Australian War Memorial

Australian War Memorial
EXTERIOR DE MEMORIA DE LA GUERRA-AUSTRALIA

viernes, 31 de marzo de 2017

Los Incas grandes previsores.


El fenómeno El Niño que se presenta en nuestra costa norte y su variante, denominado “niño costero”, que según el Cdte. MGP Manrique Prieto debería más bien llamarse “niño volcánico” por su origen, trae sus características: elevada temperatura del mar casi + 5° C de lo normal, calor insoportable, lluvias torrenciales e inundaciones en el norte y huaicos en la costa central. No son fenómenos naturales que se presenten esporádicamente.

En el caso del denominado “niño costero”, se tiene noticias que este fenómeno se presentó en 1925, como lo publicó el diario el Comercio, causando estragos en infraestructura, propiedades y población. Los huaicos se desplazaron por las mismas quebradas que se han activado en el presente, causando destrucción en las principales ciudades Lima, Piura Chiclayo y Trujillo.

La diferencia está que, en 1925 no existía la tecnología que les permitiera conocer a priori la presencia de este fenómeno; lo que en la actualidad sí se puede monitorear con una serie de aparatos creados para estos fines. Esto con la finalidad de preservar la integridad de la población y propiedades. Nada de eso se tuvo en cuenta.

Según el MINAM (Ministerio del Ambiente) “las ondas Kelvin se forman cerca de Indonesia (Pacífico occidental) en una zona denominada como “piscina caliente”, el área más grande de aguas cálidas de nuestro planeta. Viajan hacia el este en dirección a Sudamérica. Su velocidad de propagación es en promedio de 2 a 3 m/s”.

Otro sistema importante para la observación de los fenómenos, que se producen en el mar es la “Red-TAO (conjunto de boyas a lo largo del Pacífico ecuatorial) es uno de los sistemas más confiables. Permite monitorear la temperatura superficial y sub-superficial del agua de mar, los vientos, la temperatura atmosférica y la humedad relativa”. 

Otra modalidad de monitoreo es el empleo de la observación por satélites, “que permite obtener datos sobre la altura de la superficie del océano, vientos superficiales, entre otros, sumados a los modelos numéricos de propagación de estas ondas, permiten su rastreo y la estimación de su llegada a las costas de Sudamérica”.

Además de lluvias y huaicos en Lima este fenómeno está causando mayores daños, porque las actividades antrópicas (casas, fabricas, comercio) se han construido en algunos casos en el cauce natural de quebradas y ríos, en otros casos en ambas orillas, o están ocupando la zona de influencia de ríos y quebradas, o del cauce natural que el hombre ha invadido.

“En el Perú, el monitoreo de las condiciones océano- atmosféricas lo realiza el Comité Multisectorial encargado del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (ENFEN), ente científico de carácter oficial que reúne a investigadores de seis instituciones nacionales: Instituto del Mar del Perú – IMARPE. Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú - SENAMHI. Instituto Geofísico del Perú – IGP. Dirección de Hidrografía y Navegación – DHN. Instituto Nacional de Defensa Civil – INDECI. Autoridad Nacional del Agua – ANA”. Utiliza instrumentos oceanográficos para cumplir con su cometido.



Regresando al pasado y sacando enseñanzas, durante el gobierno de Pachacutec Inca, se tomó la previsión de construir caminos y puentes, así como los Centros Administrativos en diversos lugares: Quito, Tumipampa, Cajamarca, Huánuco, Jauja, Vilcashuamán, Charcas, etc., con una serie de almacenes, en los que se guardaban los excedentes de la producción agrícola, para ser utilizados en tiempos de calamidad natural, guerra, invasión, etc.

El más famoso Centro Administrativo, fue el de Huanacopampa (Huánuco viejo). Era un gran conjunto arquitectónico, con una plaza, su estrado, viviendas oficiales y populares, y cuatrocientos setentainueve almacenes, con capacidad de 3,000 metros cúbicos, donde se guardaba los excedentes de producción, sin considerar depósitos de ropa, y artículos de guerra. Otro Centro Administrativo, considerado el granero del Imperio, fue el de Hatun Jauja.

Por otro lado, el sistema de puentes y caminos del Imperio incaico, fue de lo más complejo, después de medio milenio concitan el interés y admiración de estudiosos de todas las latitudes; fueron la admiración de los primeros cronistas españoles, así Cieza de León, primer viajero de nuestro Perú incaico expresó:

“Una de las cosas que yo más admiré, contemplando y notando las cosas de este reino, fue pensar cómo y de qué manera se pudieron hacer caminos tan grandes y soberbios como el que vemos, y que fuerzas de hombres bastaron a los hacer y con qué herramientas e instrumentos pudieron allanar montes y quebrar peñas, para hacerlos tan anchos buenos como están…”.

Es importante también anotar lo que expresa el investigador John Hayslop, en su obra Los caminos del Tahuantinsuyo, “En 1530, los caminos incaicos unificaron el estado del Tahuantinsuyo de 5, 000 kms. de largo, desde la provincia Nariño en Colombia hasta los ríos Maule o Bio Bio en Chile. La vialidad incaica fue así un símbolo continuo del control, poder y estructura de estado…”.
Caminos y puentes bien construidos, organizados a lo largo y ancho del Tahuantinsuyo, permitió a los incas, mantener la seguridad interna, la integración del imperio, la transitabilidad rápida en casos de emergencia y el intercambio comercial. Su mantenimiento estaba a cargo de los gobernadores provinciales o Tocricuc.

Los centros administrativos eran verdaderos núcleos de poder miliar y político para el dominio de una provincia o Huamani donde residía el Tocricuc y el conjunto de sus colaboradores. Se levantaron en las zonas económicas más productivas. La historia nos ha dejado enseñanzas, que pese a vivir en el siglo XXI con toda la tecnología disponible, no sabemos aprovecharla.

Las medidas de prevención son importantes, el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, tiene la gran oportunidad de realizar una reconstrucción de cara al bicentenario y que permita superar esas grandes falencias en cuanto a planificación, organización del Estado nacional que venimos arrastrando, por una mala planificación de las ciudades.

Ello, nos permitirá afrontar las calamidades naturales, de manera eficiente y eficaz, y en este cometido la participación de nuestras Fuerzas Armadas y Policía Nacional por su organización, son vitales, como lo han demostrado y lo ha reconocido la comunidad entera, las principales autoridades, los representantes del empresariado nacional y los diarios importantes del país.



martes, 14 de marzo de 2017

La caza de brujas no descansa



Como una de las modernas plagas de Egipto, desde hace 20 años, subsiste la acción de los enemigos de las FFAA de la nación peruana. Vienen trajinando los pasillos del Poder Judicial, Ministerio Público y Tribunal Constitucional, para exigir, nuevamente se abran procesos judiciales que tienen la calidad de cosa juzgada. ¡Tanto odio destilan!
El Antiguo Testamento y la Torá, hablan sobre las 10 plagas de Egipto que Dios infligió a los egipcios, para que dejaran partir a los hebreos de esta ciudad. Esta narración aparece en el segundo libro del Pentateuco, el Éxodo, narra cómo Moisés y su hermano Aarón advierten al faraón que, de no liberar a su pueblo, Dios les castigaría de manera sucesiva con diez grandes males que caerían sobre Egipto.
Si quisiéramos comparar esas calamidades con la persecución de la que son objeto las miembros de la MGP que cumplieron órdenes del Poder Político para recuperar el principio de autoridad en el penal “El Frontón”; con cuál de ellas la compararían. Con seguridad dirían “La Plaga de las Tinieblas y Oscuridad” (Éxodo 10:21-29)
Porque oscuridad y tinieblas, es lo que viven las Fuerzas del Orden que, intervinieron en el Frontón, después de haber arriesgado su vida. Sus actividades cotidianas se han vuelto una pesadilla, un infierno. En lugar de paz y tranquilidad, los enemigos de la patria, han convertido la justicia perversamente en instrumento de venganza, en una espada de Damocles, en una gran incertidumbre. Solo, por haber cumplido un orden del ejecutivo.
El Tribunal Constitucional(TC) emitió el pasado viernes 10, una resolución preocupante y sorprendente, con la que se pretendería subsanar una sentencia emitida por ese tribunal el 14 de junio de 2013; que declaraba, que las muertes de senderistas que se produjeron en el amotinamiento del Frontón el 19 de junio de 1986, “no pueden ser calificadas como crimen de lesa humanidad”.
Nuevamente, por enésima vez, el Tribunal Constitucional(TC) haciéndole el juego a las organizaciones de extrema izquierda, ONG´s de derechos humanos, Aprodeh, la caviarada, compañera de ruta ideológica del terrorismo, da un fallo que atenta contra el estado de derecho, con un claro tinte rojo sangre de persecución, que no descansa ni descansará. ¡Hasta cuándo señores!
Otra vez, veremos desfilar ante los tribunales a miembros de las FFAA, en este caso de la Armada Nacional, quienes, en cumplimiento a órdenes del poder político, fueron a sofocar un motín en el penal de la isla El Frontón, que, concertado con otros penales: “Santa Bárbara” del Callao y “San Pedro” de Lurigancho, se habían convertido en una amenaza para la seguridad y estabilidad política del país.   
Como se recuerda, el 7 de junio de 1986 las terroristas mal llamadas “presas políticas y prisioneras de guerra”, lanzaron una denuncia escrita en contra del ex presidente Alan García, a quien hicieron responsable del asesinato de 30 “prisioneros de guerra” (terroristas) el 14 de octubre de 1985 en el penal “San Pedro” de Lurigancho.   
En el mismo documento, se vanagloriaron del asesinato del Contralmirante Carlos Ponce Canessa, a quien consideraban un genocida, y  miembro planificador, de “los genocidios de Pucayacu, Lloqchegua, Tambo, Iquichua, Huaychao, Uchuracay; Alan García y la Marina en acto de venganza, igual que su amo Reagan, valiéndose de engaños han trasladado a 16 presos políticos de la carceleta del palacio de Justicia a canto Grande, negro campo de concentración para aislarlos de sus familiares y aplicar el aniquilamiento total”.
Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación(CVR), en su informe, afirma que “integrantes del PCP-Sendero Luminoso asesinaron Carlos Ponce Canessa, el 5 de mayo de 1986 en el distrito de Magdalena en Lima”.  El Contralmirante Carlos Alberto Ponce Canessa nació el 8 de enero de 1939 en San Isidro, ingresó a la Escuela Naval en febrero de 1955 y egresó como Alférez el 01 de enero de 1960, obteniendo la Espada de Honor en su promoción.
Los encargados de ejecutar la acción eran miembros de un destacamento especial de SL, tres hombres y dos mujeres. Los senderistas esperaron pacientemente a que el contralmirante Ponce, saliera de su domicilio en Magdalena del Mar a las 8:10 de la mañana, para sorprenderlo y asesinarlo de un tiro en la cabeza y demostrando su ferocidad, colocaron cargas explosivas para destruir totalmente el vehículo y huir cobardemente. 
El 18 de junio de 1986, se ejecutó un motín arreglado en diversos penales de Lima y el Callao, organizado por senderistas presos. Ese día en el penal el Frontón, desde muy temprano se dio inicio a las actividades de “desencierro”, “alrededor de las 6, empleados de penales, escoltados por guardias republicanos, cruzan la reja que abre el patio adyacente al pabellón Azul”.
A las 6.10 de la mañana, los senderistas internos del penal “San Juan Bautista” ex El Frontón, rodearon al agente penitenciario, José Luis Casas Sandoval, y los GR José Mayta Calderón, Luis Pérez Elez y Julio Sobrevilla, una veintena de senderistas y los redijeron, les arrebataron las armas de reglamento y municiones, y los arrastraron al interior del Pabellón Azul.
A esa misma hora en el penal “San Pedro” de Lurigancho, es capturado y reducido el empleado de Penales José Suarez. En el penal de mujeres “Santa Bárbara” en el Callao son capturadas como rehenes: la alcaidesa María Carazas Peña, dos vigilantes, Yolanda Reátegui e Hidaria Gonzáles.
El escenario que se vivía en los penales, era de una violencia inusitada provocados por los senderistas presos. Según relata la revista Caretas, en un reportaje preparado por: Laura Puertas, Carlos Noriega, Gustavo Gorriti y Miguel Gonzáles del Río, indican que estas acciones simultáneas, dieron lugar a un Consejo de Ministros urgente que se inició a las 10 de la mañana.
El presidente García después de recibir el informe de la situación en los penales, indicó que era necesario “restaurar el principio de autoridad de inmediato y que para ello era necesario la participación militar”. Después de larga discusión, el develamiento de este motín se encargó al Comando Conjunto, “quedando de cualquier modo la situación bajo la supervisión del presidente”.
Según los autores de la nota, “Los militares no recibieron la idea con entusiasmo”. El ministro del interior del gobierno aprista de entonces Abel Salinas, se encargó de leer el primer comunicado del gobierno, en la misma, el presidente Alan García había decidido que, sea el Comando Conjunto el encargado de “restablecer el principio de autoridad”.
La intervención inicial de los “Llapan Atic” de la GR en el Frontón no logró restablecer el orden, siendo rechazados por los senderistas armados con fusiles y lanzando “quesos rusos”, lo que obligó al gobierno disponer la intervención de la Infantería de Marina. El lunes 19 intervino la Infantería de Marina, logrando el develamiento y rendición de los senderistas sobrevivientes.
En el penal del Frontón, como apunta el reportaje de la revista Caretas, “Después de 24 horas de lucha, el saldo: tres marinos y un rehén muertos, y media docena de efectivos heridos de bala. Entre los reclusos: 138 muertos, decenas de ellos bajo los escombros, 30 sobrevivientes”.
En el penal de Lurigancho, se inició el develamiento para restablecer el orden a las 12.05; con la intervención de personal de la GR y del Ejército, previamente a la intervención, se conminó a la rendición a los amotinados, atrincherados en el Pabellón Industrial y estos se negaron repetidamente. Los 126 amotinados de este penal finalmente murieron en el enfrentamiento. El único sobreviviente fue el rehén, el empleado de Penales José Suárez Orihuela.
En el penal de mujeres Santa Bárbara, el develamiento del motín de las acusadas por terrorismo, estuvo a cargo de la Guardia Republicana, lo que se logró rápidamente, rescatando a las rehenes que habían sido torturadas, el saldo fue dos reclusas muertas y ocho heridas.
Como se puede colegir de los hechos, los motines en los tres penales principales de Lima y Callao, organizados y ejecutados concertadamente por presos senderistas, obligó al gobierno a decidir la intervención militar vía el Comando Conjunto de las FFAA. La decisión política fue el restablecimiento del principio de autoridad en los penales y las Fuerzas del Orden, actuaron, no por propia iniciativa o libre albedrio, sino por disposición del gobierno, del poder político.



sábado, 11 de marzo de 2017

El Porqué de la guerra

Nota de Redacción:
Por su importancia y actualidad, he tomado el prólogo a la edición española de 1922 del libro de Sir CLEMENTS MARKHAM “La guerra entre el Perú y Chile”, escrita por el historiador peruano Horacio Urteaga López. El historiador, escritor y político peruano Horacio Urteaga es poco conocido, porque sus obras se centran en las épocas incaica y colonial. Sin embargo, ha sabido resumir los pestilentes y ambiciosos  motivos, que movieron a la élite chilena, para iniciar una guerra alevosa y traicionera, contra dos hermanos de la américa. 
A continuación, les ofrecemos algunos datos obtenidos de la web, con el compromiso futuro de indagar, investigar y obtener otros datos, que complementen los que nos ofrece Wikipedia
Horacio Urteaga fue hijo de José Ascencio Urteaga García y Tomasa E López Portocarrero. Su educación primaria la cursó en el Colegio del Arco, y la secundaria en el Colegio Nacional San Ramón, de su ciudad natal. Era todavía alumno cuando compuso dos dramas en verso, que representó con sus compañeros de colegio: Cleopatra o la pasión de los reyes y La calumnia en el campamento.
En 1897 se trasladó a Lima e ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se graduó de doctor en Letras (1901) y en Jurisprudencia (1904), recibiéndose también de abogado. En 1904 resultó elegido diputado por su provincia natal. En 1909, al concluir su mandato legislativo, pasó a Puno, donde se desempeñó como director del Colegio Nacional Santa Isabel (1912-1913).
En 1907 se casó con Julia Cazorla Herrera con quien tuvo 5 hijos: Cecilia, María Graciela, Franklin, Caridad y Bertha. Con María Marquez Abanto tuvo dos hijos: Miguel Horacio Javier y Renan. Se casó por segunda vez en 1936 con Graciela Timoteo Paz, con quien tuvo tres hijos: Marta, Nelson y Enrique.
Nuevamente en Lima, fue profesor de Historia del Perú en el Instituto Pedagógico Nacional (1914-1930); catedrático de Historia de la Civilización Antigua y Media (1915-1930 y 1935-1944), Arqueología Americana y del Perú (1923-1928), Historia de los Incas (1930) y Fuentes Históricas del Perú (1935-1944) en la Facultad de Letras de San Marcos, de la que fue decano en 1930 y 1935-1945.
Simultáneamente, fue director del Archivo Nacional (1917-1944) y como tal dirigió la Revista del Archivo Nacional (1920-1944). Fue también director del Museo Arqueológico Víctor Larco Herrera y director de la Revista de Arqueología (1923-1924). Vicepresidente (1934-1935) y presidente de la Sociedad Geográfica de Lima (1935-1943). Vicepresidente del Centro de Estudios Histórico-Militares.
“Chile, que ocupa en América la faja de tierra que deja la Cordillera de los Andes desde el grado 30 de latitud sur hasta la Tierra de Fuego, ofrece en las dos terceras partes de su suelo ingrata morada para el hombre. Desde el río Paposo, que es su límite arcifinio por el norte, hasta las márgenes del Aconcagua, es decir del grado 25 al 32, en una extensión de más de 90 leguas, el desierto árido, seco e inclemente es aterrador; los ríos que descienden de la Cordillera de los Andes son bebidos por la arena a la mitad de su curso hacia el océano. Las aguas del Paposo no han besado nunca el mar. Al Copiapó lo sorbe la avidez la arena, tierra adentro, y solo el Limarí vierte sus lágrimas lentamente sobre barreras de greda que lamen las olas. Desde el sur de Valdivia hasta la Tierra de Fuego, entre los grados 40 y 54 de latitud sur, en una extensión de más de doscientas leguas, la rigidez del clima agosta la vegetación, y la nieve, cubriendo el suelo, convierte al hombre en ictiófago, si quiere escapara a la muerte. Solo desde el rio Choapa al Negro, entre los grados del 32 al 40, es posible la cómoda vivienda humana.
En esta superficie de suelo existía la más densa población aborigen cuando aparecieron las legiones peruanas del Inca Túpac Yupanqui. El valor y disciplina de las tropas imperiales impusieron la obediencia a los hijos del Sol a esas gentes tan indómitas como feroces. Los amautas quechuas implantaron entonces la administración imperial hasta las orillas del Bío-Bío, empujando a las naciones salvajes, ingratas a la cultura, a las frías regiones del Arauco y del Cautín.
Grandes fueron entonces los beneficios de la conquista quechua: las guerras de tribu a tribu, entre esos régulos, cesaron dentro del rigor disciplinario de la política imperial; una legislación humana garantizó la vida la vida y el fruto del trabajo, allí donde el envenenamiento y el robo eran medios ingeniosos para hacer fácil la existencia; el feroz despotismo de los caciques cesó de atormentar a los pobladores indígenas y, al amparo de la paz, principiaron los chilenos: atacames, pincos, cauquis y antallies, a desarrollar sus industrias agrícolas, dulcificar sus costumbres y convertir sus feroces instintos en hábitos de orden, y sus bajas pasiones en tendencias hacia fines más altos.
Organizados aunque pobres, sujetos a las pocas satisfacciones que les obsequiaba su suelo, los encontró la conquista española. Los incas peruanos los habían salvado de la miseria y garantizado, junto con el orden, la tranquilidad. Para el bárbaro expuesto a hambrunas caninas y a perennes inquietudes, la fuerza de una autoridad previsora y justa constituye la plena dicha.
Cuando el viejo Almagro acompañado del inca Paullo, intentó la conquista de la tierra, cruzó los páramos andinos y los desiertos por las vías imperiales que trazaron los Hijos del Sol. Las agrupaciones de viviendas de los atacameños congregaban familias, aunque pobres, tranquilas y felices, sujetos al régimen de trabajo de los súbditos del Imperio, a la obediencia de los jefes de tribu impuestos por el poder central, y a la estricta vigilancia de los visitadores regios. La vida se intensificaba allende el Paposo y el Cautín, pero la vida de simplicidad tan rústica que casi rayaba en la miseria.
Las márgenes de los ríos, cuyas escasas aguas empapaban el suelo en estrecha faja, ofrecían al agricultor escaso fruto, y solo el mar, con su abundante pesca, satisfacía las necesidades cotidianas. Copiapó aún no había revelado la riqueza minera que encerraba en sus cordilleras, las gentes del país apenas usaban otro metal, para sus utensilios y precisas herramientas, que la ordinaria tumbaga y el cobre, que importaban los collasuyos.
Los soldados de España, ante la visión de desiertos infinitos y de peladas cordilleras, de pobreza de suelo, y de gentes cuyo vocabulario, de ingratas lenguas, no contenían ni las expresiones con qué designar los metales preciosos, abandonaron ese país, ‘pelado y enfermo de miseria’ según el dicho de un cronista, y convirtieron sus ambiciones y ensueños al Perú; hacia ese Cusco paradisiaco que se ofrecía como tierra de promisión. En la prosecución de ese soñado ideal, vio el viejo conquistador apagarse su mala estrella y un cadalso concluyó con su esperanza.
Valdivia asentó el dominio de los reyes católicos y la imposición de la fe allende el Maule. Halló en los antiguos súbditos de los quechuas, valiosos auxiliares y, rechazando a los indómitos araucanos hacia el sur echó las definitivas bases de la colonización, elevando las ciudades de El Imperial, Concepción, Santiago y Valdivia. Más que la codicia del oro, desconocido en el país, movieron al conquistador sentimientos elevados: la gloria y el poder.
El destino no quiso que diera cima a su empresa, y el sacrificio en la carrera de sus triunfos cortó su camino de ascenso hacia la gloria, solo que la ironía de la suerte quiso hacer la grandeza de su fama, aunque póstuma, inmarcesible, dándole un cantor que, para ponderar su bélicas acciones y su constancia, idealizó la ferocidad del salvaje, haciendo de la confabulación de las hordas, acuerdo de patrióticos comicios, y del rencor y alevosía bárbaras, explosiones de valor heroico de las que son capaces únicamente nobles corazones.
Otros más felices que Pedro de Valdivia, de la simiente que este echara, habían de aprovechar mejor el fruto: Villagra y don Lope García de Castro concluyeron la pacificación del país; los indios de Arauco, fieros e indómitos, quedaron reducidos a las heladas regiones allende el Bío-Bío, es decir, a los antiguos límites a que los redujo la conquista incaica. Desde entonces comenzó para Chile la dominación de España. Pobre y mísero retazo de suelo agregado a los vastos y ricos territorios del Perú, la distancia a que se hallaban sus centros poblados del capital del Virreinato determinó su parcial autonomía.
La corona formó de esos territorios cuasi inservibles una Capitanía dependiente del gobierno del Perú, y, para satisfacer las urgentes necesidades de la nueva administración, imposibilitada de sostenerse con las entradas del país, ordenó que las Cajas Reales de Lima acudieran con su subsidio. Este fue necesario aun en la época del mayor rendimiento de su hacienda y bajo su mejor gobernante, el ilustrado y probo irlandés don Ambrosio de O’Higgins, que lo reclamaba urgentemente para el sostén de su gobierno e independiente del que se votaba para el socorro de las tropas y empleados en los presididos de Valdivia, Chilóe y Juan Fernández. La Memoria del Virrey La Croix, es, a este respecto elocuente.
Por más que una inmigración de gentes laboriosas, importadas de las provincias vascas, allegaran una base étnica favorable a la colonización de las nuevas tierras, es lo cierto que un maligno mestizaje habíase formado lentamente en las poblaciones chilenas. Pendencias y reyertas sangrientas, latrocinios y escándalos, provocaban la alarma de gentes pacíficas y motivaban las quejas de los gobernadores que pedían correctivo merecido a tamaños desmanes. Junto al rollo jurisdiccional, el garrote y la horca, alternaban, en las plazas de las ciudades de Chile, con las cruces que el celo religioso levantaba para recuerdo de misiones penitenciales.
Más tarde la ciudad de Valdivia vio elevarse el primer presidio para servir de reclusión a los desalmados; Chiloé asiló a una nueva colonia delincuente; Juan Fernández tuvo el estigma de sostener otra tétrica casa de reclusos. Eran los expulsados de los pueblos y ciudades colonizadas, barridos como gérmenes infectos, y cuya podredumbre se circuía entre los espesos muros de un presidio. Chile fue, por esto, mirado con recelo; sus sombrías ergástulas, donde se recogía el bandidaje de la América del mediodía, fueron una sima de la moral humana, en esos tiempos en donde el sistema penalista de las cárceles no llevaba a la regeneración sino al engendro de oscuras pasiones y de perversos instintos, que, lentamente, inoculaban los libertados en el cuerpo social donde la suerte los hacía ingresar.
No faltaron centros sociales ponderados en Santiago, Valparaíso, Concepción y El Imperial: gentes de rica estirpe se avecindaron a duras penas en las ciudades de Chile, cuando las necesidades en el servicio público de sus jefes de familia las obligaban a residir en el país por largo tiempo, pero su influencia no se dejaba sentir como el contrapeso a un desequilibrio moral que se acentuaba día a día. Hay que buscar en esas lejanas manifestaciones del alma colectiva los instintos amorales del bajo pueblo chileno, que se revelaron con caracteres de barbarie desenfrenada en el periodo luctuoso de la Guerra del Pacífico, y principalmente en los tristes días de la ocupación de Lima (1881-1883).
Hay que buscar también en esas pasadas urdimbres del alma colectiva, generada a base de una moralidad enfermiza, la hipocresía y falacia de la política chilena, el maquiavelismo de sus hombres públicos y la conducta escandalosa de su diplomacia que ha hecho de la mentira declaración cotidiana, del cinismo un hábito y del egoísmo regla de conducta.
Adosado Chile, entre la Cordillera y el mar y dueño únicamente de una faja de suelo que le daba escaso fruto para su sustento, por una ley histórica infalible que le impone la necesidad, hubo de buscar su expansión a costa de los hombres o los elementos.
Los fenicios del antiguo Oriente, dueños también de una faja de tierra ingrata y rodeados de poderosas monarquías y del mar, lanzáronse en sus bajeles a la conquista de os mercados del mundo, y lo que no pudieron sacar del suelo, lo extrajeron de las tierras ajenas, haciendo del egoísmo y la mentira la mentira suprema ley de su vida.
Chile tiene, como Fenicia, por barrera el mar y los ricos territorios de sus contornos: la expansión por la vía marítima, y la ruda labor industrial que pudo emprender con sus riquezas naturales y su ingenio, eran obra penosa. Inglaterra, la insular nación, de tierra también áspera, ingrata y estrecha para el hombre, en donde la labor perseverante y la tena faena, a base de propias energías y de conquistas de la inteligencia, han hecho la fortuna y la grandeza de sus hijos, no era para Chile ni modelo ni estímulo; mucho más fácil y rápido le era ganarse la vida y la satisfacción apropiándose sin mayor trabajo y seculares fatigas, de los bienes de extraño patrimonio. Su instinto, marcado por las leyes inflexibles de su psicología, no le hizo vacilar en la decisión: a la honradez y lealtad británica, prefirió la fe púnica de los semitas siriacos.
En las estrecheces de una vida así desesperada a fuerza de intensas privaciones, Chile proyectó el despojo a sus vecinos. Si no hubieran existido los depósitos de nitrato de allende el Paposo, la codicia de los chilenos hubiera tenido como tentación las pampas patagónicas. Una intensa vida agrícola en esas planicies australes los habría arrastrado a una lucha desesperada por su posesión y la secuela de calamidades que en el norte trajo el salitre las habrían provocado los pastales y humus del mediodía.
A la estrechez provocada por el ingrato medio se unía la exigencia de la vida institucional que imponía la república enormísima carga: presupuesto administrativo, mantenimiento de las milicias, sostén de escuadra y, por fin, ya en 166, con una orientación política definida, los preparativos bélicos para el asalto a las posesiones salitreras de Bolivia y Perú.
Iniciose entonces esa ocupación parcial y progresiva del litoral boliviano. En 1864 la audacia del gobierno hizo aprobar una ley que declaraba de propiedad nacional los guanos situados al sur del paralelo 23 que pasa por Mejillones. ‘Esta medida, dice un escritor chileno, importaba la declaración oficial de que el límite norte de la República pasaba por el grado 23°’. Lo curiosos en este poder legislativo es que la ley estaba en desacuerdo con la declaración constitucional que marcaba el desierto de Atacama y el río Paposo como su límite por el norte. Pero poco importaba a los hombres de gobierno en Chile esta disconformidad entre las leyes de demarcación territorial y sus declaraciones de propiedad sobre terrenos despojados. La invasión siguió ejercitándose año tras año. Donde se fijaba una explotación salitrera con capital chileno ya podía adivinarse un avance de soberanía. Bolivia, dueña del suelo, tentaba hacer valer sus derechos de dominio con las manifestaciones externas de gobierno y administración sobre tierra y pobladores, ‘sufriendo a diario la altanería de la población chilena que hostilizaba a las escasas autoridades bolivianas y se organizaba contra ellas en sociedades secretas de resistencia y ayuda mutua’, dice un honrado escritor chileno.
¡La conducta de Chile en sus relaciones con Bolivia desde 1864 hasta 1878 es un patrón de ignominia! Hoy, un avance en tierra ajena; luego una ley de extensión jurisdiccional; protesta de Bolivia; reclamación diplomática consiguiente, donde la sutileza, el maquiavelismo y por fin la altanería chilena se perfila; por fin, transacción entre el lobo y el cordero. El amor a la paz, el temor de nuevos despojos y la impotencia para contener a su contendor, poderoso, atrevido y resuelto, obligaron a Bolivia a ceder y ceder sin fin.
Chile, fuerza es confesarlo, tenía además en lo que llamaba el negocio de los salitres, un programa político fijo e invariable, que sus gobiernos cumplían sin vacilar. Bolivia, en continua anarquía, con gobiernos de hecho inestables, preocupados de su seguridad interior, ofrecía un ancho campo a la especulación de la oligarquía del Mapocho, que, ya con la amenaza, ya con la promesa, la adulación o la dádiva, arrancaba enormes concesiones que provocaban, de cuando en cuando, en el pueblo boliviano, justas iras.
Estas concesiones y los métodos empleados para conseguirlas llegaron a su colmo bajo el gobierno del boliviano Melgarejo, en el que la diplomacia chilena consiguió un espléndido triunfo: el tratado de 1866.
El ilustrado y probo escritor chileno don Francisco Valdez Vergara, juzga así la enorme injusticia de ese pacto, arrancados por medios tan indecorosos como vedados a políticos cultos y a pueblos cristianos. Dice así: ‘Bolivia había recibido afrentas de nuestra parte, tenía agravios que vengar. Era nuestro vecino inmediato en el litoral del norte, había discutido con nosotros exitosamente sobre la fijación de la frontera, y nosotros habíamos concluido esos litigios pactando un tratado de límites por medios que no fueron decorosos’.
Por más que Bolivia, después de la caída de Melgarejo, tratase de aminorar el mal impreso a su soberanía por el pacto del 66, cohonestando la intervención chilena más allá del paralelo 24, nada consiguió, y, tras dilaciones y engaños de la diplomacia chilena, se vio forzada a comprometerse en un nuevo arreglo (1874), en el que, aun suprimida la odiosa medianería de Chile en la explotación del salitre, conservó el límite del tratado del 66, es decir, sancionó el despojo llevado a cabo bajo la tiranía de Melgarejo.
La implacable voracidad chilena alarmó a los políticos del Altiplano, que buscaron entonces una alianza salvadora, y el mismo negociador boliviano del año 74, que había procurado una solución amistosa y definitiva con Chile, fue también el patrocinador de una alianza defensiva con el Perú, en guarda de la soberanía e integridad territorial de los dos países amenazados.
Que este pacto de alianza no tuvo fines agresivos ni lo inspiró un sentimiento egoísta, sino el deseo de conservar la armonía y la paz entre pueblos hermanos, lo han probado los hechos y un acervo de documentación incontrovertible y emanado, en gran parte, de los archivos de Chile y de la correspondencia oficial y reservada de sus hombres públicos.
Es interesante apuntar aquí lo que un honrado escritor santiaguino publica en el más intenso momento de la chilenización de Tacna y Arica. Al hacer el balance de la política internacional que siguieron el Perú, Bolivia y Chile antes de la guerra, se expresa así: ‘Es interesante anotar que el ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, Don Mariano Baptista, que desafió la impopularidad para imponer el tratado de 1874, que significaba la paz con Chile, fuera el mismo que un año antes como  Ministro de Relaciones exteriores del presidente Ballivián había prohijado el Tratado Secreto con el Perú, lo que prueba que ese tratado no era ofensivo, sino meramente defensivo, como lo dice él expresamente, ya que no es posible suponer tamaña discontinuidad en la acción de un solo hombre’.
Los incidentes diplomáticos que se siguieron entre Chile y Bolivia después de firmado el tratado de Alianza conocido por Chile desde su iniciación, prueban hasta qué punto llevaron los dos países aliados su buena fe en el trato con el detentador, y el profundo anhelo de conseguir una paz durable, Chile, en cambio, que aún conservaba superioridad naval respecto del Perú, se allanaba, hipócrita, a los arreglos, y, sin resolverlos definitivamente, dilataba, con suspicacia, su solución. Su política conciliadora cambió de repente, cuando sus dos blindados, ‘El Cochrane’ y el ‘Blanco Encalada’, surcaron aguas chilenas.
‘toda la política internacional gira en este tiempo, dice el chileno Vicuña Fuentes, alrededor de dos buques: mientras ellos todavía se construyen, el Perú interviene, exige, provoca, y Chile negocia, retarda, dilata, aparenta ignorar el tratado Secreto y se esfuerza en las soluciones de paz. Sus hombres dirigentes mostraron un talento extraordinario, una rara perspicacia, una prudencia exquisita y un firme, sereno y silencioso patriotismo (¿por qué no decir codicia?). En medio de dificultades y suspicacias, cuyo detalle es inoficioso, lograron pactar con Bolivia el Tratado de 1874’.
El tratado del 74, que, como hemos manifestado, no era sino la confirmación del pacto del 66, dejaba amplio campo a nuevas detentaciones y abusos.
Pero había llegado el momento de la acción. Chile, adeudado enormemente, urgido por la necesidad, empujado por la codicia, no pudiendo soportar ya el dispendio de una militarización cada vez más exigente, pretexta una lesión a sus intereses por el impuesto de 10 centavos sobre quintal de nitro, que creaba el parlamento boliviano; reclama airado, impone condiciones deshonrosas a la soberanía, amenaza con el ruido de sus armas, lanza un ultimátum imperativo y, sin usar ninguna formalidad diplomática, declara roto el tratado del 66 y ocupa militarmente Antofagasta.
La guerra a Bolivia quedó declarada; la intervención amistosa del Perú para evitar la contienda dio a Chile la ocasión de maltratar la dignidad y el honor nacional peruano. Dándose por sorprendido del descubrimiento del tratado de alianza, aseguró enfáticamente que este tenía por fin su ruina, y pretendió del Perú el incumplimiento de pactos solemnes, con la declaración de su neutralidad. Bien conocía Chile la solución de este dilema por el Perú. El rechazo de tan absurda pretensión encendió la guerra, y esta quedó declarada”.
 Fuente: Semanario HILDEBRANDT EN SUS TRECE.del 17 al 23 de febrero 2017                                                          

viernes, 3 de marzo de 2017

Indignación generalizada


Nuevamente una selección de futbol nacional, que participó en el campeonato Sudamericano Sub-17 en Chile, fue eliminada al perder ante Venezuela. En enero, en Ecuador, la selección sub-20 no paso a segunda vuelta. La selección de mayores está luchando en las eliminatorias Rusia 2018. Este 23 juega contra Venezuela y el 28 enfrenta a Uruguay. ¡Se clasificará nuestra selección de mayores! Al parecer no.
Triste fama la del Perú, número uno: en TID, falsificación de dinero, de expresidentes sospechosos de estar comprometidos en actos de corrupción y para poner la cereza en esta tremenda torta de vergüenza nacional, el Presidente Donald Trump ha colocado a nuestro país milenario, en la lista negra de EE.UU. sobre Lavado de Activos. ¿Habrá tenido que ver en esto la visita de Pedro Pablo Kuczynski? Creemos que no.
Los deudos del Mayor PNP Felipe Andrade Arroyo, están entristecidos por su violenta partida. Compañeros de trabajo, superiores y subalternos, expresaron que el fiel cumplimiento del deber fue norma de su vida. Murió asesinado vilmente, por un delincuente ranqueado y buscado. La población nacional preocupada se pregunta ¿qué está haciendo el gobierno por la seguridad ciudadana? Nada es la respuesta, o muy poco.
Familiares, su viuda y menores hijos lloran su ausencia, que no puede mitigar ni las condecoraciones, ascensos póstumos, ni pensión renovable, tampoco los discursos póstumos oficiales. El Mayor Andrade partió y ha dejado no solo perennizada su valerosa acción. Un ejemplo imperecedero y memorable, para todos y las nuevas generaciones de policías.  
Por otro lado, según encuesta realizada por Pulso Perú elaborada por Datum, la popularidad del presidente PPK está en caída libre, su nivel de aprobación desde Setiembre de 2016 en que alcanzó 65%, sigue bajando de manera preocupante, aunque él muy optimista asegura que están trabajando arduamente y por buen camino. Con optimismo se está enfrentando.
Esta encuesta indica que la aprobación de PPK alcanza 35%, 6% menos que en enero. Su desaprobación llega al 57%, lejos del 14% que tenía en agosto16, “muestra que en el nivel socioeconómico E se registra la mayor desaprobación (61%). El premier Fernando Zavala sufre una considerable caída (12 puntos porcentuales) y registra solo un 27% de respaldo. En este contexto, el 81% de los encuestados cree que debe haber cambios en el gabinete”.
En este referente, una situación límite para el gobierno, el mandatario no ha tenido mejor respuesta que, hacer cuestión de estado la interpelación al ministro Vizcarra, por errores propios del gobierno y que podría terminar o no, en una censura. Lo que critican los congresistas de Fuerza Popular es que PPK, sea muy ligero e irresponsable planteando situaciones que no se han dado.
Por otro lado, un adelanto del informe de la comisión de Fiscalización del Congreso sobre el gasoducto Sur, ha determinado que la conocida “pareja presidencial”. Ollanta Humala estaría implicado “por haber cometido los delitos de colusión y negociación incompatible por, presuntamente, ‘concertar’ y ‘encajar las piezas en el engranaje administrativo para favorecer a la firma brasileña y sus asociados´” (P21-3marzo17)
Por su parte la siempre locuaz y dueña de un extraño don de ubicuidad y muy activa en redes sociales, a Nadine Heredia se le sindica como cómplice de “colusión y de incurrir en el delito de usurpación de funciones”. Con lo que, tendrá mucho tiempo para reflexionar sobre su mal proceder y usurpación de funciones que, con anuencia de su marido ejerció.
Por otro lado, Eliane Karp, la no menos locuaz y lenguaraz para algunos opinólogos, desde su cómodo lugar de residencia en EE.UU., confirmó por las redes sociales que su “sano y sagrado”, no regresará al país. Apostrofó al partido de Keiko Fujimori acusándola de “mafia japonesa” y asegurando a los 4 vientos que “estos negociantes de cocaína están pagando para que un cholo no retorne a su tierra”. ¡Tremendo desparpajo!
Todo este escenario cargado de nubarrones negros, solo pueden desatar una tempestad política en el futuro y está dando lugar a que, un sentimiento de indignación se vaya apoderando del alma del pueblo, tantas veces burlado y ofendido, al que acuden los políticos tradicionales, solo en busca de su voto.
¿Es justificada esta actitud? Sí, ya van casi 200 años de vivir esta misma situación, en un país donde la burla y explotación de las merecidas expectativas y sueños de grandeza de nuestra gran nación, se han visto nuevamente burlados. Los responsables siempre han sido; con honrosas excepciones, quienes tuvieron la responsabilidad de gobernar el país.
La confianza ciudadana, que la población le brindó al actual mandatario en las últimas elecciones, poco a poco se está desvaneciendo, se está esfumando y eso es fácil de notar y constatar en los mercados populares. Cada fin de mes cuando se publican las encuestas. Se podría decir que, no solo es importante, tener fama de exitoso, sino demostrar que realmente es así.
Las organizaciones sindicales, los gremios empresariales medianos y pequeños, el SUTEP, las enfermeras, policías y soldados veteranos, son los grandes olvidados y los grandes afectados. De qué vale entregar todo su esfuerzo, sacrificio y sudor, en sus respectivos trabajos, si vemos que los encargados de resguardar la integridad y soberanía del poder, son los primeros que se meten al bolsillo dineros mal habidos.
La exhortación de Antauro Humala Tasso, termina con esta brutal sentencia “Lamentablemente fuiste mi hermano y camarada de armas¸ razón por la que -esforzándome- te hago este último exhorto que, ojalá, sigas: SUICÍDATE. Esto es lo mejor que te tocaría hacer, en caso tengas una pizca de dignidad aún”. El padre de ambos, Isaac Humala ha expresado su acuerdo con el pedido del hijo menor, preso en Chorrillos.
Lo que la población nacional percibe del actual mandatario es su falta de liderazgo, su ductilidad y rapidez en realizar declaraciones que su Primer Ministro debe interpretar. Ya es hora que el Congreso soberano, haga realidad esa gran propuesta de Francisco Diez-Canseco Távara, presidente de Perú Nación y del Consejo por la Paz; es decir, la creación del Consejo Nacional de Moral Pública que permitirá “moralizar a los moralizadores al crear inicialmente tribunales de honor en el Ministerio Público y el Poder Judicial para eliminar a los corruptos”.
Estos tribunales se encargarían de juzgar a las integrantes de las instituciones encargadas de la moralidad púbica. Así, se evitaría que los actuales organismos de control interno del MP y PJ, que, es muy poco lo que realmente controlan, debido a que su imparcialidad es cuestionada, porque existen relaciones amicales, intereses y compadrazgo, lo que limita el accionar de sus autoridades internas y eso constituye “un elemento de distorsión  y de promoción de la inmoralidad”.