“El gobierno legítimo, el
buen gobierno, es aquel que hace lo que debe hacer y lo hace bien. Aquel que
sabe satisfacer el interés público”
Guglielmo Ferrero (Los genios invisibles
de la ciudad)
Estimados connacionales, estamos exactamente a una semana de las elecciones en las que se definirá el destino de nuestra patria. Nunca estuvimos en una situación tan grave como la de hoy. Decidiremos, entre ser un país de la órbita del Foro de Sao Paulo, chavista y corrupto como hasta ahora es, o de mirar más allá del horizonte, tras el sueño de que el Perú se convierta en el futuro una potencia mundial.
Hagamos un ejercicio de raciocinio y preguntémonos ¿Este es realmente el país que como ciudadanos del Siglo XXI nos merecemos? ¿Para esto lucharon nuestros precursores y próceres? ¿Qué país queremos para nuestros hijos y nietos? A lo largo de estos doscientos años, nuestro gran potencial nacional ha sido dilapidado, explotado, nuestras materias primas han sido vendidas al mejor postor y nada de esas ganancias han ido a dar bienestar y mejorar la vida de los peruanos.
Recuerda que este 11 de abril estará cada ciudadano ejerciendo su derecho de elegir, su derecho entregarle al elegido su soberanía “el pueblo soberano delega sus poderes en sus representantes en elecciones libres”. Este domingo cuando estén solos en la cámara secreta, alejados de los amigos y familiares, ustedes y su conciencia, elegirán al presidente y congresistas.
Allí, en ese lugar, en la denominada cámara secreta tomarán la decisión más trascendental de su vida. El voto debe ser emitido con una gran reflexión, un voto de conciencia, racional, no votar con el hígado o el corazón, por una cara bonita o porque es un gran orador, podría ser un demagogo, mentiroso y charlatán. No señores, piensen bien, no hay retroceso.
Cada elector,
ciudadano, con su cédula de votación y su conciencia, decidirán la elección del
presidente que saque definitivamente al país de esta crisis de valores y
especialmente de la corrupción que mantiene en la pobreza a toda la Nación, agravado
por la crisis económica y sanitaria que ha desnudado nuestras falencias como Estado.
Adolecemos de una Educación de primer nivel que deberíamos tener, no tenemos una infraestructura de salud que permita una atención completa a los ciudadanos, tampoco carreteras que unan y permitan la comunicación entre los pueblos del país y el intercambio de sus productos, menos una seguridad ciudadana que permita dar tranquilidad y paz a los ciudadanos del país.
En estas elecciones en particular hay una tremenda guerra por el poder. Hay muchos actores interesados en que el país siga envuelto en caos y crisis, internos y externos. “A río revuelto ganancia de pescadores”. Nuestros adversarios quisieran que el país siguiera desangrándose, que sea pasto para los tiburones. En esta laxitud, en esta anomia, con gobiernos faltos de reflejos, que no saben enfrentar las graves amenazas que se ciernen sobre nuestra República.
Las situaciones
de crisis como la que vivimos son aprovechadas por personas inescrupulosas, especuladores,
agiotistas y usureros, quienes juegan con las necesidades perentorias de la
población, como lo vemos a diario con las vacunas, pruebas moleculares, camas
UCI y el oxígeno vital para la vida. En esa situación la corrupción encuentra
su savia para crecer y multiplicares y hay grupos económicos, de poder, que no
quieren perder sus privilegios, sus canonjías y posición, por ello están a favor
de que impere la corrupción como un pulpo inmenso.
Desde hace doscientos años, una inmensa multitud de peruanos se debaten entre la pobreza y la extrema pobreza y que no tienen las oportunidades que tienen otros niños y jóvenes peruanos. La inmensa mayoría de peruanos que ve con tristeza, cómo se dilapida los dineros que tanto ha costado ahorrar, la celebración del bicentenario de nuestra independencia se tiñe de tristeza.
Este domingo 11, elijamos a un presidente que respete la Constitución, que coloque a la familia en el lugar que corresponde por su importancia en la sociedad, que sea provida, que defienda los valores tradicionales, que luche denodadamente contra la corrupción hasta extirparla y que haga obras que permitan crear empleo, desarrollo y crecimiento, para lograr el bien común.
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