Australian War Memorial

Australian War Memorial
EXTERIOR DE MEMORIA DE LA GUERRA-AUSTRALIA

domingo, 20 de julio de 2008

Un diario al servicio de las fuerzas de ocupación.



El 17 de enero de 1881, las fuerzas chilenas ingresaron a Lima después de arrasar Chorrillos. Precisamente un día antes del aniversario de su fundación, ese día de verano, el manto azul de su cielo se puso color negro y corrieron ríos de sangre y lagrimas de dolor e impotencia.
La ocupación de Lima fue muy dolorosa para todos los peruanos. Mientras Piérola huía a Canta, Baquedano ocupaba la ciudad abandonada, en Palacio de Gobierno ondeaba la bandera chilena en su mástil.



Se implantó la ley marcial y con ello se legalizó los abusos abominables contra la población indefensa a quienes impusieron cupos y demás exacciones, y un control estricto de la prensa limeña.



Se sabe que la primera víctima en una guerra es la verdad. El primer peldaño de la tergiversación es la propaganda. Las autoridades chilenas impusieron una serie de publicaciones impresas, escritos y dirigidos por y para chilenos y en una clara estrategia propagandística y de guerra sicológica contra la población peruana.



De esta manera mantenían informada a sus fuerzas, a la opinión pública a los indiferentes, a los colaboracionistas que los hubo y además les permitía mantener la moral elevada de sus tropas, la cohesión y el patriotismo de las fuerzas de ocupación en tierra extraña.


Uno de los primeros diarios fundado para hacer realidad su intencionalidad propagandística, fue La Actualidad, este diario fue editado en la antigua imprenta de El Peruano. Su primer número salió el 20 de enero de 1881, tres días después de la ocupación de la capital, duró hasta mayo del mismo año.


Este diario publicaba no solo noticias nacionales y de la situación política chilena, sino además, la intencionalidad era clara, realizar propaganda a las fuerzas de ocupación, a favor de las autoridades chilenas de ocupación y guerra sicológica mediante sus candentes editoriales.

La finalidad suprema era ganar la mente de la población peruana, convencerlos de que la única solución a la guerra era la firma de una paz que ellos la ofrecían como la panacea del mundo, pero que en el fondo estaba preñado de odio y su aceptación era vergonzoso para los intereses nacionales. Pero claramente favorable a sus intereses estratégicos, de quedarse con territorios peruanos.

Los editoriales de este periódico son el reflejo de las intenciones de las autoridades chilenas en la capital. Así podemos percibirlo en los siguientes:
El 21 de Enero de 1881 editorializa de la siguiente manera:

“¿Se encuentra o no se encuentra el Perú en el caso de fundar en Lima, con arreglo a última pauta constitucional vigente, un gobierno bastante fuerte para mantener el orden?”
En una diáfana presión sicológica de este medio, el 24 de Enero de 1881.Bajo el título Objeto del viaje del Ministro de la Guerra:
“La ocupación de Lima después de dos sangrientas batallas y los acontecimientos que han seguido a ella imponen al estudio y la resolución de los hombres que representan en esta ciudad el poder público de Chile, en lo civil y lo militar, una serie de arduos y trascendentales problemas”.

“No se contaba,- debemos confesarlo- con que, destruido por el hecho lo que hecho había fundado, los habitantes de Lima, y en particular los ciudadanos más distinguidos, que deben tener en sus manos la dirección de la opinión pública, experimentasen dificultades para construir una administración provisional, con fuerza y prestigio suficientes para hacer respetar la ley, para celebrar un tratado de paz con Chile y para reunir un congreso”.

“La vacilación y el retraimiento de los buenos peruanos, fruto sin duda de la dolorosa experiencia, colocan a los jefes del ejército chileno en una situación que no carece de embarazos y de peligros”.
“Le sale al encuentro, a esta hora, la disyuntiva siguiente”:
“Echarse a cuestas la tarea de la administración de todo el territorio del Perú, adonde alcance sus armas, que podría ser todo el sur, desde la línea Mollendo, Arequipa, Puno, y toda la costa del centro y del Norte; recaudar allí las rentas, administrar la justicia, reorganizar las oficinas, etc., mientras la nación peruana no se resuelve a acometer la empresa dolorosa y mortificante, pero inevitable y heroica, de reorganizar su gobierno en días de derrota y de ocupación extranjera”.

“O bien, decidirse a tomar cartas en el aventurado juego de la política interna del Perú, buscar aliados y reconocer adversarios entre los partidos y caudillos que han disputado antes de ahora y pueden disputar de nuevo por el mando, y en fin, proporcionar a alguno de ellos la fuerza necesaria para imponerse y constituir gobierno”.
“Contra los dos términos de la disyuntiva se subleva el sentimiento público chileno; ambos están erizados de punzantes dificultades. Pero, en el punto a que las circunstancias nos han conducido, los representantes del gobierno de Chile en este país tendrán forzosamente que decidirse por uno de ellos”.

“Viene, en seguida y como consecuencia de lo anterior, el problema militar. No hacemos la paz, luego la guerra ha de continuar; ¿y en qué nuevo teatro y en qué proporciones? ¿Cuál será el plan de operaciones que se adoptará para impedir que el enemigo organice fuerzas considerables? ¿Regirán, por ultimo, en la campaña contra la montonera, las mismas reglas, que se ha observado mientras la resistencia a la invasión era mantenida por ejércitos regulares?(…)
El 2 de Febrero de 1881, bajo el título de El momento va siendo serio. Este diario continúa su campaña de guerra sicológica y de propaganda, amenaza abiertamente a la población, no encuentra una autoridad a su medida, continúa buscando un interlocutor con quien negociar la paz, una autoridad “respetable” que represente a nuestro país y acepte la imposición de sus intereses estratégicos mezquinos, como son cesión territorial y pago de indemnizaciones de guerra.


“Van corridos quince días desde que el ejército chileno ocupó la capital del Perú, y la situación conserva los caracteres de incertidumbre e incoherencia con que se presentó en los primeros momentos al espíritu del vencedor”.

“Van corridos quince días desde que Lima y el Callao obedecen de hecho a funcionarios chilenos, y todavía se halla sin despejar las incógnitas siguientes”:
“¿Esta o no está resuelta la nación peruana a aceptar la ley de la victoria y a celebrar la paz con Chile?”

“¿Tiene o no tiene el Perú un gobierno que lo represente en las negociaciones y que pueda comprometerse en nombre del estado?”

“Es cierto que, en la primera semana de la ocupación, una veintena de personas, llamadas a reunión por el Primer Alcalde de la Municipalidad de Lima, declararon que en su concepto, no había dejado de existir el gobierno de la Dictadura, y que consideraban siempre a don Nicolás de Piérola como el jefe Supremo de la Nación”.

“¿Quién gobierna hoy el Perú? ¿Con quién pueden entenderse los que tienen asuntos que discutir y cuentas que arreglar con el estado peruano?”

“(…) No tenemos, sin embargo, embarazo para manifestar nuestro profundo convencimiento de que el puñado de fugitivos que anda paseando de villa en villa, en las gargantas de la sierra, su derrota y sus indecisiones y en cuyos pasos vacilantes se revela el conflicto entre el deseo de conservar el mando y el temor de atraerse la impopularidad celebrando la paz,- no tenemos, decimos, embarazo para declarar que don Nicolás de Piérola y los suyos han perdido la faculta de hablar y obrar en nombre del pueblo peruano, sin contar con que el audaz violador de las suspensión de armas del 15 de enero se ha colocado voluntariamente, respecto de las autoridades chilenas, fuera del palio de la confianza internacional”.

“¿Quiere el Perú la paz?”
“¿Hay en la actitud y las manifestaciones del país algo que autorice a los hombres bien intencionados y sensatos para declarar que la sangrienta contienda del Pacífico ha concluido y para dar a los hogares en agonía y a los talleres paralizados voces de consuelo, de esperanza y de aliento?”
“¿Hay algo que autorice a los representantes de la nación chilena en el Perú para prolongar por un tiempo más la tregua que han concedido, generosamente, al vencido, en la hora de su completo anonadamiento?”
“He aquí una interrogación de muy grave significado, una interrogación que los peruanos patriotas y discretos harían bien en pesar en lo más íntimo del alma”.

Como podemos percibir, este diario fue fundado con la clara misión de propagar, una serie de mensajes orientados a convencer a las autoridades peruanas, a los personajes notables de la ciudad y a la población en general, pero además tenía la misión de ser el sostén ideológico de la estrategia militar.

Convencer a los habitantes de Lima, a los personajes representativos, que sus ofrecimientos de paz eran sinceros, que constituían una opción favorable para nuestro país desangrado, mutilado y expoliado. Nunca se entendió así, era todo lo contrario.

¡No señores! Detrás de ello se escondía su verdadera intención, no prolongar la guerra más de lo necesario, no propiciar una resistencia que sería fatal a sus intereses. Acopiar toda la riqueza posible obtenida y trasladarla a su país, como así fue.

Lograr un tratado ventajoso a sus intereses estratégicos, además porque la prolongación de la guerra les traería miles de problemas que no podrían enfrentar, ni afrontar, las tropas estaban cansadas y reclamaban parte de la torta obtenida por los abusos y cupos.

En otras palabras ya estaba en sus espíritus el temor, los invadía la desconfianza en sus posibilidades de hacer la guerra en un terreno de difícil acceso para ellos, nuestra zona serrana, corrían contra el tiempo pues conocían las acciones de resistencia que se realizaban, liderada por Andrés A. Cáceres en la zona andina al mando de sus montoneras.

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