Arturo Castro
Desde el Gobierno de Ollanta
Humala el Perú ha ingresado a un agujero negro político, económico y social,
producto de muchos factores negativos que están influyendo en el escenario
nacional; mientras tanto, en la cúspide se enseñorea la corrupción, esa
pandemia maligna que está presente en las decisiones y actos de las nuevas autoridades.
Pareciera, como si todas las
fuerzas del mal se hubieran puesto de acuerdo y hubieran apuntado sus
tenebrosos rayos dañinos, nocivos, y perjudiciales sobre la nación peruana y lo
que es más grave, precisamente, en el año en que deberíamos estar celebrando,
aun en cada hogar, con orgullo patriótico nuestro bicentenario.
Pero, qué le podemos pedir al
nuevo gobierno inaugurado el 28 de julio último, hace tres meses y días que Pedro
Castillo está gobernando, y hasta el momento, debido a la inseguridad que se
huele en el ambiente, nuestro país está paralizado económicamente, debido a los
actos y pésimas decisiones del gobernante, que están llevando al país a un
rumbo de no retorno. Parece que ponerse zancadillas y obstáculos es la
característica fundamental de Perú Libre.
Pedro Castillo, viaja
constantemente ha provincias, está presente en inauguraciones que no son de su
nivel y en cada discurso ofrece “el oro y el moro” y no cumple. Sus discursos
populacheros, contestatarios, cargado de mensajes confrontacionales, conflictivos,
sembrando el odio, la inquina y agudizando las contradicciones existentes, no
solo es perjudicial, pernicioso y nocivo para la unidad de la Nación, sino que
separa más la brecha entre los peruanos.
No hay al interior del Gobierno
algún asesor, que lo aconseje para buscar la unidad de los peruanos, “Quien
siembra vientos, cosecha tempestades” dice un refrán y que no es otra cosa que,
la advertencia de que todas nuestras acciones en la vida generan consecuencias.
Castillo será consciente de ello. Por qué persistir entonces.
Cada día se deterioran las
relaciones del Ejecutivo y el Congreso por las continuas provocaciones de Pedro
Castillo, si esta situación polarizada entre dos poderes del Estado continúa,
las difíciles relaciones entre ambos se deteriorarán, y el pueblo será el gran
perjudicado; aunque a estas alturas de la situación, como se observa y se
entiende el discurso presidencial, podría interpretarse como una provocación de
Castillo al primer poder del Estado.
Para agravar esta situación el
gobierno de Pedro Castillo se ha abierto un nuevo frente con la prensa, al amenazar
la libertad de expresión y expresando que se abstendrá de entregar dinero la
prensa que lo ataca, igual discurso al del ministro de energía y minas Eduardo
González quien ha declarado hace unos días “Declararé a los medios que no me
den problemas”.
Las armas vedadas, la diatriba,
el chantaje y la amenaza están llevando a que el gobierno de Castillo, tenga un
discurso controversial contra el Congreso y la prensa, porque si bien es
cierto, el gobierno no tiene porqué subvencionar a las empresas periodísticas,
es cierto también que, esta costumbre ha sido conveniente y abusivamente
empleado por Vizcarra durante su gobierno y continuado por Sagasti, y como es lógico los grandes conglomerados de
la prensa nacional, se creen con el derecho a que el gobierno los siga subsidiando
para poder sobrevivir a la crisis que padecen esas empresas.
Un presidente que continuamente
apela al pueblo, ha asegurado que obedece solo al pueblo, al que reconoce como
su único soberano, olvida el presidente que la Constitución actual por la que
no juramentó, rige los destinos de nuestra patria y marca el derrotero hacia
dónde se debe conducir la nave del Estado, para lograr su crecimiento,
desarrollo, consolidación, mediante políticas de Estado en cada campo, las que se
convierten en las líneas o vigas maestras de la política general del Estado
peruano.
El rumbo del Estado peruano que
le permitió momentos grandes de crecimiento a lo largo de estos veinticinco
años está en peligro, está a un paso de convertirse en polvo para los buitres, por
ese deseo vehemente del presidente Castillo de cambiar la Constitución del 93
por otra de corte comunista, mediante una asamblea constituyente.
A todas luces una pésima
decisión, en momentos tan difíciles que atraviesa el país por el
recrudecimiento de la pandemia y por el inicio comprobado de la tercera ola y
como ya es costumbre no se ha previsto al parecer nada desde el punto de salud.
Castillo, no cejará en conducir a
nuestro país al abismo en cuyo fondo está el comunismo que tanto daño le ha
hecho a Cuba y a Venezuela, amenazando de igual manera a la Argentina, otrora
país poderoso y Chile que todavía no consolida su desarrollo y crecimiento, y donde
por el momento de abre una esperanza con el resultado de las últimas elecciones.
Parece que Castillo, no está en sus
cabales, pretendiendo una política de Estado para meternos en un proyecto
totalitario que incluye el cambio de Constitución por una de corte comunista en
donde el rol del Estado no será el subsidiario, sino tendrá un protagonismo que,
a la larga, mutilará las libertades existentes en nuestro país y especialmente
la iniciativa privada, las inversiones internacionales, agravando la situación
política, económica y social de nuestro Perú.
Así, si esa es la intención que está
en la mente Castillo, Bernedo, Bellido y todos sus seguidores, qué se debe
hacer. Esperar, con los brazos cruzados en actitud contrita, que llegue la
guadaña del comunismo, la guillotina de la tiranía; o el pueblo sacará las
fuerzas del interior de su espíritu y se opondrá democráticamente en las calles
hasta vacar a Castillo con la fuerza de la razón y llevando como bandera la defensa
de la Democracia.