Australian War Memorial

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EXTERIOR DE MEMORIA DE LA GUERRA-AUSTRALIA

domingo, 9 de marzo de 2025

La mafia carroñera se apodera del Estado peruano.

 


Si sigues las huellas del diablo, regresarás con los pies negros. A veces para atrapar un lobo debes atar la carnada a un árbol.

Anónimo.

La mafia carroñera se apodera del Estado peruano.

Por: Arturo Castro

Han transcurrido 25 años, desde aquél fatídico 20 de noviembre de 2000 en que nuestro país ingresó a un túnel oscuro, tenebroso y lleno de alimañas de todo calibre, y hasta el presente no podemos llegar a esa luz al final del túnel. Fue durante el gobierno del tristemente célebre presidente transitorio Valentín Paniagua, que por azares del destino y por cobardía de los congresistas se erigió en gobernante y le abrió las puertas del Estado a los caviares.

Se consolidarían durante ese quinquenio maldito, el gobierno del corrupto y dipsómano, hoy en la cárcel de la DIROES Alejandro Toledo, hedonista de marca mayor, dedicado a los bajos placeres, dependientes instintos y malévolos intereses, permitió que esta mafia aprovechara la conducta irresponsable de este nefasto personaje, para tender sus redes y apropiarse del espíritu legal del MP y PJ. Captándolos hasta hoy.

Una vez conquistada esa cabecera de playa judicial que les fue puesta en bandeja de plata, fue muy fácil, relativamente fácil avanzar e infiltrarse en todos los niveles, valiéndose de mil argucias, como aprovechar las facilidades para realizar diplomados, maestrías, pasantías en el extranjero con gastos pagados y sufragado por ONG’s enemigas del país.

Actualmente, intereses mezquinos y corruptos continúan socavando los cimientos de la endeble Democracia. Este grupo, denominado como la "mafia legal", ha logrado instrumentalizar el poder del Ministerio Público y del Poder Judicial, para consolidar su control y perpetuar sus fechorías, olvidando su verdadera misión de servir a la sociedad y defender la justicia.

La intervención de estas fuerzas oscuras ha llevado a que la confianza de la población en las instituciones se diluya lentamente, creando un caldo de cultivo para la incertidumbre, desconfianza y desencanto. La gran mayoría de connacionales sienten que la justicia está al servicio de pocos, mientras que la mayoría queda desamparada ante los abusos y la arbitrariedad.

Nuestro país se encamina hacia su destrucción moral, hacia la pérdida de su libertad y se juega su destino al filo de una navaja, al filo del abismo por la inacción de sus hijos, por el olvido e indiferencia de su clase dirigente y empresarial, y por la falta del principio de autoridad que hace mucho tiempo se ha perdido, poniendo en jaque nuestra endeble Democracia.

Frente a esta situación en que, río revuelto se convierte en ganancia para todos los mafiosos, gobierna el caos, el enfrentamiento entre poderes, la ley y el orden por los suelos, a nuestra Nación compungida, apenada, olvidada y desconfiada, tan solo le queda observar el lodo, pantano, ciénaga y arena movediza en que se está convirtiendo nuestro país.  

Una galopante corrupción en todos los niveles, agravado por el incremento del crimen organizado, de organizaciones criminales extranjeras, que se han apoderado de nuestra capital, aprovechando la limitada acción de la policía, cunde el sicariato y una telaraña mafiosa se ha extendido en los cielos de la capital y amenaza corromper todo.

El MP hace mucho tiempo que ha dejado de ser ese órgano cuya función “Encargado de la defensa de la legalidad, de los derechos ciudadanos y de los intereses públicos; así como de la representación de la sociedad en juicio para defender a la familia, los menores, las personas con discapacidad y al interés social”.

Intereses oscuros que, en lugar de velar por la justicia, se han convertido en un mecanismo de control y represión. Este Ministerio Público, que debería ser el baluarte de la lucha contra la corrupción y la defensa de los derechos ciudadanos, se ha visto arrastrado por la corriente de corrupción que contamina a toda la estructura del Estado.

La falta de independencia y la presión externa no solo han hecho que muchos fiscales y jueces actúen como meros peones en un juego más grande, sino que esta presión se ha concentrado en el Congreso para evitar la fiscalización del dinero que llega de las ONG’s, los verdaderos titiriteros son aquellos que se mueven en las sombras. Las decisiones ya no se toman con base en la legalidad y la justicia, sino en conveniencias políticas y económicas, favoreciendo a quienes ostentan el poder y el dinero.

La Nación, convidada de piedra cada vez más desilusionada y desencantada, observa cómo sus esperanzas se desvanecen en un entorno de impunidad y desconfianza. Claman y demandan justicia, solo se ahogan en un mar de indiferencia, mientras que aquellos que buscan un cambio real se ven perseguidos, silenciados o coaccionados.

Los ecos de esta corrupción resuenan no solo en la política, sino también en la vida cotidiana de los ciudadanos, quienes enfrentan a diario una realidad distorsionada donde prevalece el miedo y la incertidumbre. La falta de un verdadero estado de derecho permite que la impunidad se instale cómodamente, mientras los verdaderos culpables operan desde las sombras, burlándose de las leyes y de aquellos que creemos en ellas.

Es urgente una reestructuración profunda en todos los niveles de gobierno y en las instituciones del Estado. La recuperación de la confianza en el sistema de justicia y en las autoridades debe ser una prioridad, así como la promoción de una cultura de transparencia y rendición de cuentas. Es fundamental que la sociedad civil se movilice, exigiendo un cambio que permita erradicar la corrupción y restaurar la dignidad de nuestra nación.

Este proceso de transformación requiere valentía y determinación, pero sobre todo un compromiso sincero por parte de los líderes y de cada uno de nosotros. La lucha contra la corrupción y el restablecimiento del estado de derecho debe ser una prioridad innegociable si realmente deseamos un futuro donde la libertad, la dignidad y los derechos de todos los peruanos sean protegidos y respetados.

La educación, la cultura y los valores que antes sustentaban nuestra sociedad se ven erosionados, dejando un vacío que es fácilmente llenado por discursos de odio, divisiones y polarización. Las nuevas generaciones, en lugar de ser la esperanza de un futuro mejor, se enfrentan a un panorama desolador: un país sin rumbo, donde la corrupción se ha normalizado y la ética se ha convertido en un lujo.

La historia nos ha enseñado que el silencio y la inacción solo conducen a la perpetuación de sistemas corruptos, opresivos y pérdida de la libertad. Es hora de que los ciudadanos, los verdaderos dueños de este país, se levanten y exijan un futuro en el que la justicia, la libertad y la integridad sean los pilares sobre los cuales se edifique una nueva sociedad.

La lucha por un Perú libre de corrupción y lleno de oportunidades para todos debe ser nuestra misión colectiva, y no descansaremos hasta que la luz al final del túnel deje de ser solo una ilusión. No podemos permitir que nuestro destino se defina por la inacción; es hora de despertar y unirnos en la búsqueda de un país mejor, donde la justicia no sea un privilegio, sino un derecho para todos.