Si despertara Víctor Hugo el autor
de la obra cumbre de la literatura francesa “Los miserables”, novela de corte
romántico y cuyo argumento es “un razonamiento sobre el bien y el mal,
sobre la ley, la política, la ética, la justicia y la religión”, con
seguridad, encontraría en el escenario nacional actual, nuevos protagonistas
para su magistral obra.
El afamado escritor español-peruano
Mario Vargas, nuevamente demuestra un odio visceral sobre su antiguo adversario
electoral el expresidente Alberto Fujimori. Se puede inferir que no está
contento con verlo preso, él desea que Fujimori muera en prisión. Esta posición
ha sido aplaudida por los organismos de derechos humanos y toda la caviarada
nacional que se aúpa y admira al nobel.
Mario Vargas, con una gran dosis de
inspiración, digna de una novela de venganza y odio apostrofó “El gobierno no debe ensuciar su gestión
sacando a la calle a una persona que tuvo juicios absolutamente respetuosos de
la legalidad e impecables. Ha sido condenado por crímenes contra los derechos
humanos y por robos cuantiosos de los cuales el Perú no ha podido recuperar
sino apenas la mísera cantidad de 180 millones de dólares”. Se saca a
la calle a las mascotas y no a las personas.
Un buen manejo del lenguaje y su
fraseología. Lindas las “palabras mágicas” y las de “connotación positiva” para
valorar el juicio en general. Una sentencia injusta para un sector mayoritario de la
población. Infelices las de connotación negativa, por desinformar a la opinión
pública internacional y nacional sobre la sentencia. Él sabe que nunca fue sentenciado
por derechos humanos.
El escritor, hasta el presente arrastra
su derrota de hace 22 años frente a un desconocido, un ciudadano peruano de
segunda generación como dijeron del chino. Mantiene en el corazón, la llama
viva del resentimiento y odio irracional, contrario a la lucidez de su inspiración,
para crear mundos posibles, que le han servido para obtener trofeos
internacionales. Alimentando su ego y soberbia hasta la estratosfera. ¿Cuánta lastima
inspiran estos seres de espíritu malsano?
Pero, al escritor candidato
presidencial hace dos décadas, el pueblo sabio le dijo no y eligió a Fujimori
masivamente. Los artífices de esta olímpica derrota, fueron los ciudadanos del
Perú, quienes vieron en Vargas un peligro en su programa de gobierno. El pueblo
peruano eligió y no se equivocó, decidió por el “chinito” y el país se recuperó
de la catástrofe aprista, logró la paz con Ecuador, venció a la subversión y
sentó las bases económicas de lo que hoy se está cosechando.
El Dr. Honoris Causa de innumerables
universidades extranjeras, ejerce también la medicina, no lo sabíamos hasta
hoy. En un rapto de inspiración digna del mejor oncólogo del planeta, ha
asegurado con certeza que Fujimori está más sano que él. Con seguridad es así, Alberto
Fujimori está completamente sano del corazón y de su espíritu, porque es
incapaz de guardar rencor a sus inquisidores, verdugos y carceleros.
El escritor ha dicho no a la
entrevista a Fujimori, respaldando a un funcionario de tercer nivel, trasgrediendo sus derechos constitucionales. Pérez Guadalupe del INPE, tendrá sus razones y
con seguridad estaría respondiendo a instrucciones de sus jefes: Rivas y
Jiménez.
Sin embargo, la verdadera razón
para no aceptar la entrevista es que, el
pueblo peruano apreciaría los efectos de
la dolencia. Esta percepción sería un búmeran para sus enemigos: políticos,
escritores, periodistas, la caviarada, así como una grave responsabilidad de este
gobierno que se debate en la duda existencial, de obedecer a su conciencia o a
sus consejeros y mentores como el escribidor. Una cachetada en el rostro a los
farsantes que se llenan de billetes verdes, con el tema de los derechos
humanos.
Aquellos personajes minúsculos, que
hoy demuestran su animadversión por el indulto a Fujimori, nos recuerdan, a
otros del pasado que anidaron y compartieron juntos los deseos malsanos de rencores malignos y al enfrentarse en la hora
final de sus vidas vacías a la muerte, se vieron como aquellos individuos, que
jalan sus ataúdes por calles y plazas buscando la aceptación popular, el
reconocimiento público y el perdón de sus pecados para morir en paz.
El escribidor dejó sentada su
opinión. Habló el admirado escritor cuya palabra para sus seguidores es un
dogma. Habló la conciencia moral del país. Habló el pastor y las ovejas
descarriadas, con seguridad seguirán balando de alegría a su alrededor y siguiendo
sus consejos. Habló el oráculo de Delfos hecho Perú. Esperemos que el
presidente Ollanta Humala, no se deje
amedrentar por la opinión del escritor, aval y mentor del gobierno.
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