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“Podríamos
decir que en la resistencia de García Calderón se fundió la resistencia
peruana, él sintetizó la resistencia militar de Cáceres y el sentir del Perú”
Margarita
Guerra.
Por: Ángel Arturo Castro Flores.
Esta es la reproducción
del Bando que cesa el gobierno provisorio del Dr. Francisco García Calderón.
Tomado del diario chileno La Situación de 28 de septiembre de 1881.
“PATRICIO LYNCH
CONTRALMIRANTE
DE LA ARMADA NACIONAL Y GENERAL EN JEFE DEL EJÉRCITO DE OPERACIONES DEL NORTE
Por cuanto con
esta fecha, he decretado lo que sigue:
En lo sucesivo
no se permitirá en la parte del territorio peruano ocupado, o que más adelante
ocuparen, las fuerzas del Ejército de mi mando, el ejercicio de actos de
gobierno por otros funcionarios o autoridades que los establecidos por este
Cuartel General, y solo subsistirán las autoridades municipales que al presente
existen y que continuarán en el cobro de los impuestos municipales para atender
con ellos las necesidades del servicio local.
Anótese,
comuníquese y publíquese por bando.
Por tanto: para
que llegue a conocimiento de todos, publíquese por bando y carteles que se
fijarán en los lugares más públicos de la ciudad.
Lima, setiembre
28 de 1881.
P. Lynch.
Adolfo
Guerrero, secretario general”.
El diario La Situación
de 6 de octubre de 1881, en su editorial EL VICEPRESIDENTE DEL GOBIERNO
PROVISORIO(Colaboración) expresa las verdaderas intenciones que mantenía el
gobierno chileno de ocupación y justifican el cese del gobierno provisorio del
Dr. Francisco García Calderón Landa y traslado a Chile en calidad de detenido.
“Lo que para nosotros
es vidente y sin lugar a duda de ningún género, es que, habiendo Chile
manifestado por diversos órganos, tales como la conferencia de Arica, cuáles
son las bases esenciales de la paz, toda reunión de personas que se titula
gobierno del Perú y que no acepta esas bases, no acepta la paz; por
consiguiente, está en guerra, y debemos perseguirla por cuantos medios estén a
nuestro alcance, o destruirle cuantos recursos pudieran emplear en
hostilizarnos.
El nombramiento
de Montero, para vicepresidente, quiere decir evidentemente que el ensayo de
gobierno provisorio no se resigna a dejar su timba en Magdalena, y que busca en
Cajamarca Aires de convalecencia.
En hora buena
que se establezcan donde mejor les plazca; pero que no pretendan ejercer actos
de autoridad en ningún lugar sujeto al dominio de las armas chilenas; porque
donde estas imperan no hay, por ahora, más soberanía que el poder militar de
Chile”. (1)
Es cierto, que el
presidente Francisco García-Calderón Landa tuvo un breve tiempo para analizar
la situación que se vivía en la capital antes de partir preso a Chile. Decidir
entre tres posibilidades que se le presentaba: el cautiverio, la fuga secreta
de Lima a cualquier lugar del país, o la aceptación de las condiciones que
querían imponer los chilenos. Optó por el cautiverio.
A las cinco de la
mañana del 16 de noviembre de 1881, Francisco García Calderón, presidente del
Perú, arribó preso a Valparaíso. Después de una larga espera en el buque
chileno que lo trasladó del Perú. El oficial del ejército chileno que lo
custodió desde Lima, le manifestó que el Intendente, autoridad provincial y
representante del gobierno chileno lo recibiría.
El presidente peruano
esperó desde las 05:00 horas hasta el mediodía, que el Intendente se apersonara
a recibirlo como se había comprometido, sin embargo, no se presentó, este sería
el inicio de una serie de descortesías con el presidente peruano, durante su
confinamiento.
Francisco García
Calderón narra este pasaje: “Después de muchas horas de esperar y
esperar, vino a bordo un oficial de marina, empleado de la capitanía del
puerto; y nos dijo que no pudiendo el señor Intendente separarse de su
despacho, por atenciones urgentes del servicio, lo enviaba para que nos hiciera
desembarcar”. (2)
Pero, no solo eso, sino
que en las horas que García Calderón permaneció en el buque, esperando la buena
gana del Intendente, una inmensa y compacta multitud se había congregado en el
muelle, para expresar su animadversión al presidente peruano. García Calderón
era exhibido como un trofeo, ante las malsanas miradas de curiosos y agresivos.
Ante este hecho
inusual, que atentaba contra su alta investidura y la dignidad de los
confinados, el presidente preguntó a quienes lo acompañaban “¿No
hubiera sido mejor que el señor Intendente nos hubiera hecho desembarcar a las
seis de la mañana, en vez de retenernos a bordo hasta mediodía y nos hubiera
evitado la exhibición a que ahora nos sujeta?”. (3)
Al ingresar a las
oficinas de la intendencia, la autoridad brillaba por su ausencia, no solo
descortesía y soberbia demostraba el Intendente, sino que, el presidente
peruano esperó que el Intendente llegara y que tuviera las ganas de recibirlo, “pasó
directamente a su bufete, aparentando no haber visto a los que allí estábamos
por orden suya (…)”. (4)
Luego como sorprendido
regresar de un sueño, clavó su mirada sobre los confinados, los saludó pidiendo
permiso para continuar, posteriormente se acercó a los detenidos y les dijo “que
habíamos llegado antes del día en que se nos esperaba por cuyo motivo no tenía
instrucciones acerca de lo que con nosotros se debía hacer; y que mientras no
las recibiera, permaneceríamos en un hotel custodiados”. (5)
Un hecho que pintó de
cuerpo entero al Intendente y que era una demostración de las indicaciones, que
había recibido del gobierno chileno para humillar a García Calderón; se suscitó
un hecho inusual cuando el señor Oscar Viel comandante de la marina chilena y
viejo amigo del presidente García Calderón, quiso trasladarlos en coche al
hotel. “Ardió Troya, no quiso su Señoría que se tuviera esa cortesía conmigo”.
(6)
Dos días después de su
llegada a Valparaíso, el presidente García Calderón, fue conducido a Quillota,
ese lugar había sido elegido por el gobierno chileno, para que cumpliera su
confinamiento. García Calderón no recibió ninguna explicación de esta decisión.
En Quillota los recibió el Gobernador y les comunicó que tenían por cárcel la
ciudad. García Calderón, Manuel M. Gálvez y el comandante Pedro Garezón fueron
alojados en el “Hotel del Pacífico”.
Estando en Quillota,
los confinados recibieron autorización del gobierno para trasladarse a Santiago.
Las primeras impresiones de García Calderón sobre Santiago fueron: “una
ciudad de 150,000 habitantes diseminada en un área que podría contener el
cuádruplo de esa cifra”, “que la policía dejaba mucho que desear en cuanto a
seguridad y aseo”. “Los hospitales por lo común son deficientes y ninguno de
ellos puede compararse con el Hospital 2 de Mayo de Lima”. (7)
El presidente García
Calderón percibió in situ, que los peruanos nunca habían sido bien recibidos en
Santiago, ellos no podían ser la excepción. “Los peruanos entiendo nunca han
estado bien en Santiago: por lo menos su residencia no ha sido tan placentera
como lo que en todo tiempo han tenido los chilenos en Lima, porque Chile ha
tenido desde tiempos remotos rivalidad con el Perú”. (8) Actualmente
nuestros connacionales tampoco reciben un trato digno, tienen que enfrentar
continuas campañas de xenofobia.
A penas llegó a
Santiago la prensa semioficial atacó intensamente a García Calderón y porque se
defendió, se intensificaron las privaciones y se extendió a los que lo
visitaban por alguna razón. Bastó que la prensa mapochina publicara los
telegramas que enviaba EEUU haciendo conocer la designación de una misión
especial, para que se desatara una campaña mediática encaminada a desacreditar
al presidente García Calderón ante la misión especial.
“el Gobierno de
EEUU enviaba a las tres Repúblicas beligerantes una misión especial encomendada
al señor Trescott, el cual debía quejarse de mi prisión, como un acto
violatorio de pactos preexistentes, pedir mi libertad y mediar para la
celebración de la paz sin cesión de territorio. Entonces se me llamó traidor a
la América, y se me dieron otros calificativos desdorosos que no quiero
mencionar”. (9)
Ante las continuas
hostilidades que recibía el presidente García Calderón, por su posición frente
a su cautiverio y la firma del tratado sin afectar la integridad territorial
del Perú, al cabo de veinte días de permanencia en esta ciudad, el gobierno
chileno le dio la orden de regresar a Quillota.
Su permanencia en esta
ciudad, le ayudó a reflexionar sobre su situación y sobre la situación grave
del Perú. Concluye que “había llegado a persuadirme de que el
Gobierno de Chile no tenía la intención de hacer la paz con el Perú y de que mi
cautiverio sería largo, mi familia se reunió conmigo. La compañía de mi señora, de mi madre
política, de mi cuñado don José Santiago Rey y Basadre, y de los señores Gálvez
y Gárezon, hacía llevadera mi situación; y por mi parte nada omití para hacer
grata la vida a todos esos seres queridos y abnegados que participaron gustosos
de las dificultades de un largo cautiverio.” (10)
En carta escrita
durante su cautiverio de fecha 8 de febrero de 1883, dirigida a Miguel Iglesias,
explicó las razones de su aceptación para ser expatriado, “(…) pensé que solo entregándome
como víctima al sacrificio y dando de este modo una prueba palpable a los
pueblos del Perú, de que mi conducta no tenía por base la ambición de mando
sino la defensa de la República, y de que no estaba ligado a los chilenos para
traicionar a los peruanos, todos los pueblos se unificarían fácilmente”. (11)
Lamentablemente su sacrifico fue vano, no logró la unificación del país para enfrentar
al enemigo, sino que por ambiciones políticas nunca se logró la ansiada unidad
Mientras tanto en Lima
el escenario había cambiado, Nicolás de Piérola había regresado a la capital y
el 6 de diciembre de 1881 se entrevistó primero con Patricio Lynch y luego con
el diplomático chileno Novoa. El Califa creía que podía lograr un alzamiento de
las tropas de Cáceres a su favor y de esta manera negociar una paz más
soportable para el Perú. El 25 de enero de 1882 en plena ocupación chilena,
propuso la conformación de un partido político denominado Partido Nacional.
Traición, ambición de poder.
Sin embargo, la
propuesta de Piérola no prosperó, más bien recibió un documento contundente
firmado por notables de Lima, a favor de García Calderón, en el que destacaban
Alejandro Arenas, el general La Cotera, Manuel Atanasio Fuentes, Cesáreo
Chacaltana, quienes en venganza por este pronunciamiento fueron castigados por las
autoridades chilenas, dijeron por haber hecho la publicación sin permiso.
El presidente García
Calderón no podía dejar de pensar en el Perú, porque tenía en cuenta que las
divisiones intestinas entre los caudillos que quedaron, no era bueno para el
Perú. Así, frente a este panorama político era muy difícil que Chile firmara un
tratado de paz.
Recordaba con tristeza
una conferencia, que había tenido en su breve estadía en Santiago con el
presidente Domingo Santa María, pudo percibir que para este presidente, “no
importaban los vínculos de comunidad de origen, idioma, comercio y otros que
ligan al Perú y Bolivia con Chile, y el principio de Uti Possidetis no tenían
valor alguno. El Perú está vencido y pobre y debe recibir la ley del vencedor”.
(12)
Después de algunos
meses de cautiverio en Quillota, el señor Manuel Gálvez obtuvo su libertad.
Posteriormente García Calderón viajó a Santiago donde residió seis meses. En
enero de 1883, García Calderón fue trasladado a Valparaíso, el gobierno mapochino
ya se había entendido con Miguel Iglesias.
El gobierno chileno
declaraba cotidianamente que no le reconocía ninguna autoridad a García
Calderón, sin embargo, deseaba hacer la paz con él porque lo consideraba segura
y duradera. “Como las declaraciones públicas no podían ser desmentidas, se afectaba
desdeñarme en público y se me solicitaba en privado, y conociendo la firmeza de
mis condiciones, se me hacía variar de domicilio frecuentemente, se me atacaba
con la prensa y se me hacía entrever el peligro que corría mi autoridad, para
ver si de ese modo cedía a las pretensiones de Chile. Esta es la causa de mi
permanencia en Quillota y de otras medidas violentas y vejatorias”. (13)
Las medidas de
hostilidad que sufrió García Calderón en Chile estaban propiciadas por el gobierno.
Una de las exigencias más graves que le plantearon fue respecto al comandante Pedro
Gárezon, su ayudante, debía decidirse entre separarse del presidente o ir preso
a Chillán, lugar donde estaban purgando prisión otros peruanos.
El comandante Pedro
Gárezon dejó Chile, de inmediato el gobierno chileno ordenó el traslado de
García Calderón a Rancagua, una ciudad chica y triste, una de las estaciones
que conducía de Santiago hacia Angol.
Allí vivió el cautivo
presidente peruano durante nueve meses, con muchas dificultades, sin ocupación,
sin relaciones y con muchos inconvenientes en la casa que ocupaba con su
familia. Posteriormente se trasladó a Valparaíso, donde permaneció hasta que
terminó su cautiverio.
Muchas consecuencias
políticas se deducen de los accidentes ocurridos al presidente García Calderón
durante su prisión en Chile. Él deduce que “Chile, no habiendo podido alcanzar por sus
victorias el título de propiedad del territorio peruano que había usurpado,
destruyó el gobierno encabezado por mí y puso otro de su agrado. Por
consiguiente, atacó la soberanía del Perú y su independencia como Nación”. (14)
El gobierno de chileno,
ofendió, vituperó y vilipendió al presidente peruano Francisco García Calderón.
Se le retuvo prisionero, se le cambió de domicilio continuamente, se le hizo
sufrir de muchas maneras, se le presionó sicológicamente, porque se opuso a firmar
un tratado de paz que perjudicaba la integridad territorial.
Pensaron que las
presiones, limitaciones y dificultades que le imponían, en algún momento
podrían llevarlo a un instante de debilidad para aceptar una imposición, Nunca
aceptó y prefirió soportar valerosamente, con fe y esperanza, tiempos mejores; “luego,
si todo lo soporto y no cedo, saldré vencedor en la partida, y la lucha me será
honrosa puesto que la sostengo estando inerme, contra el poder armado”. (15)
Notas:
§ Diario
La Situación de 6 de octubre de 1881. Hemeroteca de la UNMSM: 1
§ García
Calderón, Francisco. Memorias del Cautiverio. Librería Internacional del Perú
S. A. 1949: 2,3,4,5,6,7,8,9, 10,12, 13, 14 y 15.
§ Historia
de la República del Perú. Basadre, Jorge. Empresa Editora El Comercio
S.A. 2005: 11