Margarita Guerra.
Prisión
en Valparaíso, Quillota, Santiago y Rancagua. Vía Crucis de un presidente
peruano.
Por: Ángel Arturo Castro Flores.
Crl.
EP “R”. Comunicador social.
Es cierto, que el presidente García Calderón
tuvo un breve tiempo para analizar la situación que se vivía en la capital
antes de partir a su extradición. Decidir entre tres posibilidades que se le
presentaba: el cautiverio, la fuga secreta de Lima, o la aceptación de las
condiciones que querían imponer los chilenos. Optó por el cautiverio.
A las cinco de la mañana del 16 de noviembre de
1881, Francisco García Calderón, presidente del Perú, arribó preso a
Valparaíso. Después de una larga espera en el buque chileno que lo trasladó del
Perú. El oficial del ejército chileno que lo custodió desde Lima, le manifestó
que el Intendente, autoridad provincial y representante del gobierno chileno lo
recibiría.
El presidente peruano esperó desde las 05:00
horas hasta el mediodía, que el Intendente se apersonara a recibirlo como se
había comprometido, sin embargo no se presentó, este sería el inicio de una
serie de descortesías con el presidente peruano, durante su confinamiento.
Francisco García Calderón narra este pasaje “Después
de muchas horas de esperar y esperar, vino a bordo un oficial de marina, empleado
de la capitanía del puerto; y nos dijo que no pudiendo el señor Intendente
separarse de su despacho, por atenciones urgentes del servicio, lo enviaba para
que nos hiciera desembarcar”.
Pero, no solo eso, sino que en las horas que
García Calderón permaneció en el buque, esperando la buena gana del Intendente,
una inmensa y compacta multitud se había congregado en el muelle, para expresar
su animadversión al presidente peruano. García Calderón era exhibido como un
trofeo, ante las malsanas miradas de curiosos y agresivos.
Ante este hecho inusual, que atentaba contra su
alta investidura y la dignidad de los confinados, el presidente preguntó a
quienes lo acompañaban “¿No hubiera sido mejor que el señor
Intendente nos hubiera hecho desembarcar a las seis de la mañana, en vez de
retenernos a bordo hasta mediodía y nos hubiera evitado la exhibición a que
ahora nos sujeta?”. (2)
Al ingresar a las oficinas de la intendencia,
la autoridad brillaba por su ausencia, no solo descortesía y soberbia
demostraba el Intendente, sino que, el presidente peruano esperó que el
Intendente llegara y que tuviera las ganas de recibirlo, “pasó directamente a su bufete,
aparentando no haber visto a los que allí estábamos por orden suya (…)”.
(3)
Luego aparentando regresar de un sueño, clavó
su mirada sobre los confinados, los saludó pidiendo permiso para continuar,
posteriormente se acercó a los detenidos y les dijo “que habíamos llegado antes del
día en que se nos esperaba por cuyo motivo no tenía instrucciones acerca de lo
que con nosotros se debía hacer; y que mientras no las recibiera,
permaneceríamos en un hotel custodiados”. (4)
Un hecho que pintó de cuerpo entero al
Intendente y que era una demostración de las indicaciones, que había recibido
del gobierno chileno para humillar a García Calderón, se suscitó cuando el
señor Oscar Viel comandante de la marina chilena y viejo amigo del presidente
quiso trasladarlos en coche al hotel. “Ardió Troya, no quiso su Señoría que se
tuviera esa cortesía conmigo”. (5)
Dos días después de su llegada a Valparaíso, el
presidente García Calderón, fue conducido a Quillota, ese lugar había sido
elegido por el gobierno chileno, para que cumpliera su confinamiento. García
Calderón no recibió ninguna explicación de esta decisión. En Quillota los recibió
el Gobernador y les comunicó que tenían por cárcel la ciudad. García Calderón,
Manuel M. Gálvez y el comandante Pedro
Garezón fueron alojados en el “Hotel del Pacífico”.
Estando en Quillota, los confinados recibieron
autorización del gobierno para trasladarse a Santiago. Las primeras impresiones
de García Calderón sobre Santiago fueron: “una ciudad de 150,000 habitantes diseminada
en una área que podría contener el cuádruplo de esa cifra”, “que la policía
dejaba mucho que desear en cuanto a seguridad y aseo”. “Los hospitales por lo
común son deficientes y ninguno de ellos puede compararse con el Hospital 2 de
Mayo de Lima”. (6)
El presidente García Calderón percibió in situ,
que los peruanos nunca habían sido bien recibidos en Santiago, ellos no podían
ser la excepción. “Los peruanos entiendo nunca han estado bien en Santiago: por lo menos
su residencia no ha sido tan placentera como lo que en todo tiempo han tenido
los chilenos en Lima, porque Chile ha tenido desde tiempos remotos rivalidad
con el Perú”. Actualmente nuestros connacionales tampoco reciben un
trato digno, tienen que enfrentar continuas campañas de xenofobia.
A penas llegó a Santiago la prensa semioficial
atacó intensamente a García Calderón y porque se defendió, se intensificaron
las privaciones y se extendió a los que lo visitaban por alguna razón. Bastó
que la prensa mapochina publicara los telegramas que enviaba EEUU haciendo conocer
la designación de una misión especial, para que se desatara una campaña
mediática encaminada a desacreditar al
presidente García Calderón ante la
misión especial.
“el Gobierno de EEUU enviaba a las tres
Repúblicas beligerantes una misión especial encomendada al señor Trescott, el
cual debía quejarse de mi prisión, como un acto violatorio de pactos preexistentes,
pedir mi libertad y mediar para la celebración de la paz sin cesión de
territorio. Entonces se me llamó traidor a la América, y se me dieron otros
calificativos desdorosos que no quiero mencionar”. (7)
Ante las continuas hostilidades que recibía el
presidente García Calderón, por su posición frente a su cautiverio y la firma
del tratado sin afectar la integridad territorial del Perú, al cabo de veinte
días de permanencia en esta ciudad, el gobierno chileno le dio la orden de
regresar a Quillota.
Su
permanencia en esta ciudad, le ayudó a reflexionar sobre su situación y
sobre la situación grave del Perú. Concluye que “había llegado a persuadirme de
que el Gobierno de Chile no tenía la intención de hacer la paz con el Perú y de
que mi cautiverio sería largo, mi familia se reunió conmigo. La compañía de mis señora, de mi madre
política, de mi cuñado don José Santiago Rey y Basadre, y de los señores Gálvez
y Gárezon, hacía llevadera mi situación; y por mi parte nada omití para hacer
grata la vida a todos esos seres queridos y abnegados que participaron gustosos
de las dificultades de un largo cautiverio.” (8)
En carta escrita durante su cautiverio de fecha
8 de febrero de 1883, dirigida a Iglesias, explica las razones de su aceptación
para ser expatriado, “(…) pensé que solo entregándome como
víctima al sacrificio y dando de este modo una prueba palpable a los pueblos
del Perú, de que mi conducta no tenía por base la ambición de mando sino la
defensa de la República, y de que no estaba ligado a los chilenos para traicionar a los peruanos,
todos los pueblos se unificarían fácilmente”.(9)
Mientras tanto en Lima el escenario había
cambiado, Piérola había regresado a la capital y el 6 de diciembre de 1881se
entrevistó primero con Lynch y luego con el diplomático chileno Novoa. El
Califa creía que podía lograr un alzamiento de las tropas de Cáceres a su favor
y de esta manera negociar una paz más soportable para el Perú. El 25 de enero
de 1882 en plena ocupación chilena, propuso la conformación de un partido político
denominado Partido Nacional. Traición, ambición de poder.
Sin embargo la propuesta de Piérola no
prosperó, más bien recibió un documento contundente firmado por notables de
Lima, a favor de García Calderón, en el que destacaban Alejandro Arenas, el general
La Cotera, Manuel Atanasio Fuentes, Cesáreo Chacaltana, quienes en venganza por
este pronunciamiento fueron castigados por las autoridades chilenas, dijeron por
haber hecho la publicación sin permiso.
El presidente García Calderón no podía dejar de
pensar en el Perú, porque tenía en cuenta que las divisiones intestinas entre
los caudillos que quedaron, no era bueno para el Perú. Así, frente a este
panorama político era muy difícil que Chile firmara una paz.
Recordaba con tristeza una conferencia, que
había tenido en su breve estadía en Santiago con el presidente Domingo Santa
María, pudo percibir que para este presidente, “no importaban los vínculos de
comunidad de origen, idioma, comercio y otros que ligan al Perú y Bolivia con
Chile, y el principio de Uti Possidetis no tenían valor alguno. El Perú está
vencido y pobre y debe recibir la ley del vencedor”. (10)
Después de algunos meses de cautiverio en
Quillota, el señor Manuel Gálvez obtuvo su libertad. Posteriormente García
Calderón viajó a Santiago donde residió seis meses. En enero de 1883, García
Calderón se traslada a Valparaíso, el gobierno mapochino ya se había entendido
con Miguel Iglesias.
El gobierno chileno declaraba cotidianamente
que no le reconocía ninguna autoridad a García Calderón, sin embargo deseaba
hacer la paz con él porque lo consideraba segura y duradera. “Como
las declaraciones públicas no podían ser desmentidas, se afectaba desdeñarme en
público y se me solicitaba en privado, y conociendo la firmeza de mis
condiciones, se me hacía variar de domicilio frecuentemente, se me atacaba con
la prensa y se me hacía entrever el peligro que corría mi autoridad, para ver
si de ese modo cedía a las pretensiones de Chile. Esta es la causa de mi
permanencia en Quillota y de otras medidas violentas y vejatorias”.
(11)
Las medidas de hostilidad que sufrió García
Calderón en Chile estaban propiciadas por el
gobierno. Una de las exigencias más graves que le plantearon fue respecto
al comandante Pedro Gárezon, su ayudante, debía decidirse entre separarse del
presidente o ir preso a Chillán, lugar donde estaban purgando prisión otros
peruanos.
El comandante Pedro Gárezon dejó Chile, de
inmediato el gobierno chileno ordenó el traslado de García Calderón a Rancagua,
una ciudad chica y triste, una de las estaciones que conducía de Santiago hacia
Angol.
Allí vivió el cautivo presidente peruano
durante nueve meses, con muchas dificultades, sin ocupación, sin relaciones y
con muchos inconvenientes en la casa que ocupaba con su familia. Posteriormente
se trasladó a Valparaíso, donde permaneció hasta que terminó su cautiverio.
Muchas consecuencias políticas se deducen de
los accidentes ocurridos al presidente García Calderón durante su prisión en
Chile. Él deduce que “Chile, no habiendo podido alcanzar por sus
victorias el título de propiedad del territorio peruano que había usurpado,
destruyó el gobierno encabezado por mí y puso otro de su agrado. Por
consiguiente, atacó la soberanía del Perú y su independencia como Nación”. (12)
El gobierno de chileno, ofendió, vituperó y vilipendió al presidente peruano
Francisco García Calderón. Se le retuvo prisionero, se le cambió de domicilio
continuamente, se le hizo sufrir de muchas maneras, se le presionó
sicológicamente, porque se opuso a firmar un tratado de paz que perjudicara la
integridad territorial.
Pensaron que las presiones, limitaciones y
dificultades que le imponían, en algún momento podrían llevarlo a un momento de
debilidad para aceptar una imposición, Nunca aceptó y prefirió soportar
valerosamente, con fe y esperanza, tiempos mejores; “luego, si todo lo soporto y no
cedo, saldré vencedor en la partida, y la lucha me será honrosa puesto que la
sostengo estando inerme, contra el poder armado”. (13)
Notas:
1,2,3,4,5,6,7,8,10,11,12 y 13: García
Calderón, Francisco. Memorias del Cautiverio. Librería Internacional del Perú
S. A. 1949.
9: Historia de la República del Perú.
Basadre, Jorge. Empresa Editora El Comercio S.A. 2005.
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