El domingo a las cero horas, es decir amaneciendo para el lunes, la plaza de armas, mayor para algunos, se vio con inusitada actividad, el febril accionar de raleados grupos de personas, que daban rienda suelta a su algarabía y alegría plena. ¡A reventar ratas blancas y cohetones! Fue la consigna del momento.
Es que el cielo limeño se llenó de bombardas y juegos pirotécnicos de la más atrevida y variada composición pictográfica. Parecía una retreta provinciana, con banda incluida. Algunos transeúntes noctámbulos, apristas de viejo cuño, pensaron-es por el cumpleaños de Alan- estuvo a punto de vivar al santo, otro de inmediato le corrigió- falta un mes para que cumpla 61 años-lo cogerá gordo- dijo una mujer alegre.
Quiénes eran aquellas personas que se atrevían a interrumpir el sagrado sueño del arzobispo de Lima y del presidente constitucional. A quiénes representaban esas raleadas gentes que se habían reunido al lado de la pileta central y frente a los tres palacios, Gobierno, Municipalidad y Arzobispal.
Se miraban unos a otros, sorprendidos se saludaron, estaban los representantes de las ONG´s de derechos humanos, los caviares de cuello y corbata que laboran en las diferentes estamentos del estado y en los diarios caviares, lo ex comisionados de la ex CVR, con un informe recién impreso, por si acaso y no faltaron los deudos de la Cantuta, Barrios Altos, El Frontón, etc; todos tenían una particular sonrisa de satisfacción.
Les preocupaba sola un detalle, si los ilustres visitantes reconocerían en ellos, las importantes servicios prestados a su causa, el sagradísimo respeto a los derechos humanos de los denominados “luchadores sociales”, conocidos como terroristas.
Algo los mantenía optimistas y ello les insuflaba confianza, era reconocer que al frente de esta tremenda corte, estaba el magistrado Diego García Sayán, ex ministro de estado en el gobierno de Paniagua y de quien se presume liberó a innumerables terroristas de las cárceles.
No existe información exacta de cuántos subversivos presos fueron liberados, durante ese gobierno y el de Toledo, algún día se sabrá, dicen- es información clasificada-. Seguramente conocer esta información afecta a la seguridad nacional y la defensa de nuestro país. A lo mejor es así.
Y un letrero amplio, color blanco sostenido por los más conspicuos representantes, sostenían esta pancarta, que con grandes garabatos y letras rojas rezaba “Bienvenidos magistrados de la Corte Internacional de los DDHH”. Finalizó la celebración en medio de vivas y abrazos, cada uno para su casa con la satisfacción del deber cumplido.
El lunes por la mañana, sin penan ni gloria y con la indiferencia total y la ausencia de la alegría del pueblo peruano, estos señorones de la megajusticia internacional inauguraron en presencia del Presidente García y del presidente del Poder judicial, sus actividades en el Palacio de Justicia, que durará toda esta semana. En una actividad más política, que de justicia propiamente dicha.
El pueblo peruano, sabio al fin, lo entendió así y por eso no hubo ninguna demostración de alegría por su presencia en nuestro país, salvo la tradicional cortesía y buenos modales que caracteriza a nuestra población, a diferencia de algunos medios de comunicación caviares que le dieron la cobertura de siempre.
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