Australian War Memorial

Australian War Memorial
EXTERIOR DE MEMORIA DE LA GUERRA-AUSTRALIA

lunes, 4 de septiembre de 2017

50 años después


Nada podrá ser como antes, hace cincuenta años atrás José Marcial Castro Mendoza, a punto de cumplir 35 años, en la flor de la juventud y a la postre padre de siete hijos, partió a la eternidad en ese viaje sin retorno, que en algún momento emprenderemos todos, es el sino de la vida que se cumple impostergablemente y no lo podemos eludir.

En el momento de su partida, causado por un choque frontal de dos buses, antes de llegar a la Oroya, todo se nubló en casa, el cielo se oscureció de pronto y el dolor atenazó los corazones de la familia, desde nuestra querida abuela Petronila, su madre adorada, sus hermanos, hijos, cuñados y amigos, que los tenía muchos y en todas partes.

Nuestro padre, deportista a carta cabal tenía extraordinaria habilidad para el futbol, era zurdo y jugaba de puntero izquierdo. Destacó también en básquet, hizo de torero, peleador callejero, no se libró de las broncas deportivas. Por su extraordinaria dote, era llamado por distintos equipos de futbol, de Jauja, Huancayo, para defender sus sedas.

Defensor de amigos indefensos, soldador extraordinario en la maestranza de Casapalca, capaz de realizar tareas tan difíciles para otros, por lo que sus jefes lo requerían para los trabajos de mayor precisión. Quienes lo recuerdan, indican que era un amigo extraordinario, capaz de sacarse la camisa para darla a quien la necesitaba.

Cincuenta años después, hizo que sus hijos y familiares nos congregáramos alrededor de su esposa Teresa Vivanco, madre extraordinaria que supo luchar con la adversidad para sacar adelante a sus hijos. Hoy, frisa los 80 años, disfruta de la compañía de sus nietos y bisnietos, lleva una vida muy modesta, pero honesta, un ejemplo para todos.

Iniciamos este extraordinario homenaje y recuerdo a nuestro padre, con una misa en la Iglesia Matriz de Jauja, posteriormente fuimos en romería hacia el cementerio y visitar la tumba donde descansan sus restos mortales, colocamos flores, oramos. También visitamos la tumba del abuelo Atanacio Castro Manyari, colocamos flores en su homenaje.

Finalmente, compartimos un almuerzo familiar, brindamos en su nombre, recordando algunas anécdotas propias y relatadas por los presentes. Fue una corta visita que hice a mi querida tierra, de la que me alejé definitivamente a los 12 años y regresé esporádicamente a visitar a la familia. Vivimos un día memorable en familia, recordando a nuestro querido padre, quien goza al lado de nuestro señor.
















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