Australian War Memorial

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EXTERIOR DE MEMORIA DE LA GUERRA-AUSTRALIA

domingo, 20 de octubre de 2019

La resistencia de Cáceres relatada por el historiador chileno Gonzalo Bulnes.






El estudio de la situación del Valle del Mantaro en la concepción chilena de la guerra los hizo cometer una serie de errores garrafales, no hicieron un estudio exhaustivo sobre el terreno, condiciones atmosféricas y el enemigo, menospreciaron a las tropas de Cáceres, en otras palabras, las consideraron inferiores a ellos en rendimiento y preparación para el combate.

Probablemente cometieron estos errores porque nunca habían combatido en terreno montañoso, a altitudes que desafiaban el rendimiento del soldado, la falta de oxígeno, la presencia de enfermedades endémicas, que mostraron la principal debilidad de los supuestos valerosos y patrióticos soldados chilenos, lo que no ocurría con las tropas de resistencia del Brujo de los Andes, que eran de la zona.

Según el historiador chileno Gonzalo Bulnes, el presidente chileno Domingo Santa María quería imprimir un mayor dinamismo a las operaciones militares en el Perú, para ello había ideado un plan que consideraba enviar una expedición a Arequipa y otra al Valle de Jauja, porque sabía que estas tierras proveían a Cáceres del avituallamiento para sus tropas de la resistencia nacional.

Abandonó el proyecto hacia Arequipa, incluso había escrito notas con estas decisiones a sus representantes políticos en Lima a Eulogio Altamirano y Jobino Novoa y al general en jefe Patricio Lynch, para que acometieran esa empresa y que podría traerles muchos beneficios económicos, dado que este fértil valle era la despensa de Lima.

En Santiago el presidente y los directores de la guerra, se habían ilusionado con este espejismo, pensaron que todo era muy fácil, convencer a la población de su rol de protectores y defensores, ganar su confianza y apoyo, así, dominar la sierra, ello les permitiría obtener los abastecimientos y no esperar que Lima los enviara. Nunca lograron su cometido, salvo contadas ocasiones en que traidores los apoyaron con dinero y vituallas. El resto fue ilusión pura.

El plan preparado e ideado por los superiores políticos de Patricio Lynch con orden del gobierno de Santiago, lo afectaba directamente porque debía dejar la comodidad, su vida muelle, seguridad y protección de sus tropas, las facilidades que tenía en Palacio de Gobierno, muy lejos de los campos de combate; para darse a cabalgar por los interminables caminos de la sierra, en un terreno escabroso, con el constante peligro de las guerrillas caceristas.

Es que, la guerra que iba a emprender de inmediato por órdenes superiores no era la misma al que había estado habituado a lo largo de su vida de marino. En un Teatro de operaciones distinto al que siendo marino conocía y dominaba, y en la Costa que había participado, conocía y había actuado a lo largo de la campaña del sur. Operaciones en la sierra se habían convertido en una gran incertidumbre, que solo el tiempo se encargaría de demostrar si la decisión fue la más acertada.

Al fin y al cabo, la sierra presentaba particulares características en terreno, clima y condiciones atmosféricas para el enemigo, especialmente para su infantería que se debía desplazar por caminos muy sinuosos, en altitudes que afectaron su rendimiento físico. No tuvieron tiempo para adaptarse a la altura, con episodios de frío y tormentas. Las tropas de Cáceres sufrían menos y su desplazamiento era más rápido, por ser originarias de estas regiones, lo que era una gran ventaja.

Entre noviembre y marzo de todos los años, la sierra presenta un clima muy difícil de sobrellevar en operaciones, y esa época no era la excepción, con lluvias, granizadas, truenos y terrenos resbaladizos con quebradas, barrancos y la presencia de montoneros y guerrillas de Cáceres, hostigándolos, no era muy bien aceptado por este gallardo y patriota marino chileno.


El Plan de Operaciones de Patricio Lynch, visaba atacar al General Cáceres entre dos fuegos y hacia eso apuntó su preparación, quizás formado en el mar desde joven, no conocía el teatro de operaciones que sus fuerzas iban a utilizar en operaciones. La intención de capturar al General Cáceres solo quedó en eso, en una intención y deseo frustrado. Un golpe en el vacío, que afectó la moral de este marino.

Cáceres se les escabullía, retrocedía en movimiento continuo, era una gran ventaja la utilización del terreno por Cáceres y sus fuerzas. No dudamos que Lynch disponía de los informes de la tristemente recordada expedición Letelier del año anterior, la intención de someter y destruir al ejército en formación de Cáceres era su objetivo principal.

A propósito del TC Ambrosio Letelier, César Vásquez Bazán apunta lo siguiente: “Con estos fines claramente definidos, a lo largo de tres meses Ambrosio Letelier y sus cómplices —como el teniente coronel del ejército chileno Anacleto Lagos, hermano de Pedro Lagos— cometieron masivos crímenes de guerra en la sierra central y masacraron a centenares de humildes pobladores de la zona que intentaron defenderse de su avance. Impusieron cupos de guerra por doquier, que el mismo Letelier confesó que ascendieron a 1,394,000 pesos (aproximadamente US$31,600,000 del día de hoy). (1)

De ellos, Letelier afirma que sólo pudo cobrar en efectivo 336,049 pesos, es decir, menos del 25%. Buena parte de ese dinero se repartió entre los jefes, oficiales y soldadesca chilena que participó en la ´Expedición´, quienes recibieron ´gratificaciones por servicios especiales durante la campaña y por acciones distinguidas de valor´”.(2)

El contralmirante Patricio Lynch, había planeado una reunión en Chicla (3 825 metros de altitud) con las fuerzas que comandaba el coronel José Gana, de esta manera los estrategas chilenos habían planeado cazar al general Andrés A. Cáceres, sorprender a las fuerzas de resistencia en esa localidad entre dos fuerzas, entre dos fuegos y así cortarle la retirada al interior del territorio peruano.

Una operación de esta naturaleza requería de concordancia de esfuerzos, rapidez de movimientos y comunicación continúa, lo que en esos tiempos era muy difícil por influencia del propio terreno, las direcciones de aproximación estaban muy separadas, ambas fuerzas separadas por un terreno de difícil acceso, además de la lenta marcha del enemigo en su desplazamiento.

En la versión peruana, el 01 de enero de 1882, el contralmirante Patricio Lynch preocupado por presencia cercana de las fuerzas de Cáceres y crecimiento de la resistencia nacional, partió de Lima con 3,000 hombres, se desplazó por Carabayllo hacia Canta para caer sobre Chilca y cortar retirada a Cáceres. El coronel José Gana con 2, 000 hombres, se dirige de Lima a Chicla siguiendo la vía del ferrocarril como referencia.

El 8 de enero de 1882 la columna que comandaba Gana se reúne en Chicla con Lynch que llegó con la caballería, mientras su artillería regresaba a Lima y su infantería avanzaba a duras penas por efectos de las lluvias, nieve y soroche, estas tropas llegaron atrasadas a Chicla el 14 de enero, la operación de Lynch había fracasado, en su diario escribía Lynch ´Mis temores se han realizado´. No encuentran a Cáceres.

Un Lynch temeroso retorna a Lima con 2, 000 hombres, delegó el mando al coronel José Gana y el 17 de enero le ordena ir tras Cáceres con 3,067 hombres. Desde Chicla Lynch telegrafió a Eulogio Altamirano y Jobino Novoa delegados del gobierno de Santiago, oponiéndose a seguir adelante y recomendó esperar mejores tiempos con el cambio de estación, estos que no conocían la situación de las operaciones, el terreno y condiciones atmosféricas, se opusieron.

Lynch comprendió que este tipo de operaciones no eran para él, al fin y al cabo, era un hombre de mar, decidió regresar a Lima para comunicarse con su presidente, fue inútil, el presidente chileno Domingo Santa María y sus delegados se mantenían en sus trece.

“´Telegrama: Altamirano y Novoa a Santa María. Enero 10 de 1882. General en jefe llegó a Chicla y nos dice que después de pasar un ramal de la cordillera, viendo lo que han sufrido las tropas con motivo de las nieves y de las lluvias, es de opinión que la expedición debe suspenderse hasta la buena estación, y ocupar mientras tanto Huacho, Supe, y hostilizar a Montero. Nuestra opinión resuelta es que la expedición deberá ir adelante. Lo contrario sería un fiasco. Esperamos, sin embargo, al general que viene hoy a Lima a conferencias con nosotro´".(3)

´Enero 13. Después de la llegada del General nos hemos ocupado en reunir datos para saber si sería o no peligroso el paso de la cordillera en este tiempo´.
´Enero 14: Los informes que hemos recibido manifiestan que la expedición a Jauja es perfectamente practicable y en consecuencia queda definitivamente resuelta. Se hace lo posible para activar los preparativos para que la expedición salga de Casapalca en muy pocos días´”.(4)

Casapalca, por la experiencia vivida por la expedición Letelier, era el lugar elegido, lugar ideal como centro logístico y de reunión de las tropas enemigas. Allí, se realizó el acopio de PERSONAL, víveres, animales y forrajes. Se aprovisionaron para traspasar la cordillera por supuesto todo de la comarca. Reunieron en total 1,250 bestias: 200 tomadas en la campiña de Lima y el interior, 350 burros, 100 mulas, y todos los caballos de la artillería en número de 600. Las piezas de artillería habían sido conducidas a Lima.

Indudablemente que el terreno montañoso por sus fuertes pendientes, las marchas en subida eran muy penosas, las tropas regulares y las guerrillas peruanas no tenía mayores problemas, pero las tropas enemigas sí sufrieron los efectos del clima y las condiciones meteorológicas de esta zona del terreno, Gonzalo Bulnes expresa, “temporales de viento y nieve entre noviembre y fines de marzo, y sobre todo por la puna o soroche que hace reventar en sangre por ojos, narices, boca y oídos al viajero acostumbrado a respirar el aire oxigenado de la regiones bajas”. (5)

Pese al esfuerzo físico de las tropas chilenas, la adaptación a la altura la hicieron mientras se desplazaban en búsqueda de capturar al Brujo de los Andes. El enemigo estaba muy afectado en su rendimiento físico, y este era un factor en las operaciones que Cáceres había tomado en cuenta desde su etapa de convalecencia en Lima.

Llevar al enemigo con acciones retrogradas y movimiento continuo a un escenario, terreno y condiciones atmosféricas favorables a sus fuerzas de resistencia y de agotamiento y minando la moral del enemigo, agotarlas por el esfuerzo y finalmente atacarlas hasta destruirlas y a los sobrevivientes expulsarlos del valle del Centro del país.




El puente de la Oroya era un punto crítico muy importante, las fuerzas que la tuvieran en su poder tenían marcada ventaja sobre el enemigo, porque era y es un nudo de comunicaciones entre la costa y la sierra, entre Lima y Junín, paso obligado para los abastecimientos y las tropas a pie en aquellos tiempos.
El Teatro de Operaciones desde el punto de vista chileno consideraba como límites desde Cerró de Pasco por el norte, hasta Marcavalle por el sur y su comunicación con Lima que era el centro de su aprovisionamiento o su vía principal de abastecimientos que las tropas chilenas cuidaban con mucho esmero.
Según Bulnes, los delegados del gobierno chileno en Lima, siguiendo ordenanzas del presidente Domingo Santa María, habían decidido que los gastos que ocasionarían las operaciones de sus fuerzas en la sierra serían costeados por la población; es decir, el enemigo había planeado vivir, alimentarse durante las operaciones a costa de las poblaciones del fértil valle del Mantaro.

“Quería que la sierra costease los gastos de su ocupación, lo cual era natural dentro del concepto errado del Cuartel General(chileno)” y con un gran cinismo deciden que las poblaciones paguen por su seguridad, es decir seguían con su política de robo, extorsión y saqueo, “si la misión de nuestro ejército era defenderla contra los expoliadores o montoneros era lógica que pagase su policía y seguridad”.(6)

No sabemos a qué policía y seguridad se referían, porque pueblo al que llegaban lo primero que hacían fue robar, asesinar y violar a las mujeres, especialmente niñas y jóvenes, las familias escondían en lugares lejanos a las mujeres sustrayéndoles de esta política de abusos y violaciones que impusieron los bárbaros del sur.

Las autoridades chilenas y especialmente Eulogio Altamirano y Jovino Novoa delegados del gobierno de Domingo Santa María en Lima, estaban convencidos que podían conquistar el apoyo de la población de manera pacífica y lograr que esa población en aras de la paz colaborara voluntariamente. Era muy ambicioso el plan, se equivocaron.

Para ello dieron indicaciones a su personal, ordenaron que se respetaran a las poblaciones del interior, sus bienes y propiedades, en otras palabras, que se comportaran de manera benévola con las poblaciones, y que, los impuestos a aplicar para el mantenimiento fueran justos, para lograr su confianza y colaboración. Lo que era un sueño, no se realizó nunca.

Patricio Lynch decía en sus instrucciones al coronel José Gana, designado a cargo de las operaciones en el Valle del Mantaro, ‘Depende de la confianza que inspire nuestra ocupación que esos valles entren en el trabajo y en la explotación de las riquezas de su suelo, que pueda contribuir al bienestar de las tropas ahí acantonadas, y que refluya en beneficio del estado general de nuestras rentas que así tendrán un aumento. De modo que estamos vivamente interesados por el honor del ejército y nuestra propia conveniencia en dar eficaz garantía a la vida, propiedad e intereses de los habitantes y especialmente en el acarreo de sus productos’".(7)

Una manera de oficializar con mucha retórica, líricas, para tapar quizá los antecedentes de las tropas enemigas y sus oficiales, abusos inimaginables que cometieron las fuerzas chilenas en contra de la población en el interior de nuestro país, hechos que han quedado registrados como lo reconoce en algún momento el historiador Bulnes cometidos por esas tropas a lo largo del Valle del Mantaro.

El coronel José Gana partió de Chicla el 19 de enero de 1882, conduciendo a sus fuerzas organizadas, el 21 llegó a la población minera de Casapalca, el 22 a las 3 p.m. emprendió el ascenso para traspasar la cordillera, pasaron con mucha dificultad cerca del monte Meiggs que se eleva a 5,500 metros de altitud s.n.m.

El 23 de enero continuó su marcha con dirección a Oroya, previamente había enviado al sargento Mayor de Caballería chilena Manuel J. Jarpa, llegando a la Oroya sorprendió a un piquete de tropas de Cáceres tratando de destruir el puente, que Cáceres había ordenado antes de partir a Tarma, las tropas enemigas lograron frustrar este ataque, Jarpa aseguró el puente y con esto un importante punto crítico.

 La división chilena pasó la Oroya, siguió hacia Tarma llegó el 24 de enero, esta ciudad se rindió para evitar su destrucción. Mientras tanto Cáceres se concentraba en Jauja camino a Huancayo. La caballería chilena con el Sgto. Mayor Jarpa en persecución de las fuerzas de Cáceres alcanzó las alturas de Jauja y de este lugar observó cómo la retaguardia peruana se perdía en el horizonte.

En lugar de continuar la persecución, o en su defecto enviar mensajeros a Tarma, optó por regresar a esta ciudad para dar cuenta al coronel José Gana de su hallazgo, lo que favoreció a las fuerzas de Cáceres. El 1 de febrero Gana entregó el mando al coronel Estanislao del Canto. Gana se sintió muy estresado, dice Bulnes: “estaba cansado de esta campaña emprendida contra su voluntad delegó el mando en el coronel Canto”. (8)

El coronel Gana le hizo conocer al coronel Canto las instrucciones recibidas del general Lynch, el coronel José Gana regresó a Lima, sin pena ni gloria, en poco menos de un mes este aguerrido y patriota coronel chileno, había defeccionado, se había acobardado y prácticamente huido a su responsabilidad como militar, como cualquier desertor de sus fuerzas.

En cumplimiento a disposiciones del comando chileno, Canto dio más dinamismo a las operaciones, envió una partida de reconocimiento sobre los pasos de Cáceres con 50 hombres de los Carabineros de Yungay. Dividió sus fuerzas en dos columnas una de 500 hombres a su mando y la otra conformado por el resto de la división al mando del coronel Robles, se desplazarían por ambas riberas del río Mantaro.

El plan del coronel Canto consideraba el desplazamiento de sus fuerzas en dos columnas, una por cada ribera del río. El coronel Robles al desplazarse por una dirección de aproximación hacia Concepción por la ribera derecha, opuesta a la DA por donde se desplazaba las fuerzas del coronel Canto, por tanto, tenía más recorrido que realizar.

Llegado a un punto debían cruzar el rio Mantaro denominado río Grande en esto años para reunirse con el coronel Canto en Concepción, como es de conocimiento de todos, el puente fue destruido por los guerrilleros de Cáceres, sin embargo, el historiador Gonzalo Bulnes, atribuye esta destrucción a otra causa:
 “Al pasará el río por un Puente de cimbra, los soldados(chilenos) acostumbrados a marchar llevando el paso hicieron unirse el Puente, con el compás de los pies. Algunos cayeron al agua y sé ahogaron. Se mojaron las municiones de artillería, como el río no tenía un vado, la columna se fraccionó quedando una parte en una ribera y la otra en la opuesta, y así tuvo que continuar la marcha”.(9)

Este percance fue fatal para el coronel Robles, no pudo superar el acoso y hostigamiento de las guerrillas que destruyeron el puente de Muquiyauyo. Y no pudo reunirse a tiempo con Canto en Concepción, donde pensaban encontrar a Cáceres. Cáceres conocedor del terreno y de los tiempos de desplazamiento del enemigo llegó a Huancayo, Canto siguió sus pasos a Huancayo. Dejó orden para que Robles se le uniera.

El coronel Canto muy entusiasmado y vehemente siguió la persecución de las fuerzas de Cáceres y llegó hasta el caserío la Punta camino a Ayacucho, las tropas chilenas cansadas extenuadas habían caminado desde Jauja unos 60 kms.

El 5 de febrero las dos columnas de fuerzas chilenas se desplazan hacia el sur, siguiendo la ruta de Cáceres, Canto alcanzó la retaguardia de las fuerzas de Cáceres en Pucará. Según Bulnes, el terreno que circundaba Pucará, por sus características de elevación accidentada era muy propicia para una operación defensiva que había adoptado Cáceres, en el relato de Gonzalo Bulnes “Los cerros ofrecían posiciones ventajosísimas y Cáceres la aprovechó”. (10)

Según la explicación de Bulnes, la primera posición que ocupaba Cáceres en Pucará fue forzada por las tropas enemigas, con cierta dificultad, las fuerzas peruanas retrocedieron a la segunda posición que tenía mucho mayor valor defensivo. Canto y Robles lograron un éxito fugaz, efímero, seguro y breve, Bulnes asegura que, “las divisiones peruanas eran más numerosas” (11). Las fuerzas regulares peruanas alcanzaban unos 800 hombres, pero estaban apoyados por las guerrillas del Centro.

“Cáceres intentó rehacerse en otra posición no le fue posible y se dirigió a Huancayo, dejando entre 60 y 70 muertos y 38 prisioneros” (12), atribuye además a la existencia de Quebrada Honda como principal obstáculo del terreno, que no les permitió continuar las operaciones tras Cáceres.

Esto parece una exageración, o una equivocación de Bulnes, porque las tropas chilenas regresaron a Huancayo y el general Andrés A. Cáceres prosiguió su marcha hacia Marcavalle. Luego Izcuchaca, Julcamarca y finalmente Ayacucho con el grueso de su ejército, realizando un retardo en posiciones sucesivas, finalmente fueron las guerrillas del centro las que protegieron al Ejército en su marcha hacia retaguardia.

El coronel Canto llegó a Concepción y no encontró a Cáceres, viendo que Robles demoraba, continuó su marcha a Huancayo, al llegar no encontró a Cáceres, tomó descanso con sus tropas y de inmediato prosiguió la persecución tras Cáceres. Robles llegó a Huancayo y recibe orden de Canto, para que prosigue su marcha de tal manera que amabas columnas están separadas por 2 leguas 5, 572 metros por legua, unos 11 kilómetros.

Canto alcanzó la retaguardia de Cáceres en Pucará, Canto inicia el ataque a las primeras posiciones según Bulnes “los cerros ofrecían posiciones ventajosísimas y Cáceres las aprovechó...”(13). Las tropas peruanas maniobran hacia retaguardia y ocuparon posiciones defensivas de mayor valor defensivo.

Canto continúa el ataque y se le une Robles con su columna, aunque él éxito fue muy breve para cantar victoria, las fuerzas peruanas utilizaron el terreno que les daba una gran ventaja. Cáceres retrocede con sus tropas hacia Huancayo, dice Bulnes. Tanto el diario de campaña de Cáceres como connotados historiadores aseguran que Cáceres se dirige en dirección a Izcuchaca, luego hacia Ayacucho.

Bulnes relata a su manera la situación creada por el coronel pierolista Arnaldo Panizo leal a su caudillo Nicolás de Piérola, aunque el coronel Arnaldo Panizo inicialmente a instancias de Piérola había reconocido como comandante del ejército del Centro al general Andrés A. Cáceres, el coronel Panizo nunca se subordinó, más bien cuando Cáceres le hizo en repetidas ocasiones llamado para que acuda con sus 1,700 hombres en su apoyo, nunca se movió de Ayacucho con sus tropas.

Bulnes creyó que Panizo actuaba de esa manera porque el general Cáceres había reconocido a Lizardo Montero como presidente provisorio en reemplazo de Francisco García Calderón preso en Chile. Los delegados chilenos y mucho menos el jefe político militar Patricio Lynch, nunca reconocieron a Nicolás de Piérola como interlocutor válido para conversaciones de paz.

La derrota de Panizo en la batalla de Acuchimay frente a Cáceres no es reconocida por el historiador chileno, más bien da una versión diferente, muy ajustada a su interés de dejar sentado que, la victoria obtenida por Cáceres se debió entre otras cosas a que: Cáceres había trabajado al pueblo con sus emisarios, y que hubo un levantamiento de la población movilizada por agentes de Cáceres, algo de intriga en esta acción. Bulnes, consideraba al pueblo ayacuchano “como levantisco e insubordinado en un país donde imperaban las revoluciones”. (14)

Según la versión de Gonzalo Bulnes, el general Andrés A. Cáceres disponía de armas que había enviado de manera oculta a las haciendas de sus amigos muy cercanos y leales. Indica, además que las fuerzas se enfrentaron y cuando el Coronel Panizo estaba por vencer en la contienda al ver que los oficiales de Cáceres levantaban las Armas en señal de rendición:
“Panizo, guiado por el generoso espíritu de no ahondar las odiosidades entre los defensores del país, no se cuidó de desarmarlos y los hizo pasar a retaguardia de la línea. De repente partió del seno de una gran población cercana a esos soldados el grito de ¡Viva Cáceres!”(15). Este relato, lo atribuye Bulnes a la prensa peruana de la época.

Lo cierto es que Cáceres había utilizado frente a Panizo no solo la persuasión, un llamado de hermano para juntos enfrentar a las fuerzas chilenas mucha antes, sino toda estrategia para lograr vencer a Panizo. El coronel Panizo leal a Piérola, no quiso o no pudo subordinarse a la autoridad de Cáceres y está actitud al final afectó a las fuerzas patriotas; de haberse unido antes, hubieran enfrentado a las fuerzas de Canto y Robles con mucha ventaja y las hubieran expulsado del valle del Mantaro.

Con Cáceres en Ayacucho y las Fuerzas chilenas en Huancayo, los abusos y exacciones a la población se convirtieron en una rutina, la población se organizó para proteger sus propiedades:
“las comunidades se armaron con sus seculares mazas, hondas y lanzas. En cada pueblo tenían un corneta de observación sobre un cerro, que daba la alarma cuando se acercaba una partida enemiga e instantáneamente los habitantes de las aldeas corrían a las alturas donde tenían acopios de galgas, que echaban a rodar en los senderos estrechos al paso de los chilenos”. (16)

De tal manera que cada incursión chilena en las comunidades era recibida de manera guerrera y causaban muertos y heridos en las fuerzas chilenas, estos hechos hicieron que las tropas enemigas tomaran represalias contra la población inocente y esto ahondaba la separación y el odio por las fuerzas enemigas.

La situación económica de la población de las principales ciudades y pueblos pequeños del valle del Mantaro era calamitosa, porque se encontraban en medio de una guerra y el temor dominaba a los pobladores, la mayoría agricultores, ganaderos y comerciantes, ante amenazas se vieron en obligación de colaborar con las fuerzas enemigas y también apoyaban a las fuerzas de resistencia.

La población del valle del Mantaro, por supuesto que optó por apoyar voluntariamente a las fuerzas del General Cáceres, con todo lo que tenían a su alcance. También hubo muchos comerciantes quienes para proteger sus bienes y propiedades colaboraron con el enemigo. Cáceres los llamó traidores y los sancionó quitándoles el dinero recaudado y el ganado caballar que habían pedido las fuerzas enemigas.

Sin considerar la disposición de Cáceres de no colaborar con el enemigo, muchos lo hicieron, algunos tratando de granjearse la amistad de los jefes chilenos, buscando proteger sus propiedades, pese a que el General Cáceres lo había prohibido. Así, todo el mes de marzo de 1882, las fuerzas enemigas gozaron del abastecimiento de este valle y el apoyo de algunos comerciantes.

El abuso impuesto por el enemigo a lo largo de este valle fue inicialmente aceptado por un breve tiempo, el mes de marzo. Cuando la población se percató que el enemigo exigía cada vez más vestimenta, alimentos y otros abastecimientos, los campesinos decidieron disminuir su colaboración. Sus bienes, ganado y granos los trasladaron a lugares inaccesibles. Cada vez que alguna patrulla chilena llegaba, los recibían con galgas desde los cerros, provocándoles muertos y heridos y una reacción violenta contra los campesinos.

Hay que recordar también que los chilenos eran muy racistas, a los campesinos los calificaban de indios ignorantes. Como respuesta al desprecio y maltrato empezaron los agricultores, comerciantes y campesinos disminuyeron su apoyo, cada vez era más el odio que cosechaban los chilenos por su proceder abusivo.

Patricio Lynch Comandante en Jefe del ejército chileno en el país, había ordenado a sus fuerzas expedicionarias, “que cada jefe de guarnición señalara la contribución mensual que necesitaban y que las municipalidades se encargaran de distribuirla entre las comunidades indígenas”. (17)

Esto nunca sucedió, las confiscaciones, cupos, robos fue moneda corriente y cuando las localidades, los campesinos y contribuyentes justificaban su negativa a colaborar con el enemigo “las fuerzas chilenas se veían obligados a cobrarlo por la fuerza so pena de que el sistema se viniese al suelo y esos piquetes dirigidos por un cabo o sargento, a la más por un oficial subalterno procedían sin miramientos, añadiendo a la injusticia del impuesto las arbitrariedades de la percepción”. (18)

Las fuerzas enemigas debieron enfrentar otro frente que se le abrió el enfrentamiento con el Obispo de Huánuco, Del Valle, residía temporalmente en el convento de Ocopa cerca de Concepción, se dice que fue un gran hacendado y estaba sometido al pago del cupo, este obispo puso en campaña a todos los curas de la región y estos se pusieron al frente de comunidades e intervinieron en los combates.

Nunca se cumplió lo que Lynch había ordenado, es decir, conquistar el apoyo de la población para hacerla sumisa y colaboradora a sus intereses inmediatos de ocupación. Una división de 3,000 soldados tenía que comer, vestirse, atesorar para su regreso a su país, por tanto, en lo último que pensaban era en la seguridad de la población.

Aunque Gonzalo Bulnes a lo largo de todo su relato trata de hacer sobresalir épicamente a las fuerzas chilenas que enfrentaron al General Andrés A. Cáceres, estas, pese a sus esfuerzos nunca pudieron cazarlo. El Taita Cáceres escapó de muchos atentados contra su vida, allí están los relatos de su amada esposa Antonia Moreno de Cáceres su fiel colaboradora a lo largo de la guerra.

El presidente Domingo Santa María, los delegados chilenos Novoa y Altamirano y Lynch habían planeado conquistar lo que hoy se conoce la adhesión de la población, con los maltratos infligidos a las comunidades del centro del país, no otra cosa pudría haber cosechado las fuerzas enemigas, sino el odio acérrimo de la población, lo que en buena cuenta estaba justificado.

En esta etapa de la guerra, las operaciones planeadas por los delegados chilenos Altamirano y Novoa siguiendo instrucciones del presidente chileno Domingo Santa María y Patricio Lynch, para capturar al general Andrés A. Cáceres, nunca les dio resultados, fueron un rotundo fracaso. Ante la genialidad del Brujo de los Andes, después de las batallas de Pucará, Marcavalle y Concepción, las fuerzas enemigas derrotadas abandonaron el Valle del Mantaro.

Del (2) al (18). Bulnes, Gonzalo. GUERRA DEL PACÍFICO. Ocupación del Perú. Y la paz. Tomo 3. Cap. VI. Las Montoneras. Marcha de Gana y Lynch al interior.  Las guarniciones chilenas de la sierra. Combate de Marcavalle y desocupación de Huancayo. La Concepción. VALPARAÍSO. SOCIEDAD IMPRENTA Y LITOGRAFÍA UNIVERSO - 1919


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