Conocida la declaratoria de guerra
por parte de Chile publicado por la prensa de nuestra capital, de inmediato la
ciudadanía capitalina acudió a un gran mitin, organizado en la plaza de Armas
de la capital, en la que diferentes oradores hicieron uso de la palabra, para
referirse a un hecho que a todas luces iba contra el sentimiento americano.
El diario La Patria del día 6 de abril, hace conocer el desarrollo de un
metting (mitin) en contra de la declaratoria de guerra de Chile. Decisión justificada en la existencia de un tratado secreto, entre Perú y Bolivia.
Tratado, no muy secreto, pues se conoce que Chile por su muy activo servicio
diplomático en Bolivia y Argentina, tomó conocimiento de este hecho de inmediato.
“Grandiosa e imponente ha sido la
reunión que ha celebrado hoy el pueblo de Lima.
Más de diez mil ciudadanos han
concurrido a ella, no es posible pintar el entusiasmo y sentimiento que los
dominaba.
Se pronunciaron notables y
elocuentísimos discursos, sobresaliendo en todos ellos la verdad y el
razonamiento, sin ese ridículo ropaje patriotero y chillón que estilan los
oradores del Mapocho.
Algunos de esos discursos fueron
improvisados, tal como el que pronunció el señor Casos, que fue una verdadera
conferencia histórica de la política insidiosa que ha observado Chile respecto
de los demás pueblos Sudamericanos.
Recordando los hechos legendarios de
nuestra independencia, el orador, hizo una breve pero elocuente narración de
los beneficios que la República Argentina había rendido a la patria de los
reivindicadores, y el pago que estos habían dado a su abnegación y sacrificios.
Parangonó, en seguida, esos
procedimientos respecto del Perú, e hizo importantes revelaciones sobre los
desleales y traidores manejos de la cancillería chilena en época en que nos
profesaba fraternidad y americanismo.
El señor Casos tuvo momentos
felicísimos en que arrebató de entusiasmo a sus oyentes. El antiguo tribuno de
nuestras asambleas, conserva toda la inspiración y brillante elocuencia de sus
mejores años.
En los instantes en que iba a dar
principio el meeting, se presentó la colonia colombiana, trayendo a su cabeza
la gloriosa insignia de su patria, a la que acompañaban desde lo más humilde
hasta lo más selecto que tiene aquella.
A nombre de esa laboriosa e
inteligente colonia, con cuyo generoso apoyo cuenta siempre el Perú en sus
momentos difíciles, habló el señor Pinillos. Sentimos no haber podido obtener
su discurso que fue uno de los más notables entre todos los que tuvimos el
placer de escuchar.
He aquí los nombres de los señores
que tomaron la palabra:
Lizardo Montero, Alejandro Arenas,
Lorenzo García, Cesáreo Chacaltana, Ricardo Espiell, Fernando Casos, Delgado,
teniente 2° de marina, A. Villarán, en verso, Y algunos otros señores.
En la plaza: Dr. Dulanto, Chacaltana
A, Castro C, Pereira y otros.
La concurrencia era tan inmensa y se
hallaba tan repartido, que sucedía que dos o tres oradores hablaban a la vez en
distintos puntos de la plaza, de manera que no hemos podido nota exacta de
todos los ciudadanos que hicieron uso de la palabra.
Terminados los discursos en la plaza,
gran parte de la concurrencia se dirigió al monumento del 2 de mayo, los
restantes a la Plaza de Bolívar. Damos a continuación algunos de los discursos
pronunciados.
El deseo de dar cuanto antes a luz
nuestro número, nos obliga a reservar para mañana todas las consideraciones a
que se presta la importante y patriótica reunión que se ha verificado hoy:
El
señor alcalde del H. Consejo Provincial, contra-almirante don Lizardo Montero,
dijo.
“Conciudadanos:
El Consejo provincial que tengo la
honra de presidir, os aguardaba, y os contempla orgulloso de vuestro
patriotismo. Este meeting asegura los triunfos de mañana, no es la reunión de
muchedumbres tumultuosas a quienes devora la sed de sangre: es la solemne y
grandiosa asamblea de los hijos de esta patria que supo siempre hermanar su
indomable valor y la santidad de la justicia.
Conciudadanos: Como Alcalde provincial,
de Lima, os doy la bienvenida a esta reunión, como soldado os pido este mismo
ardimiento, esta misma decisión, para exclamar hoy y siempre viva el Perú. ¡A
las armas y al combate, Hasta el día de la victoria!”.
Conclusiones
aprobadas en el Meeting de hoy.
EL PUEBLO DE LIMA.
Considerando
1° Que los actos practicados por el Gobierno
chileno, desde la violenta ocupación del litoral boliviano hasta la
declaratoria de guerra al Perú, importan una amenaza a la soberanía y a los más
sagrados intereses nacionales.
2° Que los momentos actuales es necesario
rodear al gobierno, sin distinción de colores políticos, y robustecer su
autoridad, para defender con eficacia la honra y los intereses nacionales.
Resuelve:
1° Protestar en nombre de la justicia, de las civilizaciones
y de la confraternidad americana, de los procedimientos con que el gobierno de
Chile viola sistemáticamente estos tres principios sagrados.
2° Declarar que comprende y está resuelto a
cumplir, sin restricción de ninguna especia, los deberes que el patriotismo y
la situación le imponen.
3° Poner estas declaraciones en conocimiento
del supremo Gobierno, para que sepa que puede contar con el patriótico concurso
del pueblo de Lima, ya se trate de las personas o de sus bienes.
Discurso pronunciado por el doctor
don Alejandro Arenas.
“El Consejo Provincial me ha honrado
con la Comisión de hablar en su nombre al pueblo de Lima en esta solemne
manifestación. Difícil es cumplir satisfactoriamente ese encargo, no solo por
la importancia de la corporación de que procede, sino también por su propia
naturaleza.
¿Cómo excitar más el patriotismo de
un pueblo valiente y generoso y que se ve amenazado por una guerra de
exterminio? ¿Con qué palabra podría manifestar los sentimientos que me dominan
en este momento, que son los de todos los que me oyen? ¿Cómo podré significar
la indignación que siente todo peruano por las provocaciones insolentes de la
prensa y del pueblo de Chile; por los ultrajes hechos en Valparaíso y
Antofagasta al glorioso símbolo de nuestra soberanía? ¿Cómo interpretaré
fielmente el deseo universal de vengar ofensas y la firme resolución de hacer
la guerra hasta sus últimos límites?
No puedo proponerme el alentar el
patriotismo, ni excitar el entusiasmo, cuando ambos han llegado a su más alto
grado. Debo recordar hechos que revelan lo que exijen la seguridad y el
porvenir del Perú.
Esta guerra insensata de parte de
nuestros enemigos, tiene por origen el odio y mezquinos intereses de los que
siempre ha abrigado Chile y que ahora explotan en su provecho los negociantes
que dirigen los destinos de ese pueblo. Antes que combatir y que vencer
procederá a atacar pueblos indefensos.
El fin que se persigue el
aniquilamiento de nuestro poder en la América y de nuestras riquezas, para
satisfacer el deseo de adquirir de un pueblo excepcional por su egoísmo y de un
gobierno mercantil.
El Perú, siguiendo su política
tradicional, combatirá hoy como siempre por los derechos y los intereses de la
América, derramará la sangre de sus hijos, gastará sus riquezas y agotará sus
elementos en defensa de la integridad de Bolivia, de la de los demás Estados
Hispanoamericanos.
Chile a su vez, sigue también su
política tradicional, se apodera del litoral indefenso de una República vecina
y sostiene el mismo principio que invocó la España en 1864.
He aquí la verdadera situación del
Perú y la de Chile. Ella nos indica lo que debemos hacer y lo que tenemos que
esperar.
Unir nuestros esfuerzos en defensa de
la Patria ultrajada y amenazada, contribuir a su defensa con nuestras personas
y recursos pecuniarios, olvidar en olvidar en lo absoluto nuestros
resentimientos y querellas políticas. He aquí lo que lo que la Patria exige, lo
que el deber impone y lo que el sentimiento nacional facilita en los días de
prueba.
Tengamos fe en el valor de nuestra
marina y de nuestro ejército, en el patriotismo de nuestro pueblo, y en que
combatimos al presente por el mismo principio que el 2 de Mayo de 1866. La
victoria será nuestra; porque ella acompaña siempre al valor sewreno, al entusiasmo
tranquilo, a los pueblos que tienen conciencia del derecho que defienden, y que
obran inspirados por el más puro patriotismo”.
El
señor Chacaltana (Cesáreo)
Ciudadanos:
“Hace cincuentaiocho años que este sagrado
recinto y en torno de la bandera patria, juraban nuestros libertadores, hacer
todo género de sacrificios para llevar a cabo y sostener en toda época la
independencia y honor peruanos.
Fieles a ese sagrado juramento
volvemos hoy a reunirnos, para aceptar, con la resolución del mártir y el generoso
desprendimiento del patriota, la loca provocación que nos hace Chile: ese país,
que después de haber inundado de aventureros al resto de la América, se lanza
ella misma en el torbellino de una política de aventuras.
Hace mes y medio que, agazapándose en
las costas de Atacama, como el tigre que espía su presa, acechaba el momento en
que más desprevenida estuviese Bolivia para acometer el salteo que deslealmente
consumó el 14 de febrero.
Nuestro corazón americano se sublevó
ante ese ultraje sangriento hecho a la moral, a la civilización y al derecho.
De nuestros labios brotaron palabras de ardorosa simpatía en favor de una
hermana indefensa cuyo había sido impíamente profanado.
Chile, que durante treinta años había
trabajado secretamente contra nuestro país, creyó llegado el momento de llevar
a cabo sus inconcebibles planes de desmembramiento; planes inspirados por la
codicia, alentados por el desde que siempre nos han inspirado sus balandronadas
y puestos en planta por una escuadra que en el río Santa Cruz no pudo hacer
frente a dos cañoneras y un blindado.
Estos son, en resumen, los móviles y
el significado de la declaratoria de guerra que Chile nos ha hecho.
¿Hay en ello algo de extraordinario o
de improviso?
No, señores. Chile ha sido en toda
época el gran traidor de la América y el más insigne conspirador contra la
estabilidad de los gobiernos regularmente establecidos en los estados
limítrofes o vecinos.
Cuando la República Argentina
estaba…comprometida en una guerra…, Chile lanzó contra ella al conspirador
Varela, dándole armas, pertrechos y buques.
¿Por qué hacía eso?
Para levantar en ese suelo generoso
un gobierno que, como el de Melgarejo en Bolivia, recompensara sus esfuerzos
obsequiándole un pedazo de territorio, el estrecho de Magallanes quizás.
Más o menos, en la misma época,
incitaba Chile al Ecuador a que buscase querellas al Perú.
En 1872 esa nación ofreció a Quintín
Quevedo dinero y elementos de guerra
para derrocar al gobierno de Bolivia, exigiéndole como en recompensa la
cesión hasta el Loa, del litoral boliviano, y garantizándole su concurso para
arrancarle al Perú una parte de su costa.
Hot que todos estos hechos se van
aclarando ante el gran tribunal de la conciencia americana, es necesario que
sepa el mundo libre, que si la afortunada Cuba ha sucumbido después de heroicos
esfuerzos, quedando atada al carro triunfal de la España, Chile tiene una gran
responsabilidad por tan desgraciado resultado.
Cuando el gobierno del Perú reconoció
la independencia de Cuba, había obtenido promesa formal del representante
chileno, de ayudarlo en sus esfuerzos para conseguir la libertad de la heroica
Antilla. Es del dominio del mundo, incluso de la España, que nuestro país
estaba resuelto a apoyar con dinero y elementos de guerra a Cuba. Llegado el momento
de enviarlos se le preguntó a Chile cuál era el concurso que ofrecía. Contestó
¡que daría su influencia diplomática!
Si aquello no fue una burla, digna
del mas alto desprecio, reveló que en ese país el mercantilismo y la codicia
habían borrado hasta las huellas de todo sentimiento generoso.
¿Por qué pues, nos hemos de admirar
de la serie de escándalos que Chile está dando al mundo?
Su declaratoria de guerra a nuestro
país es un designio de la Providencia, que sin duda quiere dar al Perú la noble
y altísima misión de hacer desaparecer de las aguas del Pacífico, esa bandera
manchada por tanto crimen.
Cada vez que nuestros buques han
surcado el océano, para purgar los mares de esos piratas disfrazados de
guerreros, el triunfo y la gloria han coronado los esfuerzos de nuestros
valientes marinos.
Hoy como siempre, o triunfarán o se
hundirán.
Ellos forman la vanguardia de un
pueblo que ha aceptado la guerra, para sepultar en la ignominia a esa nación,
lanzada en medio de la América como un castigo; de esa nación que, si consiguió
con la grandiosa ayuda del argentino, rompen las cadenas de una esclavitud de
trescientos años, no ha podido aun desviar el látigo inflamante que sobre las
espaldas de su pueblo tiene suspendida la justicia.
Esos mares que representan las
lágrimas de todas las generaciones que vivieron bajo el yugo de los
conquistadores, serán una vez más, testigos mudos de los sacrificios y de las
glorias del Perú.
Mientras ellos se consuman,
protestemos contra la conducta de Chile, con la nobleza que corresponde a un
pueblo, que durante medio siglo ha servido de invencible baluarte a la libertad
americana”.
El
señor Dr. D.R.M. Espiell.
“La solemnidad de esta grandiosa
manifestación anuncia al mundo, con la poderosa voz de un pueblo entero, y, le
acredita con la eficaz elocuencia de los hechos, que hemos recogido el guante
de guerra que, en mala hora para él, injusto retador nos arrojará.
El Perú está de pie; ¡Un solo
espíritu lo animal Sereno, firme y altivo y, con la conciencia de su derecho,
cumple ya entusiasta su deber!
Nuestro sincero anhelo por la
tranquilidad de la América ha sido interpretado como impulso de amor a
mezquinos intereses; nuestra fraternal y caballerosa intervención, como medida
de intrigante falaz, y estimada, ha sido, nuestra prudente conducta como
encubridora de un ánimo cobarde.
Pero ya nos ven armados y nos tienen
a su frente: un instante nos ha bastado para lanzarnos a la lid, y cual Limase
presenta hoy ocupando su puesto, al frente de la República, así toda esta
ofrecerá a su audaz contraria miles de pechos que reciban sus golpes, miles de
brazos que airados se los devuelvan y supremos recursos que sostengan la lucha.
¿Pero de qué sacrificio no podemos
ser capaces?
¿Han muerto acaso nuestras glorias de
Pichincha, de Junín y de Ayacucho? Se han marchitado, por ventura, nuestros
frescos laureles de Abtao y el 2 de Mayo?
Compatriotas:
Lima ha recibido echando a vuelo sus
campanas el reto que nos llama a un combate para él que nos estábamos
apercibidos; y al anunciar con regocijo la nueva prueba que a nuestra patria se
impone, Lima, orgullosa y contenta, en 24 horas, se desprende de 10 millones
que arroja a las arcas públicas y sus hijos se disputan el favor de un puesto
en las legiones que mantendrán nuestra honra.
Y no hay pueblo en el Perú capaz de
abanderar el camino que su capital le traza y que no rivalice con ella en
abnegación y sacrificios.
Esta es nuestra República Ella no
necesita emitir bonos de un miserable empréstito que no se cubre en dos meses;
no fija banderas de enganche para traer soldados a las filas de su ejército, ni
mucho menos cercana en pro de sus oficiales que manda a campaña-He aquí
comparados los dos pueblos. Rapaz avaricia, sórdida envidia, artera alevosía,
manifiesta el uno; noble entereza, apacible bondad, generoso desprendimiento,
distinguen al otro.
Nuestro pueblo no exalta su ánimo con
jactanciosas vociferaciones, se alienta en la conciencia de su propia dignidad
y su valor no se sostiene con la efervescencia de menguado apasionamiento.
Los procaces insultos y la insidia de
siempre, su reto de ayer y sus alevosos ataques de mañana, no deben
sorprendernos. Chile sigue lógicamente la conducta que le inspira, con
corroedora constancia, su envidiosos corazón; y mal puede resignarse jamás al vernos
disfrutar de riqueza, a pesar de nuestra prodigalidad; de progreso y engrandecimiento,
no obstante, nuestras desgracias y discordias; y de gloria y de poder, a costa
de nuestro valor y nuestra sangre”.
El
señor Dulanto a nombre de la facultad de Medicina, dijo:
“El pueblo de Chile que, con mengua
de su propia dignidad, pisotea y enloda hoy, los baluartes que sus padres le
conquistaron ayer en Chacabuco y Maipú, acaban de encarnecer la civilización
del siglo XIX con la traidora y alevosa ocupación de Antofagasta.
El pueblo de Chile que, sin decoro ni
vergüenza, salta hoy villanamente por encima de la moral, de la justicia y del
derecho, acaba de romper también la preciosa confraternidad americana que a
fuerza de tantos sacrificios como heroísmo fundaron San Martín, Sucre y
Bolívar.
El pueblo de Chile, señores,
hambriento de riquezas y dispuesto como siempre a tomarse lo ajeno por la razón
o la fuerza, no escucha jamás los consejos del amigo, si tienden a moralizarlo;
y para mayor vergüenza de sus hijos, paga con negra ingratitud nuestra leal y
sincera mediación de paz, en su presente conflicto con Bolivia.
La cancillería chilena, que
parodiando el 14 de febrero último, en los desiertos de Atacama, la torpe y
ridícula conducta de Pinzón y Mazarredo, en las islas de Chincha, el 14 de
abril de 1864, pretende a título de reivindicación ensanchar sus dominios, por
el norte, hasta el grado 23, al ver sin duda que los valientes hijos de Bolívar
y los vencedores del 2 de Mayo de 1866, jamás cometerán un robo tan descarado,
podemos hacerle conocer muy pronto, a sus huestes de mar y tierra, la misma
suerte que corrieron las naves de Mendes Núñez en las aguas del Callao.
Chile, señores, que ayer no más se
cruzaba de brazos, y humilde recibía el bofetón, que la España le diera, en
Valparaíso, cobarde y deshonrosamente huye hoy de santa Cruz, para precipitarse
luego, cual el ave de rapiña, sobre un territorio indefenso de Bolivia.
En Valparaíso y santa Cruz estaba la
honra solo, pero no había salitre que explotar. La honra de los chilenos está,
señores, en el bolsillo.
Chile, señores, que en todas sus
empresas no busca más que el tanto por ciento, quiebra hoy, sin pudor, su
amistad con el Perú, sus periódicos nos insultan, su plebe destroza nuestro
escudo en Valparaíso y Antofagasta, y su gobierno arroja en nuestra faz el
guante de desafío de guerra, quiere Chile guerra y guerra es preciso llevarle
hasta el centro mismo de su poder.
A las armas, pues, compatriotas, y no
olvidemos jamás que aquella bandera, emblema de nuestra nacionalidad, simboliza
también el valor y la nobleza que siempre nos han distinguido.
Miradle bien señores: ella es roja
como la sangre que derramaron nuestros padres en Junín y Ayacucho por la
libertad de toda américa; blanca y puro como nuestros sentimientos y gloriosa
como nuestras armas, en la gigantesca lucha de nuestra independencia.
A las armas, pues, compatriotas; que
nuestro pabellón reúna hoy en torno suyo todos los partidos políticos sin
distinción alguna. La gloria nos espera en Antofagasta. El triunfo será nuestro
indudablemente porque Dios protege siempre las causas justas; y tengamos además
muy presente que los hijos del Mapocho acostumbrados desde su cuna a la
humillación del azote y al sable del gendarme, no pueden tener ni la altivez,
ni la energía necesaria para resistir a nuestros valientes soldados.
Viva el Perú y Bolivia, señores.
Mueran los hijos espurios de Sud
América”.
El
señor Germán Decker, por la sociedad “Colaboradores de la Instrucción”:
Honorable municipio:
Pueblo peruano:
“Encanecida mi cabeza por la edad y
el trabajo, -pero no balbucientes mis labios ni debilitado en mi corazón el
santo amor a la patria, - vengo también a unir mi voz a la vuestra, en nombre
de la sociedad “Colaboradores de la Instrucción”.
Esa noble y viril juventud que enseña
y es enseñada por nuestro colegio gratuito para el pobre, comisiona hoy a un
anciano para que os diga que también ella estará a vuestro lado, hoy y siempre,
a sida del pabellón Perú- Boliviano, hasta clavarlo flameante y victorioso en
las arenas de Antofagasta.
Esa juventud, sedienta de saber,
henchida por la ciencia, y retemplado su espíritu por el derecho y la moral, me
envía a mí, alemán como soy, a deciros que en el joven como en el viejo; en el
peruano como en cualquiera que sienta en
su conciencia la chispa de la gran Justicia Universal;- en esos pechos todos,
existe y existirá siempre el huracán terrible de la venganza y maldición.
Si señores…De la maldición divina y
humana que las Justicias fulminan sobre la cabeza del avaro, del infame y del
traidor…
Señores: Los jóvenes Colaboradores
que, con nobilísima abnegación han dedicado ya once años de su vida a enseñar
al desamparado por la fortuna, me mandan a deciros que: os enviarán una hila
para enjugar la sangre del hermano herido, enrojecida o hirviente por sublime
patriotismo; al mismo tiempo que ellos se organizan en cuerpo del ejército
regular para engrosar ese baluarte humano, esa muralla invencible que
formaremos con nuestros pechos para defender a nuestras madres, nuestras
hermanas y a nuestras hijas, -y para herir en medio mismo del corazón a la más
vil de las naciones”.
Qué podríamos agregar a le expresado
en cada uno de estos discursos, desde nuestra perspectiva y desde nuestra
distancia, ciento treintaiocho años después, muy poco. Sí, podemos comprender
los sentimientos que dominaban a nuestros compatriotas esa 6 de abril de 1879,
sentimientos que afloraron de manera espontánea, para expresar su completo
desacuerdo con la actitud de Chile al invadir territorio boliviano y declararnos
la guerra.
No nos equivocamos cuando afirmamos
que con plena seguridad, todos los reunidos en este y otros mítines que se
realizaron, por nuestro país y en contra
de Chile, afloraron todos los sentimientos patrióticos, de que son capaces los
hombres sentir cuando ven amenazada su patria, sus familiares, sus propiedades
y las de nuestra nación.
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