Y provoca grave la crisis política en Gobierno
chileno.
Por: Ángel Arturo Castro
Fue un duro golpe, en el que se entrelazaron
el temor de las autoridades chilenas a la pequeña escuadra peruana conformado
por el Huáscar y la Unión, que merodeaba por aguas chilenas.
La Unión fue vista el 20 de julio de
1879 ingresando al puerto de Caldera, con seguridad seguido del Huáscar, información que llegó a la
superioridad chilena, al despacho del señor Eulogio Altamirano comandante
general de marina.
La orden para que saliera el Rímac y la posterior contraorden para
demorar la salida con su carga, sin lugar a duda creó un ambiente de
preocupación entre los Carabineros de Yungay su principal carga, tan es así que
el hermano del comandante Manuel Bulnes, visiblemente preocupado “propuso
en su noble angustia mil medios de salvación al comandante general de marina;
pero todos eran inútiles”.
Dando cumplimiento a la última orden recibida en telegrama, el
transporte Rímac partió acompañado del vapor Paquete de Maule, con su valiosa carga de hombres, caballos,
forrajes, vestuario, pertrechos, un almacén de intendencia y armas; también
eran de la partida dos hermanos del comandante Bulnes, Wenceslao y Gonzalo.
En la captura del transporte chileno Rímac el 23 de julio de 1879, por las
naves peruanas la Unión y el Huáscar, convergen una serie de
indecisiones, imprevisión, dudas e incertidumbre por el lado chileno. No de
otra manera se explica su captura que transportaba al Regimiento de caballería,
“Carabineros de Yungay” al mando del comandante Manuel Bulnes, armas, uniformes,
vituallas y agua a bordo.
Según el parte oficial del comandante militar
Capitán de Fragata Ignacio Luis Gana el transporte Rímac partió de Valparaíso con dirección a Antofagasta, el 20 de
Julio de 1879 a las 12.20 p.m., llevando al Escuadrón Carabineros de Yungay y
200 caballos en el entrepuente, además de 700 toneladas de carbón y 240
soldados.
Según relato de Benjamín Vicuña Mackenna, “Iba
el Rímac en las peores condiciones de estiba, como tuvo que observarse en el
naufragio del Tacna en 1874. Fuera de esto, registraba su conocimiento sin
contar 1,000 pequeños trebejos, 300 uniformes para el batallón Valparaíso, 300
pares de botas, 100,000 tiros a bala, 300 rifles, 209 sacos de cebada y las
famosas 200 cargas de odres repletas de agua dulce”.
El Rímac
iba al mando del capitán alemán Pedro Lathroup, pero nominalmente al mando del
capitán de Fragata Ignacio Luis Gana, quien solo debía tomar el mando del buque
cuando este estuviera en inminente peligro de entrar en combate. Así estaba el
contrato y fue lo primero que hizo el capitán Lathroup cuando avistaron a la Unión, apeló a su contrato.
Al amanecer del 23 de julio las condiciones
atmosféricas eran adversas, la visibilidad limitada por la neblina, por lo que
cuando el capitán del transporte divisó una nave, por sus características creyó
que era el Cochrane, con el que
estaba previsto un encuentro. Gana asumió el mando del transporte y no
desconfió, porque estaba informado que el encuentro se iba a dar en esas aguas.
Al navegar en dirección de la nave
desconocida, y estando a 4 millas de distancia de esta, grande fue su sorpresa
y enorme su temor, al percatarse que se trataba de la Unión y no la chilena Cochrane,
por lo que de inmediato maniobró buscando escapar, para proteger su carga
valiosa; para aumentar más su desazón y temor, la aparición del Huáscar sin lugar a duda causó gran
temor y preocupación.
El relato del subteniente chileno Guillermo
Chaparro, que proviene del libro “Testimonios
y recuerdos de la guerra del Pacífico” del historiador Oscar Pinochet de la
Barra, es muy expresivo, porque hace conocer cuál fue la reacción de
tripulantes y tropa del Yungay, al observar que lo peor de sus pesadillas había
ocurrido, encontrarse con la Unión, y
luego el Huáscar, justamente antes de
ingresar a su destino, Antofagasta.
“El desorden toma cada momento mayores
proporciones. El escuadrón fue llamado a formar; los marineros, ya
completamente insubordinados, aprovechan esos momentos de absoluta libertad y
asaltan la cámara. En un abrir y cerrar de ojos destrozan los muebles y
perforan a balazos cuadros y espejos; fuerzan los armarios, invaden la cantina
y bodegas de víveres y licores. El saqueo fue total y rapidísimo”.
Vanas fueron las maniobras que realizó Ignacio
Luis Gana para evadir la persecución de las dos naves peruanas, nos imaginamos
la desesperación de la tripulación y de los Carabineros de Yungay, justamente
se habían encontrado con las naves que comandaba valerosa, hábil e
inteligentemente Miguel Grau, finalmente fue capturada y conducida al puerto de
Arica adonde llegó el 25 de julio.
Siguiendo el relato del subteniente Guillermo
Chaparro, “Sobre el Rímac, la desesperación se advertía bajo diversas
manifestaciones (…). Los marineros habrían colgado gustosos al capitán Gana,
pero fueron enérgicamente reprimidos por la autoridad del comandante Bulnes.
Este jefe, pálido y con la cabeza inclinada sobre el pecho, luchaba contra la
desesperación y el desaliento. El mayor don Wenceslao Bulnes recordaba a la
Patria, se creía deshonrado y gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. El
capitán Campos, mudo, sombrío, era sacudido a intervalos por explosiones de
sollozos sin lágrimas”.
A continuación, observaron que un bote peruano
con tripulantes se acercaba al Rímac,
atracó al lado del transporte, y subió el capitán Melitón Carvajal, saludo
atentamente al comandante Bulnes y los otros jefes; enseguida dio órdenes, el
comandante Bulnes y su hermano el mayor Bulnes, fueron conducidos al Huáscar, el capitán Gana y empleados civiles a la Unión,
la tropa pasó a las bodegas.
“El 25 de
julio al mediodía, penetró el convoy en la bahía de Arica. Algunas horas
después desembarcamos los oficiales, entre dos filas de soldados, llevando cada
uno su equipaje de mano”.
Mientras estos hechos sucedían, las
autoridades chilenas en todos los niveles estaban desesperados, porque no
tenían noticias del transporte Rímac, especialmente
por su valiosa carga. Los telegramas iban de un lado para otro con noticias
nada alentadoras. El Cochrane, la nave
que debía encontrarse con el Rímac,
llegaba el 24 por la tarde, remolcado por el Itata al puerto de Caldera.
Los telegramas que intercambiaron, reflejaron
el sentimiento que invadía a las autoridades chilenas, presas de desesperación
y temor por lo peor “Antofagasta, julio 23. Llegó Paquete de Maule. Ha navegado a 4 millas
de la costa y no ha encontrado ningún buque. Supone que al Rímac le ha sucedido
alguna desgracia con el motivo del cambio de maquinista. Los buques peruanos
estuvieron cerca de este puerto esta mañana. Santa María”.
El telegrama despachado en Valparaíso es muy
demostrativo del espíritu de ansiedad y preocupación de las autoridades chilenas
“Valparaíso,
julio 24 (a las 10.35 a.m.) Santa María me dice: Rímac no llega; Cochrane no
vuelve. E. Altamirano”. El otro telegrama, muy ambiguo, no traía noticias
alentadoras, a las desesperadas y ansiosas autoridades.
Otro telegrama despachado en Antofagasta venía
a agregar la incertidumbre que cada hora, cada minuto, crecía en las fuerzas
chilenas, “Antofagasta el 25, El capitán del vapor no sabe nada. Solo refiere que
en Arica lo detuvo la Pilcomayo, y que en Iquique vio a nuestros buques. Los
pasajeros, que no han visto buque alguno y que nada saben del Rímac. Se dice
también por los pasajeros que Daza está en Pisagua y que viene a Iquique a
hacerse cargo del ejército expedicionario que ha de dirigirse al sur (…).
Domingo Santa María”.
La esperanza que el Rímac no hubiera sido detenido por la escuadra al mando de Miguel
Grau, se diluyó al enterarse de su captura, una grave crisis se apoderó del
gobierno, “…el jueves 30 de julio por la noche se anunció en el teatro que por el
vapor alemán Theben, llegado en derechura de Arica a Valparaíso, el Rímac había
entrado cautivo el 25 de julio y a las nueve y media de la mañana a aquel
puerto, donde la población le había recibido en triunfo con repiques y
precesiones”.
La crisis en el gobierno era tan grave, que en
el congreso se dio una larga sesión doble el 31 de julio y 1 de agosto. En la del
31 de julio, cuando algunos ministros se dirigían a esta, “fueron seguidos por gruesa y
tumultuosa poblada (unos mil hombres), que desde temprano había estado
estacionada en la Moneda y aunque se detuvo largo rato en el pórtico del Senado
profiriendo hirientes denuestos contra el gobierno”.
La crisis no solo causó protestas, enfrentamientos
con la población, desafíos y provocaciones a las autoridades, riñas en las que
se cruzaron piedras y sables, algunos disparos de revolver, hubo heridos, entre
ellos el capitán de Granaderos Julio García Videla, de guardia en palacio, que
recibió una pedrada en la cabeza; sino, insultos, diatribas en el congreso
chileno que, obligaron a la renuncia del ministro general Basilio Urrutia el 2
de agosto.
La agonía del gabinete se prolongó por varios
días, esperando el regreso de Domingo Santa María que estaba en Antofagasta, en
la sesión del congreso del 4 de agosto, el diputado por Lautaro Domingo Arteaga
Alemparte, solicitó se entregara “sobre la mesa de la Cámara la
correspondencia tanto telegráfica como por escrito del gobierno y el libro de
actas del Consejo de Ministros sobre los asuntos de guerra…”.
En la sesión del 14 de agosto, se leyó una
nota remitida por el ministro de guerra, quien solucionaba los interrogantes de
la investigación encaminada por el diputado Domingo Arteaga, referente a la “marcha
de los negocios públicos en lo relativo a la conducción de la guerra”.
Luego de un largo debate después de la lectura
del informe del ministro de guerra, hubo un largo debate, no referente al
documento, sino a la ausencia del ministro en el congreso, como lo planteó el
diputado Carlos Walker Martínez “debió venir en persona a dar a la Cámara
las explicaciones que se le habían pedido por el camino y el derecho
constitucional de una interpelación”.
La crisis ministerial hasta ese momento solo
había traído la renuncia del ministro de guerra. El diputado por Santiago
Zorobabel Rodríguez, redactor en jefe del diario “El Independiente”, preocupado
por la situación de crisis ministerial, tomó empeño en plantear un voto de
censura para el gabinete, no se llegó a ningún acuerdo.
El 16 de agosto, continuo la discusión sobre
el voto de censura, los cargos contra el gabinete fueron agravados. Los
diputados Jordán y Walker Martínez, insistieron en las graves faltas respecto
de las operaciones militares “como el bloqueo de Iquique, la
desautorización sistemática del almirante de la escuadra, realizada por el
gobierno, los dos viajes del señor Santa María al norte, la captura del Rímac y
otros temas…”.
En medio de su exposición, el ministro del
Interior Antonio Varas, quien lucía agobiado, estresado, fatigado y sin ánimo
ni esfuerzo por seguir, optó por abandonar el Congreso, seguido por los demás
ministros, un diputado le rogó que se detuviera, sea porque no quiso detenerse
o porque en medio del ruido no lo escuchó, “los ministros salieron a la desfilada, encasquetándose
los sombreros y como en desaire de la Cámara y de sus derechos”.
Esta actitud asumida por el gabinete ministerial,
fue tomado como una ofensa al parlamento, los diputados protestaron, se
encendió la discusión, “En consecuencia de haberse ausentado el
señor Varas y sus colegas, sin dar muestras de haber oído la petición anterior,
algunos señores diputados interpretaron la retirada de ministerio en aquellas
circunstancias como un desaire depresivo de la dignidad y fueros de la Cámara,
contra el cual protestaron”.
Aunque hubo entre los diputados voces que
llamaban a la concordia, como el diputado Tagle Arrate quien pidió se oficiara
a los señores ministros para continuar el debate en la siguiente sesión y el
diputado Ambrosio Montt proponía al presidente de la Cámara que se invitara
cortésmente a los ministros a continuar el debate; pero, surgió una voz
discordante, que finalmente provocaría la renuncia en masa, la del diputado
Carlos Walker Martínez que expresó lo siguiente “La Cámara condena la conducta
que los señores ministros han observado en esta sesión”; con lo que la crisis
ministerial terminó con la dimisión en masa de los ministros”, era el
20 de agosto de 1879.
Ese mismo 20 de agosto, a casi un mes de la
captura del Rímac, juramenta el nuevo
gabinete ministerial se reemplaza a los ministros Varas, Urrutia y Huneeus,
quienes fueron reemplazados por los señores Miguel L. Amunátegui, Rafael Sotomayor
y José A. Gandarillas. El señor Sotomayor fue nombrado ministro de la guerra en
campaña, y lo reemplazaba en el despacho el señor Gandarilla.
El 4 de agosto el almirante Juan Williams
Rebolledo había entrado en Antofagasta, con sus buques y sin carbón, entregando
el mando, atrás quedaba el bloqueo a Iquique. En la Armada, la pérdida del Rímac le costó la jefatura al
contralmirante Rebolledo, quien fue sustituido por Galvarino Riveros. En Lima,
la noticia de la captura del Rímac se conoció al día siguiente y causó un
júbilo natural, que alegró las Fiestas Patrias de ese año luctuoso.
Por su parte, Gonzalo Bulnes Pinto expresa “En
resumen, la desgracia que hoy lamentamos no pertenece a la categoría de esos
accidentes de la guerra que no es posible evitar. Por el contrario, se han acumulado en este
hecho todas las faltas que la imprevisión puede poner al servicio de la más
completa ignorancia de las cosas del mar.
El buque fue despachado, sabiéndose la
presencia del enemigo en las cercanías de Antofagasta: los partes que recibidos
en tiempo oportuno hubieran podido evitar la catástrofe, no llegaron a su
destino sino algunas horas más tarde por un descuido incalificable, y por fin
no se adoptó en el primer momento ninguna de las medidas que estaban al alcance
de la comandancia general de marina para reparar el mal”.
El Comandante General de Marina Eulogio
Altamirano explica lo sucedido “La salida del Rímac debió tener lugar el viernes 18
a las 3 de la tarde, pero pocos momentos antes recibí orden para
suspenderla. No hubo tiempo para comunicar esta orden por escrito; pero
el mayor general señor Cabieres fue personalmente a detener los transportes.
Momentos después, el señor comandante Bulnes, acompañado del señor don Gonzalo,
llegaban a mi despacho y les manifesté el telegrama que suspendía la salida del Rímac y nos separamos, diciéndole por
mi parte al señor Bulnes, que era preciso esperar nuevas órdenes”.
El informe que hace el almirante
Miguel Grau sobre este episodio, lo realiza a bordo del “Huáscar”, al ancla el 25
de julio de 1879, sin ápice de vanidad, ni jactancia, como corresponde a un
líder trascendental, y está dirigida al Excmo. Señor General Director General
de la Guerra. En este informe Miguel Grau explica en detalle la captura del
transporte chileno “Rímac”.
Impresión artística de la captura del Rímac, capturado por el Huáscar y la Unión según un grabado publicado en La Ilustración Española y Americana (1879).
La persecución duró cuatro horas,
finalmente el “Rímac”, se rinde al
cerco de las dos naves peruanas, “Preparábame a hacerle un segundo tiro
cuando el “Rímac” enarboló en su palo trinquete la bandera blanca: estaba
rendido. Inmediatamente llegué a su costado y mandé botes con oficiales,
soldados y tripulantes para recibir el buque, nombrado al mismo tiempo como
comandante provisorio al capitán de fragata graduado don Manuel Melitón
Carvajal. A su bordo venía de transporte el escuadrón “Carabineros de Yungay”,
fuerte de 258 plazas, inclusive 15 individuos entre jefes y oficiales. Este
cuerpo viene al mando del teniente coronel Bulnes”.
Miguel Grau continua su informe y
da cuenta del contenido de la carga del transporte chileno. “En el
“Rímac” han venido también 215 caballos, una gran cantidad de carbón, armamento,
proyectiles y otros artículos importantes de guerra, cuyo inventario se está
actualmente haciendo y que remitiré oportunamente a V.E.”.
Sin lugar a duda, este fue un
triunfo moral para nuestra nación, debido a la importancia de este transporte,
su valiosa carga y la crisis que tuvo que soportar el gobierno de Aníbal Pinto.
De esta manera, el transporte “Rímac” cayó en manos peruanas, mansamente, al
primer disparo izó bandera de parlamento.
La captura del “Rímac” fue uno de los episodios, que
demostró las habilidades estratégicas de Miguel Grau, para aparecer y
desaparecer en medio del océano, causando no solo temor, incertidumbre en los
combatientes chilenos, cuyas naves pese a ser mejor dotadas, evitaban un
encuentro, sus conductores tenían un gran temor de combatir con el glorioso
monitor “Huáscar”.
Miguel Grau, a lo largo de la
campaña naval destacó por su valentía, caballerosidad, audacia y arrojo; pero,
especialmente por sus dotes de estratega militar, marino experto y don de
mando, cualidades que le permitieron ser reconocido a nivel internacional.
Demoró de abril a octubre de 1879, por casi 7 meses, que la escuadra chilena
logre el dominio del mar.
Foto:
Notas:
1.
Semanario Hildebrandt en sus trece.
Moralejas. Un enemigo relata la captura del transporte “Rímac”. Semana
del 10 al 16 de octubre de 2014. Hemeroteca UNMSM
2.
Semanario Hildebrandt en sus trece.
Colaboraciones forzadas. La humillante captura del transporte chileno
“Rímac”. Semana del 17 al 23 de junio de 2016. Hemeroteca UNMSM.
3.
Semanario Hildebrandt en sus trece.
La Máquina del tiempo. Versión directa del capitán Gana. Semana del 17
al 23 de junio de 2016. Hemeroteca UNMSM.
4.
Semanario Hildebrandt en sus trece.
Colaboraciones forzadas. La crisis política que en Chile desató la
captura del “Rímac”. Semana del 24 al
30 de junio de 2016. Hemeroteca UNMSM.
5.
Semanario Hildebrandt en sus trece.
La Máquina del tiempo. Grau describe, sin jactancia, la captura del
vapor “Rímac” y su gran botín. Semana del 2 al 8 de octubre de 2015. Hemeroteca
UNMSM.
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