El 17 de marzo de 1969, doscientos cuarenta y dos ( 242) jóvenes escogidos, luego de casi dos meses de rigurosos exámenes, en los que se les comprobó la salud, el rendimiento físico y psicológico, y conocimientos generales, hacían su flamante ingreso a la Escuela Militar de Chorrillos(EMCH) Alma Mater del Ejército del Perú, todos llevando a cuestas sus útiles de estudio, parecían un grupo numeroso de arbolitos de navidad desplazándose en formación, entre ellos se encontraba Marcos Artigas, que veía así realizado su sueño más dorado, le había puesto alma, corazón y vida a esta última oportunidad de postular, era la cuarta vez que se presentaba y tenía sentimientos encontrados, mezcla de alegría por vivir momentos tan indescriptibles haciéndose realidad su ingreso y tristeza porque se separaba de la familia, aunque momentáneamente, debido al régimen de la EMCH, internado durante cuatro largos años, actualmente son cinco años para graduarse como oficial del Ejército del Perú; posteriormente, terminado sus estudios los graduados se desplazarían a diferentes guarniciones militares, ubicadas en las tres regiones naturales del Perú y ocuparían también puestos de frontera, donde trabajarían cumpliendo el llamado de la patria; pero, para ello faltaban cuatro largos años de preparación militar y humanística, un largo camino.
Ese sabor agridulce que sentía en ese momento se fue disipando al trasponer la puerta principal de la Escuela Militar y dirigirse al interior, hacia un patio amplio denominado patio de Armas donde formaron todos los ingresantes al mando de cadetes de cuarto año, futuros oficiales y distribuidos en 8 secciones, cada una al mando de un oficial instructor del arma de Infantería. Marcos se sentía pletórico de emoción, así, ese día se sucedieron los trámites administrativos y la explicación de las principales normas de conducta que posteriormente serían repetidas a lo largo de su entrenamiento, casi todo el día ocupado, inició su vida militar en el internado, en una de las academias militares más prestigiosas de Latinoamérica (LA), por sus aulas habían pasado personajes ilustres de los ejércitos de LA.
Ese día había programado en la progresión (horario) actividades administrativas y de orientación a los cadetes ingresantes, a cargo de sus instructores. Es así como a los mal denominados “perros” en el argot militar, los condujeron en visitas guiadas por las instalaciones que ocupaba la Escuela Militar: Se inició la visita guiada en el Patio de Honor donde se ubicaba el busto del Crl. Francisco Bolognesi héroe de la batalla de Arica y patrono del Ejército: las aulas, Auditorio, Capellanía, cuadras o alojamientos, enfermería, gimnasio, el estadio con sus graderías, la pista de combate, la pista de cuerdas, el casino de cadetes, el auditorio y finalmente el comedor. Posteriormente hubieron sesiones de orientación de diferentes instructores, formación en el patio de armas para desfilar a pasar rancho (almuerzo), su primera comida fuera de casa y donde conoció a los cadetes de otros años, el comedor estaba organizado en mesas para diez cadetes, presidía la mesa un cadete de cuarto año y habían cadetes de diferentes años en cada mesa, por la tarde en las cuadras se dedicaron a acomodar sus prendas en los roperos individuales, luego nuevamente a pasar rancho de la noche y a las cuadras, a las 20:00 horas la formación para la lista de la noche, verificación del servicio de imaginaria y desfile a las aulas para dos horas de estudio obligatorio, a las 21:00 hrs el trompeta tocaba silencio y a las 22:20 todos los cadetes regresaban de las aulas, permanecían en sus alojamientos donde tuvieron breve tiempo para conversar y conocerse mutuamente un poco más con los otros tres compañeros de dormitorio, con quienes se acompañaría todo ese año, luego, se dejó mecer por el cansancio las emociones vividas ese día y al igual que sus compañeros se quedó dormido, soñó que se acicalaba, se preparaba para salir presuroso a su trabajo. En su sueño se había transportado en el tiempo a su pasado reciente y …
Era una mañana de junio de 1967, una ligera garúa había humedecido el pequeño patio de la casa el Otoño en todo su apogeo abrazaba la ciudad, había una neblina matutina que paulatinamente se disipaba, en las calles las personas se desplazaban presurosas enfundadas en sus chompas y casacas para protegerse del frío, aunque la estación invernal todavía no había llegado, la temperatura estaba en 15º C, pero, se sentía frio. El cielo color gris y la humedad hacían estragos, la tenue claridad de la mañana invadía las calles y esquinas, madres con sus niños uniformados se desplazaban a los colegios cercanos, los buses de la Cocharcas- José Leal, estaban llenos y en los paraderos la gente se aglomeraba para subir a los vehículos, que lucían abarrotados de trabajadores y estudiantes.
Marcos Artigas, vivía en un departamento del pasaje Quilla, con su abuela y dos tías, cada una de ellas tenía un hijo varón, menores que Marcos, todavía estaban en el colegio estudiando los últimos años de secundaria, él había terminado la secundaria dos años antes en la GUE Mariano Melgar en el distrito de Breña y había conseguido trabajo en el cine-teatro Azul, llamado así por el pintado exterior e interior del cine-teatro de color azul, en labores de limpieza, mantenimiento y control de ingreso de los cinéfilos o amantes del cine, que en Lima eran muchísimos, la paga era el mínimo oficial que en esos años estaba en S/ 50.00 de oro por día y a los trabajadores se les asegurada en el seguro social después de tres meses continuos de trabajo y buen comportamiento; pero, el horario partido excedía las 8 horas de trabajo reglamentadas por el Ministerio de Trabajo, tampoco se pagaba sobretiempo como en otras latitudes, así que estaba convencido que los dueños, que en Lima tenían varios cines, eran abusivos con sus trabajadores.
Marcos tenía dos preocupaciones importantes en su vida, estudiar una carrera para forjarse un futuro, se había presentado tres veces a la Escuela Militar, la primera recién terminando la secundaria en enero del año 1966, en esa oportunidad su falta de madurez no le permitió continuar el proceso, porque no tenía el certificado de 5to año de media, tenía pendiente un examen del curso de matemáticas el que había desaprobado y tuvo que esperar hasta noviembre de ese año para aprobarlo y obtener su certificado, el proceso de ingreso a la EMCH durante el año 1967 tampoco le fue favorable, había llegado hasta el final de los exámenes, no ocupó una vacante de los 140 jóvenes que ingresaron, se conformó ante la realidad, no solo debía estar bien preparado sino que para ingresar debía tener una recomendación permanente que guiara sus pasos durante todo el proceso algo que él adolecía, es que muchas veces enfrentarse a los obstáculos no siempre es bueno enfrentarlos solos, sino que casi siempre se requiere de una ayuda, no había tenido suerte, le había faltado el conocido tarjetazo, la recomendación, la tradicional “vara” de todas las épocas, algún padrino de peso; pero no se amilanó y persistiría en alcanzar su meta.
La otra preocupación, era tener un trabajo acorde con sus necesidades, para asegurar ingresos que le permitiera afrontar sus gastos personales y ahorrar para su nuevo intento de postular el siguiente año nuevamente a la EMCH, también afrontar sus necesidades personales, entre ellas estudiar en una Academia preuniversitaria, tener solvencia para su movilidad y otros gastos menores que, solo lo obtendría con un trabajo, porque en casa no había disponibilidad para apoyarlo, su buena familia había hecho muchísimo por él, al darle los estudios secundarios, Marcos le aseguraba a su abuela, quien estaba muy preocupada por su futuro que él haría el esfuerzo máximo para ser un buen profesional, y para eso trabajaba y se preparaba, agradeciendo el alojamiento y alimentación que la familia le brindaba y eso ya era muy bueno, una buena ganancia, por eso cuidaba su puesto de trabajo.
Marcos, ese año había cambiado de trabajo en dos ocasiones, para mejorar su salario, del primero el restaurante Tip Top ubicado en la Av. Arenales, por una mala decisión y tentado por un tío pasó al cine Azul, ilusionado por ver los estrenos de las películas que llegaban a Lima, sin tener en cuenta el horario de trabajo que era tan esclavizante, horario partido, de las 08:00 a las 12:00 para realizar labores de limpieza de la sala, desplazamiento a casa para almorzar y nuevamente regresar desde las 15:00 hasta las 23:00 y algunas veces hasta casi las 24:00 horas, para controlar el ingreso de las personas en las tres funciones, terminadas las funciones de matiné, vermut y noche, nuevamente hacer una limpieza rápida por el tiempo entre función y función, la platea alta que estaba a su cargo, quedaba como un anís.
Muchas veces arrepentido de su mala decisión no podía explicarse cómo había dejado su trabajo anterior, donde el sueldo era igual en ambos trabajos con una gran diferencia, el horario de trabajo desde las 15:00 hasta las 23:00 hrs diariamente, incluidos sábado y domingo, descanso los lunes. Este horario incluía una comida que disfrutaba muy bien, el trabajo quedaba relativamente cerca de su casa, iba y regresaba a pie diariamente, y le acomodaría muy bien si hubiera estado en sus planes estudiar en una Universidad, hubiera sido magnífico; pero, así son las tentaciones de la juventud y las decisiones equivocadas, Marcos no tuvo en ese momento el consejo oportuno y experimentado de algún familiar, solo se dejó llevar por un interés efímero, su satisfacción de estar presente en los estrenos de películas que recién llegaban a Lima.
Esa mañana Marcos despertó temprano muy entusiasmado, la noche anterior había conversado con Alberto Zisneros un amigo de barrio y este le había comentado que había un puesto de trabajo en la oficina del Consulado de Chile en Perú, que quedaba en la Av. República de Chile cuadra 3. El horario era magnifico de 08:00 a 14.00 horas, de lunes a viernes, los sábados por la mañana se dedicaba a la limpieza de los ambientes del Consulado, que eran tres y el pago era S/. 1,200.00 soles mensuales, se compensaba con el horario de oficina y las consideraciones que después experimentaría en el trato afable y respetuoso que le dispensaron las personas que trabajaban en este Consulado.
Marcos se comprometió con Alberto le indicó que estaba sumamente interesado, quería cambiar de aires, ver las condiciones de trabajo, se presentaría temprano porque necesitaban urgente a un joven con 5to año de secundaria, tendría una entrevista con el Canciller y la Srta. secretaria del Consulado, ambos peruanos, el único chileno era el Cónsul. Así que, se apresuró en tomar un duchazo, luego un buen desayuno, se despidió de su abuela y vestido para la ocasión salió de la casa, se dirigió al paradero del bus de la línea Cocharcas- José Leal que lo llevaría hasta la Plaza Jorge Chavez y de allí caminando llegó en 15 minutos al Consulado, que estaba ubicado en la Av. República de Chile, una calle paralela a la Av. Arenales, llegó a la dirección indicada, subió al tercer piso y lo primero que vio fue una bandera chilena de mediano tamaño desplegada en una de las paredes de la oficina, de inmediato se percató que había ingresado a Chile, algunos adornos de los escritorios eran de origen chileno, el calendario anual también lucía imágenes de paisajes de ese país, saludo a dos personas que se encontraban trabajando, estaba en las oficinas del Consulado de Chile, se presentó indicándoles su nombre y el motivo de su visita, haciendo referencia a su amigo Alberto Zisneros quien lo había recomendado; lo hicieron esperar por casi 15 minutos, estaban ubicando un documento para presentarle al Cónsul; luego, primero, conversó de algunas generalidades con la secretaria Martha Benavides del Monte y luego con el Canciller Jorge Recuenco Villalba, ambos trabajadores excepto el Cónsul eran de nacionalidad peruana como expresé líneas arriba, luego de esa breve entrevista, le indicaron que se hiciera cargo del puesto, él se comprometió a traer al día siguiente sus documentos personales, certificado de estudios, de antecedentes policiales y penales y una breve descripción de sus trabajos anteriores.
Salió del Consulado muy contento y se dirigió a su actual trabajo el cine Azul, se fue caminando porque estaba a unas cuadras, su jefe y el otro compañero Ramón Lizama se quedaron pasmados al verlo con terno, le jugaron algunas bromas y de inmediato se colocó el overol de trabajo y se dedicó a realizar sus actividades hasta las 12:00 hora en que conversó con su jefe Matías Flores y luego de una breve explicación se despidió definitivamente de él, Matías trató de disuadirlo con diferentes argumentos, pero no lo logró, Marcos estaba decidido a retirarse del trabajo, finalmente le aseguró que regresaría a cobrar sus derechos laborales, aunque pasado el tiempo Marcos no regresó, salvo para ver una película de estreno con alguna amiga.
Así fue como Marcos al día siguiente inició su trabajo como conserje, encargado de la limpieza de las oficinas, de llevar y traer la correspondencia a la oficina postal en el centro de Lima ubicada al lado de Palacio de Gobierno, en ese local el Consulado chileno tenía una casilla para correspondencia, además le indicaron que a todo ciudadano chileno que llegara a realizar gestiones al Consulado, les facilitara la lectura de los diarios chilenos que llegaban a la oficina del Cónsul se trataba de El Mercurio y La Tercera, quien después de su lectura le entregaba a Marcos para que los pusiera a disposición de los visitantes, él aprovechaba para leerlos y finalmente los diarios El Mercurio y la Tercera de Chile que al paso del tiempo eran desechados y tirados a la basura; el Cónsul también recibía la revista Ercilla, que luego de su lectura le entregaba al Canciller quien lo llevaba a su casa para leerlo, muy pocas veces los devolvía, por lo que muy pocos ejemplares pudo Marcos leer y disponer de ellas para los ciudadanos chilenos visitantes. En esos tiempos en las oficinas reinaba la máquina de escribir y apoyado en esta tecnología se formulaban todos los documentos que las dos oficinas redactaban y enviaban, además existían una serie de formatos establecidos para la buena administración de personal, uno de esos documentos era la ficha de datos personales preparada para los ciudadanos chilenos que visitaban el Consulado.
Por disposición del Cónsul todo ciudadano chileno que visitaba por alguna razón la oficina del Consulado, tenía la obligación de llenar el formato o ficha con sus datos personales antes de hacer alguna gestión, Marcos se encargaba de entregar las fichas, por lo que ciudadano chileno que visitaba el Consulado estaba obligado a llenar esos formatos, que servirían para ubicarlos o citarlos en caso de necesidad, en estas fichas colocaban nombres y apellidos, lugar de nacimiento en Chile, motivo de visita, profesión, una fotografía tamaño carnet, lugar de trabajo y teléfono en Lima, y especialmente dónde domiciliaban, centro de trabajo o en qué lugar estaban alojados, así se disponía de una base de datos muy incipiente y básica en esos tiempos, de todos los chilenos que residían en Lima, de aquellos que llegaban de visita por turismo o estaban de tránsito a otros países, o se quedaban por trabajo en el país, pero muy útil e importante, porque le permitía al Cónsul Dn. Juan Bulnes Valenciano comunicarse con sus compatriotas, además de facilitarles el trámite de algún documento o trasmitirles alguna disposición de su gobierno.
Su amigo Alberto Zisneros hacía las mismas tareas de conserjería en las oficinas de la Embajada de Chile, que ocupaban ambientes amplios contiguos de mayor capacidad al lado del Consulado, que se comunicaba mediante una puerta, por la que, solo el Cónsul transitaba hacia la Embajada para reuniones de carácter privado con el Embajador o cuando se trataba de celebrar una efemérides nacional chilena, llegado ese momento Marcos comprobaría lo que le comentaba su amigo Alberto Zisneros que venía trabajando desde el año anterior.
A su amigo Alberto Zisneros, llevó a trabajar a la Embajada chilena un ciudadano de esa nacionalidad de aproximadamente 55 años de edad llamado Pablito Fuenzalida que trabajaba en la embajada de su país y los muchachos le pusieron como apodo “roto”, reunía las características de un abuelo bonachón, conversador, juguetón y medio acriollado, Marcos suponía que realizaba funciones administrativas en la Embajada chilena, cuando Marcos comenzó su trabajo, se percató por información de su amigo Alberto que Pablito realizaba actividades directamente para el embajador, también le había comentado que el referido Pablito al salir de la oficina al término de su trabajo, se desplazaba a la Av. Arequipa, donde tomaba su colectivo que lo dejaba a la altura de la cuadra 18 de esta avenida, desde allí se desplazaba a pie por la Av. Canevaro hasta su domicilio, parecía una forma de hacer ejercicios, mantenerse en forma y conocer personas en su trayecto o quizá ahorrar, por lo que necesariamente debía pasar por los lugares donde los amigos de Marcos se reunían algunas tardes; diariamente hacía ese recorrido caminando casi diez cuadras de donde vivíamos y así conoció a casi todos los amigos del barrio, al verlos reunidos en la esquina del pasaje Quilla, casi siempre se detenía un buen rato para contar sus chistes, comentar algunos detalles de la vida cotidiana, pero su interés era escuchar los comentarios de los muchachos, así se hizo amigo de varios, luego proseguía su camino hasta su casa.
Marcos lo veía con cierta desconfianza, porque había notado cierta conducta inadecuada en él, nunca cultivó su amistad, aunque le mostraba consideración por su edad, Pablito vivía cerca al parque del Bombero, y todos los días pasaba caminando por la Av. Canevaro con una cojera que parecía paciente de gota. Pablito conoció a Alberto el año anterior y lo convenció de trabajar en la Embajada chilena en labores de conserjería y limpieza, así fue como Alberto llegó a la Embajada mapochina ayudado por Pablito quien lo recomendó , se hicieron amigos pues trabajaban juntos. Estaba Alberto trabajando casi nueve meses, se enteró que, en el Consulado de este país se había producido una vacante por renuncia de un joven peruano, que debió viajar al norte del país de manera urgente y ya no regresaría por un problema familiar, por lo que requerían de un remplazo para las mismas tareas que hacía Alberto en la Embajada.
Trabajando en el Consulado, Marco se matriculó en una academia preuniversitaria ubicada en la avenida Nicolas de Piérola, en el centro de la ciudad. En la esquina del pasaje Quilla con Canevaro en el distrito limeño Lince y Lobatón, después de retornar de la academia donde estudiaba; los días viernes especialmente Marcos se reunía un par de horas con sus amigos, algunos viernes encontró a Pablito Fuenzalida, por breves momentos, por lo que no tuvo tiempo de cultivar su amistad porque casi siempre llegaba de su academia en el momento en que Pablito se despedía del grupo, con quienes conversaba, casi todos los jóvenes eran contemporáneos, el año anterior habían terminado la secundaria y tres de ellos ya habían ingresado a la universidad, salvo Marcos y Raúl quienes habían postulado a institutos militares y no habían logrado el ingreso. La cita era a las 7 pm. Unas veces para exteriorizar su alegría cantando canciones del momento, relatar chistes colorados y narrar sus anécdotas o simplemente para conversar, tocar guitarra y pasarla bien.
En esa esquina, a la que bautizaron “la oficina”, y en esos tiempos de juventud sana y estudiosa, soñar no costaba nada, era parte de la vida juvenil, los sueños estaban al alcance de la mano, era cuestión de estirar el brazo. Compaginar para algunos, el trabajo con los estudios era un esfuerzo supremo, pero lo hacían bien y era responsabilidad de cada uno.
Darse tiempo para estas reuniones de los viernes era una forma de disipar la presión del estudio, el trabajo y una forma de confraternizar aparte de los chistes era cantar, tocar guitarra o flauta, allí salían los espontáneos y por ello imitar a Raphael cantando sus éxitos del momento no era nada especial. Tampoco cantar las canciones de Leo Dan y hacerles barra a los enamorados de entonces o “batirlos” como se decía en esos tiempos, era una constante. Casi todos ya tenían enamorada, así, una banca frente al parque, un pasadizo semioscuro bajo la luz mortecina, un jardín, el parque o simplemente una caminata junto a ella era la satisfacción más grande.
Habíamos apuntado líneas arriba que Marcos había postulado a la Escuela Militar de Chorrillos por dos años consecutivos (1966 y 1967) oficialmente, con resultados adversos, lo que en ningún momento lo amilanó y tampoco decreció su ánimo, ya se había mentalizado para nuevamente postular en el proceso de 1968. Marcos ya tenía casi seis meses en el puesto, eran los primeros días de noviembre, así que ni corto ni perezoso, un sábado de la segunda quincena de noviembre buscó en su domicilio a su amigo César León que en el proceso de selección de ese año había ingresado a la EMCH, César tenía un familiar, quien lo había orientado bien para ingresar, así fue, que al siguiente sábado, aprovechando la salida de paseo de César se reunieron y juntos se dirigieron a Chorrillos a la casa del tío de César que tenía el mismo nombre César Garro y allí los presentó y lo recomendó y le pidió ayuda para su amigo Marcos, conversaron por 15 minutos invitándolo a que lo visitara para ir orientándolo en sus estudios finales y aconsejarlo, Marcos agradeció esta gentileza en un oficial que recién lo conocía, se comprometió en ir a visitarlo para realizar alguna consulta, durante la conversación Marcos le expresó su caro deseo de ingresar a la Escuela Militar, esta vehemencia y seguridad fue bien recibida y aquilatada por el comandante Garro, quien lo felicito por su vocación y le ofreció brindarle ayuda llegado el momento, para esa tercera vez.
Así que, en el mes de diciembre 1967 para ser exacto la primera semana, un sábado por la tarde Marcos fue a visitar al comandante Garro, llegó a su casa y tocó el timbre, Marcos recuerda que fue uno de los hijos del comandante quien abrió la puerta, previo anuncio lo hizo pasar, el comandante Garro estaba leyendo un diario en su sala y se estrecharon las manos, y surgió la conversación, Marcos le expresó que estaba matriculado en la academia preuniversitaria Instituto Matemático en la Av. Nicolás de Piérola, una academia que preparaba jóvenes que normalmente postulaban a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), porque el grado de dificultad de los conocimientos que impartían era alto. El comandante Garro preguntó qué otra actividad realizaba, él muy entusiasmado le expresó que desde junio de ese año estaba trabajando en el Consulado de Chile en el Perú como empleado, encargado de la limpieza y de llevar correspondencia a diferentes oficinas, recoger la del Correo Central, para lo cual disponía del pago de movilidad, que el trato era afable, y el pago mensual era justo y acorde con el horario de trabajo. Con lo que ganaba allí afrontaba sus gastos de academia y los personales y juntaría para poder postular al siguiente año. Hubo un comentario que le hizo Marcos al comandante que le interesó mucho, fue lo relacionado a los diarios chilenos y revistas que se desechaban luego de su lectura y especialmente el comandante le pidió sea preciso en lo referente a las fichas personales que los ciudadanos chilenos debían llenar obligatoriamente cuando visitaban la legación chilena.
Terminada la visita Marcos se despidió del comandante Garro no sin antes hacerle presente que faltaba dos semanas para que se inicie el proceso de ingreso a la EMCH, de la forma cómo iba avanzando en sus exámenes le informaría oportunamente, quedaron así y Marcos se despidió deseándole una extraordinaria fiesta de navidad y prosperidad el año venidero para él y su familia. En efecto llegó el mes de enero de 1968 y Marcos solicitó permiso en su trabajo por dos semanas, al principio le respondieron que dos semanas era demasiado tiempo, pero él justificó su requerimiento en la necesidad de viajar a la provincia de Jauja y visitar la tumba de su padre que había fallecido en un accidente de carretera en setiembre de ese año y que, nunca les informó, se comió su dolor con la familia, por razones de trabajo no pudo viajar, recordemos que el mes de septiembre de todos los años había una febril preparación en todas las sedes diplomáticas chilenas del mundo para celebrar el día nacional de Chile, por lo que se necesitaba la ayuda y apoyo de todos, ese mes fue un trabajo muy arduo para todos los que trabajaban en el Consulado. La información real del fallecimiento de su padre, Marcos nunca comunicó a su superior por lo que, el personal del Consulado pensaba que el fallecimiento se había producido en esos días y les estaba comunicando, Marcos mentía, pero por una razón muy poderosa, su propia seguridad, porque al Cónsul nunca le iba a decir que el permiso era para presentarse en el proceso de selección a la Escuela Militar de Chorrillos, de inmediato hubieran sospechado de él y con seguridad hubiera perdido el trabajo.
Les informó que su amigo Alberto Zisneros vendría todos los días a realizar la limpieza y aseo, aprovechando que él también hacia las mismas labores y los dos sábados lo reemplazaría en la limpieza general, aprovecharía que al igual que Marcos asistía los sábados y los demás días estaba asegurada el traslado de la correspondencia, y otras actividades, por esos días durante su ausencia la secretaría Srta. Martha se encargaría de hacer llenar las fichas y entregar los diarios para su lectura a los visitantes; el Cónsul Juan Bulnes Valenciano era un hombre muy comprensivo y humano, por lo que autorizó el permiso, así, mediante una mentira piadosa, Marcos obtuvo el permiso para someterse al proceso de selección inicial, inició las primeras actividades: la inscripción y entrega de documentos, pago de los derechos, examen físico, examen médico, para los exámenes de conocimiento, neuropsiquiátrico y entrevista final, Marcos ya idearía una justificación para ausencias futuras.
Conforme avanzaba en sus exámenes y salía aprobado iba y le informaba al comandante César Garro, quien estaba muy preocupado porque no se explicaba cómo Marcos había obtenido autorización para dar sus exámenes, Marcos le explicó lo que había hecho y el comandante Garro, aprobó la manera como había obtenido la autorización, considerando las circunstancias, sonrío plenamente.
Ese año, nuevamente al finalizar los exámenes de ingreso a la Escuela Militar de Chorrillos Marcos no pudo ingresar, una nueva decepción no solo personal, sino familiar, la abuela era la que más sufría esta nueva decepción suya y una de las tías le recomendó que abandonara ese proyecto, así que tuvo que hacer “de tripas corazón” y seguir para adelante, aunque adolorido moralmente continuó su trabajo en el Consulado chileno y seguía visitando al comandante Garro en su domicilio en Chorrillos y también continuó su preparación académica y física Enel estadio nacional pues integraba el equipo de la Liga de Lima y Balnearios.
En una de las visitas al comandante Garro este le hizo otras preguntas referentes a que si Marcos estaba dispuesto a colaborar entregándole semanalmente los diarios chilenos pasados, porque estaba interesado en saber las noticias que publicaban y compararlos con los diarios peruanos, Marcos le respondió que no tenía ningún problema en entregarle en lugar de botarlos a la basura, no había reciclaje en esos tiempos y así fue que Marcos a partir de ese día en su trabajo tenía mucho cuidado en que no se deterioraran los diarios y pidió permiso al Cónsul para que los sábados en la mañana que llegaba al trabajo para realizar la limpieza y encerado de los ambientes, las ventanas y los SSHH, aprovecharía para desechar los diarios pasados, obtenido el permiso, por la tardes llevaba su valioso cargamento de Lince a Chorrillos y entregaba al comandante Garro los diarios cada quince días.
Un sábado de agosto que Marcos llegó a casa del comandante César Garro para hacerle entrega de los diarios chilenos y un ejemplar de la revista Ercilla, este le presentó a un amigo que se encontraba conversando con él, al parecer trabajaba con el comandante en una oficina por la Av. Las Palmas y parecía su subordinado porque le decía mi comandante, al presentarse le dijo que se llamaba Pedro Arnao, luego de los saludos protocolares, y al momento de entregar los diarios, de inmediato Arnao se mostró interesado en torno a los periódicos aunque pasados eran valiosos, pero supo disimular su interés, por lo que, optó por preguntar a Marcos temas relacionados, con historia, la guerra con Chile, el amor a la patria, su identificación con nuestro país, sus valores y símbolos y si estaba convencido por la historia con Chile, que este país era un enemigo potencial del nuestro desde el pasado, a todos estos interrogantes respondió Marcos con la verdad, su amor a la patria estaba más que descontado, precisamente por esa razón deseaba ingresar a la EMCH, sobre la guerra también tenía clara su posición respecto a Chile, la respuesta satisfizo a ambos.
Luego de ver la satisfacción de ambos, Arnao prosiguió con su interrogatorio, cuáles eran sus actividades, qué hacía Marcos en el trabajo, cómo estaban distribuidas las oficinas, quiénes trabajaban en él, si eran peruanos o chilenos y cuántos chilenos en promedio mensual visitaban las oficinas para trámites administrativos, Marcos miró al comandante como buscando su aprobación, se había percatado que las dos personas que lo estaban sondeando, aparentemente trabajaban en alguna oficina de seguridad, él no sabía en ese momento de qué oficina se trataba ( lo sabría mucho tiempo después), el comandante miró a Arnao y tomó la palabra como para calmar el huaico de preguntas, le dijo a Marcos no te preocupes, necesitamos saber si realmente deseas de manera patriótica colaborar con nosotros, entregando información puntual de la oficina donde trabajas y relacionada con Chile, que le solicitarían, sobre diferentes temas, documentos, mapas, autoridades, etc. Marcos fue muy sincero, explicó sus actividades en su trabajo, lo que cada uno de los trabajadores hacían, la secretaria, el Canciller y finalmente el Cónsul.
Entonces Arnao miró al comandante como buscando aprobación para una propuesta que deseaba hacer al novato, este le propuso a Marcos para que la semana siguiente se reunirían en la oficina del trabajo con el comandante Garro, para la entrega de diarios, pero esta vez le pidieron si podía llevar una copia de las fichas que llenaban los chilenos al visitar el Consulado, Marcos de buen agrado acepto la solicitud, les prepararía una ficha duplicada, quedaron así y Marcos se despidió de ambos, quienes se quedaron, con plena seguridad para realizar comentarios sobre lo ocurrido aquella memorable tarde de agosto de 1967.
La semana previa a esta nueva cita, Marcos trabajó con esmero cumpliendo todas las tareas que le encomendaba el Cónsul y el Canciller, fue tres veces al correo a dejar y traer correspondencia, llevó documentos a diferentes oficinas, cercanas al Consulado que eran empresas chilenas gerenciadas por chilenos muy amigos del Cónsul y el viernes en la mañana preparó la ficha duplicada que incluía una fotografía tamaño carnet de una ciudadana chilena, guapísima ella, que recientemente había llegado a Lima para trabajar de bailarina en la Boite Pigalle de Lince (sala de fiestas o discoteca) que se había comprometido llevar el día siguiente por la tarde a su cita. También esa semana, precisamente el sábado por la mañana, al ingresar a la oficina del Cónsul, encontró un billete de veinte dólares en el piso de la oficina, de inmediato Marcos pensó que el billete se le había caída al Cónsul, pero luego dedujo de que podría tratarse de una prueba de honradez- el Cónsul estaba probando su honestidad- así que tomó muy en cuenta para realizar su trabajo con mucho esmero y cuidado a partir de ese momento, por lo que, se esmeró en dejar limpia la oficina, otro hecho inusual que sucedió ese día fue encontrar sobre el escritorio del Cónsul unos archivos que contenían una serie de documentos, si se tiene en cuenta que, el Cónsul, nunca dejaba sus documentos fuera de sus archivadores o caja fuerte, era sumamente meticuloso y esmeradamente cuidadoso, antes no había sucedido eso, sospechó que lo estaban sometiendo a una prueba no solo su honradez sino también si por alguna razón manipulaba los documentos que se encontraban en los folders, lo cual preocupó a Marcos, por lo que se vio obligado a realizar una observación minuciosa de cómo estaban colocados los documentos encima del escritorio, los folders y un maletín de cuero, los retiró uno por uno, sin abrir los folders ni el maletín, luego limpió bien, enceró y sacó un brillo reluciente, procediendo a colocar los archivos en los lugares en que se encontraban inicialmente y finalmente el billete de veinte dólares lo colocó debajo del abrecartas medianamente pesado de forma corva que tenía el Cónsul y así evitar que el día lunes el billete se cayera nuevamente, terminó la limpieza de los dos ambientes, de los SSHH y recogió su valiosa documentación, periódicos y ficha, que esa tarde entregaría a la dupla Garro-Arnao.
A las tres de la tarde aproximadamente, Marcos llegó a la esquina de la Av. Las Palmas con la Av. Escuela Militar y tomó un colectivo que lo llevó directamente hacia la dirección que le habían proporcionado, muy cerca de la División Aerotransportada, al ingreso había una guardia donde se identificó y preguntó por el comandante Garro y el señor Arnao, se demoraron diez minutos en hacerlo ingresar, tuvo que dejar su boleta militar y recabar un pase, un joven de aspecto huraño lo condujo a la oficina del comandante, al ingresar a la oficina lo recibió el señor Arnao, luego lo hizo ingresar a una sala que parecía una aula de estudios y se sentaron a conversar mientras esperaban la presencia del comandante, después de cinco minutos llegó el comandante Garro se saludaron y de inmediato Marcos entregó los periódicos y la ficha de datos personales, ambos personajes al leer la ficha se quedaron muy sorprendidos, porque contenía datos muy importantes de la ciudadana chilena y además tenía una fotografía en blanco y negro tamaño carnet, que les permitía reconocer a la persona, al ver la fotografía ambos intercambiaron una mirada cómplice y sonrieron, revisaron los diarios y el comandante Garro le dijo a Arnao, lleva los documentos y entrégalos de mi parte al comandante Sanjinés del Carpio, el sabe qué hacer con los documentos..
Se quedaron conversando el comandante Garro y Marcos, indudablemente que el comandante tuvo que explicar de qué oficina se trataba y qué trabajo se realizaba, durante casi media hora el comandante le explicó a Marcos indicándole que el trabajo que se realizaba en esa oficina era muy importante para la seguridad del país, se trataba de obtener toda información relacionada con Chile, le preguntó si estaba de acuerdo, y si de manera voluntaria Marcos se animaba a colaborar, aunque ya lo estaba haciendo, pero a partir de esa fecha, si es que aceptaba lo propuesta, sería considerado como un colaborador importante y tendría que firmar un compromiso de colaboración, Marcos pensó por breves momentos en esta nueva tarea y las implicancias que le podría traer en su trabajo, en caso fuera descubierto, incluso se imaginó siendo conducido detenido o que las autoridades chilenas tomaran represalias contra él o su familia, por esas razones, inicialmente Marcos estuvo muy renuente a aceptar la propuesta y le pidió al comandante Garro lo dejara decidir en una semana.
El comandante Garro le manifestó que, si aceptaba la propuesta de ser colaborador y para una mejor forma de realizar este trabajo, Marcos recibiría una capacitación para cumplir eficientemente su labor, el comandante Garro le expresó lo mucho que le agradecía por la labor que venía haciendo, Marcos se comprometió en responder la siguiente semana y así habiendo pasado casi hora y media de su conversación, Marcos se despidió del comandante Garro.
La siguiente semana, continuó sus actividades en el trabajo, recopilando más información, llenando 6 fichas de chilenos visitantes, no pudo acudir a su cita con el comandante Garro porque quería tener más tiempo para decidir y además una familiar muy cercano se enfermó y tuvieron que internarla en el hospital obrero, Marcos llamó por teléfono al comandante Garro y le explicó el motivo por el que no fue a la cita; pero, en su fuero interno, continuaba con serias dudas y preocupaciones sobre una eventual responsabilidad posterior, si es que sus jefes se percataban de sus actividades, saber cuál sería la responsabilidad del comandante Garro en caso se presentara algún problema.
Finalmente decidió colaborar con lo que le solicitaba el comandante Garro y a la semana siguiente acudió a la oficina del comandante Garro y durante tres fines de semana el señor Arnao y comandante lo capacitaron para realizar actividades de búsqueda de información, observación y descripción y otras actividades importantes. Por su eficiencia y calidad de las informaciones que entregaba fue considerado como un colaborador importante, prácticamente estaba infiltrado en una oficina chilena en nuestro país como era el Consulado, como ellos le decía un gran objetivo para obtener información de primera mano.
Valiéndose de una cámara fotográfica que prestó de un familiar un día sábado, tomó fotografías de las dos oficinas y realizó la descripción respectiva poniendo énfasis en lo referente a la descripción propia de las oficina del Cónsul: número de oficinas, muebles, archivos, un casillero central donde se colocaban documentos, pasaportes duplicados, partidas de nacimiento remitidas desde Chile que no habían recogido y que gestionaban los ciudadanos chilenos y estaban a disposición para entregarle a los solicitantes. Ninguno de los funcionarios del consulado se tomaba la molestia de controlar estos documentos, era fácil que desaparecieran.
Durante ese año continuó colaborando ad honoren con el comandante Garro, hubo un desfase en diciembre de 1968, porque este fue cambiado de colocación a Tumbes, pero lo había dejado recomendado a un mayor que ocupaba un importante cargo en el Estado Mayor de la Escuela Militar. El 31 de diciembre renunció a su trabajo, se retiró y despidió de la oficina pretextando que viajaba al interior del país por razones familiares. La verdadera razón es que se presentaría como postulante a la Escuela Militar llamado por su gran vocación.
Finalmente, después de sortear los exámenes de admisión, por fin pudo hacer realidad su sueño de ingresar al Alma Mater del Ejército del Perú.
Despertando de su sueño por el toque de diana, Marcos y todos sus compañeros procedieron a vestirse rápidamente y salir al desayuno y posterior instrucción militar en los campos de instrucción.
Terminada las actividades de la mañana y luego de pasar rancho (almuerzo) se dirigieron a sus cuadras para pasar revista de prendas a cargo de os cadetes y oficiales al mando de cada sección.
A la hora de entrenamiento físico en el patio de armas, tomó el mando el mayor Gabriel Laborie Jefe del Batallón de Cadetes y los exhortó a cumplir fielmente sus deberes con disciplina y responsabilidad, para enfrentar y afrontar su etapa inicial de instrucción militar y al término de ella su posterior integración con el Batallón sea de manera eficiente de cadetes finalizó su discurso con este mensaje “ tengan en cuenta que ustedes conforman una excelente promoción, vienen de distintos puntos del país, todos ustedes son los mejores entre los jóvenes que han postulado y conforman la nueva savia de nuestro Ejército, además, entre ustedes hay un cadete que ha cumplido una valiosa misión para la seguridad de nuestra patria; los felicito”.
Marcos Artigas se sintió reconfortado y no supo disimular esta alegría rebosante, habían sido tres oportunidades en que se presentó como postulante, también fueron tres fracasos en su juventud ante los que nunca se amilanó ni “tomó las de Villadiego”, siempre fue persistente y perseverante en sus acciones y este reconocimiento que sin duda llegaba desde la dirección de la Escuela Militar, era una muestra de que su trabajo de colaborador ad honoren había sido bien aquilatado, no había caído en saco roto, ni fue pasto del olvido, como sucede usualmente en nuestra sociedad.
Marcos jamás habló de este episodio de su vida ni con su familia mas cercana, hasta hoy, que hace de conocimiento público estos hechos inéditos, inclusive para la gran mayoría de sus compañeros de promoción.