Nota
de Redacción:
Esta crónica
fue publicada en este blog en noviembre de 2018, concitó mucha atención por estar
dedicado a Andrés A. Cáceres uno de los más grandes héroes de nuestra patria, un
gran líder militar, admirado no solo en el Perú sino en otras latitudes del
orbe, en Europa donde se desempeñó como ministro plenipotenciario en Italia y Alemania fue motivo de
reconocimiento por su genio militar.
Hoy
nuevamente en el mes dedicado al gran Mariscal Andrés Avelino Cáceres a pedido
de algunos dilectos amigos, volvemos a reponerlo para deleite y admiración de
todos los que nos sentimos imbuidos de su espíritu de nunca doblegarse ante
nada, de no aceptar jamás la derrota, de luchar hasta quemar el último cartucho
como lo hizo Bolognesi en Arica.
Transcribimos
un párrafo de la biografía escrita por Pedro Paz Soldán (Juan de Arona),
publicado en su “Diccionario Biográfico de Peruanos Contemporáneos” Lima 1917.
“El
general Cáceres es el héroe nacional, y está llamado a ser, a medida que
transcurran los años, la figura legendaria del Perú. Su actuación en la guerra
del Pacífico fue grandiosa. En la batalla de San Francisco mandaba una
división, que en medio de la confusión de la derrota, permaneció formada y se
retiró en perfecto orden. En la batalla de Tarapacá, al frente de esa misma
división de la cual formó parte el famoso batallón Zepita, sostuvo una lucha
titánica contra las tropas chilenas, que dominaban las alturas y a las cuales,
logró vencer después de largas horas de combate tomándoles cuatro cañones; en
la batalla de Tacna cargó a la bayoneta sobre las tropas chilenas, yendo al
frente del batallón Zepita. Recordando aquellos instantes el general en jefe
chileno, decía a su gobierno los siguiente: ´en tales instantes la suerte de
Chile pendía de un hilo´”.
¡Viva
Cáceres!
¡Viva
Tarapacá!
La
Grandeza de Tarapacá
“Cuando se conoce el
sitio, se puede comprender la determinación que mostraron los hombres vencidos,
agobiados en fuga. Tienen que trepar a lo largo de esa verdadera pared natural,
por senderos que no lo son: tan escarpadas como estrechas”.
Claude
Michel Cluny (Historiador, ensayista, editor francés)
Por: Crl. Arturo Castro
Obtenida
la superioridad marítima por Chile después del combate de Angamos en que muere
Miguel Grau y su heroica tripulación, y el Monitor Huáscar es capturado por las
fuerzas enemigas, el océano se abre de par en par para las tropas chilenas, que
además de obtener la superioridad, obtuvieron libertad de acción para desplazar
a su ejército hacia territorio peruano, sin enemigos a la vista.
En Perú y
Bolivia la caída del Huáscar y muerte de Miguel Grau fue una terrible y nefasta
desgracia, el general Escala comandante del Ejército chileno estaba tan
entusiasmado por los vaivenes de la guerra que declaró “El poder marítimo
del enemigo ha desaparecido”, indicando que esto significaba, que la
hora del triunfo para las fuerzas chilenas estaba cerca. “Pronto tocará
su turno al Ejército”. (1)
El
historiador venezolano Jacinto López nos relata el frenesí, la alegría, las
celebraciones que se realizaron en Chile después de la captura del Monitor
Huáscar, con ello no solo demuestran el gran temor que tenían a ese pequeño
buque y a su gran comandante, sino respeto a la capacidad y experiencia del
comandante Grau y su tripulación.
Escribió
Rafael Sotomayor, sin ocultar su inmensa alegría, “Chile entero celebra
entusiasmado tan fausto acontecimiento que viene a poner término a la contienda
marítima y expedita la senda por donde nuestro ejército no tardará en marchar”,
(2)
El
general Augusto Pinochet en su obra Guerra del Pacífico, Campaña de Tarapacá
establece algunas “Deducciones militares del desembarco en Pisagua”. Entre
ellas, la que el Comando chileno había establecido respecto del lugar del
desembarco, luego de conocer el informe de un reconocimiento de la costa
realizada el 27 de agosto de 1879.
“…en
este documento se recomendaba como lugar de un desembarco a Pisagua, porque
este puerto estaba más de acuerdo con las posibilidades de las futuras
operaciones chilenas hacia el interior del departamento:
·contar
con línea férrea, una fuente de agua y las repercusiones de carácter
estratégico que se obtendrían al separar a las fuerzas ubicadas en Arica-Tacna
de las acantonadas en La Noria-Pozo Almonte”. (3)
El 2 de
noviembre de 1879 casi un mes después de la caída de Miguel Grau en Angamos,
fuerzas chilenas de “9, 640 hombres, 853 caballos, artillería, algunos
mulares y otros implementos de campaña” (4), transportados desde
Iquique en 19 embarcaciones. Inician el desembarco en Pisagua.
El
bombardeo de naves enemigas contra la defensa de esta bahía fue el preludio del
ataque, la defensa compuesta únicamente por dos cañones de 100 libras ubicadas
al norte y sur de la bahía. Un desembarco en la playa Junín y otra en la bahía
de Pisagua completaron la operación.
Las
fuerzas defensoras constituidas por tropas peruanas y bolivianas escasamente
ascendían a 2400 defensores. Esta operación de desembarco planeada por el
comando chileno ubicaba al grueso de sus fuerzas en posición central, entre
Iquique y Arica y desde este lugar podrían emprender operaciones para vencer al
ejército del sur al mando del general Buendía.
“Al
siguiente día desembarcamos con el general y recibí la primera impresión de los
horrores de la guerra, porque nos encontramos en presencia de un cuadro
verdaderamente infernal. La beodez, el incendio, la matanza, el pillaje y
cuanto pueda idearse de odioso estaba allí a nuestra vista con gran escándalo
mío, porque no concebía cómo los jefes y oficiales toleraban tanta licencia.
Luego vi que el general en jefe era impotente para remediar el desorden, no por
falta de voluntad para hacerlo sino por incapacidad para mandar”. (Memorias José
Francisco Vergara)
Benjamín
Vicuña Mackenna historiador y propagandista chileno, dice que las tropas de la
coalición después de la batalla de Dolores o San Francisco, derrotadas por la
superioridad chilena se dirigían hacia Tarapacá. Las tropas se desplazaban por
el desierto sin agua, sin víveres, solo movidos por su intenso patriotismo.
Según Vicuña Mackenna lo hacían “no como ejército sino como tropel”.
(5)
Pero no
solo fue crítico de las fuerzas de la coalición peruano-boliviana, sino de los
propios jefes de su ejército, a quienes enrostraba la demora en la prosecución
de las operaciones para aniquilar a las fuerzas peruano-bolivianas que fugaban
en retirada según visión del historiador chileno. No podemos establecer porqué
esa inmovilidad, pues tenían todo a la mano. No sabemos si fue falta de
decisión o quizá temor.
“Pero
ese día velaban también en el campo de los chilenos una densa sombra de índole
diversa: la de torpe inacción que malograba los óptimos frutos de la sangre, de
la estrategia y la fortuna. Nuestro ejército amodorrado en las calicheras no
movía todavía una sola patrulla en demanda del enemigo, que se rehacía a su
vista. Así pasaron los mortales días 20, 21, 22 y 23 de noviembre, dejando
escaparse un ejército que fugaba a pie, teniendo nosotros montados a la puerta
del cuartel general 500 magníficos jinetes. ¡Funesta inmovilidad!”. (6)
El 2 de
noviembre de 1879, después del desembarco y combate con fuerzas de la
coalición, los chilenos ocupan Pisagua. Esta derrota obligó a Mariano I. Prado
que se encontraba en Arica a realizar una junta de guerra. Prado dispuso que el
general Hilarión Daza que se hallaba en Tacna, partiera con sus fuerzas hacia
el sur a encontrase con las del general Buendía.
El 14 de
noviembre de 1879 las tropas bolivianas llegaron a quebrada de Camarones, se
detuvieron inexplicablemente 48 horas, se dice que las tropas bolivianas se
negaban a continuar la marcha hacia el sur, el general Daza no encontraba forma
para hacerlos marchar, había perdido fe y liderazgo, o realmente no quería avanzar
y buscaba un pretexto para esconder su falta de hombría.
El 16
Daza envió telegrama al presidente Prado “Desierto abruma: ejército se
niega a pasar adelante”, disponiendo el retorno a Arica, lo que causó
tremenda desazón por esta traición, entre sus oficiales. Esta noticia llegó al
general Buendía el día 19 antes de la batalla de San francisco. Lo que cayó
como una bomba nuclear entre las tropas peruanas.
Después
de la derrota de San Francisco el ejército de la coalición realizó una marcha
forzada sin detenerse. Fueron 52 horas de dura caminata, sin comida, agua y sin
descansar, demostrando su temple de acero. En total caminaron 52 leguas, unos
180 kilómetros hasta Tarapacá, toda una proeza. El coronel Suarez había
adelantado su llegada a este poblado para acopiar todo tipo de víveres, agua, y
buscar lugares de descanso, para las tropas extenuadas y sedientas.
Una
extraña dilación se apoderó de los jefes chilenos en Pisagua. Antes de la
batalla de Tarapacá las tropas chilenas se encontraban en una inmovilidad que
sorprendía a todos sus integrantes, adormecidos por el sol, la falta de
información de sus superiores, sedientos de batalla, pero finalmente cómodos.
No recibían ninguna explicación de sus jefes.
Lo más
extraño de esta situación era que el general Manuel Baquedano comandante de la
caballería chilena, se había quedado en Pisagua, “en las modestas tareas
de mayordomo de la intendencia del ejército, en los días en que sus valientes
subalternos acuchillaban en Germania, bajo las órdenes del teniente coronel de
guardias nacionales José Francisco Vergara a los húsares de Junín y de
Bolivia”. (7)
En la
tarde del 23 de noviembre de 1879 recién se ponen en movimiento las tropas
chilenas, el coronel Emilio Sotomayor Baeza partió de San Francisco al mando de
360 cazadores. Llegaron al caserío Agua Santa donde pernoctaron, con escasa
comida para hombres y bestias, al día siguiente después de marcha forzada llegó
a la una de la tarde a Peña Grande.
En este
lugar capturan al gendarme Abarca, asistente que trasladaba el equipaje del
coronel Suarez de Iquique a Tarapacá, “El asistente Abarca entregó todas
sus cargas, incluso el archivo del estado mayor, que de esa suerte vino a ser
prenda valiosa de los armarios de nuestra biblioteca”. (8)
La
división Ríos, descansó el 24 de noviembre en Tirana, a poca distancia el
coronel Sotomayor y sus tropas descansaban en Peña Grande, el coronel Ríos
había partido de Iquique (Estación Molle) dos días antes. Sus fuerzas estaban
compuestas por ochocientos hombres, “Eran milicias de Iquique, de Pisco,
del Loa y de Tarapacá mismo”. (9)
El núcleo
de las fuerzas del coronel Miguel de los Ríos estaba conformado por el batallón
cívico de Iquique al mando del coronel Alfonso Ugarte Bernales con 300 hombres.
Las otras fuerzas peruano-bolivianas que iban hacia Tarapacá eran: columna Loa
(200 plazas), columna Tarapacá (200 plazas) y columna Naval (200 plazas).
El día 25
las tropas de la coalición, fatigadas, sedientas y hambrientas después de una
marcha forzada por el desierto, atravesó la Pampa de Isluga, descendió la
quebrada de Tarapacá, por el camino de Huarasiña, su única entrada, hecha
jirones el uniforme y el hambre mordiendo sus entrañas.
El
historiador Benjamín Vicuña Mackenna, no lo dice explícitamente, pero reconoce
el esfuerzo de las tropas nacionales, y lo expresa indicando que las tropas de
la coalición: “Había recorrido no menos de 50 leguas en menos de tres
días. Así andaban los peruanos, mientras nosotros dormíamos y nos
desperezábamos”. (10)
El
general Augusto Pinochet Ugarte en su obra “La guerra del Pacífico”, campaña de
Tarapacá expresa “Santa Cruz inició la macha de su columna totalmente
convencido de que se dirigía al lugar designado, pero, después de andar dos o
tres horas se encontró con que lo caminado era en círculos”. Era por
efecto de la camanchaca (11)
El 27 de
noviembre al amanecer las fuerzas enemigas de la agrupación Santa Cruz
emprendía la marcha desde Isluga cubierto por una densa camanchaca, esa neblina
espesa que no permite la visión del terreno más allá de los 5 metros, lo que
facilita la desorientación de las tropas.
En la
versión chilena del general Pinochet, las fuerzas chilenas adoptaron la
siguiente organización en tres columnas:
“1°
Columna Santa Cruz: Al mando del Tte. Coronel Santa Cruz e integrada por el
"Zapadores", "Granaderos a Caballo", 1 Compañía del 2º de
Línea y 4 piezas Krupp, lo que en total sumaba 500 hombres. Con la Misión:
Penetrar hasta Quillaguasa, ocupar la localidad para cortar desde allí toda
retirada enemiga hacia el Este.
2°
Columna Ramírez: Al mando del Tte. Coronel Eleuterio Ramírez; la constituían
siete compañías del 2 de Línea, 1 Escuadrón de "Cazadores a Caballo"
y dos piezas de artillería (cañones de bronce) de la Artillería de Marina. Con
la Misión: Atacar por el fondo de la Quebrada de Tarapacá, en dirección
general: Huaraciña-Tarapacá, para sobrepasar el caserío y obligar a los aliados
a replegarse sobre Quillaguasa.
3°
Columna Arteaga: Mandada por el propio Coronel Arteaga, estaba formada por el
Regimiento de Infantería "Chacabuco", Artillería de Marina y 2 piezas
de Artillería.
Misión:
Avanzar por el costado Norte de la quebrada hasta la línea del pueblo de
Tarapacá y desde allí atacar el flanco Norte de las tropas de Buendía, ubicadas
en el caserío de Tarapacá y cortar la posible retirada de estas tropas hacia el
Norte”.
(12)
El
general Augusto Pinochet critica esta organización de las fuerzas chilenas en
su aproximación al objetivo, Tarapacá, considerando a la misma como teórica
para el combate, se desconocía información vital del dispositivo, composición y
fuerza de la coalición, se “elaboró sin tener ni la más remota idea o un
conocimiento aproximado del dispositivo enemigo y desconocer la cantidad de sus
fuerzas; además adolece de numerosos errores fundamentales, que fueron las
causas principales del fracaso de los chilenos en su ataque a ciegas sobre un
dispositivo desconocido y como es lógico significó un alto costo en vidas”.
(13)
El
general Pinochet afirma en su obra que, “El coronel Suarez cuando recibió
la noticia de la proximidad de las tropas chilenas consideró que el fin llegaba
para el ejército de Tarapacá”. (14) Probablemente infirió de esa manera
llevado por la lectura de partes de guerra, sin embargo, le faltó precisar la
capacidad de reacción de las tropas peruanas, pese a encontrarse muy agotadas
al máximo de su capacidad.
Las
fuerzas enemigas iniciaron el ataque en tres columnas: la primera al mando del
teniente coronel Eleuterio Ramírez conformada por los
batallones del regimiento 2do de Línea y dos cañones de bronce, su
objetivo conquistar Huarasiña, las provisiones de agua del poblado, para
avanzar hacia Tarapacá; la segunda, a órdenes del coronel Arteaga, conformada
por el regimiento Artillería de Marina, batallón Chacabuco, cuatro cañones de
Bronce y dos cañones Krupp, atacar por las alturas que dominaban el poblado; y
la tercera, dirigida por el comandante Ricardo Santa Cruz e integrada por un
batallón del 2do de Línea, 260 hombres del Zapadores, 116 Granaderos a Caballo
y dos secciones de artillería Krupp de montaña, para cerrar el paso de
Quillaguasa y evitar la retirada de las fuerzas de la coalición hacia Arica. La
encerrona planeada por el mando chileno no dio resultados.
El 27 de
noviembre el entonces coronel Andrés A. Cáceres, observando el valle de
Tarapacá que no tenía más de 400 metros de ancho en promedio; creyó escuchar el
sonido de sables que se expandió por todo el valle, no podía ser de la
caballería peruana que había partido temprano; al mismo tiempo, un vuelo de
torcazas se elevó al cielo, señal que Cáceres interpretó como presencia del
enemigo.
Cáceres
ante esta sospecha y viendo el peligro en que encontraban sus fuerzas, dio la
alarma inmediata exclamó “¡Enemigos!” “¡Que forme la división en tres
columnas!” De inmediato trasmitió la orden al coronel Manuel Suárez, jefe del 2
de mayo “¡Su batallón detrás del mío! ¡En silencio, armar bayonetas y arriba!”.
(15)
En la
versión chilena, Pinochet indicó que es el coronel Suarez quien ordenó a sus
fuerzas evacuaran el pueblo rápidamente, lo que hicieron de inmediato la
división Cáceres y División Bolognesi, ganando las alturas que rodeaban el
pueblo, “el hecho de haberse cumplido esta orden con prontitud y sin
vacilaciones significó el triunfo para el Perú, pues si se hubiesen defendido
habría sido ir a un sacrificio inútil”. (16)
Cáceres
con su división ganaron rápidamente las alturas por el Oeste para no estar en
desventaja frente al enemigo y enfrentó a las fuerzas de Santa Cruz haciéndola
retroceder. La columna Ramírez logró penetrar a la quebrada por Huarasiña
siendo rechazada luego de violento combate por la división del coronel
Bolognesi quien combatió enfermo. Cáceres recibió refuerzos y logró poner en
fuga a las fuerzas enemigas.
El
combate fue heroico, violento, sin tregua nuestras tropas agotadas, cansadas
hasta la inanición, extenuadas, después de haber recorrido el desierto por casi
200 kilómetros, aun así, en esas circunstancias supremas de la capacidad humana,
sobreponiéndose a su propio agotamiento y limitaciones logísticas lucharon
frente a una fuerza que venía de obtener victorias en Pisagua, San Francisco y
Germania.
El
general Augusto Pinochet describe la batalla de Tarapacá desde el lado de las
fuerzas chilenas, con tanto realismo que expresa la angustia y temor que
sentían las tropas enemigas ante el empuje batallador de las fuerzas de la
coalición “En esta hora de angustia, todos disputaban la victoria en un
esfuerzo sobrehumano; pero aquellos que captaban la situación con realismo
comprendieron la gravedad del momento y la necesidad de una retirada antes de
perderlo todo…”. (17)
En esas
circunstancias tan adversas para las fuerzas enemigas a punto de darse a la
fuga, en que el temor se venía apoderando del espíritu combativo y su moral
decaía estrepitosamente frente al ataque de nuestras fuerzas, el Tte. Crl
Vergara, envía un mensajero al poblado de Dibujo para comunicar al General en
Jefe, la retirada de las fuerzas de Tarapacá.
El
mensaje decía: "Señor General: Nos batimos hace más de tres horas
con fuerzas muy superiores. Estamos en mala situación y no es improbable una
retirada más o menos desastrosa. Conviene que nos mande encontrar con agua y
algunos refuerzos. D. G. a Ud. José Francisco Vergara". (18)
Llamadas
por el general Juan Buendía, de Pachica llegaron dos divisiones la Primera y
Vanguardia llamadas por Suárez, reforzaron todos los sectores y luego las
fuerzas chilenas huyeron por la Pampa de Isluga perseguidas de cerca por los
peruanos. Las fuerzas peruanas perdieron 236 hombres, hubo 337 heridos; por su
parte los chilenos tuvieron 758 bajas entre muertos y heridos y 56 prisioneros.
La
actuación de Andrés A. Cáceres y del batallón Zepita en la batalla de Tarapacá,
recibió numerosos elogios, entre ellos del coronel Belisario Suárez, jefe de
estado mayor general quien anotó lo siguiente: “Zepita tomó cuatro de los
cañones enemigos con sus municiones, mientras, digno émulo de su decisión y de
su gloria, llevaba en trofeo el regimiento Dos de Mayo, los dos que se
encontraban a su frente. Estaba cumplida, en los primeros momentos del combate,
una de las más notables proezas de la infantería, y fue cuando brilló el valor
y cuando se revelaron en todo su mérito la perseverancia y talento militares
del comandante general de la segunda división, señor coronel Andrés Avelino
Cáceres, que tuvo el acierto, tan raro en el arte, de saber utilizar la
victoria sin dejarse arrastrar ciegamente por ella. Preocupado sólo del triunfo
de nuestras armas, el coronel Cáceres moderó el ardor de sus soldados, organizó
el mismo entusiasmo, y no pedía sino fuerzas que recordaron su plan admirablemente
combinado y que redujo a la impotencia a los contrarios”. (19)

El
general Juan Buendía comandante en jefe del ejército del sur, luego de la
batalla de Tarapacá, emitió el parte oficial de la batalla, en ella no escatima
elogios para nuestras fuerzas y los jefes y oficiales, relevando la intrepidez,
valor e ímpetu del ataque que hicieron huir a la infantería y caballería
enemiga, quedando la artillería en poder de nuestras fuerzas.
El
general Juan Buendía relata que fue la primera división al mando del coronel
Andrés A. Cáceres la primera en ocupar las alturas del poblado, recibieron
fuego de artillería enemiga y gracias a su heroísmo se aproximaron hasta
cercanías del enemigo, deplorando la muerte de coronel Manuel Suarez y del
teniente coronel Juan Bautista Zubiaga.
“La
tercera división, al mando del señor coronel comandante general don francisco
Bolognesi, tiene también gran parte en la victoria; su jefe, que hasta el
momento del combate se encontraba enfermo y postrado en cama, olvidó sus
padecimientos y marcho a la cabeza de su división…” (20). Mariano Santos
Mateo arrancó el estandarte del Regimiento 2do de línea chileno, mereció
mención honrosa en el parte de su jefe de División, el coronel Francisco
Bolognesi.
Las
fuerzas peruanas, ejército pequeño pero valeroso emprendió la retirada hacia
Arica al día siguiente de la batalla, no pudieron salvar la provincia de
Tarapacá. Hizo un primer alto en la garganta de Aroma, el siguiente en Camiña
aquí descansó un día “entre verdes campos de tréboles, viñas, olivos y
huacas”. Atravesaron el desierto de Camarones y llegaron a Arica el 18
de diciembre.
El
escritor inglés Clements Markham, describe el resultado de la batalla: “Si
se considera detenidamente las mil dificultades del caso: la falta de víveres y
de recursos de todo género, la carencia de todo medio de comunicación con base
alguna, la imposibilidad de recibir socorros, habrá de convenir que el general Buendía
tomó el partido conveniente al decidir el abandono de la provincia tras el
fracaso del brillante asalto al cerro de San Francisco. Salvó así la flor de su
ejército y prestó a su patria el mejor servicio posible en aquellas
circunstancias; y aun para hacer eso debió no solo dar una batalla, sino ganar
una victoria”. (21)
La
derrota de las fuerzas enemigas en Tarapacá trajo momentos de consternación,
pesadumbre y dolor en las autoridades chilenas. El presidente chileno Aníbal
Pinto el 2 de diciembre de 1879, escribe una carta a Rafael Sotomayor:
“Yo
atribuyo este desgraciado acontecimiento:
1.
A ligereza. Se envió una pequeña división a
Tarapacá sin saber a punto fijo si había allí enemigos.
2. A petulancia. Estamos poseídos de la idea de que un soldado
chileno puede levantar la cordillera de los Andes en la punta de su bayoneta, y
guiados por este sentimiento no es de extrañar que cometamos imprudencias como
la de Tarapacá”.
(22)
Rafael
Sotomayor Baeza era ministro de guerra y marina, luego de la derrota de sus
fuerzas en Tarapacá, poseído de una gran indignación, escribió a Pinto: “Los
700 u 800 hombres perdidos en Tarapacá con 7 u 8 cañones y mucho armamento se
debe en gran parte a esa servil adoración de la táctica de Moltke, que
falsamente se le atribuye a este capitán. Se quiso tener un Sedán, dar pruebas
de estrategia militar y se encontró un sepulcro inmerecido para nuestra tropa…”
(23)
El
significado de Tarapacá para las generaciones de nuevos soldados de nuestro
ejército ha quedado grabado en mármol. Es una luz que ilumina el firmamento, es
un ejemplo que aflora de las múltiples acciones de valor y heroísmo de la lucha
tenaz, en las condiciones muy desventajosas en que se encontraban,
sobreponiéndose a ello, sacaron del fondo del alma el espíritu guerrero de sus
ancestros.
Hoy la
Batalla de Tarapacá es reconocida mundialmente como el triunfo de las fuerzas
morales frente a la adversidad. El soldado peruano se sobrepuso al cansancio,
la sed, las enfermedades, a la falta de apoyo, a la deserción, cobardía
criticable en esa hora aciaga.
La sangre
de nuestros soldados ha humedecido el valle y las arenas de esta bendita
tierra, sacrificio memorable por siempre. Allí en ese suelo, en sus arenas
desérticas, que espera resarcir su dolor y frustración, cayeron los heridos,
quedaron los muertos, las balas y cañones, el choque de bayonetas y los ayes de
dolor.
¡Tarapacá
Victoria memorable!
Imagen:
Óleo que representa a la Batalla de Tarapacá, del 27 de noviembre de 1879,
victoria peruana sobre las fuerzas chilenas.
Notas:
·
López,
Jacinto: Historia de la guerra del guano y del salitre: 1 y 2.
· Pinochet, Augusto. Guerra del Pacífico. Campaña de Tarapacá: 3, 4, 12, 13, 14, 15, 16,17,
18.
·
Vicuña,
Benjamín. La fallida ‘encerrona a los peruanos’: 5, 6, 8, 9, 10.
·
CACERES:
CONDUCTOR NACIONAL. CPHE. 1984: 19
·
ISIDORO,
ERRÁZURIZ. La jornada de Tarapacá, folleto, diciembre de 1879: 7
·
Buendía,
Juan. Parte oficial de la batalla de Tarapacá: 20.
·
Markham,
Clements. “La guerra entre Perú y Chile”. Batalla de Tarapacá: 21
·
Bulnes, Gonzalo. “Guerra del Pacífico”. Tomo 1: 22, 23.