“Con la vocación de
marino, con su amor a la patria, y con la voluntad de servirla; con su veraz
profesión religiosa, con su sencillez humana, el espíritu de familia, el
sentido de familia, integran la estructura esencial del gran peruano”
Luis Alayza y Paz
Soldán.
Por: Arturo Castro
El historiador José Agustín Candamo, relata una conversación de nuestro
Almirante Miguel Grau Seminario con su amigo Francisco Paz Soldán, en idioma francés
pues ambos habían vivido en París y dominaban el idioma, sobre el tema de moda,
la guerra. Asumimos que la conversación era privada y se realizaba según el
relato en una casa de la calle Belén.
En esa conversación que se realizó días antes de partir y librar el combate
de Angamos, Paz Soldán al despedirlo en la puerta, le dijo “Va Ud. A cosechar muchos lauros,
Contralmirante. Tout est perdu, contestó Grau. Me voy para no volver. Esta
mañana he comulgado en los Descalzos y estoy preparado para entregar mi alma a
Dios. Explicó luego que el Monitor estaba en malas condiciones y con el casco
sucio, lo que le quitaba las ventajas de su velocidad; pero que se tenía
noticia de la próxima salida de un gran convoy chileno con fuerzas para invadir
al sur del Perú, y no había más que hacer que lanzarse al sacrificio”.
“Hildebrandt en sus trece” 11/12/2015
En 1885 Manuel González Prada escribe una semblanza de nuestro héroe,
“Estaba condenado a morir”, en ella elogia a Miguel Grau elevándolo al sitial
de los patricios que han marcado un derrotero a nuestro país y a la humanidad
en diferentes latitudes del orbe: “Épocas hay en que todo un pueblo se
personifica en un solo individuo, Grecia en Alejandro, Roma en César, España en
Carlos V, Inglaterra en Cromwell, Francia en Napoleón, América en Bolívar. El
Perú en 1879 no era Prado, La Puerta, ni Piérola, era Grau”.
El 8 de octubre de 1879 Miguel Grau se enfrentaba a su destino, se batía
como un león en el océano frente a Punta Angamos, combatiendo con su
tripulación contra toda la flota chilena que lo había cercado y cuyas naves
eran muy superiores al “Huáscar”. Estaban
el Blanco Encalada, la Covadonga el transporte Matías Cousiño, el Cochrane, O’Higgins y Loa.
El marino estadounidense Theodorus Bailey Myers, observador imparcial
del conflicto, relata en su obra ‘Guerra en el Pacífico Sur’, el combate de
Angamos con gran detalle, y realismo, reconociendo la valentía, heroísmo y
espíritu de lucha de Miguel Grau y su tripulación durante el combate frente a la
flota chilena.
Del relato de Theodorus Bailey podemos establecer algunos alcances:
Las
dos divisiones en que se había organizado la escuadra chilena se abastecieron
de carbón la noche del 7 de octubre en Mejillones. La primera división
conformada por los buques más lentos: Blanco,
Covadonga y Matías Cousiño, al mando del capitán de navío Galvarino
Riveros. La segunda división conformada por el Cochrane, O’Higgins y Loa, al mando de La Torre Benavente.
La primera división salió a las 10.00 de la noche del 7, la segunda
división salió a la 1 de la madrugada del 8. A las 03:30 el Blanco Encalada avista dos humos al sur
acercándose a Punta Tetas, distante seis millas. Al amanecer reconocen al
Huáscar, este navegaba en dirección suroeste, manteniendo una velocidad de 10 ¾
nudos y 60 revoluciones y una presión de 2,5 libras de vapor. El Blanco y la Covadonga lo siguieron a 7 ½ nudos.
A las 05:40 de la madrugada, viendo Grau que se distanciaba rápidamente
de sus enemigos, cambió de rumbo, redujo la velocidad de la maquina bajando las
revoluciones a 55. Como había estado en cubierta toda la noche, descansó. A las
07:15 se vieron nuevamente humos en el horizonte hacia el noroeste y a las
07:30, después de virar al oeste, reconocieron al Cochrane y sus acompañantes. El Huáscar
fue avistado por los vigías de la nave enemiga. Enviaron al Loa en reconocimiento.
Miguel Grau enfiló su nave hacia el Loa; pero, observando que el Cochrane navegaba mucho más rápido, de
lo que suponía Grau por sus informaciones, cambió de rumbo al este. La Unión
que iba a la aleta de babor del Huáscar,
cambió de rumbo y velocidad a las 07:45, colocándose al estribor del Monitor.
La Unión siguiendo ordenes de Grau
continuó hasta Arica, perseguido de cerca por el O´Higgins y el Loa hasta el anochecer, sin lograr alcanzarlo.
A las 09:10 el Cochrane se
había aproximado a menos de 4 mil yardas con intenciones de cortarle la proa,
Grau ordenó zafarrancho y se dirigió a la torrecilla. A las 09:25 el Cochrane
se había acercado a 3 mil yardas (1.481 millas marinas, unos 2743.2 metros). El
monitor abrió fuego con los cañones de la torre, su segundo disparo rebotó en
el Cochrane, ingresó por la proa,
atravesó la cocina, causó averías menores. A esa misma hora el Blanco estaba a
6 millas y dirigiéndose al combate.
El Cochrane no respondió al
fuego, más bien se acercó manteniendo su rumbo hasta situarse a 2 mil yardas.
Uno de sus tiros penetró el blindaje a babor, explotó y causó incendio en la
torre, saldo 12 heridos. Un disparo del Huáscar
con una granada Palliser disparada a 600 yardas, dio en el costado del Cochrane, causando una hendidura de 3
pulgadas en el blindado que quedó abollado.
Alas 09:40 el Huáscar vira a
babor para espolonear al Cochrane,
este cambia de rumbo para eludir el ataque, siguiendo rumbo paralelo al Huáscar. A las 09:45 en la torrecilla
donde se encontraba Miguel Grau cae una granada volando en pedazos al gran
Almirante. El mismo tiro dio muerte al teniente Diego Ferré, ayudante de Grau y
que estaba en el timón de combate.
Este tiro fatídico, cortó el timón de combate y el Huáscar escoró a estribor, navegó lentamente hacia el este, luego
de algunas reparaciones cambió de rumbo al norte, pero otro tiro atravesó la
faja de blindaje de la torre que apuntaba a babor, en la parte mas protegida a
la izquierda del cañón derecho, hiriendo y matando a la mayoría de los
artilleros, entre ellos al capitán Melitón Carbajal, el cañón derecho quedó
fuera de servicio.
El Cochrane trató de espolonear
al Huáscar en ángulo recto disparando
su cañón delantero a estribor a 200 yardas. Otros tiros de los cañones de babor
atravesaron el blindaje del Huáscar, destrozando el brazo de acero del timón. El
Huáscar escoró a babor. Otra granada
traspasó el blindaje en la parte delantera de las máquinas, matando a varios
marineros, hiriendo al cirujano Távara.
A las 10:10 de la mañana el Blanco
llegaba a la escena del combate, con intención de espolonear al Huáscar, este
al ver la intención de la nave enemiga viró en su dirección para espolonearlo.
El Blanco se inclinó a estribor,
pasando a 25 yardas de distancia del Huáscar, aprovechó esta posición para
ametrallar la popa del Huáscar,
hiriendo y matando a los hombres del timón y a los heridos que estaban en el
alcázar.
Mientras los buques chilenos disparaban a su libre albedrío. A las 10:25
cayó abatida la bandera del Huáscar y
por algunos instantes parecía rendido, desalentado, cesó el fuego enemigo, uno
de los cargadores se dirigió a popa para izar otra bandera en el tope. La
sucesión de oficiales en el mando prosiguió, en la nave había incendios por
momentos parecía ingobernado.
La Covadonga llegó al combate
tarde, quiso hacerse presente aprovechando que el Huáscar aún cercado, respondía al fuego enemigo. El teniente Pedro Gárezon al apreciar la
situación gravísima del monitor y para evitar que caiga en manos enemigas, indicó
al teniente Ricardo Herrera, que le ordene al jefe de ingenieros hunda la nave.
El ingeniero Mac Mahon y su ayudante de inmediato abrieron la válvula
circular de los condensadores, fue necesario parar la máquina, cuando
trabajaban en el mecanismo de la válvula principal de inyección, intervino el
teniente Simpson del “Cochrane” quien,
amenazado a la tripulación con pistola en mano, evitó que la nave se hunda.
Una vez que el “Cochrane” tomó
por la aleta al “Huáscar” lo
inmovilizó y este se convirtió en blanco fácil para los chilenos, quedando a
merced de sus enemigos, que odiaban tanto la figura de ese pequeño buque que se
había convertido en su más grande pesadilla, y a su fiero comandante que
encontró la muerte en la lucha. La clase política y los directores de la guerra
chilenos pudieron tranquilizar su temor.
“El espectáculo en el Huáscar en el momento de ser abordado era
terrible. No había una sola yarda en su obra muerta que no mostrara marcas de
haber sido alcanzado por las balas. La chimenea y la torrecilla estaban casi
destruidas, los botes habían desaparecido y los pescantes habían caído al agua
o se retorcían en formas irreconocibles. El mástil estaba acribillado a balazos
y los cadenetes a babor habían caído al mar, pero por extraño que parezca, los
nervios y estayes estaban intactos”.
Dice Manuel González Prada, “En el combate homérico de uno contra
siete, pudo Grau rendirse al enemigo, pero comprendió que por voluntad nacional
estaba condenado a morir, que sus compatriotas no le habrían perdonado el
mendigar la vida en la escala de los buques vencedores”.
Prosigue González Prada, “Sin Grau en Punta Angamos, sin Bolognesi
en el Morro de Arica, ¿Tendríamos derecho de llamarnos nación? (…) Sin embargo,
en el grotesco sombrío drama de la derrota, surgieron de cuando en cuando
figuras luminosas, simpáticas. La guerra con todos sus males nos hizo el bien
de probar que todavía sabemos engendrar hombres de temple viril”.
El Cochrane disparó cuarenta y seis granadas y el Blanco treinta y uno,
solo un tercio dio en el blanco que era el Monitor del total de setenta y siete
tiros de naves chilenas. Las naves enemigas utilizaron bombas Palliser. El
Huáscar disparó casi cuarenta tiros, que no hicieron mucho efecto en los
acorazados chilenos. Por la noche los buques chilenos con su presa fondearon en
Mejillones.
En 1889, diez años después del sacrificio de nuestro Almirante Miguel
Grau y su tripulación en Punta Angamos, dejando lecciones de patriotismo y amor
a nuestra patria, una cañonera argentina visita el puerto de Valparaíso, como
es usual en este tipo de eventos, el cónsul argentino prepara un ágape para la
tripulación, invita a ofíciales chilenos y solo asiste el Comandante General de
la marina chilena.
El diario El Independiente de
Santiago relata un hecho inusual hasta entonces desconocido y que pudo causar
graves problemas en las relaciones argentino-chilenas. Estaban reunidos en el
Club Valparaíso los oficiales de la cañonera argentina. Un parroquiano
emocionado por la presencia de los marinos argentinos propuso un brindis por el
general San Martín, porque simbolizaba la fraternidad de Chile y Argentina.
Brindaron en nombre del santo de la espada.
Se levantó un marino argentino para responder el brindis, pidió una copa
para brindar por otra figura inmortal de la historia americana, “por
un héroe legendario, cuya gloria bastaba por sí sola para dar honor a un
continente, un guerrero sublime, Por un héroe eminentemente americano…, por
el inmortal marino a quien todos los que seguimos la carrera del mar debemos
tomar como ejemplo y como modelo, señores por Miguel Grau”.
Las copas levantadas de los asistentes y marinos chilenos regresaron
llenas hacia la mesa, se elevaron voces en protesta por tamaña afrenta en el local,
en su patria y en su puerto, mientras una mueca de desazón y desagrado pintaba
sus rostros hoscos y una mirada escrutadora se dirigía a la delegación
argentina, porque ellos habrían querido escuchar el nombre de Arturo Prat.
Aunque el comandante de la nave argentina intentó explicar que su
subordinado se había equivocado, que seguro se refería al heroico almirante
Arturo Prat, fue corregido por el oficial que hizo el brindis, quien afirmó su
elogio a Miguel Grau nuestro epónimo héroe de Angamos, con lo que la reunión
terminó con caras largas y amargadas de chilenos y la tripulación argentina se
retiró a su nave a descansar. Un brindis que pudo desatar una guerra. “Hildebrandt
en sus trece”. 7/8/2015.
Por su parte nuestro historiador Jorge Basadre hace una brillante panegírico
de Miguel Grau que permite mantener viva la inspiración moral que requiere
nuestra nación, aun en momentos álgidos y de peligro, “Al estudiar lo que hizo, preciso
es recordar con qué elementos trabajó y cabe preguntarse qué hubiera sido del
Perú con Grau en un barco como el “Cochrane” o el ‘Blanco Encalada’”.
El historiador y propagandista chileno Benjamín Vicuña Mackenna dice al
respecto, “Insondable fue el desaliento que causó en todas las clases del Perú la
pérdida del Huáscar. El barco había pasado a la categoría de mito, y su adalid
a la de un verdadero semidios. Llevado su nombre en alas de la fama
especialmente a las regiones americanas en que Chile no era amado, el
contralmirante Miguel Grau había sido ascendido a la condición de los
inmortales antes de sucumbir, y cuando un trozo de fierro disipó su vida como
un átomo de humo, se consagraron votos públicos en las catedrales de casi toda
la América que fue antes española”.
El 12 de octubre mediante telegrama llegó la noticia a Arequipa en él se
daba cuenta sobre sobre la muerte de Grau y captura de su nave legendaria el
Huáscar en manos chilenas. En el telegrama enviado por el coronel Aquiles
Méndez indicó que el Huáscar había caído después de siete horas de lucha,
agregando lo siguiente:
“¡Honor al bravo Huáscar en la mansión de los héroes, donde sus
valientes tripulantes habrán recibido de Dios el premio de sus virtudes
militares! Gloria al honor de la patria enaltecido por un puñado de valientes
que serán imperecederos con la gratitud nacional”.
Después de casi 6 meses de recorrer victorioso nuestro vasto océano,
inmovilizando a la flota chilena en sus puertos, amedrentando y desesperando a
las autoridades chilenas debido a las hazañas del marino peruano, finalmente
Miguel Grau y su Monitor entraron en la historia, legándonos un ejemplo de
honor, patriotismo, humanidad y heroísmo. Con justicia es nombrado el peruano
del milenio.
¡Gloria a Miguel Grau!
Foto: Busto del Almirante Miguel Grau. Plaza Iberoamericana. Sydney-Australia
Colección Arturo Castro
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