NR:
Con
un desprendimiento nunca antes visto en ningún personaje histórico nacional, en
esta carta el Contralmirante Lizardo Montero, se ofrece como prisionero de
guerra, para que Francisco García Calderón el Presidente cautivo regrese a Lima
y pueda conocer in situ, la situación del País y luego tomar una decisión
respecto al tratado de paz. A diferencia de Mariano I. Prado que huyó al
extranjero abandonando el país a su suerte y Nicolás de Piérola, abandonó la
capital dejando a la población indefensa y a merced de las tropas chilenas.
Santiago.
Apreciado amigo:
Esta es la segunda carta que
escribo a Ud. después de su extrañamiento a Chile: la anterior expresaba la
condolencia del amigo al digno mandatario de su país; la presente es la del
gobernante actual a aquel cuyo patriotismo acendrado le puso en el camino del
destierro y que puede volver a ocupar su puesto en el día, si tienen aceptación
las ideas que voy a emitirle.
Hace cerca de un año que Ud.
discute, en unión del señor Logan, las condiciones del Tratado de Paz que ponga
término a la guerra sostenida por Chile, aunque desgraciadamente no ha podido
llegarse hasta hoy a un resultado definitivo.
El Gobierno de Santiago,
convencido que ninguna de las grandes potencias nos prestará protección, se
aferra en sus inauditas pretensiones, y no cede ni cederá talvez, porque tiene
la persuasión de que el Perú, a pesar de sus nobles cualidades y de su hidalga
conducta en todo tiempo, representa en la actualidad un desheredado de la
fortuna por cuya suerte nadie se interesa.
El Gobierno de esa República
no permite que Ud. regrese a su país, porque le conviene tenerlo en rehenes y
privarnos del contingente de sus luces y virtudes cívicas, y solo consentiría
el darle la libertad, si Ud. aceptara allá sus exigencias, y las consignara en
su protocolo, como lo ha manifestado antes de ahora.
Para salvar este
inconveniente, encuentro un medio que me parece práctico.
Su separación del Perú
durante quince meses, no le permite
apreciar la situación del país tal como hoy se presenta.
Si Ud. le dijera al Gobierno
de Chile: “Necesito ir al Perú con el objeto de estudiar el estado de la opinión
pública e inquirir todo lo que pueda hacer en favor de la paz, dando como
garantía la persona del Contralmirante Montero, actual Presidente de mi país,
quien quedaría sujeto a responsabilidad, como prisionero de guerra, mientras yo
estudio la situación”; tengo la seguridad que adoptaría este nuevo
camino que Ud. le presentará.
Ud. vendría entonces al
Perú, se haría cargo del Mando Supremo,
y en vista de la realidad de las cosas, aceptaría o no las proposiciones que le
han sido presentadas.
Comprometo
solemnemente mi palabra para cumplir con fidelidad lo que Ud. acuerde con el
gobierno de Chile sobre el asunto que motiva esta carta.
Ya que hay algunos peruanos
que sacrifican el presente y el porvenir de la patria en aras de su culpable egoísmo,
identifiquémonos en el propósito de salvar al Perú, que los hombres de corazón
nos harán justicia.
Notas:
García Calderón,
Francisco. Memorias del Cautiverio. Págs. 62 y 63.Librería Internacional del
Perú. Edición 1949.
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