Del diario La Actualidad del 15 de marzo de
1881.
En anteriores entregas se hizo conocer sobre la
fundación de cuatro diarios por autoridades chilenas durante la ocupación de nuestra
capital. Del primer diario La Actualidad que inició su publicación el 20
de enero 1881, tres días después de las batallas de San Juan y Miraflores y de
la ocupación de Lima por tropas chilenas, que fue el 17 de enero de ese año.
En este ejemplar, se reproduce un artículo que se
atribuye la autoría a un miembro del ejército chileno en Lima y que fue
publicada por el diario chileno El Mercurio de Valparaíso.
Conocer los planteamientos y exigencias del ejército
chileno a su gobierno, para que se firme un acuerdo de paz con muchas ventajas,
permite conocer el trasfondo de la guerra, además de ser principalmente económica,
las pretensiones, contienen en su esencia un sentimiento de revanchismo,
envidia y odio al Perú que no pudieron disimular.
Conocer el contenido y detalle de esta información
inédita y desconocida para la mayoría de los peruanos, es muy importante porque
refleja la posición del ejército chileno sobre los resultados de la guerra y
los beneficios que de la misma deseaban obtener, haciendo todo el daño posible
al Perú para que no se levante en cien años.
Las exigencias planteadas respecto de: la cesión de
las provincias de Antofagasta, Tarapacá y Tacna, indemnización de guerra, gastos
en armamentos, víveres, vestuario, equipo, sueldos del ejército, etc. Además de
la administración de las islas que producían el guano y salitre. Solo buscan al
final, el quiebre como nación, la pobreza y atraso del Perú.
"La paz según el ejército"
“Una persona bien colocada en el ejército para estar
al cabo de las aspiraciones de este, escribe a un caballero de este puerto desde
Lima una carta tan oportuna como interesante, en que resume las condiciones de
la Paz año el punto de vista militar especialmente. Recomendamos en consecuencia a nuestros lugares los
siguientes párrafos, en particular por lo toca al Morro de Arica.
Ya que la guerra está concluida, porque Lima ha sido
tomada, voy a hablarle en cumplimiento de la promesa que le hice en Arica, de
la paz a la que el ejército cree tener derecho. He estudiado este asunto con
paciente calma, poniendo todo lo que estuviera de mi parte para conocer en toda
su pureza las opiniones del ejército.
He hablado con casi todos los jefes, con muchos
oficiales y conozco las ideas reinantes entre los soldados, que, me complazco
en decirlo, son por lo general las mismas de los jefes y oficiales.
Pondré estas condiciones de paz en forma de minuta
para mayor claridad:
I.
Cesión de las provincias de Antofagasta, Tarapacá y Tacna.
II.
Indemnización de guerra avaluada en esta forma:
1º. Gastos de
guerra, comprendiendo el costo de armamentos, víveres, vestuario, equipo,
sueldos del ejército, fletamentos, gratificaciones y primas, y en general todo
gasto que tenga por causa directa el estado de guerra;
2º. Pago de la recompensa al ejército, con
arreglo a la El de recompensa que se dictará.
3º. Pago de la Esmeralda, Loa, Covadonga y
Janequeo, de los blindados Manco Cápac y Atahualpa, de la corbeta Unión y de
los transportes Rímac, Oroya, Talismán, Chalaco y Limeña.
III. Indemnización a los chilenos expulsando de Perú y Bolivia, de los
perjuicios que se les originaron.
IV. Prohibición al Perú de arrollar
sus puertos en cincuenta años y de tener buques de guerra en cuarenta. Este
tiempo empezará a correr desde la ratificación de este tratado.
V. Los productos de Chile serán tratados en el Perú y Bolivia como los de
la nación más favorecida, y Chile obrará recíprocamente.
VI. La explotación del guano
existente en las islas del Perú correrá de cuenta del gobierno de Chile, y el
producto, deducidos los costos, se dividirán por iguales partes entre Chile y
el Perú y los acreedores extranjeros reconocidos por el Perú hasta el 1º de
enero de 1879. Concluido el pago de estos acreedores su parte acrecentará a
Chile y al Perú por iguales partes. La porción del Perú, la percibirá Chile
hasta que se cumplan los artículos 2º y 8º de este tratado.
VII. El gobierno de Chile podrá tener hasta 10,000 hombres de guarnición en
los puertos del Perú que juzgue conveniente, y sus buques tendrán franca
entrada al puerto y libre acceso a la costa. El mantenimiento de esta tropa será
de cuenta del Perú con arreglo a los planos que la intendencia general del
ejército presentará. Esta tropa permanecerá hasta que se cumplan los artículos
3º y 3º de este tratado.
VIII. Existiendo solidaridad
en las repúblicas aliadas, Chile, para el pago de las indemnizaciones, se
entenderá sólo con el Perú.
IX. Las dudas que el cumplimiento de este tratado origine, serán
precisamente reducidos a arbitraje.
No sé si por allá parecerán exageradas estas
condiciones, pero es necesario recordar lo que ha pasado desde el principio de
la guerra; es menester llevar la imaginación al 14 de febrero, y recorrer con ella día por
día estos dos años de guerra, desde la misión Lavalle hasta la traición villana
de Miraflores, aún no vengada: recuérdese
el pacto aleve del año 73 y no se olvide que iba dirigido a borrar a Chile del
mapa de la América tengamos presente que Perú es nuestro mortal enemigo y que
el olvido de los siglos se irá a estrellar ante el odio que nos profesa.
Si nos quedamos con Arica, Chile será para el Perú un
salteador audaz; si le devolvemos todo su territorio, Chile será un salteador
cobarde; pero el mismo pueblo de bandidos siempre, al cual no pierden la
esperanza, será necesario destruir algún día.
A la posesión de Arica se le da en el ejército una
importancia muy grande; se le estima en todo su valor.
En Tacna, en tiempo de las negociaciones de octubre,
todos decían que era preferible dejar al Perú con su ejército y escuadra y no
cobrarle un centavo de indemnización de guerra antes que abandonarle Arica
‘Aquello, decían, es nuestra satisfacción presente ARICA ES NUESTRA SEGURIDAD
FUTURA’.
A este respecto le copiaré unas curiosas palabras que
oí a un soldado del 3º, porque le decían que el Gobierno llevaría nuestras
fronteras sólo hasta Camarones:
‘¿Y para que venimos a Tacna, exclamaba irritado, para
qué asaltamos Arica? Mejor habría sido que nos queda4amos en Moquegua comiendo
fruta y tomando vino. Si el gobierno devuelve Arica, todos los niños del 3º del
4º nos vendremos a vivir aquí, y ya veremos si se acerca un cholo. Nosotros nos
quedaremos entonces con esta tierra’.
En cuanto a Bolivia, es este un pobre país, más muerto
que vivo, que no se debe tomar en cuenta para nada.
Muy pronto comprenderá que más le vale vivir confiada
en el honor de Chile que no bajo la férula del Perú, como hasta ahora ha
vivido. Es cierto que nos convendrá su amistad, pero sólo cuando Bolivia sea
una nación ilustrada y sería, y para esto falta mucho tiempo aún.
Mientras sea una nación ignorante, tratarla con
indulgencia sería una candidez. No la consideramos para nada, hagamos como si
no distinta; el Perú se entenderá con ella como pueda.
Ahora, si sea posible o no tratar con el Perú, es
asunto que aquí se discute largamente. Unos opinan porque si no presentan los
peruanos un gobierno que pida la paz, y resisten en sus ideas de guerra,
hagamos con él La Paz de las tumbas.
Por lo demás, es opinión formada ya, las provincias de
Antofagasta, Tarapacá y Tacna tendremos que adquirirla por un acto del
congreso; que una declaración de la voluntad soberana de Chile incorpore a
nuestro territorio esas provincias.
Y no se crea encontrar obstáculo en el artículo 1º de
nuestra constitución, como piensan erradamente los argentinos, porque para todo
espíritu ilustrado ese artículo prohíbe enajenar, pero no adquirir.
Y yo sería de opinión de que esa declaración se
hiciera pronto, ya que los peruanos no han pedido la paz; y después de esto no
se admitiría proposición alguna que no reconociera esta base.
Si a pesar de esto no pedían la paz, dejaríamos
invariablemente las indemnizaciones de guerra, y así sucesivamente con las
otras cláusulas. La indemnización nos la darían las aduanas, que no que no
abandonaríamos tan luego, y las contribuciones de guerra, en cuyo cobro
ocuparíamos al ejército. La condición del desarme ha sido cumplida en
Chorrillos y Miraflores y en Callao.
Esta es la paz que exige el ejército, y cuyo
obtenimiento ha sido también uno de los secretos de la victoria.
Ojalá que nuestros conductores tengan ya una
concepción de lo que ha sido esta guerra y hagan una paz digna del ejército”.
Notas:
Diario La Actualidad de 15 de marzo de 1881. Hemeroteca de la UNMSM
Fotos: Colección Arturo Castro
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