Australian War Memorial

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EXTERIOR DE MEMORIA DE LA GUERRA-AUSTRALIA

miércoles, 15 de diciembre de 2021

VIOLENCIA POLÍTICA DURANTE LA GUERRA DEL PACÍFICO.


 “Se necesitan hombres con principios que al mismo tiempo sean capaces de utilizar sus instintos, sus instintos primarios para matar. Sin sentimientos, sin pasión, sin perjuicios, sin juzgarse a sí mismos. Porque juzgar es lo que nos derrota”.

WALTER E. KURTZ, APOCALYSE NOW (1979)


VIOLENCIA POLÍTICA DURANTE LA GUERRA DEL PACÍFICO.

Por: Arturo Castro

Para entender por qué las tropas chilenas desataron tanta violencia y abuso durante la guerra del Pacifico contra el Perú, debemos retroceder en el tiempo y buscar los orígenes del comportamiento y conducta retorcida de las comandos y tropa chilena.

“El gobierno chileno ya comenzaría a planificar la conquista total de su territorio heredado de la colonia, según O´Higgins el país debía extenderse desde el desierto de Atacama hasta el cabo de Hornos, pero los territorios periféricos no estaban bajo la coerción del estado, eran del estado, peor su jurisdicción no tenía peso en ellas, aquí todavía mandaban las comunidades indígenas con sus costumbres y leyes ancestrales”.[1]

Lo que los chilenos llamaban Araucanía, “era un territorio que se extendía desde el Bio Bio a las pampas”[2] no conquistado, en poder de los indígenas que no estaban sometidos ni integrados al estado chileno; pero, lo que los chilenos llamaban Araucanía era la parte occidental de la nación mapuche. Argentina y Chile deseaban someter este extenso territorio y las llamaron tierras deshabitadas y por tanto aptas para la colonización.

Sin embargo, esas tierras no estaban deshabitadas “ni sin explotar pues los mapuches comerciaban trigo y ganado con las autoridades argentinas y chilenas de la Frontera”[3], eran muy conscientes del plan de ambos estados. Pero los mapuches no gozaban de un estado, lo que fue aprovechado por los gobiernos chilenos, para comprar alianzas con caciques amigos y nombrar en esos territorios a “capitanes de amigos” con la finalidad de influir en los indígenas y estos se integraran a Chile.

“La pacificación de la Araucanía representó el momento más oscuro de Chile, donde se cometen los crímenes más atroces avalados por el estado en nuestra historia, ocultos con un negacionismo y obstrucción a la verdad en los organismos instructivos como la educación (…).[4]

Durante la guerra del Pacífico, a lo largo de las campañas marítimas y terrestre Chile tuvo un comportamiento no sólo violento, sino salvaje contra las tropas peruanas, estos hechos abominables y que lindaron con la violación de los derechos humanos de soldados tomados prisioneros o heridos a quienes, finalmente se les aplicó el repase, nunca tuvieron explicación y lo atribuyeron a la violencia del mismo enfrentamiento.

Sin embargo, para encontrar el origen de esta violencia exagerada en la conducta de las tropas chilenas y que en muchos pasajes de la guerra sus superiores no pudieron controlarlos por falta de autoridad o por temor, habría que buscarla en la campaña militar que realizó el ejército chileno hacia su frontera Sur la Araucanía ocupada por etnias indígenas.

La manera de contextualizar la naturaleza de esta guerra en esa frontera, un territorio donde los habitantes dueños ancestrales de estas tierras no tenían o no se les reconocía ningún derecho, menos la vida.

En otras palabras, los habitantes de las tierras de Araucanía eran considerados bárbaros, las tropas chilenas llevaban la misión de conquistar estas tierras y por ello, no escapa a conocimiento de los pacificadores, que el propio Estado chileno consideraba a esos territorios “salvajes”.

Las actividades cumplidas por el ejército chileno durante esta campaña modelaron sus prácticas, institucionalizando la “mentalidad fronteriza” y se planeó el objetivo estratégico de conquistar esos territorios y que en este flameará la bandera chilena, la conducta que llevaron las tropas chilenas en territorio bárbaro, desarrollaron en las mismas una especie de mentalidad fronteriza.

Esta mentalidad fronteriza trajo como consecuencia la existencia de ciertos vicios en las tropas: la despreocupación, el ocio, la pillería, el hurto, la jugarreta fraudulenta, la falta de responsabilidad y respeto a la ley, modelando un código de conducta disfuncional con la verdadera misión de las tropas estatales, donde reinaba las truhanerías ++amparadas.

La frontera Sur chilena no fue un crisol de virtudes guerreras, más bien fue un carnaval, en ese escenario cargado de violencia sin sentido, sirvieron muchos oficiales del ejército chileno, que luego estarían presentes en la guerra del Pacífico y por ello la escalada de violencia y abusos que aplicó el Ejército chileno en territorios ocupados.

Los comandos y tropas chilenas que sirvieron en Araucanía y se formaron una percepción del otro, del bárbaro, el indio, insensible y cruel, allí en ese territorio salvaje se fue modelando una cultura política violenta, que luego se aplicaría en la guerra del Pacífico con toda su crueldad bajo el discurso amigo- enemigo que implosionó en esta guerra.

De los oficiales chilenos que presentes en la guerra del Pacífico, muchos de ellos habían participado en la campaña militar en la Araucanía. Pedro Lagos participó en 1860, Lagos provenía de una familia modesta, en esta campaña militar encontró una forma de movilidad social. Lagos, a lo largo de la campaña en la Araucanía desempeñó cargos importantes, fue comandante de las fuerzas en Malleco, fue gobernador de Angol, llegó a desempeñar el cargo de Intendente en Ñuble.

Lagos es el coronel que comando el asalto y posterior saqueo de Arica, Mollendo y Chorrillos, fue el que convirtió la Biblioteca Nacional del Perú en alojamiento para su batallón y responsable del saqueo y trasladó de libros a la Biblioteca de Chile.

De esta participación hay nombres conocidos el general Cornelio Saavedra y otros: “Alejandro Goristiaga, José de la Cruz Salvo Poblete, Marcial Pinto Agüero, José Velásquez, José Miguel Alcérreca y Francisco Gana”[5], quienes tuvieron diferente fin a sus vidas durante la guerra civil chilena de 1891. Es el caso de Waldo Guzmán quien llegó a los 22 años a la Araucanía, luego sería destacado a las tropas que luchaban en la guerra del Pacífico y posteriormente participó como integrante del ejército de Balmaceda en la guerra civil antes mencionada.

La violencia no está exenta en ninguna guerra, pero, cuando esta violencia es aplicada con la autorización de sus comandos e incluso del gobierno en un plan de exterminio, es no solo considerada como una violación del derecho de guerra, es una clara violación de los derechos humanos.

El siguiente relato no solo demuestra la política de exterminio llevada a cabo por el gobierno chileno en la Frontera sur, demuestra cómo las tropas chilenas cumplían las órdenes de sus comandos.

“El relato del capellán chileno Eduardo Febres, testigo de estos rituales de exterminio y terror, harto conocidos en la Araucanía es decisivo. Mientras la iglesia del lugar ‘ardía completamente’ varias familias todas ellas pobres, se habían refugiado en la plaza, en donde lloraban y pedían misericordia, pues creían que todo el pueblo iba a ser quemado, y que a ella las iban a matar”. [6]

Lo que vino después, los hogares fueron saqueados por la tropa borracha y presa del descontrol. “El incendio del lugar, que se extendió por un par de días, consumió la estación del ferrocarril, que era en esos tiempos muy superior al que contaban Santiago y Valparaíso”.[7]

Por todos los antecedentes del comportamiento de las tropas chilenas contra su propia gente, contra los verdaderos dueños de Araucanía, para despojarles de sus tierras agrícolas, destruir su economía, exterminarlos, jamás se identificaron con los habitantes de estas tierras a quienes denominaban bárbaros y los consideraban enemigos,

Un antecedente para tomar en cuenta es lo sucedido en la batalla de Pisagua, después del desembarco, la primera batalla terrestre de la guerra, lo expresado por un corresponsal del diario El Mercurio:

“¡¡No hay cuartel!! La sangre. Las minas, corvo y todos son pasados a cuchillo. Nadie escapa. El suelo humea con los cálidos torrentes. Se forman pantanos de sangre. Se acabó la ridícula caballerosidad. Contra las minas, los corvos. Sépanlo en Lima”.

El historiador Milton Godoy expresa sobre ello que: “(…) en el caso chileno los textos acerca de la conducta de las tropas y la apropiación de bienes particulares y públicos durante la ocupación de Lima es, cuando no desconocido, silenciado, soslayado y en una minoría de los casos totalmente negado”.

Respecto de las fuentes a las que tuvo acceso en su trabajo de investigación, indica que:

“Las fuentes consultadas revelan algunos factores que explican el origen de estas conductas de pillaje y la búsqueda de botín de guerra que estarían relacionadas con la falta de alimentación de las tropas, el enganche forzoso, el fragor de la batalla, la tecnología bélica (uso de minas eléctricas) y la búsqueda de alcohol”. [8]

El saqueo de Lima, en la que participaron directamente oficiales, tropa chilena y particulares, obedeció no solo al deseo, angurria y ambición sin límites de las fuerzas enemigas, sino que en la mayoría de los casos fue un saqueo a pedido y por órdenes de las autoridades de Santiago, cómplices de las acciones de sus tropas, como es el caso del robo de la Imprenta del Estado peruano en la que se imprimía el Diario Oficial El Peruano, así como de la imprenta del diario La Patria.

La destrucción de Chorrillos no solo fue resultado de la batalla, sino también del pillaje y el desorden de soldados ebrios que continuaron la destrucción de la localidad. Un oficial chileno, testigo de los sucesos relata:

“Los soldados vencedores encontraron abundancia de licores, se embriagaron en su mayor parte. Al día siguiente, a las comisiones que buscaban faltas se les hacía costoso llevarlos a sus cuarteles: cometieron excesos hasta el punto de matarse unos a otros, y por puro gusto descargaban sus fusiles por doquier hiriendo a muchos sin culpa, tocándoles solo por facilidad”.[9]

En nuestra realidad no estuvo ni está descartada que finalmente la capacidad para establecer los límites, para las formas de antagonismo deriven en que estas escalen a niveles más altos de violencia, entre ellas no se descarta la guerra civil, la represión, la tortura y las matanzas, que son el clímax de la violencia política.

Dentro de las dinámicas de la violencia se considera que, en el siglo XIX en estas tierras alejadas de la civilización, la violencia formaba parte de la política y consideramos que aún lo es en este siglo XXI, en el que asistimos a una violencia verbal, nuevas modalidades y formas de guerra modernas, como los conflictos híbridos y en las que la tecnología tiene especial importancia.

Así, es el hombre con sus virtudes, defectos, con su propia naturaleza humana, el principal artífice de esta violencia y esto se aplica cuando se lucha por el poder, lo vemos en la actualidad en el país, un grupo de individuos a quienes se les presentó la suerte y lograron llegar al gobierno en unas elecciones por lo menos criticadas como fraudulentas y que habría contado con la complicidad del gobierno de Sagasti, las autoridades del JNE y el silencio conveniente de un Ministerio Público adormecido hasta hoy.

Este gobierno, que llegó al poder sin saber cómo, quieren cambiar las estructuras del Estado, tiene la intención de cambiar la Constitución actual y con ello enterrar el capítulo económico de la misma, condenando a 33 millones de peruanos a la pobreza más absoluta. De lograr su cometido y para ello, con seguridad aplicarán todos los mecanismos coercitivos que les da el hecho de ser gobierno y en el que, no se descarta la violencia, porque ellos aseguran haber llegado para quedarse.

[1] Conquista y Ocupación de la Araucanía. https://reddigital.cl/2015/10/22/conquista_araucania/

[2] Ibid. Conquista y Ocupación de Araucanía.

[3] Ibid. Conquista y Ocupación de Araucanía.

[4] Ibid. Conquista y Ocupación de Araucanía.

[5] McEvoy Carmen y Cid Gabriel. Terror en Lo Cañas. Violencia política tras la guerra del Pacífico.

[6] Ibid. McEvoy Carmen y Cid Gabriel. Terror en Lo Cañas. 

[7] Ibid. McEvoy Carmen y Cid Gabriel. Terror en Lo Cañas.

[8] Rivera, Patricio. Fantasmas de rojo y azul.

[9] Ibid. Rivera, Patricio. Fantasmas de rojo y azul.

 


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