REFLEXIONES
POR: ARTURO
CASTRO
Han transcurrido 200
años de la llegada del general Dn. José de San Martín a las costas peruanas, fue
un 08 de setiembre de 1820, como comandante de la expedición libertadora del Perú,
desembarcó en Paracas, cerca al puerto de Pisco. Al año siguiente el 28 de
julio de 1821, proclamó la Independencia de nuestra patria, primero lo hizo en
la plaza Mayor de Lima, después en la plazuela de la Merced, luego, en la plaza
Santa Ana, frente al convento de los descalzos y finalmente en la plaza de la Inquisición
(hoy plaza Bolívar).
Aún resuenan los ecos
de su voz al pronunciar su sentencia: “desde
este momento el Perú es libre e independiente por la voluntad general de los
pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende.
¡VIVA LA PATRIA!
¡VIVA LA
LIBERTAD!
¡VIVA LA
INDEPENDENCIA!”.
A 200 años de esa
proclamación nuestra amada patria vive momentos de zozobra y grave peligro, de la que
depende su supervivencia como Estado-nación.
Como bien conocen, en
lo político una grave crisis provocada por la irresponsabilidad de las
autoridades electorales (JNE, ONPE Y RENIEC) que han permitido graves
irregularidades en las elecciones segunda vuelta y el inminente peligro que el
candidato de Perú libre sea proclamado ganador de las elecciones, con lo que
nuestro país sería integrado al foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, como
parte del socialismo del S- XXI perdiendo su libertad. En lo social los efectos
de la pandemia que han dejado más de 200,000 fallecidos por irresponsabilidad
de las autoridades para enfrentar este flagelo y en lo económico la pérdida de
empleo de miles de emprendedores peruanos, la fuga de capitales y la
devaluación de la moneda, que ha provocado la subida de precios de los
combustibles y alimentos de primera necesidad.
Sin embargo, la
llegada del Bicentenario de nuestra república es también la oportunidad para
reflexionar sobre el devenir histórico de nuestra patria, de los hombres que
tuvieron la responsabilidad de conducir sus destinos hasta hoy, las acciones de
los pueblos de nuestra nación, de los miles de obstáculos que tuvieron que
vencer para legarnos esta patria incomprendida, con una nación disímil,
pujante, fulgurante, arrogante por momentos, humilde en otros, pero
emprendedora y luchadora como pocas.
Después de
doscientos años de vida republicana arribamos al siglo XXI y aún tenemos mucho
que superar, nuestros demonios, nuestros propios odios, superar nuestros miedos
y fantasmas, hay muchísimo por hacer, metas que lograr, sueños que cumplir y en
ese derrotero, todos los peruanos debemos poner el hombro, si realmente
queremos una patria inclusiva, una patria digna, una madre patria para todos
sus hijos, sin distinción.
Sin
embargo, se puede afirmar sin lugar a equivocarse, que nuestra historia está
plagada de hechos que lindan con el sentimiento más innoble que puede
desarrollar y cultivar la persona al interior de su ser, o grupo de personas de
una sociedad como la nuestra y que a la larga ha traído consecuencias nefastas
para el país, la envidia y esta envidia ha dado lugar al odio inveterado, me
refiero a ese odio antiguo y arraigado que subsiste hasta la actualidad.
Bien
sabemos que, la corrupción es una epidemia endémica, arraigada en toda la
sociedad, principalmente en quienes tiene el deber de controlar e impartir
justicia. Esta epidemia ha trastocado la vida de nuestra sociedad, influenciado
por la presión desmesurada de los corruptos organizados y su incidencia funesta
en la estructura del estado nacional difícil de combatir, sin la voluntad de
los tres poderes del estado no es posible lograr nada.
En este largo camino
hubo etapas sobresalientes en la vida nacional, muy buenas donde afloró la
unidad nacional, pero también vivimos la etapa más negra de nuestra historia, la
guerra con chile, muy dolorosa y cuyos efectos, aunque tratemos de negarlo, se
sienten en el presente y son un lastre para nuestra integración como país. La
etapa dolorosa de la guerra interna contra las organizaciones subversivas SL Y
MRTA.
En estos 200 años de
vida republicana, nuestra nación sigue luchando contra las fuerzas del destino
y las decisiones de los hombres, algunas equivocadas por conveniencia, así,
pocas o nulas, han sido las acciones orientadas a desarrollar e incrementar en
la población un sentimiento de orgullo nacional, de pertenencia y autoestima
como integrantes de ésta gran nación. Es como si el odio se hubiera instalado
en la dermis de nuestra nación, causando estragos en la unidad nacional.
Es importante que
encontremos en nuestros valores centrales la razón y la fuerza que impulse a
actuar a los gobernantes, dirigentes, empresarios, industriales, profesionales,
maestros, obreros, enfermeras, médicos, militares y policías, de manera
conjunta en provecho de la ciudadanía para ayudar a solidificar real y
objetivamente nuestra identidad como nación.
Todo lo anterior no
basta, caerá en saco vació, si no estamos imbuidos del deseo, el anhelo de
integrarnos, de aceptarnos y aceptar a los demás como son, ciudadanos con
virtudes y defectos, con características étnicas únicas y particulares, pero
deseosos de incrementar la autoestima nacional, porque nos fortalecerá como Nación.
Finalmente, en este Bicentenario pidamos al divino hacedor, ilumine la mente de los líderes del país en los diferentes campos, especialmente en el político, y enmienden el rumbo de nuestra nación hacia la consecución del bien común, y así los 33 millones de peruanos de los que nosotros formamos parte importante, llegaremos a disfrutar una mejor calidad de vida, una mejor educación para las futuras generaciones, en un ambiente de seguridad y tranquilidad, para el bienestar de nuestra gran nación.
Que la celebración del Bicentenario
nacional sea la gran oportunidad para nuestra patria.
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