Si sigues las huellas del diablo, regresarás con los pies negros.
Anónimo
Robert Greene en su
obra “Las leyes de la naturaleza humana”, nos habla de la segunda ley, a
la que clasifica como: “La Ley del Narcisismo”, donde analiza lo forma
cómo podemos transformar el amor propio en empatía. “Los seres humanos
disponemos de una herramienta notable que nos permite relacionarnos con los
demás y obtener poder social: la empatía”.
¿Seguramente en algún
momento cada uno de nosotros se ha preguntado por qué algunas personas parecen
entender perfectamente nuestros sentimientos y emociones? Y otras no ¿Te
gustaría saber cómo puedes desarrollar esa habilidad en ti mismo?
¿Qué es la empatía?
La empatía es una herramienta
natural propia del ser humano que le permite relacionarse con los demás y tener
poder social, entendiendo poder social como la capacidad de ejercer un dominio
hegemónico sobre uno y/o varios individuos, “es considerado también como
la habilidad que tiene la persona para influir sobre uno y/o varios individuos”.
Otros autores definen
la empatía, como la capacidad crucial en nuestras interacciones diarias, afirman
que, juega un papel vital en nuestras relaciones personales y profesionales. La
empatía es nuestra capacidad de comprender y compartir los sentimientos y
emociones con otra persona. Involucra ponernos en el lugar del otro y
experimentar sus emociones desde su propia perspectiva.
Cuando la empatía se
utiliza de forma apropiada nos facilita ingresar “en el humor y la mente
de otros”, ello nos permitirá anticipar sus acciones y reducir su
resistencia. Recordemos que el ser humano es un animal social y como tal siente
una necesidad de atención, de los lazos que se establezcan con los demás
depende su supervivencia y felicidad, se debe conseguir que la gente repare en
nosotros para sentirnos vivos.
Esta necesidad es
netamente psicológica, depende de la calidad de atención que recibimos cada uno
de nosotros de los demás, para sentirnos reconocidos y apreciados por lo que
somos, “nuestra dignidad depende de ello”. Greene afirma que la
gente hace cualquier cosa para recibir atención, muchas veces incluso recurren
a la comisión de delitos, llegando al extremo del suicidio.
Se debe considerar que
la atención que brindan las otras personas es limitada, porque existe la
competencia intra e interpersonal de cada individuo; “dentro de las
familias compiten con los hermanos, en la escuela y universidades con los
compañeros y en el trabajo con los colegas”.
Para hacer frente a la
indiferencia que muestran las personas, así como enfrentar a la hostilidad y
falta de respeto de algunas personas, cada uno de nosotros creamos un “yo” una
imagen de nosotros mismos y nos reconforta. “Este yo se compone de
nuestros gustos y opiniones de cómo vemos el mundo y qué valoramos”.
Greene afirma que, cuando
la duda y la depresión nos alcanza será nuestro amor propio o autoestima, el
que nos saque de este atolladero, haciendo que nos sintamos valiosos y
superiores a los demás, “funciona como un termostato y permite regular
las dudas e inseguridades en la persona”. Enrique Rojas indica que
autoestima es "el juicio positivo sobre uno mismo basado en los
cuatro elementos básicos del ser humano: físicos, psicológicos, sociales y
culturales”.
Nuestro ‘yo’ se forma entre
los dos y cinco años de edad. La etapa
de separación de nuestra madre marca un hito en nuestra vida, porque tomamos
conciencia de que estamos solos y enfrentamos un mundo en el que no obtenemos
una gratificación inmediata; pero, nuestra supervivencia como ser humanos
depende de nuestros padres, aún. A quienes carecen de una noción coherente de
sí mismos, Green los denomina “narcisistas profundos”.
Si nuestros padres son
quienes alientan nuestros esfuerzos iniciales de independencia, validando la
necesidad de sentirnos fuertes, reconociendo nuestras cualidades únicas, el
concepto de nosotros mismos echa raíces y podemos reforzarlo.
Los narcisistas
profundos sufren una fractura en este desarrollo temprano, “en casi todos
los narcisistas profundos hallamos abandono e intromisión”, no tienen
un ‘yo’ al cual replegarse, ni fundamento de su autoestima, dependen de la
atención que reciben de los demás para sentirse vivos y valiosos, su ‘yo’ no es
congruente y realista.
En la etapa temprana de
la niñez, son los padres quienes se deberían encargar de alentar los intentos
de independencia; pero, algunos son entrometidos, sobre protectores y se
involucran demasiado en la vida de los hijos, los abruman con demasiadas
atenciones y muchas veces por protegerlos los aíslan de los demás, no les
permiten validar los progresos de su propia dignidad.
Aquí, debemos apuntar
la diferencia entre narcisistas introvertidos y extrovertidos. En el caso de los
introvertidos, viven sumergidos en su ‘yo’ imaginario, alejados de los demás,
aumentando su aislamiento; mientras los otros se vuelven “teatrales,
exhibicionistas y presuntuosos”, les agrada cambiarse de amigos y
escenarios para disponer de un público nuevo a quien impresionar y lucir sus
cualidades. En ambos casos al no satisfacer su propio ego, buscan encontrar o
apoyarse en el alcohol, drogas u otra forma de adicción.
Por otro lado, si los
narcisistas son extrovertidos desde la niñez, podrían funcionar razonablemente
bien y prosperar, se vuelven expertos en llamar y monopolizar la atención,
pueden parecer vivaces e interesantes, “en un niño, estas cualidades son
una señal de futuro éxito social”.
Los narcisistas
profundos no desarrollan ese termostato interno “esa noción cohesionada de
que pueden amar y atesorar”, debido a esa característica principal que
significa, la necesidad de atraer constante atención, para sentirse vivos y
especialmente apreciados.
¿Cómo reconocer a los
narcisistas profundos?
Si se les ofende o
contradice, no disponen de recurso alguno para defenderse. Reaccionan con furia
extrema, sedientos de venganza convencidos de su rectitud. No conocen otra vía
para aliviar sus inseguridades. También podrían reaccionar victimizándose, para
confundir o atraer muchas veces la conmiseración y compasión de las personas.
Consideremos también
que muchos de ellos son quisquillosos, hipersensibles en algunos casos llegan a
la paranoia y a crearse enemigos, propensos a terribles ataques de envidia si
ven que otros acaparan la atención de las personas, esconden su vacío interior
mediante un caparazón de seguridad, “a falta del termostato de la
autoestima, tienden a preocuparse demasiado por lo que los demás piensen de
ellos”.
Las ratas se arrastran
en las cloacas, tu sigue mirando las estrellas. Confía, pero verifica. Cada
tumba tiene un muerto. Vidas de callada desesperación. Estamos moviéndonos en
el lodo, pantano, ciénaga, arena movediza, cieno, marjal. Los secretos son como
callos en el corazón. A veces hay que dejar las cosas sepultadas. A veces para
atrapar un lobo debes atar la carnada a un árbol. Si ponen demasiados lugares
en la mesa, de qué lado estas tú.
La inconducta y mal
carácter devienen en maltrato físico y psicológico contra los hijos, causan
heridas en el alma, resentimiento contra todos, derivan en alcoholismo y
drogadicción, o prostitución, porque las heridas de la niñez demoran en curar,
es peor cuando hay personas malintencionadas que te refriegan en la cara el
pasado, cargar con la culpa y la vergüenza, compartir el dolor, golpeado e
imperfecto.
Pero en ese mundo de
competencia, en el que tiene cabida, además, el narcisismo profundo, el
egocentrismo y una competencia bárbara por el predominio en todos los campos de
nuestra realidad, debemos estar prevenidos y preparados para hacer frente a las
muestras de este tipo de inconductas funcionales de los seres humanos.
La política no es ajena
al comportamiento anómalo de las personas en sus relaciones interpersonales,
entre el líder o líderes, los militantes, simpatizantes y seguidores, entre los
congresistas y sus electores o el presidente de la República y la Nación entera,
esas relaciones se dan entre acuerdos, intercambio de favores, lobby’s, entre
intereses personales, de grupo, partidarios, dejando de lado muchas veces los
intereses de la gran mayoría.
Ahora bien, nuestra
realidad política, económica y social no es ajena a la influencia de personajes
con un ego enorme y un narcisismo profundo que afecta la empatía y relaciones
con la población, observamos cómo la presidente Boluarte debido a sus enormes
falencias en su formación, a la carencia de buenos asesores, un buen equipo de
colaboradores no le permite hacer frente con holgura a los problemas
principalmente la inseguridad ciudadana.
Su conducta habitual de
no tener una relación fructífera y alturada con los medios de prensa afecta la
imagen de su gobierno, lo que a la postre significa la pérdida de empatía que
debería preocuparse en mejorar; sin embargo, esto no es así, pone una barrera
protectora con su vocero, para que en su representación informe a la
colectividad de sus actos de gobierno, aislándose y poniendo un obstáculo,
entre la Nación y la gobernante.
Así como la presidente Boluarte, muchos personajes podrían ser catalogados narcisistas en nuestra política, dejamos ustedes establecer quiénes serían esos personajes de nuestra realidad nacional.
Ejemplos históricos de narcisistas profundos: Olga Fernández Txasko, Coach de Vida Certificada por Mindvalley. Certificada NLP, EFT y CBT, Máster en Trauma, nos refiere que, a lo largo de la historia han existido varios personajes que han exhibido rasgos narcisistas, veamos la siguiente relación:
“Napoleón Bonaparte
Líder
militar y político francés que conquistó gran parte de Europa a principios del
siglo XIX. Pero, ¿sabías que también era un famoso narcisista? Napoleón estaba
obsesionado con su propia grandeza y a menudo se refería a sí mismo en tercera
persona. Incluso mandó hacer una silla especial para él, con el respaldo más
alto que el de los demás, para considerarse más importante.
Enrique
VIII
Más
conocido por sus seis matrimonios y su papel en la Reforma Inglesa. Pero
también era un narcisista de manual. Estaba obsesionado con su propio poder y
se creía elegido por Dios para gobernar Inglaterra. Era conocido por su
temperamento explosivo y mandaba ejecutar a cualquiera que se atreviera a
desafiar su autoridad.
Benito
Mussolini
Fue el
dictador fascista de Italia desde 1922 hasta 1943. Era conocido por su retórica
agresiva y su obsesión por el poder. Mussolini creía que era el único que podía
salvar a Italia de sus enemigos y a menudo se refería a sí mismo como «Il
Duce», que significa «El Líder» en italiano. Creó un culto a su personalidad y
era conocido por sus discursos grandilocuentes y su estilo de vida
extravagante.
Kim
Jong-il
Fue el
Líder Supremo de Corea del Norte desde 1994 hasta su muerte en 2011. Era
conocido por su régimen represivo y su obsesión por el poder. Kim Jong-il se
creía una figura divina y exigía lealtad absoluta a sus súbditos. Creó un culto
a su personalidad y era conocido por su extravagante estilo de vida.
Josef Stalin
Fue el
líder de la Unión Soviética desde 1922 hasta su muerte en 1953. Era conocido
por su régimen brutal y su obsesión por el poder. Stalin creía que era el único
que podía salvar a la Unión Soviética de sus enemigos y a menudo se refería a
sí mismo como el “Padre de las Naciones”. Creó un culto a su
personalidad y era conocido por su extravagante estilo de vida.
Richard
Nixon
Fue
presidente de Estados Unidos desde 1969 hasta 1974. Era conocido por su
personalidad paranoica y su obsesión por el poder. Nixon se creía por encima de
la ley y se vio envuelto en el escándalo Watergate, que acabó provocando su
dimisión.
Donald
Trump
Ha
mostrado durante mucho tiempo muchos rasgos narcisistas mucho antes de
convertirse en presidente de los Estados Unidos. La necesidad de autopromoción
de Trump parece eclipsar cualquier discurso político. Su burla de los rivales
políticos, de otras personas en general, y hablar de conspiraciones supera la
política sucia. Trump muestra a menudo una extrema sensibilidad a las críticas
y desprecio por otras personas con sus arrebatos y comentarios públicos.
Posiblemente sus arrebatos e insultos sean el resultado de una rabia narcisista
y de la sensación de no poder controlarlo todo.
Adolf
Hitler
Entre los estudios
sobre las posibles afecciones mentales que pudo padecer Adolf Hitler se incluye
el trastorno narcisista de la personalidad, junto con otros trastornos límite
de la personalidad. Las creencias de superioridad de Hitler y la posición de poder
que alcanzó a través de falsa propaganda condujeron al abuso y genocidio de
millones de personas en Europa durante su reinado político. Hitler es un
ejemplo de líder sociópata y narcisista en extremo”.
Los ejemplos que anotamos,
nos permitirán realizar una observación crítica, un juicio valorativo de los
principales personajes políticos del quehacer nacional y establecer quiénes podrían
ser calificados son narcisistas porque cumplen con las características que se
ha apuntado líneas arriba.