hizo esperar, en carta dirigida
al Comandante de la Escuadra chilena Juan Williams Rebolledo, expresó su malestar con graves adjetivos que
mostraron la indignación en Santiago, “Las explicaciones mencionadas, no son, a
juicio de este Ministerio, suficientemente satisfactorias, pues todas las
circunstancias adversas que contribuyeron al viaje desgraciado del Cochrane debían ser, más o menos,
conocidas del comandante y tomadas en cuenta antes de emprender la nueva
comisión que se le confirió en Antofagasta. El hecho de que el carbón que se hallaba
al fondo de las carboneras se hubiera reducido a polvo, no es enteramente
previsto; y si el ingeniero 1°, no dio sobre el particular un informe bastante
exacto, ello no excusa de
responsabilidad al comandante, que debe estar al corriente de los pormenores de
su nave, sobre todo en tiempo de guerra, y vigilar asiduamente sobre sus subordinados.
Finalmente
se permite exhortar al comandante de la escuadra para que los comandantes de
nave tengan más celo en su trabajo y responsabilidad, “En esta virtud, encargo
a V. S. que excite el celo del comandante del Cochrane, para que en lo sucesivo
tome todas aquellas medidas y precauciones propias para asegurar el buen éxito
de las comisiones que se le encomienden, y especialmente para alejar la
probabilidad de ser acometido por fuerzas enemigas, sin contra con los elementos
indispensable de resistencia”.
Sin
embargo, como quiera que estas informaciones se publicaron en los diarios
chilenos, las explicaciones dadas por el comandante del Cochrane y la
reprimenda del Ministerio de Guerra y Marina chileno, no fue óbice para que el
Intendente General del ejército y Armada chileno en campaña, llame severamente
la atención al Jefe de la Escuadra porque “Como este hecho es en sí
inexplicable y de suma gravedad, en circunstancias que ese blindado venía en
persecución del enemigo y que en todo momento debía estar preparado y listo
para las constantes emergencias de una campaña activa…”.
Como
quiera que este hecho considerado gravísimo frente a la disminuida pero
valerosa escuadra peruana, el Intendente critica la actuación y responsabilidad
al comandante del Cochrane, por no haber tomado sus medidas de prevención,
seguridad y control, “¿ Cómo puede explicarse que el comandante del blindado Cochrane pudiera salir en persecución del
enemigo sin fijarse siquiera en que no tenía carbón en sus carboneras, haciendo
por esta causa no solo estéril su expedición, sino aun peligrosa, desde que no
tenía elementos para movilizar su nave”.
Cuando el
Cochrane partió de Antofagasta después de haber permanecido
dos días y una noche, tiempo suficiente para todas sus actividades de
mantenimiento y abastecimiento de alimentos, agua y principalmente carbón y
llenar hasta el tope sus carboneras dado
que en ese puerto existía almacenado mas de 4,500 toneladas de carbón inglés y
buques que habían llegado para desembarcar, 2,000 toneladas mas de carbón. Además
los transportes Itata y Matías Cousiño destinados al servicio de la escuadra
tenían carbón en gran cantidad para abastecer a cualquier nave chilena.
Notas:
Ahumada, Pascual. Guerra del Pacífico. T V, págs 18-19. Edición 1888.
No hay comentarios:
Publicar un comentario