“Cuando se conoce el sitio, se puede comprender
la determinación que mostraron los hombres vencidos, agobiados en fuga. Tienen
que trepar a lo largo de esa verdadera pared natural, por senderos que no lo
son: tan escarpadas como estrechas”.
Claude Michel Cluny (Historiador, ensayista,
editor francés)
Por: Crl. Art. Angel Arturo Castro Flores
Obtenida la superioridad marítima por Chile
después del combate de Angamos en que muere Miguel Grau y su heroica
tripulación, y el Monitor Huáscar es capturado por las fuerzas enemigas, el
océano se abre de par en par para las tropas chilenas, que además de obtener la
superioridad, obtuvieron libertad de acción para desplazar a su ejército hacia
territorio peruano, sin enemigos a la vista.
El historiador venezolano Jacinto López nos
relata el frenesí, la alegría, las celebraciones que se realizaron en Chile
después de la captura del Monitor Huáscar, con ello no solo demuestran el gran
temor que tenían a ese pequeño buque y a su gran comandante, sino respeto a la
capacidad y experiencia del comandante Grau y su tripulación.
Escribió Rafael Sotomayor, sin ocultar su
inmensa alegría, “Chile entero celebra entusiasmado tan fausto acontecimiento que viene
a poner término a la contienda marítima y expedita la senda por donde nuestro
ejército no tardará en marchar”, (2)
El general Augusto Pinochet en su obra Guerra
del Pacífico, Campaña de Tarapacá establece algunas “Deducciones militares del
desembarco en Pisagua”. Entre ellas, la que el Comando chileno había
establecido respecto del lugar del desembarco, luego de conocer el informe de
un reconocimiento de la costa realizada el 27 de agosto de 1879.
“…en este documento se recomendaba como lugar
de un desembarco a Pisagua, porque este puerto estaba más de acuerdo con las
posibilidades de las futuras operaciones chilenas hacia el interior del
departamento:
·
contar con línea férrea, una fuente de agua y las
repercusiones de carácter estratégico que se obtendrían al separar a las
fuerzas ubicadas en Arica-Tacna de las acantonadas en La Noria-Pozo Almonte”. (3)
El 2 de noviembre de 1879 casi un mes después
de la caída de Miguel Grau en Angamos, fuerzas chilenas de “9, 640 hombres, 853 caballos,
artillería, algunos mulares y otros implementos de campaña”(4), transportados
desde Iquique en 19 embarcaciones. Inician el desembarco en Pisagua.
El bombardeo de naves enemigas contra la
defensa de esta bahía fue el preludio del ataque, la defensa compuesta únicamente
por dos cañones de 100 libras ubicadas al norte y sur de la bahía. Un
desembarco en la playa Junín y otra en la bahía de Pisagua completaron la
operación.
Las fuerzas defensoras constituidas por tropas
peruanas y bolivianas escasamente ascendían a 2400 defensores. Esta operación
de desembarco planeada por el comando chileno ubicaba al grueso de sus fuerzas en
posición central, entre Iquique y Arica y desde este lugar podrían emprender
operaciones para vencer al ejercito del sur al mando del general Buendía.
“Al siguiente día desembarcamos con el general
y recibí la primera impresión de los horrores de la guerra, porque nos
encontramos en presencia de un cuadro verdaderamente infernal. La beodez, el
incendio, la matanza, el pillaje y cuanto pueda idearse de odioso estaba allí a
nuestra vista con gran escándalo mío, porque no concebía cómo los jefes y
oficiales toleraban tanta licencia. Luego vi que el general en jefe era
impotente para remediar el desorden, no por falta de voluntad para hacerlo sino
por incapacidad para mandar”. (Memorias José Francisco
Vergara)
Benjamín Vicuña Mackenna historiador y
propagandista chileno, dice que las tropas de la coalición después de la
batalla de Dolores o San Francisco, derrotadas por la superioridad chilena se
dirigían hacia Tarapacá. Las tropas se desplazaban por el desierto sin agua,
sin víveres, solo movidos por su intenso patriotismo. Según Vicuña Mackenna lo
hacían “no como ejército sino como tropel”. (5)
Pero no solo fue crítico de las fuerzas de la
coalición peruano-boliviana, sino de los propios jefes de su ejército, a
quienes enrostraba la demora en la prosecución de las operaciones para
aniquilar a las fuerzas peruano-bolivianas que fugaban en retirada según visión
del historiador chileno. No podemos establecer porqué esa inmovilidad, pues
tenían todo a la mano. No sabemos si fue falta de decisión o quizá temor.
“Pero ese día velaban también en el campo de
los chilenos una densa sombra de índole diversa: la de torpe inacción que
malograba los óptimos frutos de la sangre, de la estrategia y la fortuna.
Nuestro ejército amodorrado en las calicheras no movía todavía una sola
patrulla en demanda del enemigo, que se rehacía a su vista. Así pasaron los
mortales días 20, 21, 22 y 23 de noviembre, dejando escaparse un ejército que
fugaba a pie, teniendo nosotros montados a la puerta del cuartel general 500
magníficos jinetes. ¡Funesta inmovilidad!”. (6)
El 2 de noviembre de 1879, después del
desembarco y combate con fuerzas de la coalición, los chilenos ocupan Pisagua.
Esta derrota obligó a Mariano I. Prado que se encontraba en Arica a realizar
una junta de guerra. Prado dispuso que el general Hilarión Daza que se hallaba
en Tacna, partiera con sus fuerzas hacia el sur a encontrase con las del general
Buendía.
El 14 de noviembre de 1879 las tropas
bolivianas llegaron a quebrada de Camarones, se detuvieron inexplicablemente 48
horas, se dice que las tropas bolivianas se negaban a continuar la marcha hacia
el sur, el general Daza no encontraba forma para hacerlos marchar, había
perdido fe y liderazgo, o realmente no quería avanzar y buscaba un pretexto
para esconder su falta de hombría.
El 16 Daza envió telegrama al presidente Prado “Desierto
abruma: ejército se niega a pasar adelante”, disponiendo el retorno a
Arica, lo que causó tremenda desazón por esta traición, entre sus oficiales.
Esta noticia llegó al general Buendía el día 19 antes de la batalla de San
francisco. Lo que cayó como una bomba nuclear entre las tropas peruanas.
Después de la derrota de San Francisco el
ejército de la coalición realizó una marcha forzada sin detenerse. Fueron 52
horas de dura caminata, sin comida, agua y sin descansar, demostrando su temple
de acero. En total caminaron 52 leguas, unos 180 kilómetros hasta Tarapacá,
toda una proeza. El coronel Suarez había adelantado su llegada a este poblado
para acopiar todo tipo de víveres, agua, y buscar lugares de descanso, para las
tropas extenuadas y sedientas.
Una extraña dilación se apoderó de los jefes
chilenos en Pisagua. Antes de la batalla de Tarapacá las tropas chilenas se
encontraban en una inmovilidad que sorprendía a todos sus integrantes,
adormecidos por el sol, la falta de información de sus superiores, sedientos de
batalla, pero finalmente cómodos. No recibían ninguna explicación de sus jefes.
Lo más extraño de esta situación era que el
general Manuel Baquedano comandante de la caballería chilena, se había quedado
en Pisagua, “en las modestas tareas de mayordomo de la intendencia del ejército, en
los días en que sus valientes subalternos acuchillaban en Germania, bajo las
órdenes del teniente coronel de guardias nacionales José Francisco Vergara a
los húsares de Junín y de Bolivia”. (7)
En la tarde del 23 de noviembre de 1879 recién
se ponen en movimiento las tropas chilenas, el coronel Emilio Sotomayor Baeza
partió de San Francisco al mando de 360 cazadores. Llegaron al caserío Agua
Santa donde pernoctaron, con escasa comida para hombres y bestias, al día
siguiente después de marcha forzada llegó a la una de la tarde a Peña Grande.
En este lugar capturan al gendarme Abarca,
asistente que trasladaba el equipaje del coronel Suarez de Iquique a Tarapacá, “El
asistente Abarca entregó todas sus cargas, incluso el archivo del estado mayor,
que de esa suerte vino a ser prenda valiosa de los armarios de nuestra
biblioteca”. (8)
La división Ríos, descansó el 24 de noviembre
en Tirana, a poca distancia el coronel Sotomayor y sus tropas descansaban en
Peña Grande, el coronel Ríos había partido de Iquique (Estación Molle) dos días
antes. Sus fuerzas estaban compuestas por ochocientos hombres, “Eran
milicias de Iquique, de Pisco, del Loa y de Tarapacá mismo”. (9)
El núcleo de las fuerzas del coronel Miguel de
los Ríos estaba conformado por el batallón cívico de Iquique al mando del
coronel Alfonso Ugarte Bernales con 300 hombres. Las otras fuerzas
peruano-bolivianas que iban hacia Tarapacá eran: columna Loa (200 plazas),
columna Tarapacá (200 plazas) y columna Naval (200 plazas).
El día 25 las tropas de la coalición,
fatigadas, sedientas y hambrientas después de una marcha forzada por el
desierto, atravesó la Pampa de Isluga, descendió la quebrada de Tarapacá, por
el camino de Huarasiña, su única entrada, hecha jirones el uniforme y el hambre
mordiendo sus entrañas.
El historiador Benjamín Vicuña Mackenna, no lo
dice explícitamente, pero reconoce el esfuerzo de las tropas nacionales, y lo
expresa indicando que las tropas de la coalición: “Había recorrido no menos de 50
leguas en menos de tres días. Así andaban los peruanos, mientras nosotros
dormíamos y nos desperezábamos”. (10)
El general Augusto Pinochet Ugarte en su obra “La guerra del Pacífico”, campaña de
Tarapacá expresa “Santa Cruz inició la macha de su columna totalmente convencido de que se
dirigía al lugar designado, pero, después de andar dos o tres horas se encontró
con que lo caminado era en círculos”. Era por efecto de la camanchaca (11)
El 27 de noviembre al amanecer las fuerzas
enemigas de la agrupación Santa Cruz emprendía la marcha desde Isluga cubierto
por una densa camanchaca, esa neblina espesa que no permite la visión del
terreno más allá de los 5 metros, lo que facilita la desorientación de las
tropas.
En la versión chilena del general Pinochet, las
fuerzas chilenas adoptaron la siguiente organización en tres columnas:
1° Columna Santa Cruz: Al mando del Tte.
Coronel Santa Cruz e integrada por el "Zapadores", "Granaderos a
Caballo", 1 Compañía del 2º de Línea y 4 piezas Krupp, lo que en total
sumaba 500 hombres. Con la Misión: Penetrar hasta Quillaguasa, ocupar la localidad
para cortar desde allí toda retirada enemiga hacia el Este.
2° Columna Ramírez: Al mando del Tte. Coronel
Eleuterio Ramírez; la constituían siete compañías del 2 de Línea, 1 Escuadrón
de "Cazadores a Caballo" y dos piezas de artillería (cañones de bronce)
de la Artillería de Marina. Con la Misión: Atacar por el fondo de la Quebrada
de Tarapacá, en dirección general: Huaraciña-Tarapacá, para sobrepasar el
caserío y obligar a los aliados a replegarse sobre Quillaguasa.
3° Columna Arteaga: Mandada por el propio
Coronel Arteaga, estaba formada por el Regimiento de Infantería
"Chacabuco", Artillería de Marina y 2 piezas de Artillería.
Misión: Avanzar por el costado Norte de la
quebrada hasta la línea del pueblo de Tarapacá y desde allí atacar el flanco
Norte de las tropas de Buendía, ubicadas en el caserío de Tarapacá y cortar la
posible retirada de estas tropas hacia el Norte”. (12)
El general Augusto Pinochet critica esta
organización de las fuerzas chilenas en su aproximación al objetivo, Tarapacá,
considerando a la misma como teórica para el combate, se desconocía información
vital del dispositivo, composición y fuerza de la coalición, se “elaboró
sin tener ni la más remota idea o un conocimiento aproximado del dispositivo
enemigo y desconocer la cantidad de sus fuerzas; además adolece de numerosos
errores fundamentales, que fueron las causas principales del fracaso de los
chilenos en su ataque a ciegas sobre un dispositivo desconocido y como es
lógico significó un alto costo en vidas”. (13)
El general Pinochet afirma en su obra que, “El
coronel Suarez cuando recibió la noticia de la proximidad de las tropas
chilenas consideró que el fin llegaba para el ejército de Tarapacá”. (14) Probablemente
infirió de esa manera llevado por la lectura de partes de guerra, sin embargo,
le faltó precisar la capacidad de reacción de las tropas peruanas, pese a
encontrarse muy agotadas al máximo de su capacidad.
Las fuerzas enemigas iniciaron el ataque en
tres columnas: la primera al mando del teniente coronel Eleuterio Ramírez
conformada por los batallones del regimiento 2do de Línea y dos
cañones de bronce, su objetivo conquistar Huarasiña, las provisiones de agua
del poblado, para avanzar hacia Tarapacá; la segunda, a órdenes del coronel
Arteaga, conformada por el regimiento Artillería de Marina, batallón Chacabuco,
cuatro cañones de Bronce y dos cañones Krupp, atacar por las alturas que
dominaban el poblado; y la tercera, dirigida por el comandante Ricardo Santa
Cruz e integrada por un batallón del 2do de Línea, 260 hombres del Zapadores,
116 Granaderos a Caballo y dos secciones de artillería Krupp de montaña, para
cerrar el paso de Quillaguasa y evitar la retirada de las fuerzas de la
coalición hacia Arica. La encerrona planeada por el mando chileno no dio
resultados.
El 27 de noviembre el
entonces coronel Andrés A. Cáceres, observando el valle de Tarapacá que no
tenía más de 400 metros de ancho en promedio; creyó escuchar el sonido de
sables que se expandió por todo el valle, no podía ser de la caballería peruana
que había partido temprano; al mismo tiempo, un vuelo de torcazas se elevó al
cielo, señal que Cáceres interpretó como presencia del enemigo.
Cáceres ante esta sospecha y
viendo el peligro en que encontraban sus fuerzas, dio la alarma inmediata
exclamó “¡Enemigos!” “¡Que forme la división en tres columnas!” De
inmediato trasmitió la orden al coronel Manuel Suárez, jefe del 2 de mayo “¡Su
batallón detrás del mío! ¡En silencio, armar bayonetas y arriba!”. (15)
En la versión chilena, Pinochet indicó que es
el coronel Suarez quien ordenó a sus fuerzas evacuaran el pueblo rápidamente,
lo que hicieron de inmediato la división Cáceres y División Bolognesi, ganando
las alturas que rodeaban el pueblo, “el hecho de haberse cumplido esta orden con
prontitud y sin vacilaciones significó el triunfo para el Perú, pues si se
hubiesen defendido habría sido ir a un sacrificio inútil”. (16)
Cáceres con su división ganaron rápidamente las
alturas por el Oeste para no estar en desventaja frente al enemigo y enfrentó a
las fuerzas de Santa Cruz haciéndola retroceder. La columna Ramírez logró
penetrar a la quebrada por Huarasiña siendo rechazada luego de violento combate
por la división del coronel Bolognesi quien combatió enfermo. Cáceres recibió
refuerzos y logró poner en fuga a las fuerzas enemigas.
El combate fue heroico, violento, sin tregua nuestras
tropas agotadas, cansadas hasta la inanición, extenuadas, después de haber
recorrido el desierto por casi 200 kilómetros, aun así, en esas circunstancias
supremas de la capacidad humana, sobreponiéndose a su propio agotamiento y
limitaciones logísticas lucharon frente a una fuerza que venía de obtener
victorias en Pisagua, San Francisco y Germania.
El general Augusto Pinochet describe la batalla
de Tarapacá desde el lado de las fuerzas chilenas, con tanto realismo que
expresa la angustia y temor que sentían las tropas enemigas ante el empuje
batallador de las fuerzas de la coalición “En esta hora de angustia, todos disputaban
la victoria en un esfuerzo sobrehumano; pero aquellos que captaban la situación
con realismo comprendieron la gravedad del momento y la necesidad de una
retirada antes de perderlo todo…”. (17)
En esas circunstancias tan adversas para las
fuerzas enemigas a punto de darse a la fuga, en que el temor se venía
apoderando del espíritu combativo y su moral decaía estrepitosamente frente al
ataque de nuestras fuerzas, el Tte Crl Vergara, envía un mensajero al poblado
de Dibujo para comunicar al General
en Jefe, la retirada de las fuerzas de Tarapacá.
El mensaje decía: "Señor General: Nos batimos hace más de tres horas con fuerzas muy
superiores. Estamos en mala situación y no es improbable una retirada más o
menos desastrosa. Conviene que nos mande encontrar con agua y algunos
refuerzos. D. G. a Ud. José Francisco Vergara". (18)
Llamadas por el general Juan Buendía, de Pachica llegaron dos divisiones la
Primera y Vanguardia llamadas por Suárez, reforzaron todos los sectores y luego
las fuerzas chilenas huyeron por la Pampa de Isluga perseguidas de cerca por
los peruanos. Las fuerzas peruanas perdieron 236 hombres, hubo 337 heridos; por
su parte los chilenos tuvieron 758 bajas entre muertos y heridos y 56
prisioneros.
La actuación de Andrés A. Cáceres y del
batallón Zepita en la batalla de Tarapacá, recibió numerosos elogios, entre
ellos del coronel Belisario Suárez, jefe de estado mayor general quien anotó lo
siguiente: “Zepita tomó cuatro de los cañones enemigos con sus municiones,
mientras, digno émulo de su decisión y de su gloria, llevaba en trofeo el
regimiento Dos de Mayo, los dos que se encontraban a su frente. Estaba cumplida,
en los primeros momentos del combate, una de las más notables proezas de la infantería,
y fue cuando brilló el valor y cuando se revelaron en todo su mérito la
perseverancia y talento militares del comandante general de la segunda
división, señor coronel Andrés Avelino Cáceres, que tuvo el acierto, tan raro
en el arte, de saber utilizar la victoria sin dejarse arrastrar ciegamente por
ella. Preocupado sólo del triunfo de nuestras armas, el coronel Cáceres moderó
el ardor de sus soldados, organizó el mismo entusiasmo, y no pedía sino fuerzas
que recordaron su plan admirablemente combinado y que redujo a la impotencia a
los contrarios”. (19)
El general Juan Buendía comandante en jefe del
ejército del sur, luego de la batalla de Tarapacá, emitió el parte oficial de
la batalla, en ella no escatima elogios para nuestras fuerzas y los jefes y
oficiales, relevando la intrepidez, valor e ímpetu del ataque que hicieron huir
a la infantería y caballería enemiga, quedando la artillería en poder de
nuestras fuerzas.
El general Juan Buendía relata que fue la
primera división al mando del coronel Andrés A. Cáceres la primera en ocupar
las alturas del poblado, recibieron fuego de artillería enemiga y gracias a su heroísmo
se aproximaron hasta cercanías del enemigo, deplorando la muerte de coronel
Manuel Suarez y del teniente coronel Juan Bautista Zubiaga.
“La tercera división, al mando del señor
coronel comandante general don francisco Bolognesi, tiene también gran parte en
la victoria; su jefe, que hasta el momento del combate se encontraba enfermo y
postrado en cama, olvidó sus padecimientos y marcho a la cabeza de su división…”
(20). Mariano Santos Mateo arrancó el
estandarte del Regimiento 2do de línea chileno, mereció mención honrosa en el
parte de su jefe de División, el coronel Francisco Bolognesi.
Las fuerzas peruanas, ejército pequeño pero
valeroso emprendió la retirada hacia Arica al día siguiente de la batalla, no
pudieron salvar la provincia de Tarapacá. Hizo un primer alto en la garganta de
Aroma, el siguiente en Camiña aquí descansó un día “entre verdes campos de tréboles,
viñas, olivos y huacas”. Atravesaron el desierto de Camarones y
llegaron a Arica el 18 de diciembre.
El escritor inglés Clements Markham, describe
el resultado de la batalla: “Si se considera detenidamente las mil
dificultades del caso: la falta de víveres y de recursos de todo género, la
carencia de todo medio de comunicación con base alguna, la imposibilidad de
recibir socorros, habrá de convenir que el general Buendia tomó el partido
conveniente al decidir el abandono de la provincia tras el fracaso del
brillante asalto al cerro de San Francisco. Salvó así la flor de su ejército y
prestó a su patria el mejor servicio posible en aquellas circunstancias; y aun
para hacer eso debió no solo dar una batalla, sino ganar una victoria”. (21)
La derrota de las fuerzas enemigas en Tarapacá
trajo momentos de consternación, pesadumbre y dolor en las autoridades
chilenas. El presidente chileno Aníbal Pinto el 2 de diciembre de 1879, escribe
una carta a Rafael Sotomayor: “Yo atribuyo este desgraciado acontecimiento:
1.
A ligereza. Se envió una pequeña división a Tarapacá
sin saber a punto fijo si había allí enemigos.
2.
A petulancia. Estamos poseídos de la idea de
que un soldado chileno puede levantar la cordillera de los Andes en la punta de
su bayoneta, y guiados por este sentimiento no es de extrañar que cometamos
imprudencias como la de Tarapacá”. (22)
Rafael Sotomayor Baeza era ministro de guerra y
marina, luego de la derrota de sus fuerzas en Tarapacá, poseído de una gran
indignación, escribía Pinto: “Los 700 u 800 hombres perdidos en Tarapacá
con 7 u 8 cañones y mucho armamento se debe en gran parte a esa servil
adoración de la táctica de Moltke, que falsamente se le atribuye a este
capitán. Se quiso tener un Sedán, dar pruebas de estrategia militar y se
encontró un sepulcro inmerecido para nuestra tropa…” (23)
El significado de Tarapacá para las
generaciones de nuevos soldados de nuestro ejército ha quedado grabado en
mármol. Es una luz que ilumina el firmamento, es un ejemplo que aflora de las
múltiples acciones de valor y heroísmo de la lucha tenaz, en las condiciones
muy desventajosas en que se encontraban, sobreponiéndose a ello, sacaron del
fondo del alma el espíritu guerrero de sus ancestros.
Hoy la Batalla de Tarapacá es reconocida mundialmente
como el triunfo de las fuerzas morales frente a la adversidad. El soldado
peruano se sobrepuso al cansancio, la sed, las enfermedades, a la falta de
apoyo, a la deserción, cobardía criticable en esa hora aciaga.
La sangre de nuestros soldados ha humedecido el
valle y las arenas de esta bendita tierra, sacrificio memorable por siempre.
Allí en ese suelo, en sus arenas desérticas, que espera resarcir su dolor y frustración,
cayeron los heridos, quedaron los muertos, las balas y cañones, el choque de
bayonetas y los ayes de dolor.
¡Tarapacá Victoria memorable!
Imagen:
Óleo que representa a la Batalla de Tarapacá, del 27 de noviembre de 1879,
victoria peruana sobre las fuerzas chilenas.
Notas:
·
López,
Jacinto: Historia de la guerra del guano y del salitre: 1 y 2.
·
Pinochet
Augusto. Guerra del Pacífico. Campaña de Tarapacá: 3, 4, 12,
13, 14, 15, 16,17, 18.
·
Vicuña,
Benjamín. La fallida ‘encerrona a los peruanos’: 5,
6, 8, 9, 10.
·
CACERES:
CONDUCTOR NACIONAL. CPHE. 1984: 19
·
ISIDORO,
ERRÁZURIZ. La jornada de Tarapacá, folleto, diciembre de 1879:
7
·
Buendia,
Juan. Parte oficial de la batalla de Tarapacá: 20.
·
Markham,
Clements. “La guerra entre Perú y Chile”. Batalla de Tarapacá:
21
·
Bulnes
Gonzalo. “Guerra del Pacífico”. Tomo 1: 22, 23.
2 comentarios:
Extraordinario el recuento hecho por Raul Castro de todo lo acontecido en tan gloriosa victoria de nuestro ejercito, no solo por su síntesis, sino por el acertado tino de incluir notas no solo de la parte peruana, sino también de la chilena, lo que demuestra una visión, un panorama y una leyenda imparcial de lo verdaderamente acontecido en aquella gloriosa batalla, la valoración de los jefes peruanos a sus subalternos y las criticas de Ministro de Defensa chileno a los suyos, grafican en toda su magnitud, lo que en verdad significo para el Perú de ese entonces, de ahora y de toda la eternidad la INMENSAMENTE SACRIFICADA Y GLORIOSA VICTORIA, DE LA BATALLA DE TARAPACA.
Gracias por la corrección Arturo.
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