Australian War Memorial

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EXTERIOR DE MEMORIA DE LA GUERRA-AUSTRALIA

miércoles, 17 de mayo de 2017

Gran Metting del 6 de abril de 1879 en Lima


Conocida la declaratoria de guerra por parte de Chile publicado por la prensa de nuestra capital, de inmediato la ciudadanía capitalina acudió a un gran mitin, organizado en la plaza de Armas de la capital, en la que diferentes oradores hicieron uso de la palabra, para referirse a un hecho que a todas luces iba contra el sentimiento americano.

El diario La Patria del día 6 de abril, hace conocer el desarrollo de un metting (mitin) en contra de la declaratoria de guerra de Chile. Decisión justificada en la existencia de un tratado secreto, entre Perú y Bolivia. Tratado, no muy secreto, pues se conoce que Chile por su muy activo servicio diplomático en Bolivia y Argentina, tomó conocimiento de este hecho de inmediato.

“Grandiosa e imponente ha sido la reunión que ha celebrado hoy el pueblo de Lima.
Más de diez mil ciudadanos han concurrido a ella, no es posible pintar el entusiasmo y sentimiento que los dominaba.

Se pronunciaron notables y elocuentísimos discursos, sobresaliendo en todos ellos la verdad y el razonamiento, sin ese ridículo ropaje patriotero y chillón que estilan los oradores del Mapocho.
Algunos de esos discursos fueron improvisados, tal como el que pronunció el señor Casos, que fue una verdadera conferencia histórica de la política insidiosa que ha observado Chile respecto de los demás pueblos Sudamericanos.

Recordando los hechos legendarios de nuestra independencia, el orador, hizo una breve pero elocuente narración de los beneficios que la República Argentina había rendido a la patria de los reivindicadores, y el pago que estos habían dado a su abnegación y sacrificios.
Parangonó, en seguida, esos procedimientos respecto del Perú, e hizo importantes revelaciones sobre los desleales y traidores manejos de la cancillería chilena en época en que nos profesaba fraternidad y americanismo.

El señor Casos tuvo momentos felicísimos en que arrebató de entusiasmo a sus oyentes. El antiguo tribuno de nuestras asambleas, conserva toda la inspiración y brillante elocuencia de sus mejores años.

En los instantes en que iba a dar principio el meeting, se presentó la colonia colombiana, trayendo a su cabeza la gloriosa insignia de su patria, a la que acompañaban desde lo más humilde hasta lo más selecto que tiene aquella.

A nombre de esa laboriosa e inteligente colonia, con cuyo generoso apoyo cuenta siempre el Perú en sus momentos difíciles, habló el señor Pinillos. Sentimos no haber podido obtener su discurso que fue uno de los más notables entre todos los que tuvimos el placer de escuchar.
He aquí los nombres de los señores que tomaron la palabra:

Lizardo Montero, Alejandro Arenas, Lorenzo García, Cesáreo Chacaltana, Ricardo Espiell, Fernando Casos, Delgado, teniente 2° de marina, A. Villarán, en verso, Y algunos otros señores.
En la plaza: Dr. Dulanto, Chacaltana A, Castro C, Pereira y otros.

La concurrencia era tan inmensa y se hallaba tan repartido, que sucedía que dos o tres oradores hablaban a la vez en distintos puntos de la plaza, de manera que no hemos podido nota exacta de todos los ciudadanos que hicieron uso de la palabra.

Terminados los discursos en la plaza, gran parte de la concurrencia se dirigió al monumento del 2 de mayo, los restantes a la Plaza de Bolívar. Damos a continuación algunos de los discursos pronunciados.

El deseo de dar cuanto antes a luz nuestro número, nos obliga a reservar para mañana todas las consideraciones a que se presta la importante y patriótica reunión que se ha verificado hoy:
El señor alcalde del H. Consejo Provincial, contra-almirante don Lizardo Montero, dijo.
Conciudadanos:

El Consejo provincial que tengo la honra de presidir, os aguardaba, y os contempla orgulloso de vuestro patriotismo. Este meeting asegura los triunfos de mañana, no es la reunión de muchedumbres tumultuosas a quienes devora la sed de sangre: es la solemne y grandiosa asamblea de los hijos de esta patria que supo siempre hermanar su indomable valor y la santidad de la justicia.

Conciudadanos: Como Alcalde provincial, de Lima, os doy la bienvenida a esta reunión, como soldado os pido este mismo ardimiento, esta misma decisión, para exclamar hoy y siempre viva el Perú. ¡A las armas y al combate, Hasta el día de la victoria!”.

Conclusiones aprobadas en el Meeting de hoy.

EL PUEBLO DE LIMA.
Considerando
1°   Que los actos practicados por el Gobierno chileno, desde la violenta ocupación del litoral boliviano hasta la declaratoria de guerra al Perú, importan una amenaza a la soberanía y a los más sagrados intereses nacionales.
2°    Que los momentos actuales es necesario rodear al gobierno, sin distinción de colores políticos, y robustecer su autoridad, para defender con eficacia la honra y los intereses nacionales.
Resuelve:
1°    Protestar en nombre de la justicia, de las civilizaciones y de la confraternidad americana, de los procedimientos con que el gobierno de Chile viola sistemáticamente estos tres principios sagrados.
2°    Declarar que comprende y está resuelto a cumplir, sin restricción de ninguna especia, los deberes que el patriotismo y la situación le imponen.
3°    Poner estas declaraciones en conocimiento del supremo Gobierno, para que sepa que puede contar con el patriótico concurso del pueblo de Lima, ya se trate de las personas o de sus bienes.

Discurso pronunciado por el doctor don Alejandro Arenas.

“El Consejo Provincial me ha honrado con la Comisión de hablar en su nombre al pueblo de Lima en esta solemne manifestación. Difícil es cumplir satisfactoriamente ese encargo, no solo por la importancia de la corporación de que procede, sino también por su propia naturaleza.

¿Cómo excitar más el patriotismo de un pueblo valiente y generoso y que se ve amenazado por una guerra de exterminio? ¿Con qué palabra podría manifestar los sentimientos que me dominan en este momento, que son los de todos los que me oyen? ¿Cómo podré significar la indignación que siente todo peruano por las provocaciones insolentes de la prensa y del pueblo de Chile; por los ultrajes hechos en Valparaíso y Antofagasta al glorioso símbolo de nuestra soberanía? ¿Cómo interpretaré fielmente el deseo universal de vengar ofensas y la firme resolución de hacer la guerra hasta sus últimos límites?

No puedo proponerme el alentar el patriotismo, ni excitar el entusiasmo, cuando ambos han llegado a su más alto grado. Debo recordar hechos que revelan lo que exijen la seguridad y el porvenir del Perú.

Esta guerra insensata de parte de nuestros enemigos, tiene por origen el odio y mezquinos intereses de los que siempre ha abrigado Chile y que ahora explotan en su provecho los negociantes que dirigen los destinos de ese pueblo. Antes que combatir y que vencer procederá a atacar pueblos indefensos.

El fin que se persigue el aniquilamiento de nuestro poder en la América y de nuestras riquezas, para satisfacer el deseo de adquirir de un pueblo excepcional por su egoísmo y de un gobierno mercantil.

El Perú, siguiendo su política tradicional, combatirá hoy como siempre por los derechos y los intereses de la América, derramará la sangre de sus hijos, gastará sus riquezas y agotará sus elementos en defensa de la integridad de Bolivia, de la de los demás Estados Hispanoamericanos.
Chile a su vez, sigue también su política tradicional, se apodera del litoral indefenso de una República vecina y sostiene el mismo principio que invocó la España en 1864.

He aquí la verdadera situación del Perú y la de Chile. Ella nos indica lo que debemos hacer y lo que tenemos que esperar.

Unir nuestros esfuerzos en defensa de la Patria ultrajada y amenazada, contribuir a su defensa con nuestras personas y recursos pecuniarios, olvidar en olvidar en lo absoluto nuestros resentimientos y querellas políticas. He aquí lo que lo que la Patria exige, lo que el deber impone y lo que el sentimiento nacional facilita en los días de prueba.

Tengamos fe en el valor de nuestra marina y de nuestro ejército, en el patriotismo de nuestro pueblo, y en que combatimos al presente por el mismo principio que el 2 de Mayo de 1866. La victoria será nuestra; porque ella acompaña siempre al valor sewreno, al entusiasmo tranquilo, a los pueblos que tienen conciencia del derecho que defienden, y que obran inspirados por el más puro patriotismo”.

El señor Chacaltana (Cesáreo)

Ciudadanos:
Hace cincuentaiocho años que este sagrado recinto y en torno de la bandera patria, juraban nuestros libertadores, hacer todo género de sacrificios para llevar a cabo y sostener en toda época la independencia y honor peruanos.

Fieles a ese sagrado juramento volvemos hoy a reunirnos, para aceptar, con la resolución del mártir y el generoso desprendimiento del patriota, la loca provocación que nos hace Chile: ese país, que después de haber inundado de aventureros al resto de la América, se lanza ella misma en el torbellino de una política de aventuras.

Hace mes y medio que, agazapándose en las costas de Atacama, como el tigre que espía su presa, acechaba el momento en que más desprevenida estuviese Bolivia para acometer el salteo que deslealmente consumó el 14 de febrero.

Nuestro corazón americano se sublevó ante ese ultraje sangriento hecho a la moral, a la civilización y al derecho. De nuestros labios brotaron palabras de ardorosa simpatía en favor de una hermana indefensa cuyo había sido impíamente profanado.

Chile, que durante treinta años había trabajado secretamente contra nuestro país, creyó llegado el momento de llevar a cabo sus inconcebibles planes de desmembramiento; planes inspirados por la codicia, alentados por el desde que siempre nos han inspirado sus balandronadas y puestos en planta por una escuadra que en el río Santa Cruz no pudo hacer frente a dos cañoneras y un blindado.

Estos son, en resumen, los móviles y el significado de la declaratoria de guerra que Chile nos ha hecho.
¿Hay en ello algo de extraordinario o de improviso?

No, señores. Chile ha sido en toda época el gran traidor de la América y el más insigne conspirador contra la estabilidad de los gobiernos regularmente establecidos en los estados limítrofes o vecinos.

Cuando la República Argentina estaba…comprometida en una guerra…, Chile lanzó contra ella al conspirador Varela, dándole armas, pertrechos y buques.
¿Por qué hacía eso?

Para levantar en ese suelo generoso un gobierno que, como el de Melgarejo en Bolivia, recompensara sus esfuerzos obsequiándole un pedazo de territorio, el estrecho de Magallanes quizás.

Más o menos, en la misma época, incitaba Chile al Ecuador a que buscase querellas al Perú.
En 1872 esa nación ofreció a Quintín Quevedo dinero y elementos de guerra  para derrocar al gobierno de Bolivia, exigiéndole como en recompensa la cesión hasta el Loa, del litoral boliviano, y garantizándole su concurso para arrancarle al Perú una parte de su costa.

Hot que todos estos hechos se van aclarando ante el gran tribunal de la conciencia americana, es necesario que sepa el mundo libre, que si la afortunada Cuba ha sucumbido después de heroicos esfuerzos, quedando atada al carro triunfal de la España, Chile tiene una gran responsabilidad por tan desgraciado resultado.

Cuando el gobierno del Perú reconoció la independencia de Cuba, había obtenido promesa formal del representante chileno, de ayudarlo en sus esfuerzos para conseguir la libertad de la heroica Antilla. Es del dominio del mundo, incluso de la España, que nuestro país estaba resuelto a apoyar con dinero y elementos de guerra a Cuba. Llegado el momento de enviarlos se le preguntó a Chile cuál era el concurso que ofrecía. Contestó ¡que daría su influencia diplomática!

Si aquello no fue una burla, digna del mas alto desprecio, reveló que en ese país el mercantilismo y la codicia habían borrado hasta las huellas de todo sentimiento generoso.

¿Por qué pues, nos hemos de admirar de la serie de escándalos que Chile está dando al mundo?
Su declaratoria de guerra a nuestro país es un designio de la Providencia, que sin duda quiere dar al Perú la noble y altísima misión de hacer desaparecer de las aguas del Pacífico, esa bandera manchada por tanto crimen.

Cada vez que nuestros buques han surcado el océano, para purgar los mares de esos piratas disfrazados de guerreros, el triunfo y la gloria han coronado los esfuerzos de nuestros valientes marinos.

Hoy como siempre, o triunfarán o se hundirán.
Ellos forman la vanguardia de un pueblo que ha aceptado la guerra, para sepultar en la ignominia a esa nación, lanzada en medio de la América como un castigo; de esa nación que, si consiguió con la grandiosa ayuda del argentino, rompen las cadenas de una esclavitud de trescientos años, no ha podido aun desviar el látigo inflamante que sobre las espaldas de su pueblo tiene suspendida la justicia.

Esos mares que representan las lágrimas de todas las generaciones que vivieron bajo el yugo de los conquistadores, serán una vez más, testigos mudos de los sacrificios y de las glorias del Perú.
Mientras ellos se consuman, protestemos contra la conducta de Chile, con la nobleza que corresponde a un pueblo, que durante medio siglo ha servido de invencible baluarte a la libertad americana”.

El señor Dr. D.R.M. Espiell.

La solemnidad de esta grandiosa manifestación anuncia al mundo, con la poderosa voz de un pueblo entero, y, le acredita con la eficaz elocuencia de los hechos, que hemos recogido el guante de guerra que, en mala hora para él, injusto retador nos arrojará.
El Perú está de pie; ¡Un solo espíritu lo animal Sereno, firme y altivo y, con la conciencia de su derecho, cumple ya entusiasta su deber!

Nuestro sincero anhelo por la tranquilidad de la América ha sido interpretado como impulso de amor a mezquinos intereses; nuestra fraternal y caballerosa intervención, como medida de intrigante falaz, y estimada, ha sido, nuestra prudente conducta como encubridora de un ánimo cobarde.

Pero ya nos ven armados y nos tienen a su frente: un instante nos ha bastado para lanzarnos a la lid, y cual Limase presenta hoy ocupando su puesto, al frente de la República, así toda esta ofrecerá a su audaz contraria miles de pechos que reciban sus golpes, miles de brazos que airados se los devuelvan y supremos recursos que sostengan la lucha.
¿Pero de qué sacrificio no podemos ser capaces?

¿Han muerto acaso nuestras glorias de Pichincha, de Junín y de Ayacucho? Se han marchitado, por ventura, nuestros frescos laureles de Abtao y el 2 de Mayo?
Compatriotas:

Lima ha recibido echando a vuelo sus campanas el reto que nos llama a un combate para él que nos estábamos apercibidos; y al anunciar con regocijo la nueva prueba que a nuestra patria se impone, Lima, orgullosa y contenta, en 24 horas, se desprende de 10 millones que arroja a las arcas públicas y sus hijos se disputan el favor de un puesto en las legiones que mantendrán nuestra honra.

Y no hay pueblo en el Perú capaz de abanderar el camino que su capital le traza y que no rivalice con ella en abnegación y sacrificios.
Esta es nuestra República Ella no necesita emitir bonos de un miserable empréstito que no se cubre en dos meses; no fija banderas de enganche para traer soldados a las filas de su ejército, ni mucho menos cercana en pro de sus oficiales que manda a campaña-He aquí comparados los dos pueblos. Rapaz avaricia, sórdida envidia, artera alevosía, manifiesta el uno; noble entereza, apacible bondad, generoso desprendimiento, distinguen al otro.

Nuestro pueblo no exalta su ánimo con jactanciosas vociferaciones, se alienta en la conciencia de su propia dignidad y su valor no se sostiene con la efervescencia de menguado apasionamiento.
Los procaces insultos y la insidia de siempre, su reto de ayer y sus alevosos ataques de mañana, no deben sorprendernos. Chile sigue lógicamente la conducta que le inspira, con corroedora constancia, su envidiosos corazón; y mal puede resignarse jamás al vernos disfrutar de riqueza, a pesar de nuestra prodigalidad; de progreso y engrandecimiento, no obstante, nuestras desgracias y discordias; y de gloria y de poder, a costa de nuestro valor y nuestra sangre”.

El señor Dulanto a nombre de la facultad de Medicina, dijo:

“El pueblo de Chile que, con mengua de su propia dignidad, pisotea y enloda hoy, los baluartes que sus padres le conquistaron ayer en Chacabuco y Maipú, acaban de encarnecer la civilización del siglo XIX con la traidora y alevosa ocupación de Antofagasta.

El pueblo de Chile que, sin decoro ni vergüenza, salta hoy villanamente por encima de la moral, de la justicia y del derecho, acaba de romper también la preciosa confraternidad americana que a fuerza de tantos sacrificios como heroísmo fundaron San Martín, Sucre y Bolívar.

El pueblo de Chile, señores, hambriento de riquezas y dispuesto como siempre a tomarse lo ajeno por la razón o la fuerza, no escucha jamás los consejos del amigo, si tienden a moralizarlo; y para mayor vergüenza de sus hijos, paga con negra ingratitud nuestra leal y sincera mediación de paz, en su presente conflicto con Bolivia.

La cancillería chilena, que parodiando el 14 de febrero último, en los desiertos de Atacama, la torpe y ridícula conducta de Pinzón y Mazarredo, en las islas de Chincha, el 14 de abril de 1864, pretende a título de reivindicación ensanchar sus dominios, por el norte, hasta el grado 23, al ver sin duda que los valientes hijos de Bolívar y los vencedores del 2 de Mayo de 1866, jamás cometerán un robo tan descarado, podemos hacerle conocer muy pronto, a sus huestes de mar y tierra, la misma suerte que corrieron las naves de Mendes Núñez en las aguas del Callao.

Chile, señores, que ayer no más se cruzaba de brazos, y humilde recibía el bofetón, que la España le diera, en Valparaíso, cobarde y deshonrosamente huye hoy de santa Cruz, para precipitarse luego, cual el ave de rapiña, sobre un territorio indefenso de Bolivia.

En Valparaíso y santa Cruz estaba la honra solo, pero no había salitre que explotar. La honra de los chilenos está, señores, en el bolsillo.
Chile, señores, que en todas sus empresas no busca más que el tanto por ciento, quiebra hoy, sin pudor, su amistad con el Perú, sus periódicos nos insultan, su plebe destroza nuestro escudo en Valparaíso y Antofagasta, y su gobierno arroja en nuestra faz el guante de desafío de guerra, quiere Chile guerra y guerra es preciso llevarle hasta el centro mismo de su poder.

A las armas, pues, compatriotas, y no olvidemos jamás que aquella bandera, emblema de nuestra nacionalidad, simboliza también el valor y la nobleza que siempre nos han distinguido.
Miradle bien señores: ella es roja como la sangre que derramaron nuestros padres en Junín y Ayacucho por la libertad de toda américa; blanca y puro como nuestros sentimientos y gloriosa como nuestras armas, en la gigantesca lucha de nuestra independencia.

A las armas, pues, compatriotas; que nuestro pabellón reúna hoy en torno suyo todos los partidos políticos sin distinción alguna. La gloria nos espera en Antofagasta. El triunfo será nuestro indudablemente porque Dios protege siempre las causas justas; y tengamos además muy presente que los hijos del Mapocho acostumbrados desde su cuna a la humillación del azote y al sable del gendarme, no pueden tener ni la altivez, ni la energía necesaria para resistir a nuestros valientes soldados.
Viva el Perú y Bolivia, señores.
Mueran los hijos espurios de Sud América”.

El señor Germán Decker, por la sociedad “Colaboradores de la Instrucción”:

Honorable municipio:
Pueblo peruano:
“Encanecida mi cabeza por la edad y el trabajo, -pero no balbucientes mis labios ni debilitado en mi corazón el santo amor a la patria, - vengo también a unir mi voz a la vuestra, en nombre de la sociedad “Colaboradores de la Instrucción”.

Esa noble y viril juventud que enseña y es enseñada por nuestro colegio gratuito para el pobre, comisiona hoy a un anciano para que os diga que también ella estará a vuestro lado, hoy y siempre, a sida del pabellón Perú- Boliviano, hasta clavarlo flameante y victorioso en las arenas de Antofagasta.

Esa juventud, sedienta de saber, henchida por la ciencia, y retemplado su espíritu por el derecho y la moral, me envía a mí, alemán como soy, a deciros que en el joven como en el viejo; en el peruano  como en cualquiera que sienta en su conciencia la chispa de la gran Justicia Universal;- en esos pechos todos, existe y existirá siempre el huracán terrible de la venganza y maldición.
Si señores…De la maldición divina y humana que las Justicias fulminan sobre la cabeza del avaro, del infame y del traidor…

Señores: Los jóvenes Colaboradores que, con nobilísima abnegación han dedicado ya once años de su vida a enseñar al desamparado por la fortuna, me mandan a deciros que: os enviarán una hila para enjugar la sangre del hermano herido, enrojecida o hirviente por sublime patriotismo; al mismo tiempo que ellos se organizan en cuerpo del ejército regular para engrosar ese baluarte humano, esa muralla invencible que formaremos con nuestros pechos para defender a nuestras madres, nuestras hermanas y a nuestras hijas, -y para herir en medio mismo del corazón a la más vil de las naciones”.

Qué podríamos agregar a le expresado en cada uno de estos discursos, desde nuestra perspectiva y desde nuestra distancia, ciento treintaiocho años después, muy poco. Sí, podemos comprender los sentimientos que dominaban a nuestros compatriotas esa 6 de abril de 1879, sentimientos que afloraron de manera espontánea, para expresar su completo desacuerdo con la actitud de Chile al invadir territorio boliviano y declararnos la guerra.


No nos equivocamos cuando afirmamos que con plena seguridad, todos los reunidos en este y otros mítines que se realizaron, por  nuestro país y en contra de Chile, afloraron todos los sentimientos patrióticos, de que son capaces los hombres sentir cuando ven amenazada su patria, sus familiares, sus propiedades y las de nuestra nación.

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