Nota de Redacción:
Esta crónica fue publicada
en este blog en noviembre de 2018, posteriormente en 2022, concitó muchísima
atención por estar dedicado al Gran Mariscal Andrés A. Cáceres uno de los más
grandes héroes de nuestra patria, un gran líder militar, admirado no solo en el
Perú sino en otras latitudes del orbe, en Europa donde se desempeñó como
ministro plenipotenciario en Italia y Alemania fue motivo de reconocimiento por
su genio militar.
Ante incertidumbre en el
escenario político, previo al proceso electoral, así como ante la avalancha de
candidatos y observando que nuestro país está cada vez más dividido. Volvemos
al pasado para extraer del ejemplo de amor a la patria que nos legó Cáceres,
precisamente en este mes dedicado al memoria del gran líder de la resistencia, al brujo de
los andes, a pedido de algunos dilectos amigos del Perú y el extranjero,
volvemos nuevamente a publicarlo para deleite y admiración de todos los que nos
sentimos imbuidos de su espíritu de nunca doblegarse ante nada, de no
aceptar jamás la derrota, de luchar hasta quemar el último cartucho como lo
hizo Bolognesi en Arica.
Transcribimos un párrafo de
la biografía escrita por Pedro Paz Soldán (Juan de Arona), publicado en su
“Diccionario Biográfico de Peruanos Contemporáneos” Lima 1917.
“El general Cáceres
es el héroe nacional, y está llamado a ser, a medida que transcurran los años,
la figura legendaria del Perú. Su actuación en la guerra del Pacífico fue
grandiosa. En la batalla de San Francisco mandaba una división, que en medio de
la confusión de la derrota, permaneció formada y se retiró en perfecto orden.
En la batalla de Tarapacá, al frente de esa misma división de la cual formó
parte el famoso batallón Zepita, sostuvo una lucha titánica contra las tropas
chilenas, que dominaban las alturas y a las cuales, logró vencer después de
largas horas de combate tomándoles cuatro cañones; en la batalla de Tacna cargó
a la bayoneta sobre las tropas chilenas, yendo al frente del batallón Zepita.
Recordando aquellos instantes el general en jefe chileno, decía a su gobierno
los siguiente: ´en tales instantes la suerte de Chile pendía de un hilo´”.
¡Viva Cáceres!
¡Viva Tarapacá!
La Grandeza de Tarapacá.
Por: Arturo Castro
“Cuando se conoce el
sitio, se puede comprender la determinación que mostraron los hombres vencidos,
agobiados en fuga. Tienen que trepar a lo largo de esa verdadera pared natural,
por senderos que no lo son: tan escarpadas como estrechas”.
Claude Michel Cluny
(Historiador, ensayista, editor francés)
Obtenida la superioridad
marítima por Chile después del combate de Angamos en que muere Miguel Grau y su
heroica tripulación, y el Monitor Huáscar es capturado por las fuerzas
enemigas, el océano se abre de par en par para las tropas chilenas, que además
de obtener la superioridad, obtuvieron libertad de acción para desplazar a su
ejército hacia territorio peruano, sin enemigos a la vista.
En Perú y Bolivia la caída
del Huáscar y muerte de Miguel Grau fue una terrible y nefasta desgracia, el
general Escala comandante del Ejército chileno estaba tan entusiasmado por los
vaivenes de la guerra que declaró “El poder marítimo del enemigo ha
desaparecido”, indicando que esto significaba, que la hora del triunfo
para las fuerzas chilenas estaba cerca. “Pronto tocará su turno al
Ejército”. (1)
El historiador venezolano
Jacinto López nos relata el frenesí, la alegría, las celebraciones que se
realizaron en Chile después de la captura del Monitor Huáscar, con ello no solo
demuestran el gran temor que tenían a ese pequeño buque y a su gran comandante,
sino respeto a la capacidad y experiencia del comandante Grau y su tripulación.
Escribió Rafael Sotomayor,
sin ocultar su inmensa alegría, “Chile entero celebra entusiasmado
tan fausto acontecimiento que viene a poner término a la contienda marítima y
expedita la senda por donde nuestro ejército no tardará en marchar”, (2)
El general Augusto Pinochet
en su obra Guerra del Pacífico, Campaña de Tarapacá establece algunas “Deducciones
militares del desembarco en Pisagua”. Entre ellas, la que el
Comando chileno había establecido respecto del lugar del desembarco, luego de
conocer el informe de un reconocimiento de la costa realizada el 27 de agosto
de 1879.
“…en este documento
se recomendaba como lugar de un desembarco a Pisagua, porque este puerto estaba
más de acuerdo con las posibilidades de las futuras operaciones chilenas hacia
el interior del departamento: contar con línea férrea, una fuente de agua y las
repercusiones de carácter estratégico que se obtendrían al separar a las
fuerzas ubicadas en Arica-Tacna de las acantonadas en La Noria-Pozo Almonte”. (3)
El 2 de noviembre de 1879
casi un mes después de la caída de Miguel Grau en Angamos, fuerzas chilenas
de “9, 640 hombres, 853 caballos, artillería, algunos mulares y
otros implementos de campaña” (4), transportados desde Iquique en
19 embarcaciones. Inician el desembarco en Pisagua.
El bombardeo de naves
enemigas contra la defensa de esta bahía fue el preludio del ataque, la defensa
compuesta únicamente por dos cañones de 100 libras ubicadas al norte y sur de
la bahía. Un desembarco en la playa Junín y otra en la bahía de Pisagua completaron
la operación.
Las fuerzas defensoras
constituidas por tropas peruanas y bolivianas escasamente ascendían a 2400
defensores. Esta operación de desembarco planeada por el comando chileno
ubicaba al grueso de sus fuerzas en posición central, entre Iquique y Arica y
desde este lugar podrían emprender operaciones para vencer al ejército del sur
al mando del general Buendía.
“Al siguiente día
desembarcamos con el general y recibí la primera impresión de los horrores de
la guerra, porque nos encontramos en presencia de un cuadro verdaderamente
infernal. La beodez, el incendio, la matanza, el pillaje y cuanto pueda idearse
de odioso estaba allí a nuestra vista con gran escándalo mío, porque no
concebía cómo los jefes y oficiales toleraban tanta licencia. Luego vi que el
general en jefe era impotente para remediar el desorden, no por falta de
voluntad para hacerlo sino por incapacidad para mandar”. (Memorias
José Francisco Vergara)
Benjamín Vicuña Mackenna
historiador y propagandista chileno, dice que las tropas de la coalición
después de la batalla de Dolores o San Francisco, derrotadas por la
superioridad chilena se dirigían hacia Tarapacá. Las tropas se desplazaban por
el desierto sin agua, sin víveres, solo movidos por su intenso patriotismo.
Según Vicuña Mackenna lo hacían “no como ejército sino como tropel”. (5)
Pero no solo fue crítico de
las fuerzas de la coalición peruano-boliviana, sino de los propios jefes de su
ejército, a quienes enrostraba la demora en la prosecución de las operaciones
para aniquilar a las fuerzas peruano-bolivianas que fugaban en retirada según
visión del historiador chileno. No podemos establecer porqué esa inmovilidad,
pues tenían todo a la mano. No sabemos si fue falta de decisión o quizá temor.
“Pero ese día velaban
también en el campo de los chilenos una densa sombra de índole diversa: la de
torpe inacción que malograba los óptimos frutos de la sangre, de la estrategia
y la fortuna. Nuestro ejército amodorrado en las calicheras no movía todavía
una sola patrulla en demanda del enemigo, que se rehacía a su vista. Así
pasaron los mortales días 20, 21, 22 y 23 de noviembre, dejando escaparse un
ejército que fugaba a pie, teniendo nosotros montados a la puerta del cuartel
general 500 magníficos jinetes. ¡Funesta inmovilidad!”. (6)
El 2 de noviembre de 1879,
después del desembarco y combate con fuerzas de la coalición, los chilenos
ocuparon Pisagua. Esta derrota obligó a Mariano I. Prado que se encontraba en
Arica a realizar una junta de guerra. Prado dispuso que el general Hilarión
Daza que se hallaba en Tacna, partiera con sus fuerzas hacia el sur a
encontrase con las del general Buendía.
El 14 de noviembre de 1879
las tropas bolivianas llegaron a quebrada de Camarones, se detuvieron por 48 horas inexplicablemente, se dice que las tropas bolivianas se negaban a
continuar la marcha hacia el sur, el general Daza no encontraba forma para
hacerlos marchar, había perdido fe y liderazgo, o realmente no quería avanzar y
buscaba un pretexto para esconder su falta de hombría.
El 16 Daza envió telegrama
al presidente Prado “Desierto abruma: ejército se niega a pasar
adelante”, disponiendo el retorno a Arica, lo que causó tremenda
desazón por esta traición, entre sus oficiales. Esta noticia llegó al general
Buendía el día 19 antes de la batalla de San Francisco. Lo que cayó como una
bomba nuclear entre las tropas peruanas.
Después de la derrota de San
Francisco el ejército de la coalición realizó una marcha forzada sin detenerse.
Fueron 52 horas de dura caminata, sin comida, agua y sin descansar, demostrando
su temple de acero. En total caminaron 52 leguas, unos 180 kilómetros hasta
Tarapacá, toda una proeza. El coronel Suarez había adelantado su llegada a este
poblado para acopiar todo tipo de víveres, agua, y buscar lugares de descanso,
para las tropas extenuadas y sedientas.
Una extraña dilación se
apoderó de los jefes chilenos en Pisagua. Antes de la batalla de Tarapacá las
tropas chilenas se encontraban en una inmovilidad que sorprendía a todos sus
integrantes, adormecidos por el sol, la falta de información de sus superiores,
sedientos de batalla, pero finalmente cómodos. No recibían ninguna explicación
de sus jefes.
Lo más extraño de esta
situación era que el general Manuel Baquedano comandante de la caballería
chilena, se había quedado en Pisagua, “en las modestas tareas de
mayordomo de la intendencia del ejército, en los días en que sus valientes
subalternos acuchillaban en Germania, bajo las órdenes del teniente coronel de
guardias nacionales José Francisco Vergara a los húsares de Junín y de Bolivia”. (7)
En la tarde del 23 de
noviembre de 1879 recién se ponen en movimiento las tropas chilenas, el coronel
Emilio Sotomayor Baeza partió de San Francisco al mando de 360 cazadores.
Llegaron al caserío Agua Santa donde pernoctaron, con escasa comida para hombres
y bestias, al día siguiente después de marcha forzada llegó a la una de la
tarde a Peña Grande.
En este lugar capturan al
gendarme Abarca, asistente que trasladaba el equipaje del coronel Suarez de
Iquique a Tarapacá, “El asistente Abarca entregó todas sus cargas,
incluso el archivo del estado mayor, que de esa suerte vino a ser prenda
valiosa de los armarios de nuestra biblioteca”. (8)
La división Ríos, descansó
el 24 de noviembre en Tirana, a poca distancia el coronel Sotomayor y sus
tropas descansaban en Peña Grande, el coronel Ríos había partido de Iquique
(Estación Molle) dos días antes. Sus fuerzas estaban compuestas por ochocientos
hombres, “Eran milicias de Iquique, de Pisco, del Loa y de Tarapacá
mismo”. (9)
El núcleo de las fuerzas del
coronel Miguel de los Ríos estaba conformado por el batallón cívico de Iquique
al mando del coronel Alfonso Ugarte Bernales con 300 hombres. Las otras fuerzas
peruano-bolivianas que iban hacia Tarapacá eran: columna Loa (200 plazas),
columna Tarapacá (200 plazas) y columna Naval (200 plazas).
El día 25 las tropas de la
coalición, fatigadas, sedientas y hambrientas después de una marcha forzada por
el desierto, atravesó la Pampa de Isluga, descendió la quebrada de Tarapacá,
por el camino de Huarasiña, su única entrada, hecha jirones el uniforme y el
hambre mordiendo sus entrañas.
El historiador Benjamín
Vicuña Mackenna, no lo dice explícitamente, pero reconoce el esfuerzo de las
tropas nacionales, y lo expresa indicando que las tropas de la coalición: “Había
recorrido no menos de 50 leguas en menos de tres días. Así andaban los
peruanos, mientras nosotros dormíamos y nos desperezábamos”. (10)
El general Augusto Pinochet
Ugarte en su obra “La guerra del Pacífico”, campaña de
Tarapacá expresa “Santa Cruz inició la macha de su columna totalmente
convencido de que se dirigía al lugar designado, pero, después de andar dos o
tres horas se encontró con que lo caminado era en círculos”. Era por efecto de
la camanchaca (11)
El 27 de noviembre al
amanecer las fuerzas enemigas de la agrupación Santa Cruz emprendía la marcha
desde Isluga cubierto por una densa camanchaca, esa neblina espesa que no
permite la visión del terreno más allá de los 5 metros, lo que facilita la
desorientación de las tropas.
En la versión chilena del
general Pinochet, las fuerzas chilenas adoptaron la siguiente organización en
tres columnas:
“1° Columna Santa
Cruz: Al mando del Tte. Coronel Santa Cruz e integrada por el
"Zapadores", "Granaderos a Caballo", 1 Compañía del 2º de
Línea y 4 piezas Krupp, lo que en total sumaba 500 hombres. Con la Misión:
Penetrar hasta Quillaguasa, ocupar la localidad para cortar desde allí toda
retirada enemiga hacia el Este.
2° Columna Ramírez:
Al mando del Tte. Coronel Eleuterio Ramírez; la constituían siete compañías del
2 de Línea, 1 Escuadrón de "Cazadores a Caballo" y dos piezas de
artillería (cañones de bronce) de la Artillería de Marina. Con la Misión:
Atacar por el fondo de la Quebrada de Tarapacá, en dirección general:
Huaraciña-Tarapacá, para sobrepasar el caserío y obligar a los aliados a
replegarse sobre Quillaguasa.
3° Columna Arteaga:
Mandada por el propio Coronel Arteaga, estaba formada por el Regimiento de
Infantería "Chacabuco", Artillería de Marina y 2 piezas de
Artillería.
Misión:
Avanzar por el costado Norte de la quebrada hasta la línea del pueblo de
Tarapacá y desde allí atacar el flanco Norte de las tropas de Buendía, ubicadas
en el caserío de Tarapacá y cortar la posible retirada de estas tropas hacia el
Norte”. (12)
El general Augusto Pinochet
critica esta organización de las fuerzas chilenas en su aproximación al
objetivo, Tarapacá, considerando a la misma como teórica para el combate, se
desconocía información vital del dispositivo, composición y fuerza de la coalición,
se “elaboró sin tener ni la más remota idea o un conocimiento
aproximado del dispositivo enemigo y desconocer la cantidad de sus fuerzas;
además adolece de numerosos errores fundamentales, que fueron las causas
principales del fracaso de los chilenos en su ataque a ciegas sobre un
dispositivo desconocido y como es lógico significó un alto costo en vidas”. (13)
El general Pinochet afirma
en su obra que, “El coronel Suarez cuando recibió la noticia de la
proximidad de las tropas chilenas consideró que el fin llegaba para el ejército
de Tarapacá”. (14) Probablemente infirió de esa manera llevado por la
lectura de partes de guerra, sin embargo, le faltó precisar la capacidad de
reacción de las tropas peruanas, pese a encontrarse muy agotadas al máximo de
su capacidad.
Las fuerzas enemigas
iniciaron el ataque en tres columnas: la primera al mando del teniente coronel
Eleuterio Ramírez conformada por los batallones del
regimiento 2do de Línea y dos cañones de bronce, su objetivo conquistar
Huarasiña, las provisiones de agua del poblado, para avanzar hacia Tarapacá; la
segunda, a órdenes del coronel Arteaga, conformada por el regimiento Artillería
de Marina, batallón Chacabuco, cuatro cañones de Bronce y dos cañones Krupp,
atacar por las alturas que dominaban el poblado; y la tercera, dirigida por el
comandante Ricardo Santa Cruz e integrada por un batallón del 2do de Línea, 260
hombres del Zapadores, 116 Granaderos a Caballo y dos secciones de artillería
Krupp de montaña, para cerrar el paso de Quillaguasa y evitar la retirada de
las fuerzas de la coalición hacia Arica. La encerrona planeada por el mando
chileno no dio resultados.
El 27 de noviembre el
entonces coronel Andrés A. Cáceres, observando el valle de Tarapacá que no
tenía más de 400 metros de ancho en promedio; creyó escuchar el sonido de
sables que se expandió por todo el valle, no podía ser de la caballería peruana
que había partido temprano; al mismo tiempo, un vuelo de torcazas se elevó al
cielo, señal que Cáceres interpretó como presencia del enemigo.
Cáceres ante esta sospecha y
viendo el peligro en que encontraban sus fuerzas, dio la alarma inmediata
exclamó “¡Enemigos!” “¡Que forme la división en tres columnas!” De
inmediato trasmitió la orden al coronel Manuel Suárez, jefe del 2 de mayo “¡Su
batallón detrás del mío! ¡En silencio, armar bayonetas y arriba!”. (15)
En la versión chilena,
Pinochet indicó que es el coronel Suarez quien ordenó a sus fuerzas evacuaran
el pueblo rápidamente, lo que hicieron de inmediato la división Cáceres y
División Bolognesi, ganando las alturas que rodeaban el pueblo, “el
hecho de haberse cumplido esta orden con prontitud y sin vacilaciones significó
el triunfo para el Perú, pues si se hubiesen defendido habría sido ir a un
sacrificio inútil”. (16)
Cáceres con su división
ganaron rápidamente las alturas por el Oeste para no estar en desventaja frente
al enemigo y enfrentó a las fuerzas de Santa Cruz haciéndola retroceder. La
columna Ramírez logró penetrar a la quebrada por Huarasiña siendo rechazada
luego de violento combate por la división del coronel Bolognesi quien combatió
enfermo. Cáceres recibió refuerzos y logró poner en fuga a las fuerzas
enemigas.
El combate fue heroico,
violento, sin tregua nuestras tropas agotadas, cansadas hasta la inanición,
extenuadas, después de haber recorrido el desierto por casi 200 kilómetros, aun
así, en esas circunstancias supremas de la capacidad humana, sobreponiéndose a
su propio agotamiento y limitaciones logísticas lucharon frente a una fuerza
que venía de obtener victorias en Pisagua, San Francisco y Germania.
El general Augusto Pinochet
describe la batalla de Tarapacá desde el lado de las fuerzas chilenas, con
tanto realismo que expresa la angustia y temor que sentían las tropas enemigas
ante el empuje batallador de las fuerzas de la coalición “En esta
hora de angustia, todos disputaban la victoria en un esfuerzo sobrehumano; pero
aquellos que captaban la situación con realismo comprendieron la gravedad del
momento y la necesidad de una retirada antes de perderlo todo…”. (17)
En esas circunstancias tan
adversas para las fuerzas enemigas a punto de darse a la fuga, en que el temor
se venía apoderando del espíritu combativo y su moral decaía estrepitosamente
frente al ataque de nuestras fuerzas, el Tte. Crl Vergara, envía un mensajero
al poblado de Dibujo para comunicar al General en Jefe, la retirada de las
fuerzas de Tarapacá.
El mensaje decía: "Señor
General: Nos batimos hace más de tres horas con fuerzas muy superiores. Estamos
en mala situación y no es improbable una retirada más o menos desastrosa.
Conviene que nos mande encontrar con agua y algunos refuerzos. D. G. a Ud. José
Francisco Vergara". (18)
Llamadas por el general Juan
Buendía, de Pachica llegaron dos divisiones la Primera y Vanguardia llamadas
por Suárez, reforzaron todos los sectores y luego las fuerzas chilenas huyeron
por la Pampa de Isluga perseguidas de cerca por los peruanos. Las fuerzas
peruanas perdieron 236 hombres, hubo 337 heridos; por su parte los chilenos
tuvieron 758 bajas entre muertos y heridos y 56 prisioneros.
La actuación de Andrés A.
Cáceres y del batallón Zepita en la batalla de Tarapacá, recibió numerosos
elogios, entre ellos del coronel Belisario Suárez, jefe de estado mayor general
quien anotó lo siguiente: “Zepita tomó cuatro de los cañones
enemigos con sus municiones, mientras, digno émulo de su decisión y de su
gloria, llevaba en trofeo el regimiento Dos de Mayo, los dos que se encontraban
a su frente. Estaba cumplida, en los primeros momentos del combate, una de las
más notables proezas de la infantería, y fue cuando brilló el valor y cuando se
revelaron en todo su mérito la perseverancia y talento militares del comandante
general de la segunda división, señor coronel Andrés Avelino Cáceres, que tuvo
el acierto, tan raro en el arte, de saber utilizar la victoria sin dejarse
arrastrar ciegamente por ella. Preocupado sólo del triunfo de nuestras armas,
el coronel Cáceres moderó el ardor de sus soldados, organizó el mismo
entusiasmo, y no pedía sino fuerzas que recordaron su plan admirablemente
combinado y que redujo a la impotencia a los contrarios”. (19)
El general Juan Buendía
comandante en jefe del ejército del sur, luego de la batalla de Tarapacá,
emitió el parte oficial de la batalla, en ella no escatima elogios para
nuestras fuerzas y los jefes y oficiales, relevando la intrepidez, valor e
ímpetu del ataque que hicieron huir a la infantería y caballería enemiga,
quedando la artillería en poder de nuestras fuerzas.
El general Juan Buendía
relata que fue la primera división al mando del coronel Andrés A. Cáceres la
primera en ocupar las alturas del poblado, recibieron fuego de artillería
enemiga y gracias a su heroísmo se aproximaron hasta cercanías del enemigo, deplorando
la muerte de coronel Manuel Suarez y del teniente coronel Juan Bautista
Zubiaga.
“La tercera división,
al mando del señor coronel comandante general don Francisco Bolognesi, tiene
también gran parte en la victoria; su jefe, que hasta el momento del combate se
encontraba enfermo y postrado en cama, olvidó sus padecimientos y marcho a la
cabeza de su división…” (20). Mariano Santos Mateo arrancó
el estandarte del Regimiento 2do de línea chileno, mereció mención honrosa en
el parte de su jefe de División, el coronel Francisco Bolognesi.
Las fuerzas peruanas,
ejército pequeño pero valeroso emprendió la retirada hacia Arica al día
siguiente de la batalla, no pudieron salvar la provincia de Tarapacá. Hizo un
primer alto en la garganta de Aroma, el siguiente en Camiña aquí descansó un
día “entre verdes campos de tréboles, viñas, olivos y huacas”. Atravesaron el
desierto de Camarones y llegaron a Arica el 18 de diciembre.
El escritor inglés Clements
Markham, describe el resultado de la batalla: “Si se considera
detenidamente las mil dificultades del caso: la falta de víveres y de recursos
de todo género, la carencia de todo medio de comunicación con base alguna, la
imposibilidad de recibir socorros habrá de convenir que el general Buendía tomó
el partido conveniente al decidir el abandono de la provincia tras el fracaso
del brillante asalto al cerro de San Francisco. Salvó así la flor de su
ejército y prestó a su patria el mejor servicio posible en aquellas
circunstancias; y aun para hacer eso debió no solo dar una batalla, sino ganar
una victoria”. (21)
La derrota de las fuerzas
enemigas en Tarapacá trajo momentos de consternación, pesadumbre y dolor en las
autoridades chilenas. El presidente chileno Aníbal Pinto el 2 de diciembre de
1879, escribe una carta a Rafael Sotomayor:
“Yo atribuyo este
desgraciado acontecimiento:
1.
A ligereza. Se envió una pequeña división a Tarapacá sin saber a punto fijo si
había allí enemigos.
2. A
petulancia. Estamos poseídos de la idea de que un soldado chileno puede
levantar la cordillera de los Andes en la punta de su bayoneta, y guiados por
este sentimiento no es de extrañar que cometamos imprudencias como la de
Tarapacá”. (22)
Rafael Sotomayor Baeza era
ministro de guerra y marina, luego de la derrota de sus fuerzas en Tarapacá,
poseído de una gran indignación, escribió a Pinto: “Los 700 u 800
hombres perdidos en Tarapacá con 7 u 8 cañones y mucho armamento se debe en
gran parte a esa servil adoración de la táctica de Moltke, que falsamente se le
atribuye a este capitán. Se quiso tener un Sedán, dar pruebas de estrategia
militar y se encontró un sepulcro inmerecido para nuestra tropa…” (23)
El significado de Tarapacá
para las generaciones de nuevos soldados de nuestro ejército ha quedado grabado
en piedra. Es una luz que ilumina el firmamento, es un ejemplo que aflora de
las múltiples acciones de valor y heroísmo de la lucha tenaz, en las condiciones
muy desventajosas en que se encontraban, sobreponiéndose a ello, sacaron del
fondo del alma el espíritu guerrero de sus ancestros.
Hoy la Batalla de Tarapacá
es reconocida mundialmente como el triunfo de las fuerzas morales frente a la
adversidad. El soldado peruano se sobrepuso al cansancio, la sed, las
enfermedades, a la falta de apoyo, a la deserción, cobardía criticable en esa hora
aciaga.
La sangre de nuestros
soldados ha humedecido el valle y las arenas de esta bendita tierra, sacrificio
memorable por siempre. Allí en ese suelo, en sus arenas desérticas, que espera
resarcir su dolor y frustración, cayeron los heridos, quedaron los muertos, las
balas y cañones, el choque de bayonetas y los ayes de dolor.
¡Tarapacá Victoria
memorable!
Homenaje por la OLMC al Gran
Mariscal Andrés A. Cáceres 10 de Noviembre de 2022.
Imagen de portada:
Óleo que representa a la Batalla de Tarapacá, del 27 de noviembre de 1879,
victoria peruana sobre las fuerzas chilenas.
Notas:
·
López, Jacinto: Historia de la guerra del guano y del salitre: 1 y 2.
· Pinochet,
Augusto. Guerra del Pacífico. Campaña de Tarapacá: 3, 4, 12, 13, 14, 15, 16,17,
18.
· Vicuña,
Benjamín. La fallida ‘encerrona a los peruanos’: 5, 6, 8, 9, 10.
· CACERES:
CONDUCTOR NACIONAL. CPHE. 1984: 19
· ISIDORO,
ERRÁZURIZ. La jornada de Tarapacá, folleto, diciembre de 1879: 7
· Buendía,
Juan. Parte oficial de la batalla de Tarapacá: 20.
· Markham,
Clements. “La guerra entre Perú y Chile”. Batalla de Tarapacá: 21
· Bulnes,
Gonzalo. “Guerra del Pacífico”. Tomo 1: 22, 23.


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