Australian War Memorial

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EXTERIOR DE MEMORIA DE LA GUERRA-AUSTRALIA

viernes, 24 de septiembre de 2021

La preparación de Lima para la defensa antes de las batallas de San Juan y Miraflores, a la luz del Arte de la Guerra.

 

Foto: Batalla de Chorrillos. Wikipedia

Por: Arturo CASTRO

Preparación de Lima para la defensa.

La Alianza con Bolivia quedó rota después de la batalla de Tacna (Alto de la Alianza). Una vez destruidos los ejércitos aliados, que defendían las provincias costeras del país, el enemigo aleve, observó que las fuerzas patriotas fueron prácticamente devastadas y del ejército profesional del Perú no quedaba casi nada, vieron que podían continuar operaciones hasta tomar el centro del poder del país. Decidieron ¡A Lima!

“el gobierno de Chile se propuso encaminar sus victoriosas huestes hacia el punto objetivo de toda campaña ofensiva, que es la capital de la nación enemiga”.   [1]

Andrés A. Cáceres después de la derrota de la batalla de Tacna, propuso desplazar fuerzas en apoyo del Crl Francisco Bolognesi jefe de la plaza de San Marcos de Arica. No fue escuchado, no se tomó en cuentas sus recomendaciones.

Cáceres, durante su desplazamiento hacia Lima vía Puno y Cuzco, conoció que ya había ocurrido la batalla de Arica y la consiguiente derrota del último baluarte de la campaña terrestre en el que se inmolaron los defensores del Morro de Arica que entregaron su vida por la dignidad y honor de la nación.

Posterior a esta acción bélica se dio la intervención de EE. UU a iniciativa del representante de EE. UU el Sr. Osborn. En las denominadas “Conferencias de Arica”, estuvieron además de las dos partes interesadas los plenipotenciarios de EE. UU en el Perú, Bolivia y Chile, estas conversaciones se llevaron a cabo a borde del navío USA “Lackawanna”.

Fueron tres sesiones maratónicas, los días 22, 25 y 27 de octubre de 1880. En la primera sesión, la Delegación chilena, presentó siete condiciones esenciales para la paz:

1º La cesión a Chile de los territorios de Antofagasta y Tarapacá.

2º Pago a Chile de una indemnización de veinte millones de pesos oro, de los cuales cuatro serían en efectivo.

3º Devolución de todas las propiedades chilenas confiscadas en el Perú y Bolivia.

4º Devolución del transporte Rímac.

5º Derogación del Tratado Secreto de Alianza entre Perú y Bolivia.

6º Retención por parte de Chile de los territorios de Moquegua, Tacna y Arica hasta haberse cumplido las condiciones anteriores.

7º Obligación por parte del Perú de no artillar el Puerto de Arica una vez que este le sea devuelto y comprometerse a que sea utilizado únicamente como puerto comercial.

La sola lectura de las condiciones nos indica que las mismas eran inaceptables para Perú y Bolivia. Chile demostró un inusitado y excesivo interés por los territorios tomados violentamente, lo que al final impidió se continúen las negociaciones.

Las condiciones fueron rechazadas por los delegados peruanos y bolivianos por ser desproporcionados, lo que puso fin a lo que pudo ser una salida negociada y pacífica para el conflicto. Es como si Chile a priori hubiera planeado exprofesamente estas condiciones para no ser aceptadas.

El bloqueo al Callao se inició en abril 1880, los buques chilenos permanecían fuera del alcance de los cañones patriotas, por seguridad cambiaban de posición todas las noches y así evitaban ataques o sabotajes de las fuerzas patriotas.

“Los busque de guerra extranjeros, neutrales, anclaban a tres millas al Norte de la bahía. Había dos ingleses, el Thepis y el Pingouin; una italiana la fragata Garibaldi y un francés el Descres”.  [2]

El 3 de julio fue destruido el Loa, a 7 millas al norte del Callao por efecto de un torpedo. Pocos días después la Covadonga, que bloqueaba Chancay también fue enviada a pique por efecto de otro torpedo.

La venganza chilena no se hizo esperar, la escuadra enemiga amenazó con bombardear Chorrillos y Ancón sino se les recompensaba con los buques la Unión y el Rímac, como los patriotas se negaron, el 22 de julio el Cochrane bombardeó Chorrillos, ante respuesta efectiva de artillería peruana tuvo que retirarse.

El 23 de julio realizaba igual bombardeo el Blanco Encalada sobre Ancón, destruyendo e incendiando las casas, mientras que la Pilcomayo bombardeaba Chancay, sembrando destrucción, desolación y muerte en los tres lugares mencionados.

Los preparativos para la defensa de Lima ya se habían iniciado y estaban bajo la dirección del dictador Nicolás de Piérola quien fungía de ser una gran estratega. Cuando el entonces Crl. Andrés A. Cáceres llegó a Lima procedente de Tacna, el jefe supremo lo mandó llamar a su despacho y le informó que lo había nombrado jefe de la división ubicada en Huaral, que debía organizarse e impedir el desembarco enemigo en Ancón.

Piérola, estaba convencido y muy seguro que el desembarco de las fuerzas enemigas se realizaría por Ancón, está aseveración, “no estaba en armonía con el que yo me había formado de la situación militar general”. [3] El Crl. Cáceres se vio obligado a expresar lo que pensaba sobre la situación, dado que, según su análisis era imposible que el ataque se realizara por Ancón.

Según Cáceres, había demasiadas limitaciones en el caso que los chilenos decidieran atacar por Ancón, entre ellas: el terreno desértico con muchos obstáculos naturales como el río Chillón, la distancia a Lima y el aislamiento respecto de su escuadra para apoyo mutuo, razones suficientes para inferir que el ataque no sería por el norte; sin embargo, Piérola, le aseguró a Cáceres que él tenía datos precisos y seguros sobre el plan enemigo de atacar Lima por Ancón, como hemos visto una dirección de aproximación con muchos obstáculos, y se alargaba su línea de abastecimientos  y comunicación. Cáceres, siempre estuvo seguro de que el ataque provendría del sur, como efectivamente fue.

Cáceres tenía claro que se debía contener el avance enemigo en el sur, quizá desplazando unidades para realizar resistencias sucesivas para desgastar al enemigo, no dejarlo descansar, claro para ello hubiera requerido disponer de tropas instruidas y entrenadas, hasta que el grueso patriota pudiera enfrentarse en mejor situación al enemigo. Cáceres insistió solicitándole el mando de una división; pero, el dictador ya había decidido nombrar al coronel Sevilla, para vigilar la zona sur, un gran error como se pudo ver después de los resultados

A todo esto ¿cuál era el estado de la defensa de Lima?

Del ejército del sur quedaban algunos batallones cuyo traslado de Tacna a Lima se hizo muy difícil en las condiciones de control marítimo por parte de Chile. El ejército nacional, profesional, prácticamente había desaparecido. Las fuerzas que se organizaron para la defensa de Lima estaban conformadas por voluntarios sin ninguna experiencia de combate y, es más, requerían de un entrenamiento e instrucción militar urgente.

Para la defensa de Lima el dictador logró reunir aproximadamente 20,000 hombres de las tres Armas. Es necesario enfatizar y precisar que la mitad del ejército que se preparaba para defender al capital estaba compuesta por “indígenas sin ninguna instrucción militar y la otra mitad de voluntarios”.[4] 

Los primeros llegaron de todo el país por una disposición emitida por Nicolás de Piérola, lo que constituía una gran limitación y debilidad en la estructura del ejército organizado para la defensa. Las tropas fueron distribuidas en tres cuerpos de ejército ubicados en Norte, Centro y Sur. Cáceres fue designado a la 5ta división acantonada en Huaral al mando del general Vargas Machuca.

Después de transcurrido tres meses de realizada las conferencias de Arica, que fracasaron por intransigencia de los representantes chilenos. Durante ese periodo el ejército chileno se dedicó a incrementar sus efectivos para iniciar operaciones para tomar Lima y negociar una paz ventajosa. Preparó sus buques y transportes para trasladar sus tropas y el respectivo apoyo logístico.

El ejército chileno inicio operaciones en noviembre 1880, la expedición chilena estaba comandada por el general Manuel Baquedano, contaba con tres divisiones con dos brigadas cada una. La primera comandada por el general José Antonio Villagrán, con (8,910 hombres). La segunda división comandada por el general Emilio Sotomayor con (7, 788 hombres). La tercera al mando del coronel Pedro Lagos con (8, 388 hombres), lo que daba un total de 22, 350 hombres de infantería, 1, 301 hombres de Caballería. La artillería estaba conformada por 1, 379 hombres, 1, 200 caballos, 67 cañones Krupp y 77 cañones en total, 10 ametralladoras Gatling. (datos aceptados por el marino francés Eugene de León incorporado al ejército chileno)

La reserva estaba conformada por 3, 110 hombres.

El total de efectivos según acepta el marino francés Mason fueron de 25, 505 hombres. Contaban además con un excelente servicio de mulas para trasladar sus municiones.

La primera división comandada por el general José A. Villagrán desembarco entre el 8 de noviembre y el 1º de diciembre.

 “Por divergencias entre Baquedano y Villagrán este fue separado del comando y lo reemplazó Lynch que avanzó con una brigada por tierra de Pisco a Lurín”.  [5]

 El grueso del enemigo se encontraba listo en Arica para embarcarse, eran en total 26, 000 hombres. El 22 de diciembre de 1880 desembarcaban en Curayacu. Ninguna fuerza patriota, salvo dos escuadrones de Caballería que hostigaban a las fuerzas de Lynch en su desplazamiento de aproximación a Curayacu, no hubo, pues, fuerzas que impidieran el desembarco, los chilenos desembarcaron sus tropa, cañones, municiones y vituallas sin ninguna molestia.

 Mientras el coronel Cáceres se encontraba en Huaral comandando su 5ta división, recibió la orden de aplazarse solo, a Lima, dónde tomó conocimiento sobre la organización de la defensa de Lima.

 El desembarco del grueso del ejercito enemigo, obligó a Piérola a un cambio de frente en la defensa, con la consiguiente demora y organización de la fuerza para la defensa de la capital, causando desconcierto en el alto mando cuya apreciación de situación inicial tuvo que ser modificada ante la nueva información sobre el enemigo.

 Para la defensa de la capital se dispuso la organización de 4 cuerpos de ejército.

“Los chilenos preparaban el ataque desde el sur y habían marchado tranquilamente desde Pisco y desembarcado a las puertas de la capital, sin impedimento alguno”. [6]

 Los preparativos en Lima para su defensa, pese a no disponer suficientes soldados en los cuarteles, con deficiencia de armamento y en crisis económica,

“Lima se convirtió en efecto, en un inmenso campamento, no menos que un vastísimo arsenal. Cruzábanse por sus calles, en todas direcciones, innumerables carretas cargadas de elementos bélicos(…)”. [7]  

 Durante la preparación antes de las batallas, se observó que cuarentaiocho batallones de infantería equipados y dos regimientos de artillería eran sometidos a un entrenamiento y se ejercitaban diariamente en las grandes avenidas de la capital en lecciones de orden cerrado ante la presencia del, pueblo que observaba asombrado.

 “¡Tanto deslumbra aún a los hombres ilustrados el halagüeño resplandor que rodea a las espesas columnas de amigas bayonetas, vistas con el prisma del patriótico entusiasmo!” [8]

 La instrucción y entrenamiento de la Reserva debió estar orientada más que a movimientos de orden cerrado y desplazamientos y evoluciones sobre la marcha, que eran impracticables en esos años por la estrechez del tiempo cuando el soldado debió instruirse y entrenarse, para ubicar las cubiertas y abrigos utilizando el terreno al máximo:

 “ante todo, cubrirse aún con los más leves accidentes del terreno, en el orden abierto, que es hoy el de combate, sin que ello sea parte a disminuir el ímpetu y simultaneidad en el ataque, o la tenaz resistencia en la defensa, ni menos le impida hacer el uso debido de los rifles de retrocarga, tan poderos en manos de un tirador bien ejercitado en su manejo”. [9] 

 Sin embargo, lo que más preocupaba era la falta de integración en la conformación de las tropas patriotas, como se sabe no solo estaba conformada por indígenas en una gran porcentaje, sino también por afroperuanos, y criollos españoles y de otras razas organizados para defender Lima, cuya interrelación era de alguna manera disfuncional, como el hecho de compartir la instrucción y sus alimentos juntos, es más esta singularidad permite establecer que al interior de las unidades organizadas existía antagonismo y la comunicación era difícil

 “(...) que el haber de hombrearse como soldado con el indio a quien poco antes había vapuleado en su hacienda a manteniente, o con el hijo de una esclava de sus padres que hasta le precede en la fila en razón de su mayor estatura”. [10]

 La división asignada al coronel Andrés A. Cáceres tenía sus unidades dispersas en lugares distantes: Surco, Chorrillos y Pacaya; una de las limitaciones que existía era que no conocía a los oficiales y tampoco a las tropas puesto que no las había entrenado.

 A Cáceres le ordenaron ocupar las alturas de San Juan, lo que hizo de inmediato, reuniendo sus tropas dando las directivas a sus oficiales y ordenando el desplazamiento a su punto de caída, llegado a su punto de aplicación; Cáceres los días posteriores se dedicó a organizar su sector defensivo, a realizar reconocimientos desde estas alturas y preparar a sus tropas para defender el sector asignado por su superioridad.

 CONFORMACIÓN DE LA LÍNEA DEFENSIVA

 El sector defensivo asignado al cuerpo de ejército que comandó el coronel Andrés Cáceres fueron las alturas de San Juan,

 Entre Santa Teresa por la derecha y las de San Juan por la izquierda; a la derecha de Cáceres se ubicaba el cuerpo de ejército que comandaba el coronel Miguel Iglesias ministro de guerra, y a la izquierda de su dispositivo se ubicaban las fuerzas comandadas por el coronel Justo Pastor Dávila. El coronel Suárez estaba al mando de la reserva.

El sector defensivo tenía como frente una delgada línea de defensa casi de 14 kms, muy sobrentendido y con sectores muy separados que no permitían la distancia de apoyo y dada la existencia de esas brechas, el enemigo podía tranquilamente infiltrase por esos sectores.

Como resultado de un reconocimiento del dictador Piérola y su secretario García y García y el coronel Cáceres, este preguntó a Piérola si esa línea defensiva era la definitiva, Piérola le aseguró que no, sino que era provisional y estaba sujeta a modificación, se entendía que sería de acuerdo con las circunstancias y serviría para estrechar los intervalos que eran muy amplios.

 Esta conversación con el dictador al parecer dio resultados porque se modificó la línea defensiva quedando establecida de la siguiente manera:

 1er Cuerpo de ejército al mando del Crl Miguel Iglesias, ministro de guerra, formaba la derecha y ocupaba las alturas que existen desde el Morro Solar inclusive hasta Santa Teresa, contaba con 5,200 hombres de las mejores tropas, las que fueron entrenadas en Huaral por Cáceres. En el centro de la línea defensiva desde Santa Teresa, ocupando las líneas de cerros San Juan, Pamplona y Colorado, era defendido por Cáceres y las tres divisiones estaban comandadas por los coroneles Ayarza, Pereira y Lorenzo Iglesias.

La Artillería la ubicó en el centro del sector defensivo. La izquierda de la línea defensiva estaba comandada por el coronel Justo Pastor Dávila, ocupando los morros y alturas que se extendían desde el cerro Colorado hasta Monterrico Chico, con 4,500 hombres. La Reserva con 3,500 hombres al mando del coronel Suarez.

Nuestro historiador Jorge Basadre sostiene por su parte que, después de los cambios dispuesto por la superioridad, la ubicación de las tropas en la noche del 12 de diciembre quedó definido: el coronel Miguel Iglesias en el ala derecha, extendiéndose por el Este hasta Chorrillos, Villa y Santa Teresa. El cuarto cuerpo del ejército desde Santa Teresa hasta San Juan inclusive, al mando del coronel Andrés A. Cáceres. El tercero al mando del coronel Justo Dávila desde San Juan hasta Pamplona. La Reserva al mando del coronel Suárez a retaguardia de San Juan.

 Esta defensa establecida por el mando supremos Nicolás de Piérola fue criticada por Vicuña Mackenna escritor chileno, la que llamó “organización mucho más fantástica que efectiva”.

 Otras críticas vinieron por el hecho de que Nicolás de Piérola como dictador se creyó un iluminado y que conocía sobre operaciones militares, lo que no era cierto, es más, a Piérola se le criticó muchísimo su falta de preparación y experiencia en temas de la milicia, especialmente por la asignación de los amigos como comandantes de las tropas.

 Se le atacó porque había colocado en el mando del ejército a sus propios partidarios, fueran o no militares. Como, por ejemplo, se le entregó el mando en la Reserva a Juan Martín Echenique quien era conocido más por sus aficiones ludópatas, que por ser un conductor de hombres:

 “como intermediario, semidiplomático y comisionado de negocios del presidente Balta, enriquecido y derrochador de grandes sumas en Paris, jamás al servicio del ejército; sin embargo, este hombre resultó con el grado de coronel (...)”. [11]  

 A Piérola también lo criticaban por ser muy exhibicionista en desfiles y actividades públicas a las que acudía premunido de traje militar de fantasía.

 “altas y brillantes botas de charol, pantalones blancos y un relampagueante casco de plata en cuya punta un águila de oro extendía sus alas”. [12]

 El dispositivo, composición y fuerza adoptado por Piérola en la defensa de Lima, en una línea de casi 14 kms, mostraba que estaba muy sobre extendida, las unidades no podían cubrirla porque las tropas eran insuficientes y la situación del armamento no era de las mejores

 Las unidades de infantería no podían cubrir un frente tan extenso y en el caso de la artillería la cantidad de piezas de artillería y cuyo alcance no permitía un eficiente apoyo de fuegos durante el combate.

 La fortificación de las defensas de Lima estuvo a cargo del ingeniero austriaco Máximo Gorbitz, que decía haber construido las defensas de Plevna, que en 1877 y 1878 contuvieron al ejército ruso; y al ingeniero peruano Felipe Arancivia educado en Bélgica y que había sido un artífice en la defensa del Callao en 1866.



[1] Salazar, Francisco. “Las batallas de Chorrillos y Miraflores y el Arte de la Guerra”. Pág. 5. IMPRENTA DEL UNIVERSO, DE CARLOS PRINCE. Calle de la Veracruz Nº 71. Edición 1882.

 [2] Cáceres, Andrés. La guerra entre el Perú y Chile 1879-1883. Extracto de las memorias de mi vida militar. Editora Internacional. Madrid- Berlín- Buenos Aires. Junio 1901. Pág. 82.

[3] Ibid. Cáceres, Andrés. Pág. 84

 [4] Ibid. Cáceres, Andrés. Pág.

 [5] Basadre, Jorge. LA GUERRA CON CHILE 1879-1883. Editorial Universitaria. Pág. 221. 1983.

[6] Ibid. Cáceres, Andrés.

[7] Salazar, Francisco. Las batallas de Chorrillos y Miraflores y el Arte de la Guerra. Imprenta del Universo de Carlos Prince. Pág. 6. 1882.

[8] Ibid. Salazar, Francisco. Las batallas de Chorrillos y Miraflores y el Arte de la Guerra.

[9] Ibid. Salazar, Francisco. Las batallas de Chorrillos y Miraflores y el Arte de la Guerra.

[10] Ibid. Salazar, Francisco. Las batallas de Chorrillos y Miraflores y el Arte de la Guerra.

[11] Basadre, Jorge. La guerra con Chile 1879-1883. Editorial Universitaria. Pág. 224. Edición 1983.

[12] Ibid. Basadre, Jorge. La guerra con Chile 1879-1883.

 


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