En la actualidad, informes internacionales
sobre compra de armas, indican que Chile en el periodo comprendido entre 2000 y
2014, gastó aproximadamente en armas $ 20,000 millones de dólares, casi nada.
En el ranking mundial de países que compra armas, ocupa el puesto 24 a nivel
mundial en gasto de armamento.
Sus principales proveedores son USA con 31%,
Alemania con 15% y otros países con 54%. Según el portal chileno El
ciudadano, este tremendo gasto en armas equivale a 130 años de
educación gratuita y de calidad para su pueblo. Según el portal web, la guerra
de las FFAA chilenas ha sido contra su pueblo.
En los últimos años hubo muchas protestas de
estudiantes en Chile, por las pensiones altas y la baja calidad de educación
que reciben. Estas protestas se repiten anualmente y casi siempre por las
mismas razones, chocan con la indiferencia del gobierno. Fueron y son duramente
reprimidos por la fuerza pública.
En el pasado, durante la guerra que Chile
declaró a Perú, este país no dejó nada al azar, todo estuvo tan bien
planificado y preparado con mucha antelación, no solo su frente interno azuzado
por la prensa sensacionalista, en las que destacaban preponderantemente La Patria y el Mercurio de Valparaíso,
con discursos incendiarios.
Tampoco, descuidaron el frente externo que
estaba debidamente planificado y organizado: la adquisición de armas y la
movilización de su servicio diplomático en Europa, EE.UU., y países de
Sudamérica. No solo para impedir la venta de armas al Perú, sino para llevar a
cabo una campaña de desinformación, sobre las verdaderas causas de la guerra que
habían provocado, según su propia versión.
En esta acción fue crucial las acciones de Alberto
Blest Gana embajador plenipotenciario en Europa, acreditado en París y Londres,
quien junto a su secretario Carlos Morla Vicuña, tuvieron una intensa campaña a
favor de la compra de armas y municiones para Chile y frustrar toda adquisición
de armamento para el Perú.
Según el historiador chileno Gonzalo Bulnes
Pinto, en su obra Guerra del Pacífico. De Tarapacá a Lima (paginas 454-455), dentro
de las actividades que cumplió esta dupla de diplomáticos chilenos estuvo:
1.
“Comprar las armas, paños, municiones grandes i
chicas, en una palabra elementos militares i navales i despacharlos ocultamente
a Chile en los vapores que hacían el comercio del Pacifico, o en buques
especiales, rodeándolos con cuantas precauciones eran posibles para evitar que
los agentes del Perú pidieran su retención o se apoderaran de ellos en el
viaje.
2.
Impedir con la mayor dilijencia que el Perú
adquiriese buques de guerra.
3.
Entenderse con los tenedores de bonos de la
deuda peruana i conseguir ponerlos del lado de Chile.
4.
Atender las cuestiones diplomáticas que
suscitaba la guerra”.
La primera de las actividades fue cuidadosa y
le permitió a Chile disponer de armas antes de la batalla de Tarapacá. Así,
llegó de Europa artillería, municiones, rifles; además de, cañones, luces
eléctricas y proyectiles para su escuadra.
Recordemos que el exceso de confianza, descuido
y falta de previsión de Manuel Pardo y Lavalle, hizo que la marina y el
ejército, fueran descuidadas en su renovación de armamento y munición siete
años antes de esta infausta guerra.
Entre agosto y noviembre de 1874, al regreso de
Europa temporalmente José Antonio de Lavalle, le informa a su amigo Manuel
Pardo que había visto en Londres los dos navíos que Chile había mandado
construir, colocando en inferioridad naval a los nuestros, Pardo le replicó “Yo
también he hecho construir ya dos blindados que se llaman el Buenos Aires y el
Bolivia”.
El otro cometido que se impusieron fue frustrar
e impedir que el Perú comprara buques de guerra, para reemplazar a la
Independencia. Según refiere Gonzalo Bulnes, “esta fue una jestion laboriosa,
de suma atencion, que exijia vivir con el ojo atento sobre todas las
cancillerias i todos los astilleros, porque se sabia que el Perú tenia en
Europa dinero listo para la operacion i ponia en ella un grande interes, facil
de comprender”.
Así, Blest Gana y su secretario Morla Vicuña,
recabaron información de sus agentes, colaboradores e informantes diseminados
en cancillerías, puertos y astilleros europeos. Impidieron la compra de dos
buques que el gobierno francés había puesto en venta, Le Solferino i La Gloive,
eran antiguos; pero, de gran poder y superiores a los buques de la escuadra
chilena. Ambos acorazados estaban en el Havre.
Después del combate de Angamos, muerte de Grau
y la captura del Monitor Huáscar, con esa misma modalidad, pero en este caso
utilizando el soborno, impidieron la adquisición de un buque turco el “Felhz
Bolend de 2,500 toneladas, nueve pulgadas de blindaje, doble hélice, de 500
caballos i trece millas de andar”.
Alberto Blest Gana, comisionó al marino Luis A.
Lynch, quien viajó a Constantinopla, en cuya bahía se encontraba el buque en
cuestión y con la ayuda del oficial inglés Hobbart Bajá, jefe de la flota turca
puso en ejecución el plan ideado por Blest Gana, para que hiciera abortar esta
operación, lo que logro gracias al soborno de 6 mil libras esterlinas, en dos
partes, inicialmente 3,000 y luego de seis meses los 3,000 restantes.
La posición de los diferentes países frente a
la guerra de Chile contra Perú, no era desconocida por los sureños. En virtud
de ello, planificaron una campaña diplomática, cuya finalidad era cambiar la manera
de pensar de la opinión pública y autoridades de algunos países especialmente
de Sudamérica que no estaban conformes con este conflicto en la puerta de sus
casas.
¿Cuál era la actitud de los países de Europa y
Sudamérica sobre la guerra que Chile declaró a Bolivia y Perú? Luego de la
declaración de guerra al Perú, el 5 de abril de 1879, Chile acreditó a
ministros plenipotenciarios en diferentes países, con la misión general de
informar a la opinión pública de estos países, sobre las causas de la guerra,
que según su versión Perú había desfigurado y que presentaba a Chile como
agresor.
“el Gobierno de Chile acreditó ministros
diplomáticos en el Ecuador, Colombia, Arjentina, Brasil i los Estados Unidos.
Los titulares de esos cargos fueron respectivamente don Joaquin Godoi; don
Domingo Godoi, hermano del anterior primero, i despues don Francisco Valdes
Vergara en clase de Encargado de negocios; don Manuel Balmaceda, don José:
Victorino Lastatarria, don Francisco Solano Astaburuaga. Don Domingo Godoi no llegó
a su destino por haber sido extraido en el Callao del vapor que lo conducía y
llevado a Tarma junto con su secretario, don Belisario Vial…”.
Para cada país habían establecido una misión
especial, para el caso de Ecuador, Joaquín Godoy, permaneció en Ecuador desde
abril de 1879 hasta finales de 1880, se encargaría de buscar una alianza con
este país, aprovechando que entre Perú y Ecuador había un problema limítrofe no
resuelto.
En Ecuador había dos tendencias, Guayaquil
abiertamente a favor de Perú y Quito a favor de Chile, según Gonzalo Bulnes,
Joaquín Godoy logró modificar esa percepción en Guayaquil. Pero, Godoy no puedo
lograr una alianza ofensiva con Ecuador que era su objetivo máximo; pero, sí
logró el objetivo mínimo, la neutralidad de este país en el conflicto.
La situación de relaciones con Colombia era de
la mayor importancia para Chile, por esa razón habían designado como
plenipotenciario a Domingo Godoy, detenido en el Callao, lo que de alguna
manera frustraría inicialmente las gestiones de la diplomacia chilena en
Panamá, para evitar que Perú recibiera armas y municiones a través del Istmo.
La Cancillería colombiana resolvió no atender
la solicitud chilena, debido a que el tránsito de mercaderías por el
ferrocarril de Panamá, era libre. Ante esta situación, Domingo Santa María,
ministro de Relaciones Exteriores de Chile, dirigió la siguiente minuta a los
representantes nacionales en dicho país:
“La conducta de la autoridad colombiana,
negándose con frívolas escusas, a atender la solicitud que le hacía nuestro
cónsul para que impidiera el embarque de elementos bélicos destinados a Bolivia
i el Perú, elementos cuya existencia no podía allí ponerse en duda, ha causado
en mi Gobierno una penosa impresión. Estábamos muy lejos de aguantar que los
agentes del poder público de Colombia, que en toda ocasión ha mantenido con
Chile relaciones de constante i leal amistad, pudieran faltar, en daño de
nuestro país, a los deberes que una severa neutralidad les impone (Archivo
General del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, 1879-1881, vol. 62A,
fojas 12-13)”.
En Colombia, Chile acreditó a Valdés Vergara
como Encargado de negocios, con la finalidad de impedirá que se siga utilizando
el Istmo de Panamá para el traslado de armamento y munición con destino al Perú;
Chile apeló a un tratado firmado con Colombia en 1842, que indicaba que “ninguna
de las partes contratantes franqueara auxilios de ninguna clase a los enemigos
de la otra con el objeto de facilitar las operaciones de guerra”. Fue
inútil toda gestión chilena, esta situación favorecía a Perú.
La acción de Valdés Vergara se facilitó con el
cambio de gobierno en el estado de Panamá, en remplazó de Rivas Cazorla de gran
afinidad con el Perú, se designó a Gerardo Ortega, quien prohibió el tránsito
de armas para los beligerantes y su comercio a todos los residentes en el Istmo.
Toda gestión realizada por este diplomático fue infructuosa.
Con respecto a las relaciones de Chile con
Argentina antes de la declaración de guerra eran muy tensas, como resultado del
litigio sobre la propiedad de la Patagonia, del Estrecho de Magallanes y de unas
islas, problema que se había iniciado con la fundación de Punta Arenas en 1843,
la firma de un tratado firmado por Manuel Montt en 1856.
Durante los prolegómenos de la guerra del
Pacífico, la situación entre Chile y Argentina, era tensa motivado por la
autorización que Chile concedió a embarcaciones extranjeras para extraer guano
de la Patagonia, embarcaciones que fueron detenidas por fuerzas argentinas dos
veces.
En 1877 y 1878, se habló de guerra entre estos
dos países, sino se llevó a cabo esta contienda fue porque Argentina carecía de
una escuadra, lo que motivó la gestión para que Perú les vendiera la “Independencia”
o el “Huáscar” que no pudieron conseguir. Esto obligó a la Argentina
negociar con Chile “una fórmula
provisional de modus vivendi o statu quo.
Las relaciones entre ambos países estaban interrumpidas.
El 6 de diciembre de 1878 se firmó el tratado
Fierro-Sarratea, no contenía una definición de la línea fronteriza, y establecía
la fórmula antes dicha, por un periodo de catorce meses, prorrogable por un año
más “Durante ese
lapso, el gobierno de Chile ejercería la jurisdicción sobre las aguas y costas,
canales e islas adyacentes del estrecho de Magallanes y el de la Argentina
sobre las aguas, costas e islas adyacentes del Atlántico. Mientras rigiera el
statu quo, cada parte debía seleccionar dos representantes, los cuales
formarían un tribunal mixto que resolvería las cuestiones. El tribunal debía
elegir a su vez a un quinto individuo para actuar como arbitro iuris en todos
los puntos no acordados por las dos partes”.
Este convenio fue ratificado por el Congreso
chileno, se designó como ministro plenipotenciario de Chile en Argentina a José
Manuel Balmaceda, quien gestionó ante el Congreso argentino la aprobación del
tratado; según Gonzalo Bulnes, “El presidente Avellaneda había suscrito el
pacto de mala gana, cediendo a una necesidad imperiosa y por la negativa del
Perú de cederle un buque de su escuadra”.
Perú no podía aceptar la propuesta de ceder uno
de sus buques a la Argentina, porque ya habían llegado a Chile los dos
acorazados “Blanco Encalada” y Cochrane”.
Cuando Balmaceda llega a Buenos Aires, encuentra un clima enrarecido por
dos grupos, quienes propugnaban un movimiento de resistencia contra arreglo con
Chile, se organizaron en una sociedad patriótica, que estaba a favor de Perú.
Según Gonzalo Bulnes el representante
plenipotenciario de Perú en Buenos Aires era Aníbal Víctor de la Torre, “quien
a juzgar por su correspondencia secreta se consagró con la mayor actividad a
encender la discordia y a contrarrestar los esfuerzos conciliadores de
Balmaceda”. Que más iban para contrarrestar el plan general chileno de
desinformar a la opinión pública argentina, sobre las verdaderas causas de la
declaratoria de guerra.
La misión de Balmaceda en Argentina y el
convenio Fierro-Sarratea estaban destinadas a sucumbir frente al escenario que
vivía Buenos Aires. Argentina, viendo esta oportunidad de emergencia y de apuro
que vivía Chile frente a Bolivia y Perú, optó por lograr una mejor situación en
el arreglo de su frontera en la Patagonia.
Argentina mantenía una fuerza e 5,000 hombres
al mando del coronel Julio A. Roca, que garantizaba el dominio en la zona en
disputa. Balmaceda lo entendía así, “se quiere, decía, transigir a costa de Chile
y aprovechar del momento. Hombres y prensa no se cuidan de expresar las
ventajas que les ofrece la ocasión”.
Desde el punto de vista de Gonzalo Bulnes, una
de las razones para que Argentina no quiso comprometerse a apoyar a Perú con la
firma del tratado de 1873, era que Argentina temía la actitud de Brasil. Brasil
y Chile no tenían convenio ni tratado, mucho menos una alianza; pero, desde el
punto de vista geopolítico, ambas naciones tenían intereses, por lo que era muy
importante mantener una capacidad disuasiva, al no existir otra potencia que
sirviera de equilibrio.
El esfuerzo de nuestro plenipotenciario Aníbal La
Torre, se estrelló una y otra vez con esta indefinición del gobierno de
Avellaneda, la falta de una decisión, lo que patentiza en uno de sus mensajes “Avellaneda,
escribía La Torre, teme la guerra; teme las complicaciones con el Brasil”.
En otra ocasión La Torre, después de una
conversación con el ministro de RREE, decía “Durante toda la conferencia he
podido notar que ha aumentado la mala voluntad para Chile y que no se tiene fe
en la palabra de ese gobierno y que sin el temor de futuras complicaciones con
el Brasil, temor que no carece de fundamento, romperían toda negociación con el
agente chileno, etc.”.
Gobernaba Brasil el Emperador Pedro II, cuya
simpatía y la de la opinión pública brasileña era a favor de Chile, optando por
la neutralidad. Chile acreditó como ministro plenipotenciario a José Vitorino
Lastarria y Perú designó a José Antonio de Lavalle, quien luego de su
infructuosa misión en Chile, llegó a Brasil a mediados del año 1879.
José Antonio Lavalle, expresa
la forma cómo fue recibido y las impresiones que tuvo del Emperador, lo explica
en un oficio del 4 de noviembre de 1879 al ministro de RREE, “En
el curso de este relato a cada paso interrumpido por el Emperador con preguntas,
objeciones y aclaraciones, observé en su majestad lo siguiente: 1° que está
fuertemente prevenido en favor de Chile; 2° que cree que Bolivia obró mal en imponer
el salitre que se explotaba en su territorio; 3° que juzga que Chile estuvo en su derecho al declarar
caduco su Tratado con Bolivia y ocupar el territorio en disputa, aunque no ha
debido emplear la palabra reivindicación; 4° que nosotros, desde el momento que
teníamos el Tratado secreto con Bolivia que podía llevarnos a la guerra,
debíamos vigilado muy de cerca sus procedimientos y evitado que tomase medidas
que pudiesen producir una guerra, etc.”.
De lo expresado por nuestro
Plenipotenciario en Brasil, podemos establecer que el trabajo de la diplomacia
chilena había logrado su cometido de desinformar al Emperador de Brasil, sobre
las verdaderas causas de la guerra y especialmente respecto de la violación de
la soberanía de Bolivia sobre el territorio de Antofagasta; frente a ello,
nuestro Plenipotenciario tuvo una ardua labor para cambiar esa percepción,
pero, la terquedad del Emperador fue un obstáculo muy difícil.
Finalmente, la labor de José
Antonio de Lavalle en Brasil, tuvo otro obstáculo en Joaquim Tomás do Amaral,
2° vizconde de Cabo Frío, de quien Lavalle expresó, “Esfinge animada, logogrifo
viviente, hipócrita, falso, incapaz nunca de ir por el camino recto,
meticuloso, formalista, quisquilloso, hombre que no tiene palabra ni obra buena”.
El trabajo diplomático de José
Antonio Lavalle en Brasil fue infructuoso, así lo comprendió y ello le causó
frustración en su misión, no logró cambiar la opinión muy particular que tenía el
Emperador Pedro II, respecto de la guerra que se desarrollaba al otro lado de
la cordillera de los Andes, “S.M. es sumamente terco, aferrado a sus
ideas y disputador para sostenerlas”, expresaría Lavalle sobre Pedro II.
En otra oportunidad después
de las batallas de Tacna y Arica, el Emperador preguntó a Lavalle sobre cuándo
terminaría la guerra, el Plenipotenciario respondió “Cuando los chilenos tomen
Arequipa primero. Lima después, Trujillo más tarde y el gobierno del Perú esté
establecido en la frontera de vuestra majestad, recibiendo una
respuesta irónica, “me gusta, me gusta, ver que usted no se desanima”.
Notas:
Bulnes, Gonzalo. Guerra del Pacífico. De Tarapacá a Lima. En 1879.
Sociedad Imprenta y Litografía. Valparaíso, 1914. Política internacional de la
guerra.
De Lavalle, José. Mi misión en Chile. Serie Memorias. 1979.
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