La campaña libertadora fue una lucha de larga data, que atravesó etapas
de nuestra historia y que se fue gestando una vez conocida las verdaderas
intenciones de los conquistadores. Las causas: la injusticia, los abusos,
espoliaciones, explotación del oro, plata, mercurio, llevados a Europa en casi
trescientos años de ocupación.
Las batallas decisivas para la Libertad e Independencia de nuestra
patria, sin lugar a duda fueron Junín y Ayacucho. La primera en agosto y la
segunda en diciembre de 1824, y se consolidó cuarentaidos años después en el
combate de 2 de mayo de 1866, en la célebre y memorable victoria alcanzada por
nuestro pueblo y sus fuerzas armadas frente a la flota española en el Callao.
Sin embrago, la libertad obtenida por el sacrificio de quienes
combatieron con patriotismo, sacrificando su propia vida, no se realizó de la
noche a la mañana, ni fue un momento de inspiración, ni un rapto de iniciativa.
Fue el resultado de años de maduración, experiencia, de luchas muy
desventajosas, que se iniciaron inmediatamente después de la muerte de
Atahualpa.
Se ha sostenido quizá de manera equivocada por no contradecir la
historia oficial, que la conquista del imperio incaico terminó con la ejecución
de Atao Huallpa (Atahualpa). Sin embargo, no fue así, porque muerto Atahualpa, sus
capitanes “se sintieron liberados de toda promesa de pasividad y emprendieron las
guerras en contra de los conquistadores” (1)
La conquista del Imperio Inca tuvo dos fases: la primera orientada a
destruir el poder en manos de Atahualpa, lo que se logró con su rápida captura
y ejecución, y la segunda hacer frente al rebelde Manco Inca hasta derrotarlo.
Manco Inca dirigió a la aristocracia cusqueña contra los españoles entre
1536-1544, en batallas aún desconocidas, que trajeron triunfos y derrotas.
Cuesta creer que la historia oficial narrara durante tatos años y considerara
a los quechuas faltos de iniciativa, desafectos con sus tierras y hermanos, ingenuos,
medrosos o cobardes, para quedarse tranquilos, frente a tamaña afrenta que
significó que, los conquistadores hollaran sus tierras, abusaran de sus mujeres,
explotaran y sometieran a los oriundos y dueños de estos suelos. No fue así.
Cómo no traer al presente las acciones realizadas por Manco Inca, quien
lideró el proceso insurreccional más importante del siglo XVI (1536-1544),
apoyados por muchos caciques, campesinos y otras clases sociales, fue la lucha
más importante de América en el siglo XVI. Manco Inca logró muchas victorias sobre
las tropas españolas en casi ciento veinte batallas.
“Fue a mediados de setiembre de 1535 que Manco Inca, decidido ya por la
guerra contra los españoles, reunió una gran asamblea de orejones en un lugar
secreto cercano al Cuzco, pronunciando ante ellos el grito de Libertad o Muerte
que anunció el inicio de la guerra de reconquista, su conmovedora proclama fue
publicada por el cronista Pedro Cieza de León”. (2)
A inicios del siglo XVIII, el Perú era una sociedad muy heterogénea en
lo referente a clases sociales, castas, razas, idiomas y costumbres. Según Juan
José Vega en este siglo, los movimientos “podrían ser clasificados en tres grandes
grupos: los protagonizados por indios, como jefes; los que tuvieron como
protagonistas a líderes criollos; y, finalmente, los que vieron a los negros en
la primera línea de acción”. (3)
Las causas que dieron lugar al levantamiento, rebeliones y revoluciones
por la libertad, se dieron porque el indígena fue objeto de explotación, no
obtuvieron justicia a sus reclamaciones, porque los llamados a hacer cumplir
las leyes fueron los que más las incumplieron, amparados en el poder que les
daba el sentirse miembros de la clase dominante.
Guamán Poma de Ayala denunció que seis animales abusaban y explotaban a
los pobres indios: “el corregidor que es una serpiente; el tigre que son los españoles del
tambo; el león, que es el encomendero; la zorra que es el padre de la doctrina;
el gato, que es el escribano; y el ratón que es el cacique principal. (…) Y no
hay remedio”. (4)
Otro guerrero precursor que emprendió la lucha por su pueblo fue Juan
Santos Atahualpa, quien lideró un movimiento de liberación del Perú y de gran
parte de América a partir de las comarcas de la selva. Santos Atahualpa se
levantó en 1742, contra el sistema impuesto a la fuerza por los conquistadores.
Qué se sabe del origen de Juan Santos Atahualpa, “Manuel de Mendiburu escribió en
el siglo XIX, opinión válida hasta hoy, que ‘el lugar del nacimiento de Juan
Santos quedó envuelto en dudas y pareceres contradictorios: tuviéronle algunos
por natural del departamento del Cuzco, otros por hijo de Humanga; y con
respecto a sus padres y deudos nada pudo descubrirse de una manera evidente’”. (5)
Parece lógico que Juan Santos Atahualpa tuviera orígenes serranos y
mestizos, aunque Carlos Daniel Valcárcel, historiador, educador, investigador y
escritor peruano, lo supone de la selva y que, siendo aprovechado en sus
estudios y méritos, visitó África y Europa, donde se asume tuvo contacto “con
otras áreas de evangelización y enseñanza”. (6)
Santos Atahualpa se rebeló contra el despojo de las tierras, que siendo
de todos pasaron a pocas manos, contra la regimentación laboral impuesta que
era muy severa y que, remplazaba a sus actividades libres de caza, pesca y
agricultura. A los habitantes de nuestra selva se les impuso un servilismo y servidumbre
rayano con la esclavitud.
Juan Santos Atahualpa había marcado su estrategia que visaba la
independencia del Perú como meta final de su proyecto libertario, buscó durante
su levantamiento la expulsión de los conquistadores y la restauración de un
estado autónomo. “Propugnó la unidad política de todos los naturales del Perú (…)
Intentó un acercamiento a los negros, otro grupo oprimido, con lo cual su
proyecto de unidad nacional fue aún más importante”. (7) En
fin, luchó contra todo abuso, considerado como una explotación que beneficiaba
a los peninsulares.
En los siglos posteriores, continuó la lucha por la libertad, hubo
hombres y mujeres que se organizaron para hacer frente a los abusos de los
españoles. Entre muchos, son dignos de mención los precursores: Juan Pablo
Vizcardo y Guzmán quien escribió su famosa carta a los españoles americanos en
la que plasmó la necesidad y el derecho a la libertad de la colonia y a un
gobierno autónomo en manos de los peruanos.
Cómo no recordar la gesta heroica, de enfrentarse al poder español, con
grandes limitaciones y desventajas en armas y equipos. No solo por ello es
grande y memorable la acción valerosa, considerada hoy una gran epopeya por la
libertad, que realizaron: Tupac Amaru, Micaela Bastidas y Mateo Pumacahua,
Francisco Antonio de Zela tempranamente en 1,811 en Tacna.
La revolución de los hermanos Pallardelli y del alcalde de Tacna don
Manuel Calderón de la Barca y la rebelión de los hermanos Angulo. La destacada
actuación de los criollos: Faustino Sánchez Carrión, Hipólito Unanue, Luna
Pizarro, Mariátegui, Vidaurre, Rodríguez de Mendoza, quienes prepararon con
antelación el escenario, para la llegada de la expedición libertadora de San
Martín
En
la lucha independentista del Perú, muchas damas de toda clase social brindaron
sus sacrificadas acciones, para la causa libertaria, de manera anónima y
silenciosa. Años previos a la campaña libertadora, en Lima se abrieron salones
literarios, lugares a los que acudían ciudadanos importantes interesados en
esta práctica cultural y a la que también asistían los Amantes del país.
En
la calle San Marcelo se ubicaba el salón literario de Rosa Campusano, bella
guayaquileña, visitada por el virrey La Serna. Se asegura que esta dama, mantuvo
amoríos con personajes como el coronel Tomas Heres jefe del “Numancia”. Rosa
Campusano influyó en la deserción del Numancia, “a Rosa Campusano, a decir de Palma habría que darle también el mérito
de intentar la conquista de batallón Cantabria, cosa que fracasaría en el
último momento”. (8)
Brígida
Silva de Ochoa, dama limeña valerosa y enérgica, quien se sacrificó por el
engrandecimiento de la Patria. Ayudó activamente a sus hermanos Mateo y
Remigio, implicados en la conspiración de 1809, para formar una junta de
Gobierno que pretendió anular la autoridad del Virrey Abascal. “Los
hermanos Mateo y Remigio Silva, abogado el uno, comerciante el otro, conspiran.
La sede de las reuniones es el bufete de Mateo, sito en el portal de Escribanos
fronterizo con la Plaza de Armas”. (9)
María
Andrea Parado de Bellido, fue una mujer indígena y quechua-hablante, quien
sobrepuso los intereses de la patria, antes que los personales y familiares.
Prefirió su sacrificio antes de revelar secretos a los realistas y delatar a
otros patriotas que, como ella, servían a la causa de la libertad. “El
nombre de María Parado de Bellido ha sido quizá el de más resonancia entre las
mujeres que colaboran en la guerra”. (10)
Las luchas libertarias, iniciadas con Manco Inca, rindieron sus frutos
recién en el siglo XIX con la llegada de nuevos vientos, nuevos pensamientos, resultado
de la revolución francesa y la independencia de EE. UU. Esas nuevas ideas
llegadas a estas tierras encontraron la fertilidad, la efervescencia y caldo de
cultivo, en la población cansada de los abusos de los conquistadores.
El Virreinato de Perú, como sabemos, era el más poderoso centro de poder
de España en América del sur, Lima era el centro de ese poder, Dn. José de San
Martín desde Argentina y Simón Bolívar desde Venezuela, organizaron sus fuerzas
patrióticas, para liberar América del Sur del coloniaje de España.
El 20 de agosto de 1820, partió el general José de San Martín de
Valparaíso, Chile, recibió el apoyo del jefe de gobierno de Chile, Capitán
General Bernardo O'Higgins. El vicealmirante Thomas Cochrane condujo la flota
de 7 naves de guerra, 7 transportes, conduciendo casi 4000 efectivos de Argentina,
Chile y Perú.
El objetivo principal era tomar Lima, y proclamar la independencia,
nombrándose San Martín Protector del Perú, para desde esta posición llamar a
sumarse a la causa patriota al resto del Perú. El desembarco se produjo en la
bahía de Paracas en la mañana del 8 de septiembre de 1820.
El cuartel general de San Martín se estableció en Pisco, a partir del 12
se inició la recepción de voluntarios, siendo Manuel Odriozola el primer voluntario
para integrar lo que se denominó el Ejército Libertador del Perú, con el tiempo
Odriozola alcanzaría el grado de coronel y se convirtió en el más importante
historiador del Siglo XIX.
Numerosos patriotas se incorporaron de manera voluntaria al Ejército de
San Martín, “Mención especial merece la incorporación del Regimiento de Caballería
de las Milicias de Chincha, formados por 7 oficiales y 700 morenos armados,
quienes pasaron a formar los batallones N° 7 y N° 8 de los Andes y constituir
las unidades chilenas que solo venían en cuadro”. (11) También
pidieron su incorporación 700 indígenas de Chincha al mando de su cacique, San
Martí seleccionó 50 para infantería.
“El 3 de diciembre de 1820, se
incorporó al Ejército Libertador el batallón virreinal ‘Numancia’, compuesto
por 996 hombres entre peruanos y granadinos. Entre sus jefes se encontraba
Tomas Heres y León de Febres”, (12) esta acción, como se expresó líneas
arriba, fue resultado de acciones tácticas llevadas a cabo por San Martín y las
damas peruanas que influyeron con su belleza y gentileza.
El general San Martín ordena al general Juan Antonio Álvarez de Arenales
inicie una campaña en la sierra del Perú con 1,130 hombres para: “1) Extender
acciones militares al interior del territorio; 2) Contrarrestar la propaganda
de los españoles contra el Ejército Libertador; y 3) Levantar el ánimo de los
pueblos del interior y organizar guerrillas con pobladores nativos”. (13)
El general Álvarez de Arenales inicia operaciones el 4 de octubre de
1820, parten de Pisco y culminan el 8 de enero de 1821. A fines de 1820 el general San Martín había
dispuesto que el Ejército avance hasta Huaral y el 31 de diciembre de ese año
tomó como cuartel general la hacienda de Retes. Luego de la proclamación de la
Independencia el 28 de julio de 1821, el general San Martín oficializó la
creación del Ejército.
El 21 de octubre de 1820, decretó la creación de la bandera del Perú y
del Escuadrón de Auxiliares de Ica. En noviembre los Cazadores del Ejército; y
en enero de 1821, el Batallón Leales del Perú y el Escuadrón Húsares de la
Escolta.
El primer Congreso Constituyente se instaló el 20 de setiembre de 1822 a
las diez de la mañana, estuvieron presentes 51 diputados. El primer presidente
de este Congreso fue Javier de Luna Pizarro, sus primeros secretarios fueron
Faustino Sánchez Carrión y Francisco Javier Mariátegui. Luna Pizarro manejó el
Congreso hasta febrero de 1823.
Ante este mismo Congreso el general José de San Martín renunció a ser
protector del Perú, después de reunirse con el general Simón Bolívar en
Guayaquil y no haber podido imponer su proyecto monárquico. El 22 de setiembre
presentó su dimisión ante el Congreso, que fue aceptada por Luna Pizarro.
A las dos de la mañana del 22 de setiembre San Martín se embarca en
Ancón en el bergantín Belgrano rumbo
a Valparaíso. Nunca regresaría al Perú. San Martín al despedirse, expresó “La
presencia de un militar afortunado, por más desprendimiento que se tenga, es
temible a los Estados que de nuevo se constituyen (…). Peruanos: os dejo
establecida la representación nacional; si la depositáis en ella una entera
confianza, cantad el triunfo, sino la anarquía os va a devorar. Que el acierto
presida a vuestros destinos; y que estos os colmen de felicidad y paz”. (14)
¿Qué dejó el general Dn. José de San Martín al partir? San Martín creía
que las leyes que gobernaran en América serían las apropiadas a su carácter, a
sus propias características, pensaba que lo mejor para América era la monarquía
constitucional, aborrecía tanto a la anarquía como al despotismo” (15)
Con respecto a nuestra patria, San Martín dejó ejemplo y enseñanza
porque mostró los principios rectores de la elección popular, “el
respeto al principio de la voluntad popular: la convocatoria al Congreso
Constituyente, la elección libre de los diputados de este Congreso y las
garantías que gozaron ellos al reunirse”.
Su verdadero espíritu de desprendimiento y carente de ambiciones queda demostrado
en carta que le dirige “al marino inglés Basil Hall: No aspiro a la
fama de conquistador del Perú. ¿Qué haría yo en Lima sus habitantes me fueran
contrarios? No quiero dar un paso más allá de donde vaya la opinión pública…”.
(16)
El Congreso Constituyente de 1822, en sesión secreta y mediante decretos
de 25 de octubre y 4 de noviembre de 1822 agruparon a los cuerpos peruanos en
una división a la que llamó Ejército del Perú, lo que es tomado como la
oficialización de la creación del Ejército como institución.
A la retirada de San Martín, el Congreso decide conservar el poder Ejecutivo
para administrarla, para ello se elige una comisión conformada por tres
diputados denominada Junta Gubernativa del Perú: José de la Mar, Manuel Salazar
y Baquíjano y Felipe Antonio Alvarado. Esta conformación según Bolívar no fue
la mejor, criticó y consideró que el Congreso gobernaba y este triunvirato obedecía.
El Congreso Constituyente dio el golpe de gracia a la ilusión
monarquista, el 22 de noviembre de 1822 desautorizó a la comisión conformada
por García del Río y Pariassien enviados por San Martín a Europa, para buscar
un rey para el Perú. El 19 de diciembre se juró las bases de la Constitución
que constaba de 24 artículos.
Las bases indicaban “que el principio por el establecimiento de
la libertad era la división de las tres principales funciones del poder
Nacional, llamados concretamente los tres poderes, que deben deslindarse
haciéndolas independientes unas de otras”, (17) se refería a: Poder
Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judiciario hoy Poder Judicial.
La Junta Gubernativa el 28 de octubre de 1822 había promulgado la ley de
residencia que ordenaba “todo funcionario público estaba sujeto a
juicio de residencia”. Creó un juzgado especial para los delitos de
sedición, traición e infidencia.
Para fines de 1822 y principios de 1823, la situación económica era
caótica, militares y civiles estaban impagos, había inseguridad frente a plaga
de malhechores. Se creó un tribunal especial denominado “Comisión de lo
acordado”, que juzgaba de manera sumaria en casos de homicidio, heridas y
hurto, podía aplicar la pena de muerte.
En el manifiesto de presentación de bases para la Constitución el 19 de
diciembre de 1822 el Congreso se dirigió a los pueblos del Perú: “Las
bases que os presentamos son los principios eternos de justicia natural y
civil. Sobre ellos se levantará un edificio majestuoso que resista a las
sediciones populares, al torrente desbordado de las pasiones y a los embates
del poder. Sobre ellas se formará una Constitución que protege la libertad, la
seguridad, la propiedad y la igualdad civil (…) Ved que ¡oh! Pueblos del Perú
la Constitución que os prepara al Congreso peruano. Ved aquí el logro fraternal
con que desea uniros estrechamente y el pacto solemne con que es convida para
que forméis un Estado próspero, incontrastable y cuya duración estará vinculada
en lo gloria de nuestras armas (…)”. (18)
En un escenario caótico en lo social y político, con todos los problemas
de organización de la nueva República. La Junta Gubernativa se fue sin pena ni
gloria, abrumado por la crisis con los militares a quienes se les debía dos
meses de pago, las bajas no fueron reemplazadas, el fracaso de la primera
campaña de intermedios y el temor a tropas españolas escalonadas en la zona
andina desde Jauja hasta la actual Bolivia.
A inicios de 1823 el Perú solicitó la presencia de Simón Bolívar, para hacer
frente a las fuerzas españolas en territorio americano. Bolívar al no poder
desplazarse hacia Perú, designó a Antonio José de Sucre como su
plenipotenciario y representante, para cumplir esta comisión.
El 28 de febrero el general Andrés Santa Cruz jefe del ejército y otros
oficiales firmaron una solicitud al Congreso, “la Junta Gubernativa no tuvo
nunca la confianza de los pueblos ni del ejército; que no son cuerpos
colegiados los que pueden obrar con secreto, actividad y energía, en momentos
críticos; invocamos otras razones más para pedir la designación de un ‘Jefe
Supremo que ordene y sea velozmente obedecido’”. (19). Se refería al coronel
Dn. José de la Riva Agüero.
Al pronunciamiento militar se unió la agitación popular que presionaba
al Congreso. Las tropas se movilizaron hasta la hacienda Balconcillo para apoyar
la solicitud. Desde este lugar se envió nuevamente al Congreso una nueva
solicitud “La sabiduría y prudencia de
vuestra soberanía pesará los motivos que impulsará el anhelo con que aguarda el
ejército el decreto que asegura la libertad del Perú”. (20)
El 28 de febrero de 1823 el Congreso eligió a Dn. José de la Riva Agüero
como el primer presidente del Perú, debido a que la Junta Gubernativa había
perdido autoridad. El Congreso se dividió en tres facciones: los puritanos, con
Luna Pizarro a la cabeza; los riva-agüeristas y los relativistas liderados por
Sánchez Carrión.
El 10 de mayo de 1823 llegó Sucre a Lima, nuestro país continuaba sumido
por la inestabilidad política, el fracaso de la campaña de intermedios
dispuesta por San Martín hacía presagiar tormentas en la vida política de la
nueva república. Por esos meses se preparaba una segunda campaña de
intermedios, Sucre con la División Auxiliar (grancolombiana) marcharía a la
ciudad de Arequipa, para iniciar operaciones en el sur contra las fuerzas
españolas, de manera combinada con el general Andrés de Santa Cruz.
El 30 de mayo recibió Sucre el nombramiento de comandante del Ejército
Unido, y el 21 de julio fue proclamado jefe supremo militar, cargo que aceptó con
la condición de ejercerlo solamente en el teatro de la guerra. A pesar de la
victoria de Santa Cruz en la batalla de Zepita (25.8.1823), la campaña terminó en
fracaso. Sucre retornó a Lima, después de su retirada de Arequipa.
El 1 de setiembre de 1823, casi un año después que el general San Martín
abandonara el país, Simón Bolívar llega al puerto del Callao y es recibido
entre aclamaciones, embanderamiento, formación de tropas, descargas de
artillería y tañido de campanas, casas y plazuelas adornadas. Banquetes y
brindis con gran solemnidad.
La presencia de Simón Bolívar en Lima tranquilizó a la población y
principalmente a sus autoridades. El general Antonio José de Sucre cooperó
diligentemente con Bolívar, para cumplir tareas en el campo militar y político.
Se tomaron decisiones importantes que permitieron la reorganización y preparación
de la fuerza, para enfrentar en mejores condiciones a los realistas.
Simón Bolívar logró reunir un ejército de ocho mil hombres y los
realistas aproximadamente 18 mil. La sublevación de Pedro Olañeta en el Alto
Perú fue un golpe psicológico para las fuerzas realistas, porque obligó al
virrey del Perú a distraer gran parte de sus fuerzas para sofocarla. En este
escenario Bolívar decide marchar hacia el sur del Perú para combatir al general
realista José de Canterac.
En el mes de febrero, las fuerzas realistas españolas mantenían bajo su
ocupación u amplio territorio que abarcaba la zona andina central y sur. En el mes de junio, Simón Bolívar se dirigió
con sus fuerzas hacia el sur como dijimos, con el fin de enfrentarse a los
realistas, comandados por el general José de Canterac.
El 6 de agosto de 1824, sables y lanzas en ristre chocaron brutalmente,
los cuerpos despedazados, ensangrentados y atravesados de ambos contendientes
quedan regados en los suelos de la pampa bendita. Los gritos de arengas, los
ayes de dolor se elevan a los cielos. Jinetes de ambos bandos luchando
violentamente a más de cuatro mil metros de altura. Canterac en persona manda
la caballería de los Húsares de Fernando VII y Dragones de la Unión y del Perú.
La caballería patriota está comandada por general Mariano Necochea, con
seis escuadrones de Granaderos montados y Húsares de Colombia y de Perú, y al
grito de “¡Adentro, Granaderos!”, Necochea y sus centauros responden
vigorosamente al grueso de las fuerzas realistas, se produce una situación
confusa, los escuadrones patriotas emprendieron la retirada.
Bolívar se desplazaba camino al pueblo de Reyes, se dice que huía. La victoria
realista se transforma en derrota y victoria patriota, gracias al coraje del “Regimiento
Húsares del Perú” al mando de Isidoro Suarez y la destacada acción del sargento
Mayor Andrés Razuri, quien recibe la orden de retirarse, aprecia la situación y
decide atacar por la retaguardia española, causando bajas, confusión y desorden
en la caballería realista.
Ha pasado más de un siglo, una mirada retrospectiva nos permite hacer un
recuento de los hechos, observando con frialdad, sin apasionamientos. Es
cierto, una derrota en Junín hubiera sido catastrófica para los sueños de libertad
de América. El ejército patriota vencido, derrotado y quizás diezmado, hubiera tardado
en reorganizarse para enfrentar y derrotar a los realistas. La victoria de
Junín brilla en el firmamento y es el hito más importante en el sueño libertario
de América.
Finalmente, la victoria de Junín crece y crecerá con los siglos, sin mácula,
sin sombra que la altere. En esa pampa bendita, hombres, cabalgaduras, sables y
lanzas, lucharon defendiendo un ideal supremo. ¡Junín! Es y será por siempre una
gran victoria que, permitió continuar las operaciones con tropas experimentadas
y moral alta, para el penúltimo capítulo en Ayacucho.
Foto: Basadre, Jorge. historia de la República. Tomo I. Diario El Comercio.
Notas:
Vega, Juan. EL PERÚ HISTORIA DE
SUS LUCHAS LIBERTARIAS. (1), (2), (3), (4), (5), (6)
Neuhaus,
Carlos. DAMAS, PODER Y POLÍTICA EN EL PERÚ.
(8), (9), (10).
Comisión Permanente de
Historia del Ejército (CPHE). El Ejército en la República.
Siglo XIX. (11), (12), (13).
Basadre, Jorge. Historia de la República del Perú
(1821-1933). (14), (15), (16), (17), (18), (19), (20).
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