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R:
El
ingeniero dinamarqués Holger Birkedal fue
reclutado por Vicuña Mackenna. Le fue conferido el grado de sargento mayor de
ingenieros del ejército chileno y enviado a Lima para espiar a favor de Chile,
con la anuencia del señor Vergara, Ministro de la Guerra.
Holger
Birkedal, quien había trabajado en Perú, en el ferrocarril de Cajamarca, luego en
Lima y posteriormente en Tarapacá. Ofreció sus servicios al gobierno chileno y
realizó actividades de espionaje en nuestro territorio. Aunque inicialmente fue
capturado por actitud sospechosa, fue dejado en libertad por falta de pruebas después
de 17 días de prisión.
Birkedal
supo reclutar informantes y colaboradores extranjeros y nacionales, quienes lo
ayudaron inconscientemente e interesadamente por dinero y contribuyeron con sus
actividades de espionaje. El espía utilizaba una coraza real, no necesitó una
historia ficticia y utilizó una serie de
procedimientos en su búsqueda de informaciones.
Disponía
de un plano de tela transparente de Lima, Callao y Chorrillos, que actualizaba
diariamente en su alojamiento, con los datos que obtenía de su reconocimiento y
el de sus informantes y lo guardaba en su cuerpo para protegerlo. Su astucia lo
ayudó para salir de Lima y le valió ser ciudadano de un país neutral cuando le
pidieron empuñar las armas a favor de Perú. Le dieron un plazo perentorio para
abandonar el país y así lo hizo. Huyó llevando información valiosa que fue hábilmente
utilizada posteriormente en la campaña de Lima por los chilenos.
La historia
El
23 de diciembre próximo pasado llegó a Santiago procedente de Arica, el
ingeniero dinamarqués Holger Birkedal. El señor Birkedal es un ingeniero que en
1870 trabajó en el ferrocarril de Cajamarca, después estuvo en Lima y por
último en Tarapacá, donde trabajó en el ferrocarril de Patillos Lagunas.
Pertenece
a una familia distinguida de los súbditos de ese anciano Rey Cristian IX, cuyas
hermosas hijas ocupan los principales tronos de Europa, inclusive los de
Inglaterra y Rusia, Jorge, actual rey de Grecia, es también hijo de Cristian IX.
Declarada
la guerra el señor Birkedal simpatizó de
todo corazón con nuestra causa y quiso tomar un puesto en las filas del
ejército.
El
señor Vicuña Mackenna lo presentó al Ministro de la Guerra, señor Vergara, a
fines de agosto de 1880. En esa
entrevista, se acordó dar al señor Birkedal el grado de sargento mayor de
ingenieros del ejército chileno y, como a tal, confiarle una comisión importantísima
y peligrosa.
Se le encomendó que fuese a Lima para hacer
estudios:
1.
Sobre
el sistema de defensa de Lima y sus alrededores.
2.
Sobre
el armamento de los defensores.
3.
Sobre
las baterías.
4.
Sobre
el estado moral de sus tropas y habitantes.
Acto
continuo el señor Birkedal se puso a meditar el plan que debía facilitarle el
feliz éxito en esta misión de confianza y delicadeza.
Se
le dejó en completa libertad para manejarse, encargándosele, únicamente, que no
escribiese una sola línea desde el campo de los enemigos, puyes que su informe
debía darlo después de terminada la comisión. Debía retirarse de Lima en el
momento en que sus observaciones hubiesen sido terminadas.
Fue
a Valparaíso, y el señor Eulogio Altamirano expuso un plan, que consistía en
hacerse extraer del vapor inglés en el Callao, por la escuadra chilena, y
apelar enseguida a su Cónsul dinamarqués en Lima; pero a esto objetó aquel funcionario que esa extracción de una
nave neutral podría originar reclamaciones.
Mr.
Birkedal meditó otro plan y este fue el siguiente:
Cuando
trabajaba en el ferrocarril de Cajamarca había conocido en Pacasmayo a un
ingeniero que después se casó con una señorita de acaudalada familia y que
tenía mucho prestigio en Lima.
Tomaré
el tren para Chimbote, se dijo, y de allí iré a casa de ese amigo, le diré que
ando buscando trabajo, porque en Chile todo anda mal; él me recomendará a Lima
y entonces puedo perfectamente examinarlo todo.
Se
embarcó en el Lontué, capitán Potts.
Como
mientras más pronto llegara a Lima sería mejor, en el camino de Valparaíso a
Chilca se fue dibujando todos los puertos para que si algún espía peruano fuese
a bordo del vapor lo denunciase.
Así
fue. En Pisco un espía mandó el denuncio a Lima y en el acto se ordenó la
extracción de Mr. Birkedal, la que se efectuó en Chilca. Marchó a Lima seguido
de un fiel bulldog que inspiraba tanto temor a los peruanos, que una vez
dijo uno: lo que es yo no me allego,
estos perros son más bravos que los chilenos.
Como
no se encontró en poder de Birkedal ni papel ni objeto sospechoso, se le puso
en libertad después de hacerle apurar hasta las heces los tormentos de la prisión
en inmundo calabozo durante 17 días, en que constantemente llegaban a verlo
hasta niñas decentes que decían en alta voz: ¿Cuándo pues, fusilarán a este
gringo espía?.
Ya
en libertad se le hicieron muy amigos dos personajes muy celebres, dos tipos
característicos: uno se llamaba Antonio Carrasco, y era sargento mayor del
cuerpo de ingenieros, Adolfo Beck, noruego de nacionalidad, verdadero caballero
de industria que en todas partes metía su cuchara, y que por ser entrometido
sabía más que un cronista.
Ambos
vivían de gorra; así es que apenas vieron a un individuo extranjero y que les
convidaba comida, almuerzo, copas y plata en el bolsillo, no se le despegaban,
y era de ver como lo atendían con ciego servilismo. Era lo que Mr. Birkedal
necesitaba. Diariamente salía con ellos en coche y lo llevaban a todas partes
explicándoselo todo.
Mr.
Birkedal se hacía el distraído, pero todo lo retenía en la memoria, sin
escribir, empero, una sola línea. Es de advertir que su memoria era prodigiosa.
Es también un excelente dibujante. Por eso lo único que tuvo cuidado de llevar
consigo fue un plano de todos los fuertes de Lima, Callao, Chorrillos y demás
obras de defensa de alrededores. Todas las noches agregaba datos a este plano,
hecho en tela transparente y lo guardaba enseguida en el pecho extendido entre
la camisa y la camiseta.
Lo
más curioso es que Carrasco y Beck eran dos espías que habían puesto a Mr. Birkedal,
pero espías sin una blanca. Así es que por gozar del dinero de su víctima se convirtieron
en sus más adictos servidores. Verdad también que Carrasco era cándido y Beck
tan refinadamente pillo, que Mr. Birkedal hacía cera y pabilo de ambos sin
aflojar nunca carta.
También
conoció a otros ingenieros, a Montero, a Casós, y así rectificaba sus datos
hasta quedar completamente seguro de que eran matemáticamente exactos. Pudo, pues, saber dónde estaban las minas, su número, la
dotación de las fortalezas, número y calibres de los cañones, personal y
efectivo del ejército, inconvenientes de los caminos, en fin, todo lo necesario
para conocer las ventajas del ataque y la defensa.
Supo
más de lo necesitaba y más de lo que se le había pedido.
Y
bien ¿Cómo salir ahora de Lima?
Y
ya era necesario salir porque terminaba Octubre y la expedición chilena se
aprestaba para ir a Lima. Su buena estrella y astucia lo ayudaron. Dijéronle
que era preciso que tomara un puesto en las filas de los defensores, a lo que
se negó terminantemente diciendo que era neutral y que prefería abandonar el
país. Le dieron un plazo perentorio para que se trasladar a Chilca a esperar el
vapor que pasaba para Panamá.
Así
lo hizo, y después de muchas peripecias llegó a Chilca donde por 17 libras un
italiano lo llevó a alta mar para esperar el vapor. En la chalupa, que tenía
dos velas, iba además un cholo chorrillano. Una vez en alta mar, Mr. Birkedal
dijo al italiano que lo llevase a la escuadra americana fondeada en el Callao y
que pagaría bien.
- Pero,
señor, si por aquí anda cruzando el Angamos
y puede tomarnos prisioneros.
- No
hay cuidado, soy neutral y pago bien.
Al
amanecer apareció el Angamos, que en
el acto se fue sobre ellos a toda fuerza de maquina. Mr. Birkedal puso en uno
de los palos una camisa blanca en señal de parlamento. Se acercó luego un bote,
y entonces Mr. Birkedal dijo al italiano.
- Yo
soy oficial del ejército chileno; pero no tenga Ud. el menor cuidado: mi
Gobierno lo ocupará. Yo le pagaré el valor de su chalupa.
El
italiano no tenía más que aceptar. En cuanto al cholo, se puso a llorar a
lágrima viva. Una vez al habla con el oficial chileno, Mr. Birkedal se dio a
reconocer y fue llevado a bordo del Angamos,
de donde pasó a conferenciar con el Almirante, que lo mandó a Arica en el Tolten.
En Arica entregó al señor Vergara los
planos y datos recogidos, explicándolo, explicándole todo con prolija. El señor
Ministro quedo muy satisfecho, y partió al Norte llevando tan preciosos datos. El italiano fue de guía de nuestra escuadra y ha
servido admirablemente con sus conocimientos.
Mr. Birkedal ha prestado un servicio muy
grande a la Nación y ha dado repetidas pruebas de valor, sangre fría, astucia y
actividad. Más tarde esperamos tener más datos de Mr. Birkedal, que en Lima
consiguió engañar a todos, incluso Piérola.
Notas:
Ahumada,
Pascual. Guerra del Pacífico. T V. págs. 240-241. IMPRENTA ILIB. AMERICANA.
Edic. 1888.
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