Australian War Memorial

Australian War Memorial
EXTERIOR DE MEMORIA DE LA GUERRA-AUSTRALIA

viernes, 13 de julio de 2012

El Túnel del tiempo(1880)

Espía Holger Birkedal al servicio de Chile. (1880)
N de R:

El ingeniero dinamarqués  Holger Birkedal fue reclutado por Vicuña Mackenna. Le fue conferido el grado de sargento mayor de ingenieros del ejército chileno y enviado a Lima para espiar a favor de Chile, con la anuencia del señor Vergara, Ministro de la Guerra.

Holger Birkedal, quien había trabajado en Perú, en el ferrocarril de Cajamarca, luego en Lima y posteriormente en Tarapacá. Ofreció sus servicios al gobierno chileno y realizó actividades de espionaje en nuestro territorio. Aunque inicialmente fue capturado por actitud sospechosa, fue dejado en libertad por falta de pruebas después de 17 días de prisión.

Birkedal supo reclutar informantes y colaboradores extranjeros y nacionales, quienes lo ayudaron inconscientemente e interesadamente por dinero y contribuyeron con sus actividades de espionaje. El espía utilizaba una coraza real, no necesitó una historia ficticia  y utilizó una serie de procedimientos en su búsqueda de informaciones.

Disponía de un plano de tela transparente de Lima, Callao y Chorrillos, que actualizaba diariamente en su alojamiento, con los datos que obtenía de su reconocimiento y el de sus informantes y lo guardaba en su cuerpo para protegerlo. Su astucia lo ayudó para salir de Lima y le valió ser ciudadano de un país neutral cuando le pidieron empuñar las armas a favor de Perú. Le dieron un plazo perentorio para abandonar el país y así lo hizo. Huyó llevando información valiosa que fue hábilmente utilizada posteriormente en la campaña de Lima por los chilenos.

La historia

El 23 de diciembre próximo pasado llegó a Santiago procedente de Arica, el ingeniero dinamarqués Holger Birkedal. El señor Birkedal es un ingeniero que en 1870 trabajó en el ferrocarril de Cajamarca, después estuvo en Lima y por último en Tarapacá, donde trabajó en el ferrocarril de Patillos Lagunas.

Pertenece a una familia distinguida de los súbditos de ese anciano Rey Cristian IX, cuyas hermosas hijas ocupan los principales tronos de Europa, inclusive los de Inglaterra y Rusia, Jorge, actual rey de Grecia, es también hijo de Cristian IX.
Declarada la guerra el señor  Birkedal simpatizó de todo corazón con nuestra causa y quiso tomar un puesto en las filas del ejército.

El señor Vicuña Mackenna lo presentó al Ministro de la Guerra, señor Vergara, a fines de  agosto de 1880. En esa entrevista, se acordó dar al señor Birkedal el grado de sargento mayor de ingenieros del ejército chileno y, como a tal, confiarle una comisión importantísima y peligrosa.
Se le encomendó que fuese a Lima para hacer estudios:
1.    Sobre el sistema de defensa de Lima y sus alrededores.
2.    Sobre el armamento de los defensores.
3.    Sobre las baterías.
4.    Sobre el estado moral de sus tropas y habitantes.

Acto continuo el señor Birkedal se puso a meditar el plan que debía facilitarle el feliz éxito en esta misión de confianza y delicadeza.

Se le dejó en completa libertad para manejarse, encargándosele, únicamente, que no escribiese una sola línea desde el campo de los enemigos, puyes que su informe debía darlo después de terminada la comisión. Debía retirarse de Lima en el momento en que sus observaciones hubiesen sido terminadas.

Fue a Valparaíso, y el señor Eulogio Altamirano expuso un plan, que consistía en hacerse extraer del vapor inglés en el Callao, por la escuadra chilena, y apelar enseguida a su Cónsul dinamarqués en Lima; pero a esto objetó  aquel funcionario que esa extracción de una nave neutral podría originar reclamaciones.

Mr. Birkedal meditó otro plan y este fue el siguiente:
Cuando trabajaba en el ferrocarril de Cajamarca había conocido en Pacasmayo a un ingeniero que después se casó con una señorita de acaudalada familia y que tenía mucho prestigio en Lima.
Tomaré el tren para Chimbote, se dijo, y de allí iré a casa de ese amigo, le diré que ando buscando trabajo, porque en Chile todo anda mal; él me recomendará a Lima y entonces puedo perfectamente examinarlo todo.
Se embarcó en el Lontué, capitán Potts.
Como mientras más pronto llegara a Lima sería mejor, en el camino de Valparaíso a Chilca se fue dibujando todos los puertos para que si algún espía peruano fuese a bordo del vapor lo denunciase.

Así fue. En Pisco un espía mandó el denuncio a Lima y en el acto se ordenó la extracción de Mr. Birkedal, la que se efectuó en Chilca. Marchó a Lima seguido de un fiel bulldog que inspiraba tanto temor a los peruanos, que una vez dijo uno: lo que es yo no me allego, estos perros son más bravos que los chilenos.

Como no se encontró en poder de Birkedal ni papel ni objeto sospechoso, se le puso en libertad después de hacerle apurar hasta las heces los tormentos de la prisión en inmundo calabozo durante 17 días, en que constantemente llegaban a verlo hasta niñas decentes que decían en alta voz: ¿Cuándo pues, fusilarán a este gringo espía?.
Ya en libertad se le hicieron muy amigos dos personajes muy celebres, dos tipos característicos: uno se llamaba Antonio Carrasco, y era sargento mayor del cuerpo de ingenieros, Adolfo Beck, noruego de nacionalidad, verdadero caballero de industria que en todas partes metía su cuchara, y que por ser entrometido sabía más que un cronista.

Ambos vivían de gorra; así es que apenas vieron a un individuo extranjero y que les convidaba comida, almuerzo, copas y plata en el bolsillo, no se le despegaban, y era de ver como lo atendían con ciego servilismo. Era lo que Mr. Birkedal necesitaba. Diariamente salía con ellos en coche y lo llevaban a todas partes explicándoselo todo.

Mr. Birkedal se hacía el distraído, pero todo lo retenía en la memoria, sin escribir, empero, una sola línea. Es de advertir que su memoria era prodigiosa. Es también un excelente dibujante. Por eso lo único que tuvo cuidado de llevar consigo fue un plano de todos los fuertes de Lima, Callao, Chorrillos y demás obras de defensa de alrededores. Todas las noches agregaba datos a este plano, hecho en tela transparente y lo guardaba enseguida en el pecho extendido entre la camisa y la camiseta.   

Lo más curioso es que Carrasco y Beck eran dos espías que habían puesto a Mr. Birkedal, pero espías sin una blanca. Así es que por gozar del dinero de su víctima se convirtieron en sus más adictos servidores. Verdad también que Carrasco era cándido y Beck tan refinadamente pillo, que Mr. Birkedal hacía cera y pabilo de ambos sin aflojar nunca carta.

También conoció a otros ingenieros, a Montero, a Casós, y así rectificaba sus datos hasta quedar completamente seguro de que eran matemáticamente exactos. Pudo, pues, saber  dónde estaban las minas, su número, la dotación de las fortalezas, número y calibres de los cañones, personal y efectivo del ejército, inconvenientes de los caminos, en fin, todo lo necesario para conocer las ventajas del ataque y la defensa.
Supo más de lo necesitaba y más de lo que se le había pedido.

Y bien ¿Cómo salir ahora de Lima?
Y ya era necesario salir porque terminaba Octubre y la expedición chilena se aprestaba para ir a Lima. Su buena estrella y astucia lo ayudaron. Dijéronle que era preciso que tomara un puesto en las filas de los defensores, a lo que se negó terminantemente diciendo que era neutral y que prefería abandonar el país. Le dieron un plazo perentorio para que se trasladar a Chilca a esperar el vapor que pasaba para Panamá.

Así lo hizo, y después de muchas peripecias llegó a Chilca donde por 17 libras un italiano lo llevó a alta mar para esperar el vapor. En la chalupa, que tenía dos velas, iba además un cholo chorrillano. Una vez en alta mar, Mr. Birkedal dijo al italiano que lo llevase a la escuadra americana fondeada en el Callao y que pagaría bien.
-       Pero, señor, si por aquí anda cruzando el Angamos y puede tomarnos prisioneros.
-       No hay cuidado, soy neutral y pago bien.

Al amanecer apareció el Angamos, que en el acto se fue sobre ellos a toda fuerza de maquina. Mr. Birkedal puso en uno de los palos una camisa blanca en señal de parlamento. Se acercó luego un bote, y entonces Mr. Birkedal dijo al italiano.

-       Yo soy oficial del ejército chileno; pero no tenga Ud. el menor cuidado: mi Gobierno lo ocupará. Yo le pagaré el valor de su chalupa.

El italiano no tenía más que aceptar. En cuanto al cholo, se puso a llorar a lágrima viva. Una vez al habla con el oficial chileno, Mr. Birkedal se dio a reconocer y fue llevado a bordo del Angamos, de donde pasó a conferenciar con el Almirante, que lo mandó a Arica en el Tolten.

En Arica entregó al señor Vergara los planos y datos recogidos, explicándolo, explicándole todo con prolija. El señor Ministro quedo muy satisfecho, y partió al Norte llevando tan preciosos datos. El italiano fue de guía de nuestra escuadra y ha servido admirablemente con sus conocimientos.

Mr. Birkedal ha prestado un servicio muy grande a la Nación y ha dado repetidas pruebas de valor, sangre fría, astucia y actividad. Más tarde esperamos tener más datos de Mr. Birkedal, que en Lima consiguió engañar a todos, incluso Piérola.
Notas:
Ahumada, Pascual. Guerra del Pacífico. T V. págs. 240-241. IMPRENTA ILIB. AMERICANA. Edic. 1888.

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